42 JESÚS SANA A UN CIEGO EN BETSAIDA.

JESÚS SANA A UN CIEGO EN BETSAIDA

Una sanidad en “dos tiempos”.

(Mr 8:22-26).

Este milagro de Jesús es un relato singular de Marcos, no está en los otros evangelios. En algunos puntos recuerda la historia del sordomudo (Mr 7:31-37): Jesús se sale del guión, no actúa como la gente espera. Hay un trato personalizado. Otra vez se menciona el uso de la saliva.

Pero si hay algo que llama la atención en el relato es “la sanidad en dos tiempos”. Un caso único en los evangelios.

Jesús desembarca en Betsaida.

(Mr 8:1) “Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.”

¿Qué hizo Jesús en Betsaida después de desembarcar? Los evangelistas guardan silencio. Quizás porque lo importante para ellos es lo que ocurriría después, su viaje hasta los alrededores Cesarea de Filipo. Betsaida era solo un lugar de paso. Sin embargo Marcos si que hace un alto y nos cuenta este incidente.

Teniendo en cuenta que Pedro es la fuente principal de Marcos, entendemos que estamos ante un recuerdo personal de Pedro. Una escena que debió significar mucho para él. Posiblemente porque el trasfondo de “la visión borrosa”, junto con la escena anterior, reflejaban el estado espiritual de los discípulos, su propia condición, en aquellos días (estancamiento, endurecimiento, falta de percepción espiritual), y como el Señor estaba obrando para abrir sus oídos y ojos para llegar a una comprensión plena de quien era Jesús. El “punto culminante” llegaría en las afueras de Cesarea, donde Pedro hace aquella solemne confesión “Tú eres el Cristo” (Mr 8:29).

En este sentido, hay comentaristas que se fijan en la pasividad de este ciego al compararlo con Bartimeo (Mr 10:46-48). Simplemente se deja llevar. Y se preguntan: ¿No sería esto un reflejo de la actitud que los discípulos habían desarrollado con Jesús? ¿No ocurre esto muchas veces también en nuestra vida?

Tomando la mano del ciego.

(Mr 8:23) “Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.”

En el verso anterior leímos: “y le rogaban que lo tocase”. Sin  embargo, una vez más el Señor se sale del guión y hace algo mejor: lo coge por su  mano. A continuación lo lleva a un lugar apartado, escupe sobre sus ojos y termina por colocar las manos encima sobre sus “heridas”. El por qué actúa así no lo sabemos1.. Hay muchas opiniones. Pero lo que sí podemos decir es que tiene enseñanzas preciosas:

Nos recuerda que el Señor no está “atado” a una forma determinada de actuar, sino que puede hacerlo de múltiples formas y maneras aunque nunca en contra de Su carácter y de lo revelado, (Efesios 3:10) “multiforme sabiduría”, (1ª Pd 4:10) “multiforme gracia.”

Así, en la salvación de los hombres Dios utiliza diferentes caminos, según las circunstancias, pero siempre por medio del Espíritu Santo y confrontando con el Evangelio (Jn 16:8-11).

Lo mismo en el trato del Señor con sus hijos. Estos pueden tomar diferentes formas, según la necesidad, nuestro carácter, pero siempre aplicando la Palabra por medio del Espíritu y siempre con el propósito no de hacernos “cristianos exóticos”, cada uno “a su manera” sino conforme a la imagen de su hijo.

Esta frase “tomando la mano del ciego, le sacó fuera…” me parece sumamente preciosa. Un gesto que expresa lo que Jesús desea hacer con las personas en este mundo cualquiera que sea su condición, un gesto que expresa lo que Jesús quiere hacer también con sus hijos en medio de nuestra confusión y luchas. La cuestión es ¿Le dejaremos tomar nuestra mano y que nos guíe? No puede evitar recordar algunas de las estrofas de este precioso himno.

Manos cariñosas

Manos cariñosas, manos de Jesús,

manos que llevaron la pesada cruz.

