07 Doctrina acerca de las Escrituras – William Evans

doctrina hombre

 

DOCTRINA ACERCA DE LAS

ESCRITURAS

I. LA BIBLIA: SUS NOMBRES Y TITULOS.

1. “LA BIBLIA.»

La palabra Biblia viene de las palabras griegas biblos (Mat. 1:1) y biblíon (la forma diminutiva) (Luc. 4:17), que significan “libro” Los libros antiguos se escribían en el junco del biblo o papiro, y de esta práctica vino el nombre griego biblos, que finalmente se aplicó a los libros sagrados. Véase Marc. 12:26; Luc. 3:4; 20:42; Hechos 1:20; 7:42.

Sin embargo, la Biblia no fué un libro, sino El Libro: el Libro que descuella sobre todos los demás libros, como el cielo está encima de la tierra, por la importancia de las materias, la amplitud de su alcance, la majestad de su Autor.

2. “EL ANTIGUO TESTAMENTO Y EL NUEVO.”

Véase Luc. 22:20; 1 Cor. 11:25; 2 Cor, 3:6, 14; Heb. 9:15; 12:24.

La palabra testamento significa pacto, y es el término que Dios tuvo a bien usar para designar la relación que existía entre El y su pueblo. El término pacto se aplicó primeramente a la misma relación, y después a los libros que contenían el relato de esa relación.

Al fin del segundo siglo ya encontramos el “Pacto Antiguo” y el “Pacto Nuevo,” como nombres que se daban a las Escrituras judías y cristianas; y Orígenes, al principio del tercer siglo, menciona “las Escrituras divinas, las que se llaman el Antiguo Pacto y el Nuevo.”

El Antiguo Testamento relata el llamamiento e historia de la nación judía, y como tal es el Antiguo Pacto. El Nuevo Testamento trata de la historia y aplicación de la redención obrada por el Señor Jesucristo, y como tal es el Nuevo Pacto.

3. “LA ESCRITURA;’ Y “LAS ESCRITURAS.”

La Biblia se llama también “La Escritura” (Marc. 12:10; 15:28; Luc. 4:21; Juan 2:22; 7:38; 10:35; Rom. 4:3; Gál. 4:30; 2 Ped. 1:20), y “Las Escrituras” (Mat. 22:29; Marc. 12:24; Luc. 24:27; Juan 5:39; Hechos 17:11; Rom. 1:2; 2 Tim. 3:15; 2 Ped. 3:16). Estos términos quieren decir que las Escrituras son “Escritos Sagrados.” La forma más común con que los primitivos cristianos designaban a toda la Biblia era “Las Escrituras.”

4. “LA PALABRA DE DIOS.”

El nombre más significativo, impresionante y completo es el de «La Palabra de Dios” (Marc. 7:13; Rom. 10:17; 2 Cor. -2:17; Heb. 4:12; 1 Tes. 2:13). Este nombre es suficiente para justificar la fe del cristiano más débil. Encierra en sí todo lo que puede hacer patente la investigación más cuidadosa. Nos enseña a considerar la Biblia como la expresión de la sabiduría y amor divinos, como Dios hablando al hombre.

II. INSPIRACION DE LA BIBLIA.

1. LO QUE SIGNIFICA EL TERMINO “INSPIRACION.”

La mejor respuesta la da la Escritura misma, pues ella define sus propios términos. Acudamos, pues, «a la Ley y al Testimonio.” 2 Tim. 3:16: «Toda Escritura es inspirada divinamente.”

La palabra «inspirada” quiere decir «respirada por Dios.” Se compone de las palabras griegas theos (Dios) y pnein (respirar). La palabra «inspirada” significa, por consiguiente, que los escritos del Antiguo Testamento, de los que Pablo está hablando, son el resultado de cierta influencia ejercida por Dios en sus autores.

El significado de la palabra «respirada,” según se usa aquí, resalta con más fuerza comparándola con otras dos palabras que se traducen de la misma manera. Una es la palabra griega psuchein, respirar suavemente, mientras que en 2 Tim. 3:16 el término significa respirar con fuerza. La otra es la palabra hebrea ah-ayrh, respirar inconscientemente, mientras que en 2 Tim. 3:16 indica una respiración consciente.

