01 Doctrina acerca de Dios – William Evans

DOCTRINA ACERCA DE DIOS

 

I. SU EXISTENCIA.

1. LAS ESCRITURAS BIBLICAS LA DAN POR SUPUESTA.

Parece que a ninguno de los escritores del Antiguo o del Nuevo Testamento se les ocurrió tratar de probar o argüir acerca de la existencia de Dios. Es un hecho que se da por supuesto siempre y en todas partes. «Un Dios que pudiera ser demostrado, no sería Dios” (Jacobi). Dios es el que existe de sí mismo (Exod. 3:14) y el origen de toda vida (Juan 5:26).

La apertura sublime de las Escrituras nos anuncia el hecho de Dios y su existencia: «En el principio Dios” (Gen. 1:1). No nos describe cómo surgió en la mente humana la existencia de Dios. “Dijo el necio en su corazón, no hay Dios” (Salmo 14:1), no indica una falta de fe en la existencia, sino más bien, en el interés activo de Dios en los asuntos del hombre, como si El pareciera ocultarse de lo que al hombre concierne (Job 22:12-14).

Las Escrituras reconocen, además, que el hombre no sólo reconoce la existencia de Dios, sino que también tiene un conjunto de ideas acerca de quién y qué es (Rom. 1:18, 19).

Solamente un necio se atrevería a negar el hecho de Dios. “¡Qué! ¿No hay Dios? ¿Un reloj sin que tengamos llave para él? ¿Un reloj que tiene el resorte principal roto y no hay joyero que lo pueda componer? ¿Un tren y un horario y nadie lo puede hacer andar? ¿Una estrella brillando y que nadie que pueda ponerle si aceite para que no extinga? ¿Un jardín sin jardinero? ¿Flores sin florista? ¿Condiciones sin haber quien las imponga?” El que está sentado en el cielo se reirá de un ateísmo tan absurdo. 

2. ARGUMENTO SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS.*

Estos argumentos quizás no prueban en una forma concluyente que Dios existe, pero lo que sí hacen, es demostrar que para que exista el conocimiento, el pensamiento, la razón y la conciencia del hombre, debe presuponerse la existencia de Dios (Strong). Se dice que la belleza puede mostrarse, pero no probarse. Lo mismo podemos decir de la existencia de Dios. Estos argumentos son probabilidades, pero no demostraciones. De ahí que se completa el uno al otro y constituyen una serie de evidencias que se acumulan la una a la otra. Tomados separadamente, ninguno de ellos puede considerarse como concluyente. Pero todos juntos vienen a corroborar nuestra original convicción de la existencia de Dios, la cual tiene un gran valor práctico y es suficiente en sí misma para obligar al hombre a obrar moralmente.

Un puñado de varillas no puede romperse en conjunto, aunque cada una de ellas se rompa separadamente. La resistencia total la forma la resistencia del conjunto. Nosotros nunca comenzaríamos a obrar en nuestros asuntos diarios, si tuviéramos que esperar a adquirir una certeza absoluta y demostrativa en cada caso. En vez de dudar de todo lo que se puede dudar, no dudemos de nada hasta que nos veamos precisados a dudar.

El difunto Dr. Orr dijo: “Lo que queremos dar a entender, al hablar de la prueba de la existencia de Dios, es sencillamente que existen hechos necesarios en el pensamiento, los que nos elevan de lo finito a lo infinito, de lo causado a lo que no tiene causa, de lo contingente a lo necesario, de la razón que supone la estructura de nuestro universo, a una razón universal y eterna que es la base de todo, de la moralidad de la conciencia a un legislador y Juez moral. Las pruebas teóricas a este respecto forman una unidad inseparable. Como declara el Dr. Stirling, “Juntos forman la ondulación de una sola ola, que no es más que la elevación natural hacia Dios de parte del entendimiento humano, que tiene por delante la experiencia y conciencia del mismo hombre.” ”

La religión no es el resultado de las pruebas de la existencia de Dios, ni será destruida porque éstas sean insuficientes en la mente de algunos. La religión existió antes de todo argumento. En realidad la hermosura de la religión está en que impele a buscar toda confirmación posible de la realidad de Dios.

a) Universalidad de la Creencia en la Existencia de Dios.

(1) Planteamiento y prueba del hecho.

El hombre cree, en todas partes, en la existencia de un ser o seres supremos para con los que tiene responsabilidad moral, en honor de los cuales tiene que hacer algo para obtener su propiciación.

Esta creencia tal vez se manifieste en una forma cruda o grotesca; pero la realidad del hecho no pierde su valor, como no la perdería la existencia de un padre, si el hijo tratase de pintarlo en forma tosca.

Algunos han dicho que, en el interior del Africa, existen tribus no tienen idea o concepto de Dios. Tal afirmación la hizo Moffat, el suegro de Livingstone. Pero el mismo Livingstone, después de estudiar cuidadosamente las costumbres y el lenguaje de tales tribus, prueba en forma concluyente que Moffat se había equivocado.

Suponiendo que existieran tales tribus, esto no invalidaría el hecho que estamos aquí considerando, como la existencia de algunos hombres ciegos, cojos, mudos y sordos, tampoco probaría que es errónea la afirmación de que el hombre es una criatura que ve, oye, habla y camina. El hecho de que en algunas naciones no se conozca la tabla de multiplicar, no echa por la aritmética.

Es muy dudoso que existan los llamados ateos en países cristianos. Se dice que Hume, que llevaba fama de gran escéptico, dijo a Férguson, cuando ambos estaban contemplando el cielo estrellado: “Adán, Dios existe.” Voltaire, el gran ateo, cuando se encontró en medio de una gran tormenta, se puso a orar. Cuando a Ingersoll se le acusó de que era ateo, respondió indignado a tal acusación diciendo: “Yo no soy ateo, ni digo que no hay Dios; yo soy agnóstico, por consiguiente, no sé si hay Dios.” Las primeras palabras de un argumento que trataba de probar la no existencia de Dios fueron éstas: “Yo doy gracias a Dios de que soy ateo.” Uno que recién se había convertido al ateísmo, dijo en medió de un grupo de incrédulos: “Yo me he librado de la idea de un Ser supremo y por ello doy gracias a Dios.”

(2) ¿De dónde procede esta creencia universal en la existencia de Dios?

aa) No procede de causas externas como la razón, la tradición, ni siquiera de las Escrituras.

No procede de la razón o de argumento alguno, porque muchos que creen en Dios, no han tomado tiempo de razonar o argüir acerca de este asunto. La verdad es que algunos ni siquiera podrían hacerlo intelectualmente. Otros que tienen gran capacidad intelectual y que se han detenido a razonar o argüir sobre este asunto, niegan abiertamente la existencia de Dios. La creencia en Dios no es el resultado de argumentos de lógica, o de lo contrario la Biblia nos hubiera proporcionado las pruebas.

Esta creencia universal tampoco procede de la tradición, porque “La tradición no puede perpetuar más que lo que ya ha tenido principio,” dice el Dr. Patton.

Tampoco podemos decir que esta creencia procede de las Escrituras, porque como se ha dicho muy bien, si el hombre no tuviera algún conocimiento del Dios de quien proceden las Escrituras, la misma Revelación no tendría autoridad alguna para él. Aun la idea de las Escrituras como una Revelación, presupone la creencia en un Dios que puede hacerla (Newman Smith). La Revelación necesariamente supone la existencia de Dios.

bb) Esta creencia universal procede de dentro del hombre. 

Todas las evidencias que poseemos al respecto, nos llevan a la conclusión de que esta fe universal en la existencia de Dios es innata en el hombre y procede de la intuición racional.

(3) Peso y valor de este argumento.

El hecho de que todos los hombres en todas partes creen en la existencia de un Ser supremo, o seres, para con los que tienen responsabilidad moral, es un argumento muy fuerte en favor de esta verdad. Un efecto tan universal debe por necesidad tener una causa asimismo universal. De lo contrario, nos encontraríamos con un efecto al que no podríamos asignar causa alguna. De consiguiente, son los que niegan la existencia los que están en la obligación de buscar una prueba.

b) Argumento Cosmológico: Causa y Efecto.

Cuando vemos un objeto, naturalmente nos preguntamos cuál fué la causa de tal objeto. Vemos este mundo en que vivimos y preguntamos cómo vino su existencia. ¿Se originó de sí o tiene causa su existencia fuera de sí? ¿Su causa es a o infinita?

Es obvio que no puede proceder de sí mismo, como los ladrillos, los clavos, la madera, las pinturas, los colores, no pueden formar por sí mismos una casa o edificio; ni los tipos que componen un libro pueden colocarse por sí mismos en el orden en que están. Cuando preguntaron a Liebig si creía que grama y las flores que veía a su alrededor crecían en virtud de las meras fuerzas químicas, contestó: “No, como no puedo creer que los libros de botánica que nos describen esas plantas pueden formarse solamente por las fuerzas químicas.” No existe teoría de una serie eterna que pueda explicar la creación de nuestro universo. No importa cuan larga sea la cadena, debemos contar siempre con un eslabón del que ella depende. Una cadena perpendicular sin fin es una imposibilidad. La Biblia dice que: Toda casa ha sido edificada por algún hombre.” De la misma manera este mundo en que vivimos fué construido con un propósito por una mente de poder y sabiduría infinitos.

El mismo razonamiento se puede aplicar al hombre. El hombre existe, pero debe su existencia a alguna causa. ¿Esta causa se encuentra dentro o fuera de él? ¿Es finita o infinita? Remontemos nuestro origen, si les parece, a nuestro primer padre Adán. Inmediatamente debemos preguntar, “¿Cómo vino él a la existencia?” La doctrina de la eternidad del hombre no puede ser sostenida. Los restos fósiles no se encuentran más allá de los 6,000 años. El hombre es un efecto; no ha existido siempre. Así lo prueba la geología. Que la primera causa debe haber sido un ser inteligente, lo demuestra el hecho de que nosotros mismos somos seres inteligentes.

c) Argumento Teleológico: Designio.

Un reloj no sólo supone un relojero o artífice, sino también uno que lo ideó. Un reloj se hace con un propósito, lo que es evidente observando su misma estructura. Detrás del reloj hubo una mente que lo ideó con un designio, lo mismo que ocurre con el mundo en que vivimos. Estos “propósitos” en la naturaleza no se pueden atribuir a “resultados naturales,” ni a la “selección natural,” para cuya producción no se requiere la inteligencia. Ni son tampoco “el triunfo de los más fuertes,” en cuyo caso ‘la casualidad o el accidente actúan por la razón.” No, son los resultados de una inteligencia y voluntad que los origina y se cuida de ellos.

d) Argumento Ontológico: Ser.