Manos que supieron sólo hacer el bien,

¡Gloria a esas manos! ¡Aleluya amén!

Manos que sufrieron el clavo y la cruz;

Manos redentoras de mi buen Jesús.

De esas manos bellas yo confiado estoy,

ellas van guiando, pues al cielo voy.

(Primera y cuarta estrofa del himno “Manos cariñosas” Letra Colom, M. Alfredo.)

Un milagro en dos tiempos.

A la pregunta de Jesús “si veía algo”, aquel hombre responde:

(Mr 8:24) “Él, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan.”

El hecho de que supiese qué forma tienen los hombres y los árboles, da a entender que su ceguera no era de nacimiento sino sobrevenida. Posiblemente consecuencia de alguna enfermedad.

Pero este no es el detalle aquí. Lo verdaderamente llamativo es que por primera vez, un milagro de Jesús no se realiza de forma completa desde el primer momento. Es verdad que ahora ve, pero de forma distorsionada como si tuviese una fuerte miopía. Necesita un segundo momento con Jesús.

(Mr 8:25) “Luego les puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.”

Ahora sí. Después de tocar sus ojos la visión se restablece totalmente. Puede enfocar con nitidez y distinguir claramente a las personas de lejos. Pero ¿Qué pasó? ¿Por qué esta necesidad de intervenir dos veces? De nuevo tenemos que reconocer que la respuesta última no la tenemos, pero hay algunas cosas que podemos afirmar:

  1. No fue falta de poder por parte de Jesús, tampoco se trató de un error. Él podía haberlo sanado completamente desde el primer momento.
  2. Si ocurrió así es porque aquel hombre lo necesitaba. Era la forma en la que Jesús decidió tratar con él personalmente. Quizás para llevar su fe poco a poco a una plena confianza en Jesús.

Y también podemos decir, sin equivocarnos, que el Señor además de tratar con aquel hombre también está ilustrando su trato con los discípulos. Ellos eran como aquel ciego “curado”, con la vista espiritual muy corta, necesitaban continuar en las manos del maestro. Pero no solo con los discípulos, también con nosotros.

No entres en la aldea.

(Mr 8:26) “Y lo envió a su casa, diciendo: no entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.”

Una de las cosas que llaman la atención, en realidad en todo el relato, es que Marcos llama a Betsaida la aldea, mientras Lucas habla de ciudad (Lc 9:10) ¿Una contradicción? Aquellos que gustan de menoscabar la integridad de los Evangelios y nuestra confianza en ellos diciendo que son composiciones tardías, que no fueron escritos por los apóstoles o bajo su dirección, utilizan cosas como estas. Sin embargo, y así ocurre en muchas ocasiones en otros supuestos, la aparente contradicción es fácil de entender.

En este caso los comentaristas nos explican que durante mucho tiempo Betsaida fue una aldea de pescadores de la costa oriental del mar de Galilea. Pero que Felipe el Tetrarca (Lc 3:1) la engrandeció y la embelleció hasta convertirla en una ciudad que llamó Betsaida Julia, en honor de la hija del emperador Augusto. Estas cosas eran relativamente recientes, por tanto para muchos seguía siendo “la aldea”, a pesar de su nuevo estatus.

De nuevo encontramos algo a lo que el Señor ya nos tiene acostumbrados en esta etapa de su ministerio, la prohibición de divulgar el milagro. El propósito, evitar provocar entusiasmos desmedidos que dificulten el progreso de Su Obra.

Aprendiendo con el ciego.

Hace un momento, cuando nos preguntamos del por qué de este milagro en “dos tiempos”, dijimos que además de un trato profundo y personal del Señor con el ciego, también era un cuadro de los discípulos y que tiene lecciones/aplicaciones interesantes para nosotros:

Es un cuadro de la conversión.

Si antes insistimos en la variedad de los medios que el Señor puede usar para guiar un alma a la conversión, aquí notamos los tiempos que usa en este proceso.

