03 Doctrina acerca del Espíritu Santo – William Evans

DOCTRINA ACERCA DEL

ESPIRITU SANTO

Estamos viviendo en la Epoca del Espíritu. El período del Antiguo Testamento puede llamarse la Epoca del Padre; el período cubierto por los Evangelios, Epoca del Hijo; desde Pentecostés hasta la segunda venida de Cristo, la Epoca del Espíritu.

Todo lo relacionado con la doctrina del Espíritu Santo debe ser, por consiguiente, de interés especial a los que vivimos en esta época de especiales privilegios. Sin embargo, la mayoría de los creyentes viven ignorantes de lo que concierne al Espíritu. La iglesia cristiana debe prestar atención hoy día a la exhortación de Pablo: “Y acerca de los dones espirituales (o tal vez sería mejor, “asuntos relacionados con el Espíritu”), no quiero que ignoréis.” Tal vez la razón por la que el pecado contra el Espíritu Santo es tan grave, es porque es un pecado cometido a la luz de y con el conocimiento de la revelación más plena y clara de la divinidad. No debemos, por consiguiente, permanecer ignorantes de esta importantísima doctrina.

I. PERSONALIDAD DEL ESPIRITU SANTO.

Parece cosa extraña que sea necesario tener que discutir esta fase del asunto. Parece superfluo, si no insultante, teniendo presente el último discurso del Maestro (Juan 14-16). Sin embargo, en todas las épocas de la era cristiana, ha sido necesario poner énfasis en esta fase de la doctrina del Espíritu (cf. Arrianismo, Socinianismo, Unitarismo).

1. ¿POR QUE SE PONE EN DUDA LA PERSONALIDAD DEL ESPIRITU SANTO?

a) Porque el Espíritu Parece Impersonal, en Contraste con las Otras Personas de la Divinidad. 

La creación visible hace posible que concibamos la personalidad de Dios el Padre. La encarnación hace casi imposible, si no del todo, no creer en la personalidad de Jesucristo. Pero las obras del Espíritu Santo son tan secretas y místicas, se dice tanto de su influencia, de su gracia, de su poder y dones, que nos sentimos inclinados a pensar de El como una mera influencia, un poder, una manifestación o influencia de la naturaleza divina, un agente más que una persona.

b) A causa de los Nombres que se Dan al Espíritu Santo.

Se le llama aliento, viento, poder. Los símbolos que se usan al hablar del Espíritu son: óleo, fuego, agua, etc. Véanse Juan 3:5-8; Hech. 2:1-4; Juan 20:22; 1 Juan 2:20. No es de extrañar que en vista de todo esto algunos estudiantes de las Escrituras se hayan sentido inclinados a creer, erróneamente por supuesto, que el Espíritu Santo es una influencia impersonal que emana de Dios el Padre.

c) Porque al Espíritu Santo no se le Asocia de Ordinario con el Padre y el Hijo en las Salutaciones del Nuevo Testamento.

Véase, por vía de ilustración, 1 Tes. 3:11: “Más el mismo Dios y Padre nuestro, y el Señor nuestro Jesucristo, encamine nuestro viaje a vosotros.” Debemos recordar, sin embargo, a este respecto, que la bendición apostólica de 2 Cor. 13:13 asocia a las tres personas de la Trinidad, afirmando así la personalidad igualmente de las tres.

d) Porque la Palabra o Nombre “Espíritu” es Neutro.

Es cierto que la misma palabra griega se traduce viento y espíritu. En la versión castellana siempre se usa el masculino.

La importancia de la personalidad del Espíritu, y la necesidad de que estemos seguros de este hecho, lo presenta con mucha fuerza el Dr. R. A. Torrey: “Si el Espíritu Santo es una persona divina y nosotros no lo sabemos, estamos despojando a un ser divino del amor y adoración que se le debe. Es de suma importancia práctica saber si el Espíritu Santo es un poder que nosotros debemos apropiamos y usar, en nuestra ignorancia y debilidad, o si el Espíritu Santo es un ser personal . . . que se posesiona y hace uso de nosotros. Esto tiene suma importancia en la vida diaria. . . . Son muchos los que pueden dar testimonio de la gran bendición que han recibido en sus vidas cuando llegaron a conocer al Espíritu Santo, no simplemente como una influencia benéfica . . . sino como un amigo y ayudador cariñoso y siempre ‘presente.”