El hombre tiene una idea acerca de un Ser infinito y perfecto. ¿De dónde procede tal idea? ¿Será de seres finitos e imperfectos como nosotros? Ciertamente que no. Por consiguiente esta idea requiere la existencia de un Ser infinito y perfecto. No basta que sea un mero pensamiento, sino que tiene que ser una persona.

e) Argumento Antropológico: Moral.

El hombre tiene una naturaleza intelectual y moral. De consiguiente concluimos que su Creador tiene que ser también un Ser intelectual y moral, un Juez y Legislador. El hombre siente profundas emociones, y solamente un Ser dotado de bondad, poder, amor, sabiduría y santidad, puede satisfacer tal naturaleza, lo que indica la existencia de un Dios personal.

La conciencia le dice al hombre: «Harás,” o «No harás”; «Debes,” o «No debes.” Tales mandatos no se los impone el hombre a sí mismo. Implican la existencia de un Gobernador moral, ante el cual el hombre es responsable. En el corazón del hombre está asentada la conciencia, como un Moisés interior que está proclamando con truenos, desde un Sinaí invisible, la ley de un Juez santo. El Cardenal Newman dijo: «Si no fuera por la voz que habla con tanta claridad en mi conciencia y en mi corazón, yo sería un ateo o un panteísta cuando contemplo este mundo.” Unas cosas son buenas, otras malas; el amor es bueno, el odio es malo. Y una cosa no es buena precisamente porque agrada, o mala porque desagrada. ¿De dónde nos viene esta norma del bien o del mal? La moralidad es obligatoria, no opcional. ¿Qué es lo que la hace obligatoria? ¿Quién tiene derecho de mandar en mi vida? Tenemos que creer que existe un Dios, o creer que la misma fuente de nuestra naturaleza es una mentira.

f) Argumento de Congruencia.

Si tenemos una llave que se adapta perfectamente a todas partes de la cerradura, sabemos que es la llave que se busca. Si tenemos una teoría que se adapta a todas las circunstancias de un hecho, sabemos que tenemos la verdadera teoría. «La creencia en un Dios personal que existe por sí mismo, está en armonía con todos los hechos de nuestra naturaleza mental y moral, así como con todos los fenómenos del mundo natural. Si Dios existe, la creencia en su existencia es natural. Con ella queda satisfecho el impulso irresistible de buscar una causa adecuada; nuestra naturaleza religiosa tiene un objeto; la uniformidad de la ley natural encuentra una explicación adecuada; y la naturaleza humana no resulta ser meramente una gran impostura. El ateísmo deja todas estas cosas sin explicación y convierte en mentira y falsedad no solamente la historia entera, sino nuestra misma naturaleza moral e intelectual.” (Patton)

g) Argumento Bíblico: La Escritura.

La mayor parte de nuestros conocimientos se apoyan en el testimonio de otros, y la Biblia es un testimonio de autoridad. Si nos es suficiente a nosotros el testimonio de los viajeros acerca de los hábitos, costumbres y maneras de vivir de los países que visitan y que nosotros nunca hemos visto, ¿por qué no nos ha de satisfacer la evidencia de la Biblia acerca de la existencia de Dios, si la Biblia es auténticamente histórica?

Sabemos que unos hechos requieren más pruebas que otros, y esto es cierto del hecho de la existencia de Dios. Pero la historia bíblica es suficiente para satisfacer cualquier exigencia racional. La historia de los judíos y la profecía no se pueden explicar sin Dios. Si no podemos creer en la existencia de Dios, apoyados en el testimonio de la Biblia, haríamos bien en quemar todos nuestros libros de historia. Una persona no puede negar la verdad del testimonio de la Biblia, a no ser que esté lista a decir: «Ningún argumento me convencería de la existencia de lo sobrenatural.”

La Escritura no trata de probamos la existencia de Dios. La afirma, la supone, y declara que el conocimiento de Dios es universal (Rom. 1:19-21, 28, 32; 2:15). La Biblia afirma que Dios ha grabado esta gran verdad en lo íntimo de todo ser humano, de modo que en ninguna parte se encuentra El sin alguien que dé testimonio de El. Un predicador puede con toda seguridad seguir el ejemplo de las Escrituras, presuponiendo que existe un Dios. La verdad es que debe afirmarlo como lo hace la Escritura, de una manera indubitable y clara, creyendo que su «eterno poder y divinidad” son cosas que se ven claramente y se perciben por la evidencia que de ellas dan las obras de sus manos que se encuentran por todas partes.

 

* En las obras del Dr. Augusto H. Strong y del Dr. Francisco I. Patton se puede encontrar una exposición más amplia y completa de estos argumentos sobre la existencia de Dios. El autor reconoce lo que debe a estos escritores.

II. NATURALEZA DE DIOS: (Vs. Agnosticismo).

1. ESPIRITUALIDAD DE DIOS: (Vs. Materialismo). “DIOS ES ESPIRITU.”

a) Afirmación del Hecho, Juan 4:24: “Dios es Espíritu.”

Significado: Pregunta de la mujer samaritana: “¿Dónde se puede encontrar a Dios?” etc. ¿En el monte Sión o en Gerizim? Respuesta de Cristo: “Dios no está confinado a un solo lugar” (Hechos 7:48; 17:25; 1 Reyes 8:27). Dios debe ser adorado en espíritu en contraposición al lugar, forma y otras limitaciones sensorias (4:21); y en verdad en contraposición a los falsos conceptos que se originan en un conocimiento imperfecto (4:22).

b) Luz que Arrojan otros Textos de la Biblia sobre “Dios es Espíritu.”

Lucas 24:39: “El espíritu ni tiene carne ni huesos,” es decir, no tiene cuerpo o partes como los seres humanos; es incorpóreo; no está sujeto a las limitaciones humanas.

Col. 1:15: “La imagen del Dios invisible.”

1 Tim. 1:17: “El Rey de los siglos, inmortal, invisible.”

Estos pasajes nos enseñan que Dios no participa en nada de la naturaleza material o corporal. La vista no ve más que los objetos del mundo material, pero como Dios no se encuentra en la naturaleza de este mundo material, no puede ser visto con nuestros ojos materiales, por lo menos por ahora.

c) Luz que se Deriva de las Amonestaciones contra el Representar a Dios mediante Imágenes.

Deut. 4:15-23; Isa. 40:25; Exod. 20:4. Examinando con cuidado estos pasajes se hace notorio que la razón por la que se prohíben las imágenes es porque nadie ha visto a Dios jamás; por consiguiente, no puede representarlo; y además, no existe nada en la tierra que se le parezca.

d) Definición de “Dios es Espíritu” a la Luz de lo Precedente.

Dios es invisible, incorpóreo; no tiene cuerpo, ni partes, ni pasiones, así que no tiene limitaciones. No se le puede percibir con los sentidos sino con el alma; de consiguiente Dios está muy por encima de las percepciones sensorias. Las palabras de Pablo en 1 Cor. 2:6-16 enseñan que no podemos conocer a Dios sin la enseñanza que viene del Espíritu de Dios. Dios no es un ser material. “La Place recorrió los cielos con su telescopio y en ninguna parte encontró a Dios. Lo mismo hubiera dado, si hubiera recorrido la cocina con su escoba.” Como Dios no es un ser material, no puede ser percibido con los sentidos físicos.

e) Preguntas y Problemas Relacionados con la Afirmación de que “Dios es Espíritu.”

(1) ¿Qué significa la declaración de que él hombre fué hecho “a la imagen de Dios”?

En Col. 3:10; Efes. 4:24, se nos declara que esta “imagen” consiste en “justicia, conocimiento y santidad de verdad.” Esto quiere decir que la imagen de Dios en el hombre se halla en la semejanza intelectual y moral, más que en el parecido físico. Algunos piensan que 1 Tes. 5:23 indica que la “trinidad del hombre”: cuerpo, alma y espíritu, constituye esa imagen y semejanza.

(2) ¿Qué se quiere dar a entender con las expresiones antropomórficas que se usan hablando de Dios?

Por ejemplo, se dice que Dios tiene manos, pies, brazos, ojos, oídos; que ve, siente, oye, camina, etc. Estas expresiones deben entenderse solamente en el sentido de que son expresiones humanas, de las que nos valemos para traer lo infinito dentro de los límites de comprensión de lo finito. ¡En qué otra forma podríamos nosotros entender que Dios salva, sino por medio de expresiones humanas y de figuras que todos podemos comprender!

(3) ¿Cómo se podrán reconciliar los pasajes Exod. 24:10 y 33:18-23, en que se nos dice terminantemente que algunos hombres vieron al Dios de Israel, con pasajes tales como Juan 1:18: “A Dios nadie le vió jamás ” y Exod. 33:20: “No me verá hombre y vivirá»?

Respuesta:

aa) El Espíritu puede manifestarse en forma visible:

Juan 1:32: “Ví al Espíritu que descendía del cielo como paloma (o en forma de una paloma).” A través de todos los tiempos el Dios invisible se ha manifestado a sí mismo en forma visible. (Jueces 6:34: El Espíritu de Jehová se envistió en Gedeón.)

bb) La doctrina de “El Angel del Señor» está basada en esta verdad,

según la encontramos en el Antiguo Testamento, Gen. 16:7, 10, 13. Nótese cómo aquí se identifica al Angel del Señor con el mismo Jehová, cf. vv. 10, 13; y también Gen. 22:12, “El Angel de Jehová dijo, … no me rehusaste tu hijo.” En Gen. 18:1-16 se identifica claramente uno de los tres ángeles con Jehová. Compárese también con el capítulo 19, en donde vemos que solamente dos de los ángeles vinieron a Sodoma, mientras que otro se quedó atrás. ¿Quién fué este ángel que quedó atrás? En Génesis 18:17, 20 se da la respuesta, y en el versículo 22 se lee: “Mas Abraham estaba aún delante de Jehová.” En Exodo 13:21 es Jehová el que iba delante de Israel, mientras que en 14:19, es el Angel. De esta manera se preparó el camino a la encamación, porque el Angel del Señor en el Antiguo Testamento es la segunda persona de la Trinidad.

cc) ¿Qué es, pues, lo que los ancianos de Israel vieron cuando se dice que “vieron al Dios de Israel»?