Inspiración, por consiguiente, según la define Pablo en este pasaje, es la respiración fuerte y consciente de Dios sobre los hombres, que los capacita para dar expresión a la verdad. Es Dios hablando a través de los hombres. Por consiguiente él Antiguo Testamento es la Palabra de Dios tanto como si hubiera pronunciado Dios cada una de sus palabras con sus propios labios. Las Escrituras son el resultado de la respiración divina, lo mismo que el habla humana se produce por la respiración de la boca del hombre.

2 Ped. 1:21: “Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.”

“Siendo inspirados” puede traducirse “cuando fueron inspirados,” de modo que este pasaje enseña que los santos hombres escribieron la Escritura cuando el Espíritu Santo les movía a hacerlo.

Además la frase está en sentido pasivo e indica claramente que la Escritura no fué hecha por meros hombres, o por indicación suya, sino por hombres movidos e impelidos por las indicaciones del Espíritu Santo.

Puede decirse que esta declaración de Pedro sugiere que el Espíritu Santo estuvo presente con, y en, los escritores de las Escrituras de una manera especial y milagrosa, revelándoles las verdades que antes no conocían, y guiándoles igualmente en el relato de las verdades y los hechos de que ellos habían sido testigos visuales y auditivos, de modo que pudieron presentarlas con exactitud sustancial a la mente de los demás.

Las afirmaciones de las Escrituras acerca de la inspiración pueden resumirse como sigue: Los santos hombres de Dios, capacitados por la infusión del aliento de Dios, escribieron en obediencia al mandato de Dios, y fueron preservados del error, tanto cuando revelaron verdades desconocidas antes, como cuando relataron verdades con las que estaban familiarizados. En este sentido, «toda Escritura es inspirada divinamente,” la Biblia es de hecho y en verdad la misma Palabra de Dios, y los libros de la Biblia tienen autoridad y origen divinos.

2. DISTINCION ENTRE INSPIRACION, REVELA- CION, ILUMINACION Y RELATO AL PIE DE LA LETRA,

a) Distinción entre Inspiración y Revelación.

Al considerar el asunto de la inspiración, es de la mayor importancia distinguirla claramente de la revelación.

La más superficial mirada a las Escrituras revela que contiene dos diferentes clases de relatos: primero, relatos de verdades reveladas directamente e impartidas por Dios a la mente del escritor, quien no las hubiera podido aprender de otra manera (tal es, por ejemplo, la historia de la creación); y segundo, relatos de hechos que los mismos escritores pudieron observar y de dichos que ellos mismos oyeron (como el relato del Exodo por Moisés, la relación de la entrevista de Pablo con Pedro en Antioquía). En el primero caso, el escritor narra cosas que no habían sido reveladas al hombre anteriormente; en el segundo, narra hechos que otros conocen tan bien como él.

Por otra parte, revelación es el hecho por el que Dios comunica directamente una verdad que no era conocida antes por la mente humana. La revelación descubre una verdad, la inspiración vigila la comunicación de esa verdad.

No todo lo que se encuentra en la Biblia ha sido «revelado directamente” al hombre. Contiene historia y el lenguaje de los hombres, aun de hombres malvados. Pero no hay parte alguna del relato bíblico que no haya sido inspirado. La historia que se contiene en la Biblia es verdadera. Los escritores sagrados fueron dirigidos e influenciados de tal forma por el Espíritu que fueron preservados de caer en error doctrinal o histórico al escribir. La historia sigue siendo historia. Deben evitarse las cosas narradas en la Biblia que no son sancionadas por Dios (2 Tim. 3:16). Sin embargo, todas estas cosas fueron escritas bajo la dirección del Espíritu Santo. Esta es la inspiración.

Debemos entender esta distinción con claridad y precisión, porque muchos de los argumentos plausibles contra la inspiración plenaria de las Escrituras han surgido del hecho de que esta distinción ha sido ignorada o pasada por alto.

Aunque toda Escritura es inspirada, esto no pone el sello de la autoridad divina a cada sentimiento que relata, expresado por los hombres de quienes habla, ni da la divina aprobación a cada uno de los hechos que narra, realizados por los hombres cuyas biografías hace. Por ejemplo, en el libro de Job, la Inspiración da con la misma exactitud el lenguaje de Jehová, las palabras de Satanás y los discursos de Job y de sus amigos. Pero no por eso los coloca a todos en el mismo nivel de autoridad. Cada uno de los que hablan es responsable por lo que dice. Ni Satanás, ni Job, ni sus tres amigos hablaron por inspiración de Dios. Expresaron sus propias opiniones, y lo único que garantiza la inspiración es que ninguno de ellos es mal interpretado, pero que cada uno expuso los sentimientos que se le atribuyen en la Escritura. Así también el hecho de que en el libro de los Reyes se relata la crueldad de David con los Ammonitas no implica que Dios lo aprobara, como tampoco aprobó el doble crimen de homicidio y adulterio cometido por el rey, lo cual “le desagradó.” La inspiración del Libro garantiza sólo la exactitud de la relación.

b) Distinción entre Inspiración e Iluminación.