2. METODO DE PRUEBA.

Es difícil definir la personalidad cuando se aplica al Ser Divino. Dios no puede ser medido con normas humanas. Dios no fué hecho a la imagen del hombre, sino que el hombre fué hecho a la imagen de Dios. Dios no es un hombre deificado; más bien el hombre es un dios limitado. Solamente Dios tiene una personalidad perfecta. Sin embargo, cuando alguien posee los atributos, propiedades y cualidades de la personalidad, se puede sin lugar a duda decir que tiene personalidad. ¿Posee el Espíritu Santo tales propiedades? Veamos.

a) AI Espíritu Santo se le dan Nombres que Implican la Personalidad.

El Consolador: Juan 14:16; 16:7. “Consolador” indica una persona que llamamos a nuestro lado, como un cliente llama a un abogado. 1 Juan 2:1 usa esta misma palabra refiriéndose a Cristo, lo que indica claramente que no se puede usar aplicándolo a una influencia abstracta e impersonal. (Véase Rom. 8:26.) Además en Juan 14:16 el Espíritu Santo, como el Paracleto, ha de ocupar el lugar de una persona, el mismo Cristo, y guiar personalmente a los discípulos en la misma forma que Jesús lo había hecho. Solamente una persona puede ocupar el lugar de otra persona. Ciertamente una mera influencia no puede ocupar el lugar de Jesucristo, que es la más grande personalidad que ha existido. Cristo también, al hablar del Espíritu como el Consolador, usa el artículo definido masculino, y de esta manera escogiendo El mismo el género, nos da a entender que el Espíritu Santo es una persona. No puede existir paridad alguna entre una persona y una influencia.

b) Al Espíritu Santo se le Aplican Pronombres Personales.

Juan 16:7, 8, 13-15. En estos versículos se usa diez veces el pronombre masculino griego ekeinos (aquél) refiriéndose al Espíritu. La misma palabra se aplica a Cristo en 1 Juan 2:6; 3:3, 5, 7, 16. Y esto es tanto más significativo cuanto la palabra griego por espíritu (pneuma) es neutra, y por consiguiente debería llevar un pronombre neutro. Sin embargo, se usa con pronombre masculino en contra del uso común. No es esto una personificación ideal, sino una afirmación llana, definida y clara de la personalidad del Espíritu Santo.

c) Al Espíritu Santo se le Identifica con el Padre y el Hijo, y, de hecho, con los Cristianos, en tal manera que Indica una Personalidad.

La Fórmula Bautismal: Mateo 28:19. Supongamos que leyéramos: “Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del viento o aliento.” ¿Qué tal sonaría esto? Si los dos primeros nombres son personales, ¿por qué no lo ha de ser el tercero? Nótese también: “En el nombre” (singular), no los nombres (plural), indicando que los tres son igualmente personas.

La Bendición Apostólica: 2 Cor. 13:13. Aquí se puede aplicar la misma argumentación que hemos usado antes con la fórmula bautismal.

La Identificación con los Cristianos: Hech. 15:28: “Que ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros.” ¿Podríamos decir, “Ha parecido al viento y a nosotros?” Sería un absurdo. 10:38: “Cómo le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia.” ¿Hemos de leer: ‘‘Le ungió con potencia y potencia?” Rom. 15:13: “Para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo.” ¿Podríamos leer: “Para que abundéis en esperanza por la virtud de la virtud?” Véase también Luc. 4:14. ¿No se rebelarían estos pasajes contra tal uso tautológico y falto de significado?

d) Al Espíritu Santo se le Atribuyen Características Personales.

El Espíritu Santo es representado como escudriñando las verdades más profundas de Dios, y como poseyendo un conocimiento de sus consejos suficiente para entender sus propósitos (1 Cor. 2:10, 11). ¿Podría hacer esto una mera influencia? Véanse también Isa. 11:3; 1 Pedro 1:11.

Los dones espirituales son distribuidos a los creyentes conforme a la voluntad del Espíritu (1 Cor. 12). Aquí encontramos sabiduría, prudencia y discreción, todo lo cual es señal distintiva de la personalidad. El Espíritu no simplemente concede dones espirituales, sino que los da con discreción, conforme a El le parece mejor. Véase Juan 3:8.

Al Espíritu se le atribuye también una mente, lo que implica pensamiento, propósito y determinación (Rom. 8:27, cf. v. 7). La mente es un atributo de la personalidad.

e) Al Espíritu Santo se le Atribuyen Hechos Personales.