No fué ciertamente Dios en su misma esencia, Dios como es en sí mismo, porque nadie puede tener esta visión y vivir. Sobre este particular es muy claro lo que dice Juan 1:18: “A Dios nadie le vió jamás.” El énfasis en este versículo se encuentra en la palabra “Dios.” En el capítulo 5:37 Jesús dice: “Ni nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer.” De aquí parece deducirse claramente que el “ver” que no ha sido el privilegio de ningún hombre, se refiere más a la esencia que a la persona de Dios, si es que realmente puede hacerse esta distinción. Esto también parece deducirse de la posición que se da a Dios en esta frase. Nadie ha visto a Dios, como El realmente es, sino el Hijo. ¿Qué es, pues, lo que vieron estos hombres?

Evidentemente fué una apariencia de Dios en alguna forma perceptible por sus sentidos físicos, tal vez la forma de un hombre, puesto que se hace mención de sus “pies.” Tal vez la visión fué demasiado brillante para que los ojos humanos la pudieran contemplar plenamente pero ciertamente fué una visión de Dios. Sin embargo, no fué mas que una manifestación de Dios, pues a pesar de que Moisés estaba conversando con Dios, dijo: “Si he hallado gracia en tus ojos, muéstrame tu rostro.” Moisés había recibido grandes y extraordinarios privilegios, pues había sido admitido a la comunión con Dios más que ningún otro miembro de la raza humana. Sin embargo, no estuvo satisfecho con esto y quería más; por eso en versículo 18 pidió ver la gloria de Dios sin velo, que es lo que ningún hombre puede ver en la carne y vivir; pero esto no podía ser. Con referencia a Exod. 33:18-23, encontramos la respuesta de Dios: “No podrás ver mi rostro . . . verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.” (En Números 12:8, encontramos más luz sobre este asunto si lo comparamos con Exod. 33:11.)

“El secreto permaneció oculto, las ansias insatisfechas, y lo más que se le permitió acercarse a la visión beatífica al que habló con Dios cara a cara, como un amigo con otro, fué el quedarse oculto en una hendidura de la peña, el ser hecho consciente de una sombra terrible, y el oír la voz del invisible.”

2. PERSONALIDAD DE DIOS: (Vs. Panteísmo).

El panteísmo sostiene que este universo, en su estado de continuo cambio, no es más que la manifestación de una sustancia que siempre está cambiando, que es Dios. De esta manera todo es Dios y Dios es todo. De esta manera a Dios se le identifica con la naturaleza y no es independiente o separado de ella. Dios es, por consiguiente, una fuerza necesaria pero inconsciente que obra en el mundo.

¿En qué Forma Repercute la Personalidad de Dios en la Idea de la Religión?

La verdadera religión puede definirse como la comunión entre dos personas. Dios y el hombre. La religión es una relación personal entre Dios en el cielo y el hombre en la tierra. Si Dios no fuera una persona no podría haber comunión; y si Dios y el hombre fueran una misma cosa, no podría haber comunión y, por consiguiente, tampoco religión. Para que haya comunión es absolutamente necesario que haya una relación personal e independiente por ambos lados. El hombre no puede tener comunión con una energía, una fuerza o algo impersonal; ni una influencia puede tener una inclinación o afecto para con el hombre. Es absolutamente necesario para la verdadera definición de la religión que Dios y el hombre sean personas. Dios es una persona, no es una fuerza o una influencia.

a) Definición de Personalidad.

La personalidad existe donde existe la inteligencia, la mente, la voluntad, la razón, la individualidad y la conciencia y determinación propias. No es suficiente el mero conocimiento, porque las bestias también tienen algo de esto, sino la conciencia de sí. Tampoco la personalidad es la determinación, porque también las bestias tienen esto, aunque tal determinación sea el resultado de influencias externas, sino la determinación propia, el poder por el cual el hombre por un acto de su propia y libre voluntad determina sus actos de sus adentros.

No son necesarias para la personalidad ni la corporeidad ni la sustancia, en la forma en que nosotros las entendemos. Puede existir la verdadera personalidad sin la una ni la otra.

b) Enseñanzas Bíblicas acerca de la Personalidad de Dios.

(Sería bueno consultar el Argumento Ontológico de la Existencia de Dios sobre este particular, según se encuentra en la página 14.)

(1) Exod. 3:14: «YO SOY EL QUE SOY.”

Este nombre tiene un significado admirable. La existencia y la personalidad forman su idea central. Estas palabras significan, “YO SOY, YO FUI, YO SERE,” lo que corresponde de una manera tan sugerente con la declaración del Nuevo Testamento acerca de Dios: “Que eres y que eras y que has de venir.”

Todos los nombres que se dan a Dios en las Escrituras indican personalidad.

– En Gén. 22:13, 14: Jehová proveerá.

– En Exod. 15:26: Yo soy Jehová tu Sanador.

– En Exod. 17:8-15: Jehová nuestra Bandera (Jehová-nissi).

– En Jueces 6:24: Jehová nuestra Paz (Jehová-salom).

– En Salmo 23:1: Jehová mi Pastor.

– En Jer. 23:6: Jehová, Justicia nuestra.

– En Ezeq. 48.35: Jehová presente (Jehová-shamma).

Además los pronombres personales que se dan a Dios hacen ver su personalidad: Juan 17:3, y otros. “Que te conozcan”; nosotros no podemos conocer una influencia en el sentido en que la palabra conocer se emplea aquí.

Declaración: Los nombres y pronombres personales que se dan a Dios a través de las Escrituras prueban sin lugar a duda que Dios es una persona.

(2) En las Escrituras se hace una distinción bien definida entre los dioses de los paganos y el Señor Dios de Israel (Jer. 10:10-16).

Nótese el contexto: vs. 3-9; Los ídolos son cosas, no personas; no pueden caminar, hablar, ni hacer el bien o el mal. Dios es más sabio que los hombres que hicieron estos ídolos; de modo que si los que hicieron los ídolos son personas, con mucha más razón lo es Dios.

Nótese el contraste saliente que se hace entre los ídolos muertos y el único Dios vivo, personal y verdadero: Hech. 14:15; Tes. 1:9; Salmo 94:9, 10.

Declaración: Dios debe distinguirse con claridad de todas las cosas que no tienen vida. El es una Persona viviente.

(3) A Dios se le atribuyen en las Escrituras los atributos de la personalidad.

Dios se arrepiente (Gén. 6:6); se entristece (Gén. 6:6); se aíra (1 Reyes 11:9); es celoso (Deut. 6:15); ama (Apoc. 3:19); odia (Prov. 6:16).

Declaración: Dios posee los atributos de la personalidad, de consiguiente es una persona.

(4) Para explicar la relación de Dios con el universo y con el hombre, según se nos presenta en las Escrituras, es menester reconocer que Dios es una persona.

El deísmo sostiene que Dios, aunque es el Creador del mundo, no tiene más relaciones con él. El lo hizo como un relojero hace un reloj que se da cuerda a sí mismo. Lo hace y lo deja que corra de por sí, sin meterse él para nada. En la Escritura no se encuentra prueba alguna para esta enseñanza. ¿Cuáles son las relaciones de Dios para con el universo y para con el hombre?

aa) Dios es el Creador del universo y del hombre.

Gén. 1:1, 26; Juan 1:1-3. Estos versículos encierran verdades que son vitales. El universo no existió desde la eternidad, ni fué hecho de una materia que ya existía. No procedió como una emanación del infinito sino que fué traído a la existencia por un decreto del mismo Dios. La ciencia, al darnos a conocer el poder maravilloso y la exactitud de la ley natural, nos obliga a creer en una inteligencia que la vigila que es infinita. Tyndall dijo: “Yo he notado que no es precisamente durante las horas de lucidez y de vigor que la doctrina del ateísmo material atrae mi mente.”

(En relación con esto pueden leerse con provecho los argumentos de Causa y Designio, páginas 13, 14.)

Declaración: La creación del universo y del hombre demuestra la personalidad del Dios Creador.

bb) Dios tiene ciertas relaciones con el universo y el hombre que El creó.

En Hebreos 1:3 se dice que “sustenta todas las cosas”; en Col. 1:15-17 se dice que “por el todas las cosas subsisten”; en el Salmo 104:27-30 se dice que todas las criaturas esperan “que El les dé su comida a su tiempo”; y en el Salmo 75:6, 7, el «ensalzamiento” de los hombres, es decir, el quitar al uno para ensalzar al otro, procede de la mano de Dios.

¿Qué es lo que aprendemos de estos pasajes bíblicos sobre la relación de Dios con el universo, con el hombre y con todas las criaturas de Dios?

Primero: Que El sostiene todas las cosas; si no, todo este mundo se desmoronaría rápidamente. La uniformidad y exactitud de la ley natural nos obliga a creer en un Dios personal que guía y gobierna el universo de una manera inteligente. La no creencia en este hecho acarrearía una confusión completa. En el timón del mundo no se encuentra la casualidad ciega, sino un Dios personal.

Segundo: Que la provisión de todas las necesidades físicas de las criaturas de Dios depende de su mano; El alimenta a todos. Nosotros cogemos lo que Dios da, y si El no nos provee, morimos.

Tercero: Que Dios tiene su mano puesta en la historia del hombre, guiando y moldeando los asuntos de las naciones. Víctor Hugo dijo: “Waterloo era Dios.”

Cuarto: Nótese con qué precisión de detalles se nos describe el cuidado de Dios: los gorriones, los lirios, los cabellos de la cabeza, las lágrimas de sus hijos, etc. Véase con qué claridad se nos pintan estos hechos en los siguientes pasajes bíblicos: Mat. 6:28-30; 10:29, 30; Gén. 39:21; 50:20; Dan. 1:9; Job 1:12.

Declaración: La personalidad de Dios se echa de ver por su interés activo y su participación en todas las cosas, aun en las más pequeñas, en el universo, en la experiencia del hombre y en la vida de todas sus criaturas.

3. UNIDAD DE DIOS: (Vs. Politeísmo).

En el mundo existen tres religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Mahometismo. El segundo es un desarrollo del primero, y el tercero un brote de ambos.

La doctrina de la unidad de Dios se sostiene en contraposición del politeísmo, que es la creencia en la multiplicidad de dioses; del tri-teísmo, que enseña que hay tres dioses, es decir, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres dioses distintos; y del dualismo, que enseña que existen dos seres divinos o principios eternos distintos, el uno bueno y el otro malo, según claramente lo proponen los sistemas gnósticos, tales como el Parsismo.

a) Las Escrituras Afirman la Unidad de Dios.

Deut. 6:4: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” Isa. 44:6-8: “Yo el primero, y yo el postrero, y fuera de mí no hay Dios.” Isa. 45:5: “No hay Dios fuera de mí.” 1 Tim. 2:5: “Hay un Dios.” 1 Cor. 8:4: “No hay más de un Dios.”