La iluminación espiritual se refiere a la influencia del Espíritu Santo, que es común a todos los cristianos. Ningún hombre puede comprender una afirmación acerca de Dios o de las cosas del espíritu, a no ser que el Espíritu Santo la tome y se la revele. Sólo el hombre espiritual puede comprender las cosas espirituales. “El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios” (1 Cor. 2:14). Las enseñanzas de las escuelas no le pueden guiar a conocer a Dios. La carne y la sangre no pueden revelar Dios a los hombres (Mat. 16:17).

Hay una gran diferencia entre «una revelación divina de la mente de Dios” y «una acción divina en la mente del hombre.” La primera es revelación; la segunda es iluminación espiritual.

Los que sostienen que la teoría de la iluminación explica el origen de la revelación bíblica, afirman que en todo hombre hay una facultad intuitiva que percibe lo sobrenatural, que se ase a Dios y a las cosas espirituales; y que cualquier percepción íntima que el hombre recibe de la naturaleza y ser de Dios, es resultado de la acción del Espíritu divino en esta facultad espiritual del hombre, iluminándola de tal manera que ve la perfección de Dios y puede penetrar en su voluntad.

Según esta opinión, la Biblia es el resultado de las meditaciones de hombres buenos, en cuyas mentes actuó Dios. De esta manera llega a nosotros cualquier revelación de Dios que recibimos. Dios ha realizado esta iluminación subjetiva desde el principio del mundo, y aun continúa realizándola de diferentes maneras. Las Escrituras no son de ninguna manera los oráculos de Dios, ni han llegado hasta nosotros como la expresión directa y lógica de la mente divina. Los patriarcas, los profetas y los apóstoles de la antigüedad meditaron tan profundamente acerca de Dios y de las cosas de Dios que sus facultades espirituales fueron ampliadas e iluminadas en tal grado que concibieron estas visiones de Dios, de su naturaleza, de su voluntad, etc., que se contienen en las Escrituras.

Es indudable, por cierto, que con la meditación espiritual un hombre puede penetrar profundamente en la naturaleza y el ser de Dios. No negamos que en la Biblia hay un fuego ardiente. En este fuego los hombres han encendido sus antorchas espirituales en todas las edades de las iglesias judía y cristiana, y a su luz han visto al invisible. Este fuego todavía arde, y el estudiante devoto puede inflamarse en él, si se pone delante de la zarza que siempre arde y nunca se consume, con la cabeza descubierta, los pies descalzos y el espíritu humilde. Pero esta obra de la verdad de Dios en la mente humana no es la revelación de la mente de Dios al hombre, como dice serlo la Biblia. La Biblia necesita ser no solamente un depósito o receptáculo de influencias espirituales aptas para actuar sobre la mente. Debe ser, y es, Dios mismo dándose a conocer a los hombres. Es Dios hablando al hombre por los hombres.

En contraste con la teoría de la iluminación, encontramos casos en la Biblia en los que Dios se reveló a sí mismo, su verdad y su voluntad a hombres que de ninguna manera se hallaban meditando en Dios en aquellos momentos. Veamos como ejemplo:

Juan 11:49-52: «Y Caifás, uno de ellos, sumo pontífice de aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda. Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación: y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados.” Véase también Núm. 22:34, 35.

c) Distinción entre Inspiración y Relato al Pie de la Letra.

Inspiración no es necesariamente un relato al pie de la letra.

No es necesario absolutamente hacer tal afirmación para probar la inspiración de las Escrituras. Un relato al pie de la letra es, en cierto sentido, una operación meramente mecánica. Esto hubiera privado a los escritores de su individualidad, y los hubiera convertido en meras máquinas. Pero no fué así; el Espíritu Santo hizo uso de las memorias, intuiciones, juicios y hasta de las idiosincrasias de los escritores, de modo que mientras cada uno escribía aquel aspecto del hecho o del discurso que (podríamos decir) más se amoldaba a él, pudo relatarlo con exactitud substancial.