El Espíritu habla: Apoc. 2:7 (cf. Mat. 17:5: “A él oid”). El Espíritu Santo es el que habla por medio de los apóstoles (10: 20). El habla es un atributo de la personalidad.

El Espíritu hace intercesión: Rom. 8:26, cf. Heb. 7:25; 1 Juan 2:1, 2, donde se dice que Cristo “hace intercesión.”

Hech. 13:2; 16:6, 7; 20:28. Aquí vemos al Espíritu Santo llamando a los misioneros, cuidando a la iglesia, y dirigiendo la vida y práctica de los apóstoles y de toda la iglesia. Tales hechos indican personalidad.

f) El Espíritu Santo es Susceptible de Trato Personal.

El puede ser entristecido (Efes. 4:30); insultado (Heb. 10:29); se puede mentir contra El (Hech. 5:3); es blasfemado y ofendido (Mat. 12: 31, 32). De hecho, el pecado contra el Espíritu Santo es mucho más grave que el pecado contra el Hijo del Hombre. ¿Puede decirse tal cosa de una influencia? ¿Puede decirse aún de uno cualquiera de los hijos de los hombres?

II. DIVINIDAD DEL ESPIRITU SANTO.

La divinidad del Espíritu Santo quiere decir que el Espíritu Santo es Dios. Este hecho se nos presenta claramente en las Escrituras de cinco diferentes maneras:

1. AL ESPIRITU SANTO SE LE DAN NOMBRES DIVINOS.

En Hech. 5:4 al Espíritu se le llama Dios, en oposición al hombre, a quien Ananías creyó que estaba hablando. ¿Puede establecerse la divinidad en una forma más clara? 2 Cor. 3:18: “Nosotros . . . somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.” Aquí al Espíritu se le llama Señor. Acerca del significado de la palabra “Señor” véase la Divinidad de Cristo, pág. 62(Pág. 35).

2. EL ESPIRITU SANTO POSEE ATRIBUTOS DIVINOS.

El es eterno en su naturaleza (Heb. 9:14); omnipresente (Salmo 139:7-10); omnipotente (Luc. 1:35); omnisciente (1 Cor. 2:10, 11). (Acerca del significado de estos atributos, véase las doctrinas de Dios (Pág. 16) y de Jesucristo (Pág. 39), páginas 28 y 66.)

3. AL ESPIRITU SANTO SE LE ASIGNAN OBRAS DIVINAS.

La creación (Gén. 1:2; Salmo 104:30). Job 33:4: “El Espíritu de Dios me hizo, y la inspiración del Omnipotente me dió vida.” La regeneración (Juan 3:5-8); la resurrección (Rom. 8:11).

4 EL NOMBRE DEL ESPIRITU SANTO SE ASOCIA AL DEL PADRE Y DEL HIJO.

Véase Personalidad del Espíritu en la pág. 112. Los mismos argumentos con que se prueba la personalidad del Espíritu pueden emplearse para probar la divinidad del Espíritu. Sería tan absurdo decir: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y de Moisés,” colocando así a Moisés en igualdad con el Padre y el Hijo, como lo sería decir: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del viento,” haciendo así al viento tan personal como el Padre y el Hijo. El Espíritu es colocado en igualdad con el Padre y el Hijo en la distribución de los dones espirituales (1 Cor. 12:4-6).

5. LOS PASAJES QUE EN EL ANTIGUO TESTA- MENTO SE REFIEREN A DIOS, EN EL NUEVO TESTAMENTO SE LES APLICA AL ESPIRITU SANTO.

Compare Isa. 6:8-10 con Hech. 28:25-27; y Exod. 16:7 con Heb. 3:7-9.

III. NOMBRES DEL ESPIRITU SANTO.

Así como al Padre y al Hijo se les dan ciertos nombres para indicar su naturaleza y obra, así también se le dan nombres al Espíritu Santo para indicar su carácter y su obra.

1. ESPIRITU SANTO.

Luc. 11:13: “¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de él?” Rom. 1:4: “El espíritu de santidad.” En estos pasajes se nos presenta el carácter moral del Espíritu. Nótese el contraste: “Vosotros, siendo malos,” y “el Espíritu Santo.” El Espíritu es santo de por sí y produce la santidad en otros.