La fuerza del argumento de más de 50 pasajes en la Escritura es que Dios es uno, que no hay otro, y que El no tiene igual. En la unidad de Dios se basa el deber fundamental de la vida, es decir, la entrega de nuestro ser al Señor: “El Señor … es uno . . . por consiguiente amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón,” etc.

No hay en la Escritura, particularmente en el Antiguo Testamento verdad a la que se da tanta prominencia como a la unidad de Dios. Esta verdad se echa de ver también en el universo material; es la introducción y la conclusión de todas las investigaciones científicas. Cualquier otra representación contradice tanto la creación como la revelación. Los que la niegan son objeto del ridículo de todo hombre pensador y ningún cristiano ortodoxo los puede creer. Sea pues ésta nuestra primera y necesaria conclusión: que la divinidad, ya se le considere creando, inspirando o manifestándose en otra forma, es un Dios; uno y nada más.

La multiplicación de dioses es una contradicción, pues no puede existir más que uno. No puede haber más que un ser absolutamente perfecto, supremo y todopoderoso. Tal ser no se puede multiplicar ni pluralizar. No puede haber más que un Dios que todo lo incluye y es el fin de todas las cosas.

Por consiguiente, la doctrina que se presenta en las Escrituras es el monoteísmo y no el tri-teísmo. “Si el pensamiento que desea ser ortodoxo tuviera menos tendencia a ser tri-teísta, el pensamiento que desea ser libre sería menos unitario” (Moberly).

b) Naturaleza de la Unidad Divina.

La doctrina de la unidad de Dios no excluye la idea de una pluralidad de personas en la divinidad. No quiere decir esto que en cada una de las personas de la divinidad haya tres personas, si en ambos casos se usa la palabra persona en el mismo sentido. Creemos, por consiguiente, que en la divinidad hay tres personas, pero un solo Dios. Los anti-trinitarios quieren representar la Iglesia Evangélica como si creyera en tres dioses, lo cual no es cierto. Cree en un Dios y en tres personas en la divinidad.

(1) Uso bíblico de la palabra “Uno”

Gen. 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne.» Gén. 11:6: “He aquí el pueblo es uno.” 1 Cor. 3:6-8: “Y el que planta y el que riega son una misma cosa.” 12:13: “Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora Judíos o Griegos, ora siervos o libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.” Juan 17:22, 23: “Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa.”

La palabra “uno” en estos pasajes se usa en un sentido colectivo. La unidad de que aquí se habla es un compuesto como cuando hablamos de “un racimo de uvas,” o “todo el pueblo se levantó como un hombre.” La unidad de la divinidad no es simple sino compuesta. La palabra hebrea por “uno” (yacheed), en su sentido absoluto tal como se usa en la expresión “el único,” no se usa nunca para significar la unidad de la divinidad. Por el contrario, para describir la unidad divina se usa siempre la palabra hebrea “echad,” que significa “uno” en el sentido de una unidad compuesta, como en los pasajes antes citados.

(2) El nombre divino “Dios” es una palabra plural; al referirse a Dios se usan pronombres plurales.

La palabra hebrea que significa Dios (Elohim) se usa con más frecuencia en la forma plural. Dios usa con frecuencia pronombres plurales al referirse a sí mismo. Por ejemplo: Gén. 1:26: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre ….”; Isa. 6:8: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién nos irá”; Gén. 3:22: «Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal. . . .”

Tal vez alguno pueda decir que el “hagamos” de Gén. 1:26, se refería a una consulta de Dios con los ángeles con los que Dios se reúne en consejo antes de hacer algo de importancia. Pero Isa. 40:14: “¿A quién demandó consejo?” demuestra que no fué así. Gén. 1:27 contradice esta idea, pues repite la afirmación “a la imagen de Dios,” no a la imagen de los ángeles; y también que “crió DIOS al hombre A SU imagen, a imagen de Dios (no de los ángeles) lo crió.” El “hagamos” de Gén. 1:26 se entiende, por consiguiente, con toda propiedad de la majestad plural como indicando la dignidad y majestad del que habla. La traducción correcta de este versículo no debería ser “hagamos” sino ‘haremos,” indicando que se trataba de una resolución y no de una consulta.

4. DOCTRINA DE LA TRINIDAD: (Vs. Unitarismo).

En último análisis, la doctrina de la Trinidad es un misterio profundo que la mente finita no puede sondear. No se puede, sin embargo, dudar razonablemente de que está enseñada en la Escritura. Es una doctrina que ha de creerse, aunque no pueda entenderse por completo.

a) La Doctrina de la Trinidad en el Antiguo Testamento.

En el Antiguo Testamento esta doctrina se insinúa más bien que se declara. El tema de los pasajes del Antiguo Testamento parece que es más bien la unidad de Dios. Sin embargo, Ja doctrina de la Trinidad se insinúa claramente de cuatro maneras: 

Primero: En los nombres plurales de la divinidad, como Elohim. 

Segundo: En los pronombres personales que se aplican a la divinidad. Gén. 1:26; 11:7; Isa. 6:8.

Tercero: Las teofanías, especialmente “El Angel del Señor.” Gén. 16 y 18.

Cuarto: La obra del Espíritu Santo. Gén. 1:2; Jueces 6:34.

b) La Doctrina de la Trinidad en el Nuevo Testamento.

En el Nuevo Testamento se enseña claramente la doctrina de la Trinidad. No se insinúa solamente, como se hace en el Antiguo Testamento, sino que se declara explícitamente. Esto es evidente por los siguientes pasajes:

Primero: El bautismo de Cristo: Mat. 3:16, 17. Aquí el Padre habla desde el cielo; el Hijo es bautizado en el Jordán; y el Espíritu Santo desciende en forma de paloma.

Segundo: En la fórmula bautismal: Mateo 28:19: «Bautizándolos en el nombre (singular) del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”

Tercero: La bendición apostólica: 2 Cor. 13:13: «La gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la participación del Espíritu Santo.”

Cuarto: El mismo Cristo lo enseña en Juan 14:16: «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador.”

Quinto: El Nuevo Testamento nos presenta:

– Un Padre que es Dios, Rom. 1:7.

– Un Hijo que es Dios, Heb. 1:8.

– Un Espíritu Santo que es Dios, Hech. 5:3, 4.

El Sr. Boardman resume este asunto en las siguientes palabras: «El Padre es toda la plenitud de la divinidad invisible, Juan 1:18; el Hijo es toda la plenitud de la divinidad manifestada, Juan 1:14-18; el Espíritu Santo es toda la plenitud de la divinidad obrando directamente sobre la criatura 1 Cor. 2:9, 10.”

III. ATRIBUTOS DE DIOS.

Es difícil distinguir claramente entre los atributos y la naturaleza de Dios. Algunos sostienen que no debería hacerse tal división, y que las cualidades de Dios que nosotros llamamos atributos son verdaderamente parte de su misma esencia y naturaleza. Sea esto correcto o no, el propósito que nosotros tenemos al hablar de los atributos de Dios es el aprovechamos de su conveniencia en el estudio de la doctrina de Dios.

Comúnmente se dividen los atributos de Dios en dos clases: naturales y morales. Los atributos naturales son: omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia y eternidad; los atributos morales son: santidad, justicia, fidelidad, misericordia y bondad y amor.

1. ATRIBUTOS NATURALES:

a) Omnisciencia de Dios.

Dios es Espíritu y, como tal, tiene conocimiento. Es Espíritu perfecto y, como tal, tiene conocimiento perfecto. La omnisciencia significa que Dios conoce todas las cosas y las conoce de una manera absolutamente perfecta.

(1) Pasajes bíblicos que nos presentan el hecho de la omnisciencia de Dios.

En forma genérica: Job 11:7, 8: “¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” Los amigos de Job creyeron que habían descubierto la razón de sus sufrimientos, porque en realidad ¿no habían descubierto los secretos de la sabiduría de Dios en su perfección? No, porque esto está más allá de la inteligencia humana y finita. Isa. 40:28: “Su entendimiento no hay quien lo alcance.” La situación aflictiva de Job le pudiera haber llevado a perder su confianza y fe en Dios. Pero Job no ha conocido todos los planes de Dios, como ningún hombre los puede conocer. Job 37:16: “¿Has tú conocido … las maravillas del Perfecto en sabiduría?” ¿Podría Job explicarse las maravillas de los fenómenos naturales que ocurrían a su alrededor? Mucho menos los propósitos y juicios de Dios. Salmo 147:5: “Su entendimiento es infinito.” No hay número ni modo de computar su entendimiento. No pierde de vista a Israel. El que puede contar, poner nombre y llamar a las estrellas, puede también llamar a cada uno de ellos por su nombre para sacarlos de su cautividad. Su conocimiento no se mide con el nuestro. I Juan 3:20: “Dios conoce todas las cosas.” Nuestros corazones pueden pasar por alto algunas cosas y dejar de ver ciertas cosas que se deberían declarar. Pero Dios ve todas las cosas. Rom. 11:33: “¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos” Los decretos y propósitos misteriosos de Dios acerca del hombre y su salvación están por encima de la comprensión humana.

En detalle y por vía de ilustración:

aa) El conocimiento de Dios abarca absolutamente todas las cosas:

Prov. 15:3: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.” ¿Cómo podría Dios recompensar o castigar, si no fuera así? No acontece nada que escape su conocimiento. Prov. 5:21: “Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas.” Nosotros podemos tener hábitos ocultos a los ojos de los demás, pero no a los ojos de Dios.

bb) Dios tiene un conocimiento perfecto de todo lo que hay en la naturaleza:

Salmo 147:4: “El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres.” El hombre no puede hacerlo (Gén. 15:5). ¿Cómo podría pues decir Israel: “Mi camino es escondido de Jehová?” Consúltese Isa. 40:26, 27; Mat. 10:29: “Ni un pajarillo cae a tierra sin vuestro Padre.” Cuánto menos podrá pasar sin su conocimiento uno de sus hijos que tal vez sufre martirio por su nombre.

cc) Dios tiene un conocimiento perfecto de todo lo que contiene la experiencia humana:

Prov. 5:21: “Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas.” Dios pesa los hechos del hombre. ¡Cuánto debería afectar esto su conducta! Salmo 139:2, 3: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, has entendido desde lejos mis pensamientos. Mi senda y mi acostarme has rodeado, y estás impuesto en todos mis caminos.” Dios conoce y aprecia todo lo que hacemos día tras día, antes que nuestros pensamientos estén completamente formados o que nuestras palabras sean pronunciadas, así como los sentimientos de nuestro corazón, nuestro trabajo y nuestro descanso, v. 4: “Aun no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.” No simplemente los pensamientos y las intenciones, sino también las palabras habladas, ociosas, buenas o malas. 