Es cierto que hay personas que se convierten al escuchar la primera predicación, pero normalmente es un proceso que lleva su tiempo. Un proceso donde el Espíritu, por medio de la Palabra, va confrontando a la persona con su condición espiritual y la necesidad del Evangelio (Jn 16:7-11), hasta que finalmente sus ojos son abiertos a la Luz.

Es un cuadro de la vida cristiana.

Dicen que el niño al nacer por un tiempo tiene una vista borrosa. Hasta que a los pocos días empieza a madurar y enfocar. También es cierto que ninguno nacemos sabiendo, todos necesitamos un aprendizaje que realmente dure toda la vida. Pues lo mismo ocurre con nuestra conversión al Señor.

Tras este nuevo nacimiento, y aún cuando nuestros ojos se han abierto a una realidad espiritual preciosa, necesitamos tiempo para “adaptarnos” y madurar. Nuestra comprensión de Dios, de Su Revelación es progresiva. Avanza según crecemos en la fe. Es más, la plena nitidez sólo la alcanzaremos cuando finalmente nuestros cuerpos sean transformados y seamos a la imagen de Su Hijo. Como escribe un expositor: “Bienaventurado aquel que ha aprendido bien esta lección y es humilde y desconfiado de su propio juicio.”2.

Pero esto tiene todavía otro enfoque adicional: ¿Cómo ves a las personas que te rodean? ¿Como árboles, de forma distorsionada, o con los ojos de Jesús, con la necesaria compasión por su precario estado espiritual y sus profundas necesidades? ¿Y a tus hermanos?

Es un cuadro de la presente dispensación.

Esta aplicación también es interesante. En este caso estaríamos hablando de la condición presente de la iglesia y del creyente en este mundo, y de la realización de nuestra esperanza.  

Respecto a la comprensión de nuestra realidad, de las cosas que nos rodean, incluso de la profecía, en general somos como aquel que veía a los hombres como árboles. No alcanzamos a entender. Recordemos: Aún cuando la luz del Evangelio ha resplandecido en nuestros corazones (2ª Co 4:6), vivimos en un mundo de oscuridad y estamos sometidos a las limitaciones de nuestra condición “ahora vemos por espejo, oscuramente,… Ahora conozco en parte”(1ª Co 13:12), “una antorcha (la Palabra) que alumbra en lugar oscuro” (2ª Pd 1:19).

En consecuencia tendemos al desconcierto, podemos sentirnos desbordados, incluso angustiados. Pero esta escena, con la posterior intervención del Señor aclarando la vista, debería llenarnos de ánimo. Anticipa un tiempo cuando tendremos pleno conocimiento de las cosas y nuestro gozo será totalmente cumplido.

“Pero miremos hacia delante y animémonos. Viene un tiempo cuando lo veremos todo con claridad. Casi ha pasado la noche. El día se acerca. Contentemonos con esperar, observar, trabajar y orar. Cuando llegue el día del Señor, nuestra visión espiritual se perfeccionará. Veremos cómo somos vistos y conoceremos cómo somos conocidos.” 3.  (Ro 13:12; Heb 10:25; 1ª Jn 3:2-3).

 

NOTAS.


  1. El uso de la saliva por parte de Jesús sigue siendo un misterio. Lo que podemos descartar con toda seguridad es que tuviese un uso mágico, incluso medicinal. La cura, como siempre, se realiza por la voluntad Todopoderosa de Jesús. Posiblemente su uso sea una forma de acercarse al ciego. “Dio a entender sus intenciones y estimuló la fe del ciego.” (John D. Grassmick, Serie: El conocimiento Bíblico. Un comentario expositivo. Tomo 1. Mateo, Marcos, Lucas).
  2. J. C. Ryle. Meditaciones sobre los Evangelios. Marcos. Editorial Peregrino. Pág. 173. 
  3. Ídem.