2. ESPIRITU DE GRACIA.

Heb. 10:29: “E hiciere afrenta al Espíritu de gracia.” El Espíritu confiere la gracia como ejecutivo de la Divinidad.

Resistir al Espíritu Santo, por consiguiente, es cerrar la puerta a toda esperanza de salvación. Resistir su llamamiento es insultar a la Divinidad. Esta es la razón por qué el castigo que aquí se menciona es tan terrible.

3. ESPIRITU DE FUEGO.

Mat. 3:11: “Os bautizará en Espíritu Santo y en fuego.” Isa. 4:4: “Cuando el Señor lavare las inmundicias de las hijas de Sión . . . con espíritu de juicio y con espíritu de ardimiento (fuego).” Esta limpieza se hace con el resplandor del fuego del Espíritu. Aquí encontramos el carácter escudriñador, iluminador, refinador y consumidor del Espíritu. El quema la escoria en nuestras vidas cuando entra y toma posesión de ellas.

4. ESPIRITU DE VERDAD.

Juan 14:17; 15:26; 16:13; 1 Juan 5:6. Así como Dios es amor, el Espíritu es verdad. El posee, revela, comunica, guía, testifica de, y defiende la verdad. De esta manera es opuesto al “espíritu del error” (1 Juan 4:6).

5. ESPIRITU DE VIDA.

Rom. 8:2: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” Lo que antes había sido el principio motor de la vida, es decir, la carne, es ahora despojada, y el Espíritu toma su lugar regulador. De esta manera el Espíritu es la dinámica de la experiencia del creyente que le lleva a una vida de libertad y de poder.

6. ESPIRITU DE SABIDURIA Y CONOCIMIENTO.

De Luc. 4:18, donde “Espíritu” se pone con letra mayúscula, se deduce que las referencias de Isa. 11:2; 61:1, 2, se refieren al Espíritu que habitaba en el Mesías. La sabiduría y conocimiento de Cristo fueron resultado, en cierto sentido, de que estaba lleno del Espíritu. “Sabiduría e inteligencia” se refieren a la aprehensión intelectual y moral; “consejo y fortaleza,” al poder para idear, dar origen y realizar algo; “conocimiento y temor de Jehová,” se refieren a su familiaridad con la verdadera voluntad de Dios y a su determinación para obedecerla a toda costa. Estas gracias son el resultado de la operación del Espíritu en el corazón.

7. ESPIRITU DE PROMESA.

Efes. 1:13: “Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.” El Espíritu es el cumplimiento de la promesa de Cristo de que iba a enviar al Consolador, de modo que es el Espíritu prometido. El Espíritu también confirma y sella al creyente, dándole así seguridad de que todas las promesas que se le han hecho serán cumplidas.

8. ESPIRITU DE GLORIA.

1 Pedro 4:14: “Porque la gloria y el Espíritu de Dios reposan sobre vosotros.” ¿Qué es la gloria? En el sentido en que se usa en las Escrituras, gloria significa carácter. El Espíritu Santo es el que produce en el creyente un carácter parecido al de Dios (cf. 2 Cor. 3:18).

9. ESPIRITU DE DIOS Y DE CRISTO.

1 Cor. 3:16: “El Espíritu de Dios mora en vosotros.” Rom. 8:9: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.” El hecho de que el Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo, que les representa y es su ejecutivo, parece que es el pensamiento de este pasaje.

10. EL CONSOLADOR (Pág. 69) (pág 114).

IV. LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO.

La obra del Espíritu Santo puede resumirse en los siguientes acápites: su obra en el universo; en la humanidad como un todo; en el creyente; con referencia a las Escrituras; y finalmente con referencia a Jesucristo,

1. EN RELACION CON EL MUNDO,

a) Con el Universo.

En un sentido la creación del universo puede atribuirse al Espíritu de Dios. El Salmo 33:6: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el espíritu de su boca,” atribuye la obra de la creación a la Trinidad, al Señor, a la Palabra del Señor, y al Espíritu del Señor. La creación del hombre se atribuye al Espíritu. Job 33:4: “El espíritu de Dios me hizo, y la inspiración del Omnipotente me dió vida.” Creemos acertado decir que el Padre crió todas las cosas por medio de la Palabra y el Espíritu. En la relación que se hace de la creación en Gén. 1:3, vemos que el Espíritu está activamente ocupado en la obra de la creación.