Exod. 3:7: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor . . . pues tengo conocidas sus angustias.” Dios vió y conoció las lágrimas y el dolor que ellos no se atrevían a manifestar a sus amos. ¿Conoció Dios sus dificultades en Egipto? A ellos les pareció que no, pero en realidad sí. Mateo 10:29, 30: “Aun vuestros cabellos están todos contados.” ¡Qué conocimiento más minucioso es éste! 

Exod. 3:19: “Yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.” Esto indica un conocimiento íntimo de lo que un individuo piensa hacer. Isa. 48:18: “¡Ojalá miraras tú a mis mandamientos! fuera entonces tu paz como un río,” etc. Dios sabe lo que hubieran sido nuestras vidas si nosotros hubiéramos obrado de otra manera.

dd) Dios tiene un conocimiento perfecto de todo lo que encierra la historia humana.

¡Con cuánta precisión se nos predicen y narran los cambios y destinos nacionales en Daniel 2 y 81 En Hechos 15:18 se dice: “Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras.” En el contexto de este versículo se nos ponen delante los cambios religiosos que habrían de caracterizar las generaciones venideras, cambios que se han cumplido hasta ahora literalmente, aunque no completamente.

ee) Dios conoce desde toda la eternidad todo lo que ha de acontecer.

La omnisciencia de Dios se aduce como prueba de que Él solo es Dios, especialmente en contraste con los dioses (ídolos) de los paganos. Isa. 48:5-8: “Díjetelo ya días ha; antes que viniese te lo enseñé … te he hecho oír nuevas y ocultas cosas que tú no sabías.” 46:9, 10: “Yo soy Dios . . . que anuncio lo por venir desde el principio, y desde antiguo lo que aun no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quisiere.” Aquí Dios anuncia a sus profetas cosas que han de ocurrir en el futuro y que la inteligencia humana no puede alcanzar ni comprender. Para Dios no hay ni pasado, ni presente, ni futuro. Para Él todo es una gran actualidad viviente.

Nosotros somos como un hombre que está parado en un lugar bajo a la orilla de un río, y que, por consiguiente, no puede ver más que la parte del río que pasa a su lado. Pero el que está arriba en el aire puede ver todo el curso del río, cómo nace y cómo corre. Así es con Dios.

(2) Algunos problemas relacionados con la doctrina de la omnisciencia de Dios.

Siempre estará por encima de toda comprensión humana, cómo la inteligencia divina puede comprender un número tan vasto, múltiple e inagotable de cosas. “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom. 11:33). “No es posible sondear su inteligencia; está sobre toda capacidad humana.” Debemos esperar, por consiguiente, pasmarnos en presencia de una sabiduría tan grande y encontrarnos en relación con ella con problemas que tienen que quedar sin solución, por lo menos por ahora.

Además, no debemos confundir la presciencia de Dios con la preordinación de Dios. Ambas cosas son distintas en cierta forma. El hecho de que Dios conoce una cosa hace que ésta sea cierta, pero no necesaria. Su pre-ordinación se basa en su presciencia. Faraón fué responsable por el endurecimiento de su corazón, aunque el proceso de este endurecimiento era conocido y fué predicho por Dios. Los actos humanos se deben considerar como ciertos, pero no como necesarios a causa de la presciencia divina.

b) Omnipotencia de Dios.

La omnipotencia de Dios es el atributo por el cual El puede hacer que acontezca lo que El quiera. El poder de Dios no tiene límites. La declaración del propósito de Dios es garantía de que lo que El dice se realizará. “Lo dijo, y ¿no lo hará?”

(1) Declaraciones generales de la Escritura acerca del hecho: 

Job 42:2 (V.M.R.): “Yo sé que tú lo puedes todo, y que no puede estorbarse ningún propósito tuyo.” La gran revista de las obras de Dios que se presentaron a Job le arrancó esta confesión: No hay quien resista tu poder; no hay plan que tú no puedas realizar.” Gén. 18:14: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” Lo que es imposible por medios naturales, se realiza por los medios sobrenaturales.

(2) Declaración detallada de la Escritura acerca del hecho: 

aa) En el mundo de la naturaleza:

Gén. 1:1-3: “Dios creó los cielos y la tierra. … Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz.” De esta manera “él habló y fué hecho. Mandó y se cumplió.” El no necesita ni siquiera poner su mano a la obra; su palabra es suficiente. Salmo 107:25-29: “Hizo saltar el viento de la tempestad. . . . Hace parar la tempestad en sosiego.” “Aun los vientos y la mar le obedecen.” Aun la mera palabra de Dios, una vez que ha sido pronunciada, constituye una ley firme a la que toda la naturaleza debe sujetarse en todo. Nahum 1:5, 6: “Los montes tiemblan de él, y los collados se deslíen; y la tierra se abrasa a su presencia, … y por él se hienden las peñas.” ¿Cómo podría Asiria resistir a tal poder de Dios? Este es el mensaje consolador de Dios a Israel. Todo está sujeto a su dominio en el cielo, en la mar y en la tierra.

bb) En la experiencia de la humanidad:

Cuan admirablemente se nos ilustra esto en la experiencia del rey Nabucodonosor, Daniel 4; y en la conversión de Saulo, Hechos 9; así como en el caso de Faraón, Exod. 4:11. Sant. 4:12-15: “. . . En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto o aquello.” Todas las acciones humanas, ya presentes o futuras, dependen de la voluntad y el poder de Dios. Estas cosas se hallan bajo el poder de Dios, no del hombre. Estúdiese la parábola del rico necio, Luc. 12:16-21.

cc) Los habitantes celestiales están sujetos a su voluntad y palabra:

Daniel 4:35: “Y en el ejército del cielo, hace según su voluntad.” Heb. 1:14: “¿No son todos (los ángeles) espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud?” Se ha dicho que los ángeles son seres creados por el poder de Dios para un acto especial de servicio, y que después de realizado este servicio dejan de existir.

dd) Aun el mismo Satanás está bajo él dominio de Dios: 

Satanás no tiene poder alguno sobre los hijos de Dios sino a medida que Dios se lo permite. Esto queda claramente establecido en el caso de Job (1:12 y 2:6), y de Pedro (Luc. 22:31, 32), en los que se nos dice que Satanás pidió permiso a Dios para tentar al justo patriarca y al impulsivo apóstol. Satanás tiene que estar para siempre amarrado con una gran cadena al fin de los tiempos (Apoc. 20:2). Dios puede poner límite al espíritu maligno de Satanás como se lo puede poner a las olas del mar.

c) Omnipresencia de Dios.

La omnipresencia de Dios significa que El está presente en todas partes. Este atributo está íntimamente relacionado con su omnisciencia y omnipotencia, porque si El se encuentra presente en todas partes, obra en todas partes y tiene un conocimiento completo de lo que acontece en cada lugar.

Esto no quiere decir que Dios está presente en todas partes en forma corporal, ni aun en el mismo sentido; porque él está en el cielo, que es el lugar de su habitación, en una forma en que no puede estar en ninguna otra parte. Debemos estar alerta contra la idea panteísta que dice que Dios es todas las cosas, mientras que afirmamos la doctrina bíblica de que El está presente en todas partes y en todas las cosas. El panteísmo pone énfasis en la actividad omnipresente de Dios, pero niega su personalidad. Los que sostienen la doctrina del panteísmo proclaman en voz alta su habilidad filosófica y alta capacidad intelectual; pero fué precisamente en relación con esta fase de la doctrina de Dios que el Apóstol Pablo dice que “se hicieron fatuos” (Rom. 1). Dios está en todas partes y en todos los lugares; su centro está en todas partes, su circunferencia en ninguna parte. Esta presencia es espiritual, no material; pero sí es muy real.

(1) Declaración bíblica del hecho.

Jer. 23:23, 24: “¿Soy yo Dios de poco acá, dice Jehová, y no Dios de mucho ha? ¿Ocultaráse alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No hincho yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” ¿Pensaban los falsos profetas que podían ocultar de Dios sus crímenes secretos? ¿O que Dios no los podía perseguir hasta países extraños? ¿O que El sabía lo que ocurría solamente en el cielo, pero no en la tierra y en los rincones más distantes de ella? Se equivocaron al pensar así, pues sus pecados tenían que ser descubiertos y castigados (Salmo 10:1-14).

Salmo 139:7-12: “¿Adonde me iré de tu espíritu? ?Y adónde huiré de tu presencia?” Cuan admirablemente se juntan en este Salmo los atributos de Dios. En los versículos 1 a 6 el salmista habla de la omnisciencia de Dios; Dios le conoce completamente. En los versículos 13 a 19 es la omnipotencia de Dios que hace maravillar al salmista. En los versículos 7 a 12 se trata de la omnipresencia de Dios. El salmista se da cuenta que nunca está fuera de la presencia de Dios, como no puede tampoco estar fuera de su conocimiento y de su poder. Dios está en el cielo, “el infierno está manifiesto delante de él”; las almas en el estado intermedio le son perfectamente conocidas (cf. Job 26:2; Jonás 2:2); las tinieblas son como la luz para Él. Job 22:12-14: “¿No está Dios en la altura de los cielos? . . . ¿Cómo juzgará por medio de la oscuridad? Las nubes son su escondedero, y no ve,” etc. Todos convenían en que Dios manifestaba su presencia en el cielo, pero Job dedujo de esto que Dios no conocía ni tomaba cuenta de las acciones de los hombres que estaban ocultas detrás de las nubes. No quiere decir esto que Job fuera ateo, no, pero probablemente negó a Dios los atributos de omnipresencia y omnisciencia. Hech. 17:24-28: “En él vivimos, y nos movemos y somos.” Si su mano no nos sostuviera, todos pereceríamos; Dios es lo que nos rodea más de cerca. En éstos y otros pasajes bíblicos se nos enseña claramente que Dios está presente y activo en todas partes, y no hay lugar alguno en que El no esté.

Pero esto no quiere decir que Dios se encuentra en todas partes en el mismo sentido, porque se nos dice que El está en el cielo que es el lugar de su habitación (1 Reyes 8:30); que Cristo está a su diestra en el cielo (Efes. 1:20); que el trono de Dios está en el cielo (Apoc. 21:2; Isa. 66:1).

La doctrina de la Trinidad se podría resumir de la siguiente manera: Dios el Padre se manifiesta especialmente en el cielo; Dios el Hijo se ha manifestado especialmente en la tierra; Dios el Espíritu se manifiesta en todas partes.