3. VARIAS TEORIAS DE LA INSPIRACION.

No está aquí fuera de su lugar notar brevemente varias teorías de la inspiración; pues debe saberse que no todos los estudiosos convienen en cuanto al grado de inspiración que caracterizó a los escritores de la Escritura. Cuando uno dice: “Creo en la inspiración de la Biblia,” no está fuera de lugar en nuestros días preguntarle qué quiere decir con inspiración. A continuación ponemos algunas opiniones sobre la inspiración que son mantenidas en la actualidad.

a) Inspiración Natural.

Esta teoría identifica la inspiración con el genio en grado superior. Niega que haya algo sobrenatural, misterioso o especial en el modo de obrar del Espíritu en y sobre los escritores de la Biblia. Según ella, no estuvieron más inspirados que Milton, Shakespeare, Mahoma o Confucio.

Rechazamos por completo esta teoría. Porque si fuera así el carácter de la inspiración que poseyeron los escritores bíblicos, nada nos podría dar seguridad de que no estuvieran sujetos a los mismos errores, a enseñar las mismas falsas opiniones sobre la vida, a expresar las mismas incertidumbres sobre el pasado, el presente y el futuro que aquellas lumbreras del mero genio humano.

Cuando David dijo: “El espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha sido en mi lengua,” él quiso decir algo muy diferente y más alto que la oración que forma la gema del Paraíso Perdido. Cuando Isaías y sus hermanos dijeron: “Así dice Jehová,” indicaron algo más digno que la idea de que estaban hablando bajo la influencia de un arrebato poético. Cuando Pablo dijo a los Corintios: “Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu” (1 Cor. 2:13), usó un lenguaje que no tiene paralelo en toda la literatura de los genios humanos. Y ningún hombre sincero e inteligente puede pasar de los escritos del inimitable Shakespeare a los de la Biblia sin sentir la diferencia que existe entre los dos, no sólo en cuanto al grado, sino también en cuanto al carácter. No sube meramente a un concepto más alto en el mismo modo de ser humano, sino a una región nueva por completo. Hay en este Libro una “cualidad ignota” que le distingue claramente de todos los demás; y si aceptamos la explicación que da el mismo Libro del asunto, esa cualidad ignota es la inspiración divina.

b) Inspiración Cristiana Universal o Iluminación.

Según esta teoría, la inspiración de los escritores bíblicos es la misma que ha caracterizado a los cristianos de todos los tiempos. Cualquier cristiano hoy es tan inspirado como lo fué el Apóstol Pablo.

Si esta teoría sea cierta, no hay razón por qué no se pueda escribir una nueva Biblia hoy día. Sin embargo nadie, por extremadas que sean sus pretensiones de inspirado, se ha atrevido a emprender tal tarea.

c) Inspiración Mecánica o Dinámica. (Véase Relato al Pie de la Letra, pág 192)

Esta teoría hace caso omiso por completo de la instrumentalidad humana, y pretende que los escritores fueron instrumentos pasivos, meras máquinas, tan insensibles a lo que estaban realizando como lo son las cuerdas del arpa o de la lira a la música de quien las toca.

¿Cómo se explican, entonces, las diferencias de estilo entre los diversos escritores, la conservación de sus individualidades e idiosincrasias?

Parece evidente que es imposible armonizar esta teoría con la Escritura.

d) Inspiración de los Conceptos o Pensamientos.

Esta teoría sostiene que solamente fueron inspirados los conceptos o pensamientos de los escritores. De ella nos ocuparemos más ampliamente más tarde. A esta inspiración de los conceptos se opone

e) Inspiración Verbal.

Esta sostiene que el Espíritu Santo inspiró las mismas palabras de la Escritura; que los escritores no tuvieron libertad alguna para elegir las palabras que habían de usar.

f) Inspiración Parcial.

La manera favorita de expresar esta teoría es: «La Biblia contiene la Palabra de Dios.”

Esta afirmación implica que contiene mucho que no es la Palabra de Dios, es decir, que no ha sido inspirado. Aquí se presenta una pregunta muy seria: ¿Quién es el que ha de decidir qué es lo que ha sido inspirado y qué es lo que no ha sido inspirado? ¿Quién ha de ser el juez de un asunto tan vital? ¿Quién puede decir qué parte es inspirada y qué parte no lo es?

Esta teoría deja al hombre en una incertidumbre terrible y fatal.

g) Inspiración Plenaria o Completa.