No sólo es cierto que la actividad del Espíritu se echa de ver en el hecho de la creación, sino que también se ve su poder en la preservación de la naturaleza. Isa. 40:7: “La hierba se seca, y la flor se cae; porque el viento de Jehová sopló en ella.” Es ésta una declaración asombrosa. El Espíritu viene en los fieros vientos del este con fuerza mortal; viene también en el suave zéfiro del verano, que trae vida y hermosura.

b) Con la Humanidad Como un Todo.

Juan 16:8-11: “Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio: de pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí; y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado.” Aquí nos encontramos con tres hechos de los que el Espíritu da testimonio al mundo: el pecado de la incredulidad en Cristo; el hecho de que Cristo fué justo y absolutamente cierto en todos los reclamos que hizo para sí; el hecho de que ha sido roto el poder de Satanás. De pecado: es decir, el pecado en que todos los demás pecados quedan incluidos; de justicia: es decir, la justicia en que se manifiestan y cumplen todas las otras justicias; de juicio: es decir, el juicio en el que se deciden y fundamentan todos los demás juicios. De pecado, con referencia al hombre; de justicia, con referencia a Cristo; de juicio, con referencia a Satanás.

Juan 15:26: “El Espíritu de verdad . . . dará testimonio de mí.” Hech. 5:32: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo.” La obra del Espíritu Santo consiste en dar constantemente testimonio de Cristo y de su obra terminada al mundo de hombres pecadores. Esto lo hace mayormente, aunque no exclusivamente, por medio del testimonio de los creyentes sobre el poder salvador y la obra de Cristo: “Y vosotros daréis testimonio” (Juan 15:27).

2. LA OBRA DEL ESPIRITU EN RELACION CON EL CREYENTE.

a) Regenera al Creyente.

Juan 3:3-5: “El que no naciere . . . del Espíritu.” Tito 3:5: “La renovación del Espíritu Santo.” La filiación y la membresía en el reino de Dios no se pueden obtener más que por la regeneración del Espíritu Santo. “El Espíritu es el que da vida.” Así como Jesús fué engendrado del Espíritu Santo, así también debe serlo todo hijo de Dios que ha de heredar el reino.

b) El Espíritu Habita en el Creyente.

1 Cor. 6:19: “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros.” Véanse también 3:16; Rom. 8:9. Todo creyente, no importa cuán débil e imperfecto sea, o cuán falto de madurez en su experiencia cristiana, tiene en sí al Espíritu. Hech. 19:2 no contradice esta afirmación. Parece que en este pasaje se hace referencia a un derramamiento milagroso del Espíritu, que siguió a la oración y a la imposición de las manos de los apóstoles. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.” “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por Espíritu Santo” (Rom. 8:9; 1 Cor. 12:3).

c) El Espíritu Sella al Creyente con la Seguridad de la Salvación.

Efes. 1:13, 14: “En el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia.” También 4:30: “Con el cual estáis sellados para el día de la redención.” Este sello significa dos cosas: propiedad y semejanza (2 Tim. 2:19-21). El Espíritu Santo es “el Espíritu de adopción” que Dios pone en nuestros corazones, por el cual nosotros sabemos que somos sus hijos. El Espíritu da testimonio de esta gran verdad (Gal. 4:6; Rom. 8:14, 16). Este sello tiene que ver con el corazón y la conciencia, y satisface a ambos acerca de la solución de la cuestión del pecado y la filiación.

d) El Espíritu Santo Llena al Creyente.

Hech. 2:4: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo.” Efes. 5:18: “Sed llenos de Espíritu.” La plenitud del Espíritu difiere en cierta manera de la habitación íntima del Espíritu. Se puede hablar del bautismo del Espíritu como el acto inicial del Espíritu por el cual, al momento de nuestra regeneración, somos bautizados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo. El Espíritu viene entonces y hace su habitación en el creyente. El ser lleno del Espíritu, sin embargo, no se limita a una sola experiencia, o a un solo punto de tiempo; puede repetirse un número ilimitado de veces. Sólo hay un bautismo, pero podemos ser llenos del Espíritu muchas veces. La experiencia de los apóstoles en los Hechos da testimonio de que fueron llenos del Espíritu repetidamente. Siempre que surgía una nueva emergencia, buscaban ser llenos de nuevo del Espíritu (cf. Hech. 2:4 con 4:31, donde se hace ver que los apóstoles que fueron llenos del Espíritu el día de Pentecostés, fueron llenos nuevamente unos cuantos días después).