Así como el alma está presente en cada parte del cuerpo, así también Dios está presente en todas partes de este mundo.

(2) Deducciones prácticas de esta doctrina.

Primera: Consuelo. Dios está muy cerca del creyente. «Háblale, pues, porque te escucha, y el espíritu con espíritu da; más próximo está que el aliento, más cerca que manos o pies.” «Dios nunca está tan lejos como para decir que está cerca; dentro de nosotros está. Nuestro espíritu es el hogar que El más ama. Pensar que está simplemente a nuestro lado es tan falto de verdad como pretender colocar su trono más allá de los cielos estrellados” (Faber). La omnipresencia no es simplemente una verdad que descubre sino que también protege. Después de hacer hincapié en este grande y tremendo atributo en el Salmo 139, el salmista exclama en los versículos 17 y 18: «¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos …! Despierto, y aun estoy contigo.” Esto quiere decir que Dios está a nuestro lado para ayudamos, porque nos ama y nos comprende (Mat. 28:20).

Segundo: Aviso. «Así como en el Imperio Romano todo el mundo era una gran prisión para el malhechor, y el emperador podía seguir sus huellas aun en las tierras más distantes, así bajo el gobierno de Dios el pecador no puede escapar de la vista del Juez.” De esta manera la omnipresencia de Dios descubre, pero también protege. El hecho de que Dios nos ve debe ponemos en guardia para no pecar.

d) Eternidad e Inmutabilidad de Dios.

La palabra eterno se usa en la Biblia en dos sentidos: en un sentido figurado, que denota la existencia que puede tener un principio, pero que no tendrá fin; por ejemplo, los ángeles y el alma humana; y en un sentido literal, que denota una existencia que no tiene ni principio ni fin, como la existencia de Dios. El tiempo tiene pasado, presente, futuro; la eternidad no los tiene. La eternidad es una duración infinita sin principio, término o límite; es algo que siempre está presente. Nosotros no la podemos concebir más que como una duración que se extiende indefinidamente en dos direcciones a contar del momento presente, es decir, en la dirección del pasado y en la dirección del futuro. “Uno de los alumnos de una institución de sordomudos en París, deseando expresar la idea que tenía de la eternidad de Dios, dijo: Es una duración sin principio ni fin; una existencia sin límites o dimensiones; un presente sin pasado ni futuro. Su eternidad es la juventud sin infancia ni edad adulta; la vida sin nacimiento ni muerte; el hoy sin ayer ni mañana”.

La inmutabilidad de Dios significa que la naturaleza de Dios no sufre cambio alguno. Es imposible que Dios tenga un atributo en una ocasión y que deje de poseerlo después. Tampoco puede haber cambio en la divinidad ni para mejor ni para peor. Dios permanece siempre el mismo. El no tiene principio ni fin. Es el «Yo soy” que existe por sí mismo. Permanece para siempre el mismo y sin mutación.

(1) Declaración bíblica sobre el hecho de la eternidad ele Dios.

Habacuc 1:12 dice: «¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío?” Caldea había amenazado con aniquilar a Israel. El profeta no creía que esto pudiera ser posible, porque ¿no tiene Dios propósitos eternos para Israel? ¿No es santo Dios? ¿Cómo podrá triunfar el mal? Salmo 90:2: «Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” La vida del hombre es corta y pasajera; pero no es así con Dios. En este pasaje se compara la naturaleza perecedera del hombre con la imperecedera de Dios. Salmo 102:24-27: «Dije: Dios mío, no me cortes en el medio de mis días: por generación de generaciones son tus años. Tú fundaste la tierra antiguamente, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, y tú permanecerás; y todos ellos como un vestido se envejecerán; como una ropa de vestir los mudarás, y serán mudados: Mas tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.” Aquí el salmista contrasta la naturaleza perecedera de toda la creación material con la naturaleza imperecedera de Dios. “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY (Exod. 3:14). En estas palabras equivalentes al nombre de Jehová están encerrados el pasado, el presente y el porvenir. “Yo soy el Alpha y la Omega, principio y fin, dice el Señor, que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apoc. 1:8).

(2) Declaración bíblica sobre la inmutabilidad de Dios.

“Yo Jehová, no me mudo” (Mal. 3:6). La esperanza del hombre se encuentra precisamente en este hecho, como lo deja ver el contexto. El hombre había cambiado en su vida y en su propósito para con Dios, y si Dios hubiera cambiado, como el hombre, éste hubiera sido destruido. “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Sant. 1:17). No hay en El cambio, en el sentido de que haya en El mayor o menor grado de intensidad de luz, como es la que se manifiesta en los cuerpos celestes. En éstos la luz varía y cambia constantemente; en Dios, no. En Dios no mora cambia inherente a su ser o posible. “También el Vencedor de Israel no mentirá ni se arrepentirá: porque no es hombre para que se arrepienta” (1 Sam. 15:29). Apoyados en estos pasajes bíblicos afirmamos que Dios absolutamente no tiene cambio alguno en su naturaleza y en su carácter.

¿SE ARREPIENTE DIOS?

¿Qué podemos decir sobre los pasajes de la Biblia tales como Jonás 3:10 y Gén. 6:6: “Y arrepintióse del mal que había dicho les había de hacer”; “Arrepintióse Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y pesóle en su corazón”? En respuesta podemos decir que Dios no cambia pero que amenaza para que cambien los hombres. “La actitud de arrepentimiento en Dios no encierra ningún cambio real en su carácter o en sus propósitos. El siempre odia el pecado y tiene compasión y ama al pecador, lo que es cierto antes y después del arrepentimiento del pecador. El arrepentimiento divino encierra, por consiguiente, el mismo principio obrando en forma diferente según cambien las circunstancias. Si la amenaza de castigo logra el mismo propósito como el que propone el castigo mismo no hay inconsistencia en el perdón, porque el castigo no es un fin en sí mismo, sino un medio para conseguir el bien y para hacer que reine la ley de la justicia.”

Nosotros decimos que Dios se arrepiente, según nuestro modo de hablar, cuando parece estar descontento con algo, o hace que alguna cosa se realice en forma diferente a lo que esperábamos. La actitud de Dios para con los Ninivitas no cambió, sino que cambiaron ellos; y como ellos habían cambiado de su pecado a la justicia, debió cambiar necesariamente su actitud para con ellos y el modo en que los iba a tratar como pecadores. El carácter de Dios no había cambiado en relación a esta gente, aunque cambió la forma en que los trató. Podemos decir, por consiguiente, que el carácter de Dios no cambia, pero su modo de tratar al hombre cambia en la medida que éste cambia su actitud de pecado a santidad y de desobediencia a obediencia. “La inmutabilidad de Dios no es la de una roca que no tiene sentimientos internos, sino más bien la de una columna de mercurio que sube o baja según los cambios de la temperatura de la atmósfera que la rodea. Cuando un hombre que anda en bicicleta contra el viento se da vuelta para andar con el viento, parece que el viento ha cambiado, aunque sigue soplando lo mismo que antes” (Strong).

2. ATRIBUTOS MORALES.

a) Santidad de Dios.

Si fuera posible que hubiera diferencia en la importancia de los atributos de Dios, diríamos que su santidad ocupa el primer lugar. Hemos de pensar, por decir lo menos, que este es el atributo que Dios quiere que su pueblo tenga más presente que otro alguno. ¡Lo que más prominentemente sobresale en las visiones que Dios dio a algunos hombres en las Escrituras fue su santidad divina. 

las visiones de Moisés, Job é Isaías.__ indicando así cuál fué la característica que más profunda impresión le produjo en las visiones que tuvo. Esto se puede echar de ver claramente en las visiones de Moisés, Job, é Isaías. El profeta Isaías menciona a Jehová como el “Santo” unas treinta veces, indicando así cuál fue la característica que más profunda impresión le produjo en las visiones que tuvo.

La santidad de Dios es el mensaje de todo el Antiguo Testamento. Para los profetas de Dios El fué el absolutamente Santo; el que tenía ojos demasiado limpios para mirar la maldad; el que estaba siempre pronto a castigar la iniquidad. Cuando nos hacemos tomar una fotografía no deseamos tanto que salgan las manos o los pies, como el rostro. Lo mismo ocurre con nuestra visión de Dios. El no desea que veamos su mano o su dedo, para que nos fijemos en su poder y sabiduría, ni tampoco su trono, que indica su majestad. El quiere que le recordemos por su santidad, pues éste es el atributo que más gloría le da. No perdamos de mente este hecho al estudiar este atributo de la naturaleza divina. Es precisamente esta visión de Dios lo que necesitamos hoy día, ya que existe la tendencia a negar la realidad o terribilidad del pecado. Nuestro concepto de la necesidad de la expiación depende en gran manera del concepto que tengamos de la santidad de Dios. Si apreciamos ligeramente a Dios y su santidad, apreciaremos también muy livianamente el pecado y la expiación.

(1) Declaraciones bíblicas que presentan el hecho de la santidad de Dios.

Isa. 57:15: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad.” Salmo 99:9: “Ensalzad a Jehová nuestro Dios, y encorvaos al monte de su santidad; porque Jehová nuestro Dios es santo.” Hab. 1:13: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio.” 1 Pedro 1:15, 16: “Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” El nombre personal de Dios es Santo. Juan 17:11: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos por tu nombre.” En este texto Cristo contempla a su Padre como el Santo, como el principio y el agente de lo que El desea para sus discípulos, a saber, la santidad de corazón y de vida, y el ser guardados del mal de este mundo.

Es muy significativo que este atributo de la santidad se asigna a cada una de las tres personas de la Trinidad: Dios el Padre es el Santo de Israel (Isa. 41:14); Dios el Hijo es el Santo (Hech. 3:14); Dios el Espíritu es llamado el Espíritu Santo (Efe. 4:30).

(2) Significado bíblico de la santidad aplicada a Dios.

Job 34:10: «Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad.» Un Dios malo, que pudiera obrar la maldad, sería una contradicción en los términos, una idea imposible e inconcebible. Al parecer Job dudaba de que las leyes por las que se rige este universo fueran absolutamente equitativas. El debía saber que Dios no podía obrar el mal. A pesar de que nos esté oculto el significado de sus obras, El siempre es justo. Dios nunca obró ni obrará mal con ninguna de sus criaturas. El nunca se equivocará al castigar. Los hombres podrán equivocarse, pero Dios nunca. Lev. 11:43-45: «No ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anda arrastrando, ni os contaminéis con ellos, ni seáis inmundos por ellos. Pues que yo soy Jehová vuestro Dios, vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo: así que no ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anduviere arrastrando sobre la tierra. . . . Seréis pues santos, porque yo soy santo.» Esto significa que Dios es absolutamente puro, limpio y libre de toda mancha. 