Hay una diferencia entre poseer el Espíritu y ser lleno del Espíritu. Todos los cristianos tienen lo primero; pero no todos tienen lo segundo aunque pueden tenerlo. Efes. 4:30 habla de que los creyentes son “sellados”, al paso que 5:18 manda que esos mismos creyentes “sean llenos del Espíritu” (que sean llenos una y otra vez).

Tanto el bautismo como el ser lleno del Espíritu pueden realizarse al mismo tiempo. No precisa que haya una experiencia del desierto en la vida del creyente. La voluntad de Dios es que seamos llenos (o, si le agrada más la expresión, “seamos bautizados”) del Espíritu en el momento de nuestra conversión y que permanezcamos llenos todo el tiempo. Siempre que tengamos que realizar un servicio especial, o que nos encontremos en una emergencia nueva, debemos pedir a Dios ser llenos del Espíritu de nuevo, ya sea para nuestra vida o para el servicio.

De la historia de los Hechos aprendemos que el Espíritu Santo está buscando hombres que no sólo poseen el Espíritu sino que están llenos del Espíritu, para el servicio cristiano (6:3, 5; 9:17; 11:24). La posesión se refiere a la seguridad; la plenitud, al servicio.

e) El Espíritu Santo da Poder al Creyente para su Vida y su Servicio.

Rom. 8:2: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (véase también vv. 9-11). En el creyente hay dos naturalezas: la carne y el Espíritu (Gal. 5:17). Pero aunque el cristiano se encuentra en la carne, no vive según la carne (Rom. 8:12, 13). El Espíritu Santo da poder al creyente para vencer siempre y continuamente el pecado. El creyente puede cometer un solo acto de pecado, pero no puede vivir en estado de pecado, porque el Espíritu Santo que mora en él le da la victoria, de modo que el pecado no reina sobre él. Si la vida perfecta sin pecado no es una doctrina bíblica, lo es menos la vida imperfecta y llena de pecado. El capítulo ocho de los Romanos ofrece una vida victoriosa al creyente, una vida por completo diferente de la que se describe en el capítulo siete. La diferencia está en que en el capítulo siete apenas si se menciona al Espíritu Santo, mientras que en el capítulo ocho se le menciona más de doce veces. El Espíritu en el corazón es el secreto de la victoria sobre el pecado.

Nótese también cómo el Espíritu Santo produce el fruto bendito de la vida cristiana (Gál. 5:22, 23). ¡Qué ramillete de gracias más hermoso! Que diferente de la terrible lista de las obras de la carne (vv. 19-21). Vea este conjunto de frutos. Hay tres grupos: el primero relacionado con Dios: amor, gozo, paz; el segundo relacionado con los hombres: tolerancia, benignidad, bondad; el tercero relacionado con la vida cristiana del individuo: fe, mansedumbre, templanza.

f) El Espíritu Santo es el Guía de la Vida del Creyente.

Le guía en todos los detalles de su vida diaria, Rom. 8:14; Gál. 5:16, 25: “Andad en el Espíritu.” No hay detalle alguno en la vida del creyente que no pueda sujetarse al control y dirección del Espíritu. “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre.”

El Espíritu Santo guía al creyente acerca del campo en el que debe trabajar. Esto se enseña claramente en Hech. 8:27-29; 16:6, 7; 13:2-4. ¡Qué parte más prominente jugó el Espíritu en la selección del campo de trabajo de los apóstoles! Cada uno de los pasos de la actividad misionera en la primitiva iglesia estuvo bajo la inmediata dirección del Espíritu.

g) El Espíritu Santo Unge al Creyente.

Esta unción abarca tres cosas:

Primera, el conocimiento y la enseñanza. 1 Juan 2:27: “Pero la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros, y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe; mas como la unción misma os enseña de todas cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como os ha enseñado, perseveraréis en él.” También 2:20. No basta aprender las verdades de maestros humanos. Debemos oír la enseñanza del Espíritu. 1 Cor. 2:9-14 nos enseña que hay algunas grandes verdades que sólo se perciben espiritualmente. No pueden ser entendidas más que por un hombre lleno del Espíritu, porque “se han de examinar espiritualmente.” Véase también Juan 14:26; 16:13.

Segunda, el servicio. Cristo dependió en absoluto del Espíritu Santo para tener poder para cumplir sus deberes en la vida. Esto es evidente de pasajes tales como Luc. 4:18: “El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas,” etc. También Hech. 10:38: “Cuanto a Jesús de Nazaret; cómo le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia; el cual anduvo haciendo bienes.” Ezequiel nos da una lección en el cuadro vivo que pinta de la actividad de Dios en ruedas dentro de las ruedas. El poder que se movía dentro de esas ruedas era el Espíritu de Dios. De modo que en toda nuestra actividad por Dios debemos tener el Espíritu de poder.

Tercera, consagración. En el Antiguo Testamento se ungían tres clases de personas: el profeta, el sacerdote y el rey. El resultado de la unción era la consagración: “Sobre mí, oh Dios,” están tus votos”; conocimiento de Dios y de su voluntad: “Vosotros conocéis todas las cosas”; influencia, es decir, fragancia como resultado de la unción. Así como el incienso en la Meca se pega al peregrino cuando éste pasa por sus calles, así sucede con el que tiene la unción del Espíritu. Todos sus vestidos huelen a mirra, áloe y casia. El lleva consigo el suave perfume de la rosa de Sarón y el lirio de los valles.

3. RELACION DEL ESPIRITU SANTO CON LAS ESCRITURAS.

a) Es el Autor de las Escrituras.

Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo: 2 Pedro 1:20, 21. Las Escrituras fueron inspiradas por Dios: 2 Tim. 3:16. “Oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”: Apoc. 2 y 3. Fué el Espíritu el que había de guiar a los apóstoles a toda verdad y enseñarles las cosas que habían de venir (Juan 16:13).

b) El Espíritu es también el Intérprete de las Escrituras.

1 Cor. 2:9-14. El es el “espíritu de sabiduría y de revelación”: Efes. 1:17. “El tomará de lo mío, y os lo hará saber:” Juan 16:14, 15. (Véase Inspiración de la Biblia, pág. 187.)

4. RELACION DEL ESPIRITU SANTO CON JESUCRISTO.

Jesucristo dependió del Espíritu Santo en su estado de humillación. Si El necesitó depender solamente del Espíritu ¿qué menos podremos hacer nosotros?

a) Fué concebido por el Espíritu Santo, nacido del Espíritu, Luc. 1:35.

b) Fué guiado por el Espíritu, Mat. 4:1.

c) Fué ungido por el Espíritu para el servicio, Hech.

10:38.

d) Fué crucificado en el poder del Espíritu, Heb. 9:14.

e) Resucitó por el poder del Espíritu, Rom. 1:4; 8:11.

f) El dió mandamientos a sus discípulos y a la Iglesia por el Espíritu, Hech. 1:2.

g) El da el Espíritu, Hech. 2:33.

V. OFENSAS CONTRA EL ESPIRITU SANTO.

Esta es la fase más solemne de la Doctrina del Espíritu. Nos conviene a todos, creyentes y no creyentes por igual, tener mucho cuidado acerca de cómo tratamos al Espíritu Santo. El pecado contra el Espíritu está cargado de tremendas consecuencias.

Para nuestra propia conveniencia clasificamos las ofensas contra el Espíritu en dos divisiones generales, a saber, las que comete el creyente, y las que comete el no creyente. No queremos decir que no se mezclan en ningún caso, porque necesariamente esto ha de suceder. Debemos tener presente este pensamiento en el estudio de las ofensas contra el Espíritu.

1. OFENSAS COMETIDAS POR EL NO-CREYENTE.

a) Resiste al Espíritu Santo.

Hech. 7:51: “Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo.” El cuadro aquí presentado es el del Espíritu Santo atacando la ciudadela del alma humana, la cual resiste con toda violencia los intentos bondadosos del Espíritu de ganarla. El hombre rechaza libremente la evidencia y se resiste a aceptar a Cristo a pesar de los argumentos claros y de los hechos incontestables con que se le presenta. De esta manera se resiste al Espíritu Santo. (Véase Hech. 6:10.) Del relato que hace Esteban de los hechos en Hech. 7:51-57, se deduce que éste es un cuadro exacto de la resistencia que se hace al Espíritu Santo.

b) Insulta, o Desprecia al Espíritu Santo.

Heb. 10:29 (cf. Luc. 18:32). Es obra del Espíritu Santo presentar al pecador la obra expiatoria de Cristo como base de su perdón. Cuando el pecador rehúsa creer o aceptar el testimonio del Espíritu, insulta de esta manera al Espíritu, considerando que toda la obra de Cristo es un engaño y una mentira, o toma la muerte de Cristo como la muerte de cualquier hombre y no como la provisión que Dios hace para el pecador.

c) Blasfema Contra el Espíritu Santo.