La construcción del Tabernáculo, con su lugar santo y santísimo al que únicamente entraba el sumo sacerdote una vez al año; los Diez Mandamientos con sus categorías morales; las leyes acerca de los animales y cosas limpias o inmundas; todo esto nos dice de manera inequívoca lo que quiere decir la santidad aplicada a Dios.

De estos textos bíblicos se pueden deducir dos cosas a manera de definición: primero, en forma negativa, que Dios está completamente alejado de las cosas malas y de todo lo que significa mancha en relación con El mismo o con todas sus criaturas; segundo, en forma positiva, la santidad de Dios significa la suma cantidad y la absoluta perfección y pureza de su naturaleza. En no hay absolutamente nada que no sea santo. Por eso el apóstol Juan dice: «Dios es luz y en él no hay ningunas tinieblas.”

(3) Manifestación de la santidad de Dios.

Prov. 15:9, 26: «Abominación es a Jehová el camino del impío. Abominación son a Jehová los pensamientos del malo.” Dios odia el pecado y es su enemigo irreconciliable. El pecado es una cosa vil y detestable en la presencia de Dios. Isa. 59:1, 2: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni hase agravado su oído para oír: mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros, para no oír.” El pecado de Israel había levantado una pared divisoria. La distancia infinita entre el pecador y Dios tiene su origen en el pecado. El pecador y Dios están a extremos opuestos en el mundo moral. Esto lo dice el profeta en respuesta a la acusación de Israel de que Dios era incapaz. De estas dos citas bíblicas se deduce que la santidad de Dios se manifiesta en el odio al pecado y en la separación que Dios hace del pecador.

Aquí estriba la necesidad de la expiación que viene a anular esta terrible separación. Esta es la lección que nos enseña la construcción del Tabernáculo con su división en lugar santo y santísimo.

Prov. 15:9: «El ama al que sigue justicia.” Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,” etc. Aquí encontramos la santidad de Dios en el amor que El tiene a la justicia en la vida de sus hijos, al extremo de que dio a su Hijo unigénito para conseguirla. La cruz indica lo mucho que Dios ama la santidad. La cruz representa la santidad de Dios antes que su amor, porque Cristo no sólo murió por nuestros pecados, sino para alcanzarnos la justicia de vida que Dios ama. «El murió para que pudiéramos ser perdonados; murió para hacernos buenos.” ¿Amamos nosotros la santidad al extremo de sacrificamos por ella?

Otras manifestaciones de la santidad de Dios se encontrarán cuando tratemos de la justicia de Dios.

(4) Deducciones prácticas de la doctrina de la santidad de Dios.

Primero: Debemos acercarnos a Dios con «temor y reverencia” (Heb. 12:28). A nosotros nos hace apreciar nuestra indignidad el relato de Moisés acercándose a la zarza que ardía, el término establecido delante del Monte Sinaí, y el castigo de los hombres de Beth-semes. No nos acercamos a Dios con el respeto que El merece. Eclesiastés 5:1-3 inculca el gran cuidado con que nos debemos acercar a Dios.

Segundo: Tendremos una idea exacta del pecado, cuando tengamos una idea exacta de la santidad de Dios. Isaías, el hombre más santo de todo Israel, cayó postrado al ver su propio pecado después que se le concedió la visión de la santidad de Dios. Lo mismo ocurrió con Job (40:3, 4; 42:4-5). Nosotros confesamos nuestro pecado de una manera tan fácil y familiar que parece que ha perdido su terror para nosotros.

Tercero: Nuestro acercamiento a un Dios santo debe hacerse por los méritos de Cristo y a base de una justicia que es la justicia de Cristo, la que naturalmente nosotros no poseemos. De ahí la necesidad de la expiación.

b) Equidad y Justicia de Dios.

En cierta forma estos atributos no son más que la manifestación de la santidad de Dios. Es la santidad que se manifiesta en su trato con los hijos de los hombres. La santidad se refiere más particularmente al carácter de Dios en sí, mientras que en la equidad y justicia este carácter se expresa en el trato de Dios con el hombre. Tres cosas se pueden decir al considerar la equidad y justicia de Dios: primero, la promulgación de las leyes y exigencias de la justicia, que se puede llamar santidad legislativa y conocerse como justicia de Dios; segundo, la ejecución de los castigos que estas leyes llevan consigo, que pueden llamarse santidad judicial; tercero, el sentido en que pueden considerarse los atributos de la justicia y equidad de Dios como la actualización de la naturaleza santa de Dios en el gobierno del mundo. De esta manera en la equidad de Dios encontramos su amor a la santidad y en la justicia su odio al pecado.

Además, la justicia en el sentido en que aquí se usa, hace referencia a la naturaleza misma de Dios como El es en sí mismo, es decir, el atributo que lleva a Dios a obrar siempre el bien. La justicia, en el sentido de ser atributo de Dios, es ajena a toda pasión o capricho; es vengadora pero no vengativa. De esta manera la equidad y justicia del Dios de Israel se hizo resaltar en contraste con el capricho de los dioses de los paganos.

(1) Declaración bíblica del hecho.

Salmo 116:5: “Clemente es Jehová y justo, sí, misericordioso es nuestro Dios.” Del contexto se deduce que Dios escucha a los hombres a causa de este hecho, y que está obligado a cumplir sus promesas porque El ha prometido oír. Esdras 9:15: “Jehová, Dios de Israel, tú eres justo.” Aquí se reconoce la equidad y justicia de Jehová al castigar los pecados de Israel. “Tú eres justo y tú nos has traído al estado en que nos encontramos hoy.” Salmo 145:17: “Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras.” Esto se echa de ver claramente en la recompensa que da a los justos, en que eleva a los humildes, y en que bendice abundantemente a los buenos, puros y honrados. Jer. 12:1: “Justo eres tú, oh Jehová, aunque yo contigo dispute.” Es decir, “Si yo adujera algún cargo contra ti no podría convencerte de injusticia, aunque con pena me preocuparan los misterios de tu providencia.”

Estos datos bíblicos no solamente demuestran claramente que Dios es equitativo y justo, sino que además definen estos atributos. Aquí se nos dice que Dios, en gobierno del mundo, hace siempre lo que es conveniente, justo y recto.

(2) Cómo se revelan la equidad y justicia de Dios.

De dos maneras: primera, en el castigo de los malvados: justicia retributiva; segunda, en la recompensa de los justos: justicia remunerativa.

aa) En el castigo de los malvados.

Salmo 11:4-7: “Jehová en el templo de su santidad: la silla de Jehová está en el cielo: sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. Jehová prueba al justo; empero al malo y al que ama la violencia, su alma aborrece. Sobre los malos lloverá lazos; fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos. Porque el justo Jehová ama la justicia: al recto mirará su rostro.” Tal es la respuesta de David a sus temerosos consejeros. Saúl puede reinar en la tierra y obrar el mal, pero Dios reina en el cielo y obrará el bien. El ve quien obra el bien y quien obra el mal. En la naturaleza de Dios hay algo que lo hace apartarse de la maldad que ve, y le obligará en último término a castigarla. Existe la ira de Dios. Aquí se nos describe. No permita Dios que conozcamos nosotros jamás lo que significa para el malvado la terrible descripción que aquí se hace. 

En Exodo 9:23-27 se nos describe la plaga del granizo y a continuación se ponen las siguientes palabras: “Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez: Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos.” Aquí reconoce Faraón la justicia perfecta de Dios al castigarlo por su pecado y rebelión. El sabía muy bien que había merecido el castigo, aunque algunos críticos hoy día dicen que Dios fué injusto al tratar así a Faraón. El mismo Faraón no pensó así. El mismo pensamiento se nos da en Daniel 9:12-14 y Apoc. 16:5, 6. ¡Cuán cuidadosos deben andar los pecadores de no caer en las manos del Juez justo! Ningún pecador podrá decir al fin: “Yo no merecí tal castigo.”

bb) En el perdón de los pecados de los arrepentidos.

1 Juan 1:9: “Si nosotros confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.” Comúnmente se asocia el perdón de los pecados con la misericordia, el amor y la compasión de Dios, pero no con su equidad y justicia. En este versículo se nos asegura que si nosotros confesamos nuestros pecados, la equidad y justicia de Dios son nuestra garantía del perdón: Dios no puede menos que perdonamos y limpiamos de todo pecado.

cc) En el cumplimiento de su palabra y promesas para con sus hijos.

Neh. 9:7, 8: “Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram,… e hiciste con él alianza para darle la tierra del Cananeo, . . . para darla a su simiente: y cumpliste tu palabra, porque eres justo.” Recordemos los tremendos obstáculos que hubo para el cumplimiento de esta promesa, pero al mismo tiempo debemos recordar el capítulo 11 de Hebreos. Cuando Dios da su palabra y hace una promesa, nada podrá invalidarla ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el infierno. Su justicia es la garantía de su cumplimiento.

dd) En la manifestación de sí mismo como el que venga a su pueblo de todos sus enemigos.

Salmo 129:1-4: “Mucho me han angustiado desde mi juventud; mas no prevalecieron contra mí. . . . Jehová es justo; cortó las coyundas de los impíos.” Más tarde o más temprano el pueblo de Dios triunfará gloriosamente como David triunfó sobre Saúl. Aun en esta misma vida Dios nos dará el descanso de nuestros enemigos; y llegará, con toda seguridad, el día en que los impíos cesarán de molestar, y los cansados descansarán.

ee) En la recompensa de los justos.

Heb. 6:10: “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado a su nombre, habiendo asistido y asistiendo aún a los santos.” No se permitirá que los que han manifestado su fe por sus obras, pierdan ahora su fe. La idea misma de la justicia divina implica que el uso de la gracia así manifestada será recompensada, no sólo en la continuación de la gracia, sino también en la perseverancia y recompensa final. 2 Tim. 4:8: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” El Juez justo no podrá permitir que el creyente fiel quede sin recompensa. El no es como los jueces injustos de Roma o de los juegos atenienses. Aquí no siempre recibimos la recompensa, pero alguna vez recibiremos plena recompensa por todo el bien que hayamos hecho. La garantía de todo esto es la justicia de Dios.

c) Misericordia y Bondad de Dios.

En general estos atributos significan la benevolencia, ternura y compasión de Dios; el amor de Dios en su relación con los hijos de los hombres, tanto obedientes como desobedientes; la gota del rocío tanto en la espina como en la rosa.