Mat. 12:31, 32. Este parece ser el pecado más grave, porque el Maestro afirma que no hay perdón para este pecado. Los pecados contra el Hijo del hombre pueden ser perdonados porque era muy posible poner en duda los reclamos que Cristo hizo de su divinidad a causa de su humilde nacimiento, pobre parentela, etc. Pero cuando, después de Pentecostés, vino el Espíritu Santo y presentó a la conciencia de todos los hombres evidencia suficiente para probar la verdad de lo que Cristo reclamaba, el hombre que rehuyó entregarse a Cristo fué culpable de resistir, insultar, lo que equivale a blasfemar contra el testimonio de toda la Divinidad, de la cual el Espíritu Santo es el ejecutivo.

2. OFENSAS COMETIDAS POR EL CREYENTE,

a) Entristece al Espíritu.

Efes. 4:30, 31; Isa. 63:10. Entristecer significa causar tristeza o pena. Es la misma palabra que se usa para describir las experiencias de Cristo en Getsemaní; y de esta manera la tristeza de Getsemaní puede ser sufrida por el Espíritu Santo.

El Espíritu es la persona más sensible de la Divinidad. Se le llama el “corazón” de Dios. El contexto de este pasaje (v. 31) nos dice cómo se puede contristar al Espíritu Santo: por “necedades y truhanerías.” El Espíritu se entristece y apena cuando el cristiano permite que tomen lugar en su corazón, o expresa con sus palabras y vida, algunas de las cosas mencionadas en este versículo (y también las que se encuentran en Gál. 5:17-19), cuando estas cosas habitan en su corazón y se manifiestan en una forma activa. Entristecer al Espíritu es, en realidad, impedir que El tome completo dominio de toda nuestra naturaleza moral. Si continuamos entristeciendo al Espíritu, entonces la tristeza se toma en enojo (Isa. 63:10).

b) Mintiendo Contra el Espíritu Santo.

Hech. 5:3, 4. El pecado de mentir contra el Espíritu es muy común cuando está en boga la consagración. Nos ponemos en pie y decimos, “Le entrego todo mi ser,” cuando sabemos en nuestro corazón que no le estamos entregando todo. Sin embargo queremos, como Ananías, que otros crean que nos estamos consagrando completamente a El. No queremos quedarnos atrás porque otros hacen esta profesión. Léase cuidadosamente a este respecto la historia de Achán (Josué 7), y también la de Giezi (2 Reyes 5:20-27).

c) Apaga el Espíritu.

1 Tes. 5:19: “No apaguéis el Espíritu.” La idea de apagar el Espíritu se usa al parecer en relación con el fuego: “El pábilo que humea no apagará” (Mat. 12:20); “Apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efes. 6:16). Tiene, por consiguiente, más relación con la idea de servicio que de la de vida. El contexto de 1 Tes. 5:19 así lo indica. No se debía apagar la manifestación del Espíritu en la profecía. Se ve al Espíritu Santo descendiendo sobre aquella asamblea para el testimonio, la oración y la alabanza. No debe apagarse esta manifestación del Espíritu. De esta manera podemos apagar el Espíritu no sólo en nuestro corazón, sino también en el corazón de otros.

¿Cómo? Siendo desleales a la voz y al llamamiento del Espíritu; desobedeciendo su voz, ya sea que ésta nos pida que testifiquemos, demos alabanza, o hagamos algún servicio a Dios; o negándonos a ir donde El nos envíe a trabajar, por ejemplo al campo misionero. Tenemos que tener mucho cuidado de no ser reos de apagar el Espíritu cuando criticamos la manifestación del Espíritu en el testimonio de algún creyente, o en el sermón de algún predicador. Tenemos que ver que el don del Espíritu Santo para el servicio no se pierda a causa de nuestra infidelidad o nuestro espíritu crítico, de modo que el fuego se apaga en nuestros corazones y no queda en ellos más que la ceniza: la ceniza, que es señal de que ha habido fuego, pero que se ha extinguido.

Todo lo que hemos dicho se puede resumir en lo siguiente: resistir tiene que ver con la obra regeneradora del Espíritu; entristecer, con la habitación interior del Espíritu Santo; apagar, con el revestimiento del Espíritu para el servicio.