Más específicamente: la misericordia se ejerce de ordinario con relación ál culpable; es el atributo de Dios que le lleva a buscar el bienestar de los pecadores tanto temporal como espiritual, aunque para ello tenga que hacer un gran sacrificio. «Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó. . . . Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Efes. 2:4; Rom. 5:8).

La bondad es el atributo de Dios que le lleva a derramar sobre sus hijos obedientes su bendición constante y cariñosa. «El que aun a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom. 8:32).

(1) Declaración bíblica del hecho.

Salmo 103:8: «Misericordioso y clemente es Jehová, lento para la ira y grande en misericordia.” En vez de traer dolor, pobreza y muerte, que son la paga del pecado, Dios ha conservado nuestras vidas, nos ha dado salud, ha aumentado nuestras bendiciones y comodidades, y nos ha dado la vida eterna. Deut. 4:31: «Porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres que les juró.” Dios está listo a aceptar el arrepentimiento de Israel, aun hoy día, con tal de que sea sincero. Israel se tomará a Dios y le encontrará solamente porque es misericordioso y no le deja apartarse. Es su misericordia la que le impide abandonar a su pueblo de una manera definitiva. Salmo 86:15: «Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad.” David encontró fundamento para creer que Dios no lo abandonaría en el tiempo de su desgracia y necesidad, porque el mismo Dios había declarado que esto se hallaba en su misma naturaleza. La descripción más saliente de la misericordia y bondad de Dios se hace resaltar en la parábola del hijo pródigo (Luc. 15:11-32). Aquí no solamente encontramos la bienvenida que esperaba al hijo errante, sino también el anhelo que sentía el padre ansioso y cariñoso de que regresase.

(2) Cómo se manifiestan la misericordia y la bondad de Dios.

Hablando en general, no debemos olvidar que Dios es dueño absoluto para dar a quien quiera sus bendiciones: “De manera que del que quiere tiene misericordia” (Rom. 9:18). Debemos también recordar que Dios quiere tener misericordia de todas sus criaturas: “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan” (Salmo 86:5).

aa) La misericordia, en especial para con los pecadores.

Lucas 6:36: “Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” Mateo 5:45: “Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.” En estos casos aun los duros de corazón y no arrepentidos reciben la misericordia de Dios. Todos los pecadores, aun los impenitentes, quedan incluidos en el campo de su misericordia.

Isaías 55:7: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” La misericordia de Dios es misericordia santa; no protegerá de ninguna manera al pecado, sino que espera con ansia perdonarle. La misericordia de Dios es una ciudad de refugio para el arrepentido, pero de ninguna manera un santuario al presuntuoso. Véanse Prov. 28:13 y Salmo 51:1. Aquí vemos la misericordia de Dios perdonando el pecado de los que se arrepienten de verdad. Hablamos de “confiar en la misericordia de Dios.” Abandonemos el pecado, confiemos en la misericordia del Señor y hallaremos el perdón.

2 Pedro 3:9: “El Señor … es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Nehemías 9:31: “Empero por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los dejaste; porque eres Dios clemente y misericordioso.” Aquí se muestra la misericordia en la paciencia con los pecadores. Si Dios hubiera procedido con ellos en justicia, hubieran sido destruidos mucho antes. Pensar en la maldad, la impureza, el pecado que Dios ve. Cómo le debe disgustar. Luego recordar que El pudiera aplastarlo todo en un momento. Pero no lo hace. Intercede y se sacrifica para mostrar el amor que tiene a los pecadores. Es únicamente a causa de la misericordia de Dios que no somos deshechos, y porque su compasión nunca falla. Cuidado, sin embargo, de no abusar de su bondad, porque nuestro Dios es también un fuego consumidor. “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios.” La misericordia de Dios se muestra aquí en su amorosa paciencia para con los pecadores.

bb) Bondad especialmente para con los santos.

Salmo 32:10: “Mas el que espera en Jehová, lo cercará misericordia.” El mismo hecho de confianza de parte del creyente mueve el corazón de Dios a protegerlo como acontece a un padre con su hijo. En el momento en que yo me entrego a Dios, quedo envuelto en su misericordia. Su misericordia es la cubierta que me cerca como una pared de fuego que no deja brecha alguna para que pase el mal. Si nos resistimos, nos vemos cercados de “dolor”; pero la confianza nos cerca de “misericordia.” En el centro de este círculo de misericordia se asienta y descansa el alma confiada.

Fil. 2:27: “Pues en verdad estuvo enfermo a la muerte: mas Dios tuvo misericordia de él; y no solamente de él, sino aun de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.” La bondad de Dios se manifiesta aquí curando a sus hijos enfermos. Sin embargo, recuerda que “Del que quiere tiene misericordia.” No todo hijo de Dios que está enfermo es curado. Salmo 6:2-4: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque yo estoy debilitado: sáname, oh Jehová . . . sálvame por tu misericordia.” El salmista ora a Dios que haga ver su misericordia, restaurándole su salud espiritual. De estos pasajes bíblicos se echa de ver que la misericordia de Dios se manifiesta curando a sus hijos de sus enfermedades físicas y espirituales.

Salmo 21:7: “Por cuanto el rey confía en Jehová, y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido.” David siente que su trono está perfectamente seguro, pase lo que pase, porque confía en la misericordia del Señor. ¿No sucede lo mismo con la seguridad eterna del creyente? La seguridad eterna del creyente se ha de atribuir más a la misericordia de Dios que a la perseverancia de los justos. «El me sostendrá.”

d) Amor de Dios.

El cristianismo es la única religión que presenta al Ser Supremo como Amor. Los dioses de los paganos son iracundos seres que odian, y que necesitan continuamente ser aplacados.

(1) Declaraciones bíblicas del hecho.

1 Juan 4:8-16: «Dios es amor.” «Dios es luz”; «Dios es espíritu”; «Dios es amor.” Espíritu y luz son expresiones de la misma esencia de Dios. El amor es la expresión de su personalidad en relación con su naturaleza. El amar es de la naturaleza de Dios. El mora siempre en una atmósfera de amor. Pero es difícil, si no imposible, definir o describir el amor de Dios. De ciertos pasajes bíblicos (1 Juan 3:16; Juan 3:16) se deduce que el amor de Dios es de tal naturaleza que muestra un interés constante en el bienestar físico y espiritual de sus criaturas en tal forma que, para manifestar este amor, le hace sacrificarse más de lo que la inteligencia humana puede comprender.

(2) Los objetos del amor de Dios.

aa) Jesucristo, el Unigénito de Dios, es el objeto especial de su amor.

Mateo 3:17: «Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento.” Véase también Mat. 17:5, Luc. 20:13. Jesucristo participa del amor del Padre de una manera singular, así como El es el Hijo también en forma única. El es especialmente «Mi escogido.” El es «en quien mi alma toma contentamiento,” «Mi Hijo amado,” que literalmente significa: mi Hijo el amado. Nos es fácil, por consiguiente, comprender como El, que hizo la voluntad de Dios en forma tan perfecta, fuera el objeto especial del amor del Padre. Por supuesto, si el amor de Dios es eterno como lo es su naturaleza, se deduce que ese amor debe haber tenido un objeto eterno que amar. Por eso Cristo, al dirigirse al Padre, dice: “Me has amado desde antes de la constitución del mundo.”

bb) Los creyentes en su Hijo Jesucristo son objetos especiales del amor de Dios.

Juan 16:27: “Pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios.” 14:21-23: “El que me ama, será amado de mi Padre. … El que me ama . . . mi Padre le amará.” 17:23: “Los has amado, como también a mí me has amado.” ¿Creemos en realidad estas palabras? No nos hallamos al borde del amor de Dios sino en el centro. En el mismo centro del círculo del amor de Dios se encuentra Jesucristo. Después nos atrae hacia ese punto, y desaparece, por decirlo así, dejándonos cercados de la misma bondad del Padre en que se hallaba El.

cc) Dios ama el mundo de los pecadores y malvados.

Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo” fué una verdad pasmosa para Nicodemo, que vivía en un círculo estrecho y exclusivista. Dios no amaba únicamente al judío, sino también al gentil; no únicamente una parte del mundo de los hombres, sino a cada hombre que se encuentra en él, independientemente de su carácter moral. “Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Esto es algo admirable si nos damos cuenta de lo que significa un mundo en pecado. El amor de Dios es más grande que lo que puede medir la mente humana. Dios quiere la salvación de todos los hombres (1 Tim. 2:4).

(3) Cómo se manifiesta el amor de Dios.

aa) En un sacrificio infinito por la salvación de los hombres.

1 Juan 4:9, 10: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” El amor es más que la compasión. No se oculta como tal vez pudiera hacerlo la compasión, sino que se manifiesta activamente en pro de su objeto. La expresión más alta del amor de Dios para con el pecador es la cruz del Calvario. El no dio solamente un Hijo, sino su propio Hijo, su Hijo amado.

bb) En el perdón pleno y completo de los arrepentidos.

Isa. 38:17: “He aquí amargura grande me sobrevino en la paz: mas a ti plugo librar mi vida del hoyo de corrupción. Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.” Dios había quitado todo el amargor de su vida y le había dado el perdón cariñoso de sus pecados, apartándolos de El. Efes. 2:4, 5: “Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos.” Los versículos 1 al 3 de este capítulo presentan la raza humana precipitándose a una ruina inevitable. El “empero” cambia el cuadro; cuando falla toda ayuda humana, Dios interviene, y en su misericordia, que brota de su “gran amor,” redime al hombre caído y le da no solamente el perdón, sino un puesto en su reino celestial al lado de Jesucristo. Todo esto lo indica el “por,” o tal vez mejor dicho, “a fin de satisfacer su gran amor.” El amor fué lo que le indujo a hacerlo.

cc) En acordarse de sus hijos en las cambiantes circunstancias de la vida.

Isa. 63:9: “En toda angustia de ellos él fué angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días del siglo.” El profeta da aquí una mirada retrospectiva. Trae a su mente las opresiones que ha sufrido Israel y hace ver como los intereses de Dios se han entrelazado con los suyos. Dios no era su adversario sino su amigo cariñoso y compasivo. El sufrió con ellos. 

Isa. 49:15, 16: “¿Olvidaráse la mujer de lo que parió, para cejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas te tengo esculpida: delante de mí están siempre tus muros.” En aquellos tiempos era costumbre trazar en las palmas de las manos el rastro de cualquier objeto al que se tenía afecto. De ahí que un hombre hacía grabar allí el nombre de su dios. Por eso Dios no podía obrar sin acordarse de Israel. Dios siempre se acuerda de los suyos. Pablo de Tarso aprendió esta verdad en el camino a Damasco.