Esta es la opuesta a la inspiración parcial. Sostiene que toda la Escritura ha sido igualmente inspirada, como se dijo arriba. Apoya su modo de ver en 2 Tim. 3:16.

4. LAS ESCRITURAS RECLAMAN PARA SI LA INSPIRACION.

No puede haber duda alguna de que los escritores bíblicos declararon que escribían bajo la influencia directa del Espíritu. Podrá disputarse la cualidad o grado de su inspiración, pero no el hecho. Examinemos el testimonio de los mismos escritores.

a) Los Escritores del Antiguo Testamento Reclamaron para sí la Inspiración. (La Palabra Inspiración en el Sentido en que aquí la usamos incluye la Revelación.)

Examínense y compárense los pasajes siguientes:

Exodo 4:10-15: “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay Señor! : yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿no soy yo Jehová? Ahora pues, ve, que yo seré en tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía por mano de aquel que has de enviar. Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, Levita, y que él hablará? Y aun he aquí que él te saldrá a recibir, y en viéndote, se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo seré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer.”

Deut. 4:2: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.”

Jer. 1:7-9: “Y díjome Jehová: No digas, soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré. No temas delante de ellos, porque contigo soy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano, y tocó sobre mi boca; y díjome Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.” También Ezeq. 3:4; Miq. 3:8.

Estos no son más que unos pocos de los muchos pasajes en que se afirma que los escritores fueron inspirados.

Nótese además que en el primer capítulo del Génesis se repiten diez veces las palabras: “Dijo dios.” Se dice que las expresiones: “Dijo Jehová,” “Habló Jehová,” “Vino palabra de Jehová,” se encuentran en el Antiguo Testamento 3,808 veces. Estos escritores, presentándose como reveladores de la voluntad de Dios, comenzaron casi siempre sus mensajes con las palabras: “Así dice Jehová.” La minuciosidad y detalles de los nombres, tiempos y lugares que caracterizaron sus mensajes, así como el cumplimiento literal de estos oráculos de Dios, son prueba evidente de que no estaban equivocados en sus pretensiones.

b) Los Escritores del Nuevo Testamento Reclamaron para sí la Inspiración.

Es muy digno de notarse que los escritores del Nuevo Testamento reclamaron la inspiración para los escritores del Antiguo Testamento y para sí mismos también. Léanse y compárense los siguientes pasajes:

2 Ped. 1:20:21: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación; porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.”

1 Ped. 1:10-11: “De la cual salud los profetas que profetizaron ce la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto ce tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas.”

Hechos 1:16: “Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fué guía de los que prendieron a Jesús.”

Hechos 28:25: “Y como fueron entre sí discordes, se fueron, diciendo Pablo esta palabra: Bien ha hablado el Espíritu Santo por el profeta Isaías a nuestros padres.”

1 Cor. 2:13: “Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.”

1 Cor. 14:37: “Si alguno, a su parecer, es profeta, o espiritual, reconozca lo que os escribo, porque son mandamientos del Señor.”

1 Tes. 2:13: “Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, de que habiendo recibido la palabra de Dios que oísteis de nosotros, recibisteis no palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, el cual obra en vosotros los que creísteis.”

2 Ped. 3:1, 2: “Carísimos, yo os escribo ahora esta segunda carta, por las cuales ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento; para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y de nuestro mandamiento, que somos apóstoles del Señor y Salvador.”

Mat. 10:20: “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.”

Marcos 13:11: “Y cuando os trajeren para entregaros, no premeditéis qué habéis de decir, ni lo penséis: mas lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.”

Véanse también Luc. 12:12; 21:14, 15; Hechos 2:4.

De estos y otros muchos pasajes de la Escritura se echa de ver claramente que tanto los escritores del Antiguo como del Nuevo Testamento tuvieron conciencia de que habían recibido revelaciones de Dios y se consideraron inspirados del mismo Dios para escribir las Escrituras. Mientras escribían, sentían que estaban expresando la verdad infalible de Dios, y estaban conscientes de que el Espíritu Santo les movía a hacerlo.

3. ¿CUAL ES LA NATURALEZA DE LA INSPIRACION QUE CARACTERIZO A LOS ESCRITORES BIBLICOS, Y HASTA QUE GRADO SE ENCONTRABAN ELLOS BAJO SU INFLUENCIA?

Mucho se ha dicho y escrito sobre este asunto. ¿Fueron inspirados solamente los conceptos o pensamientos, o las palabras también? ¿Dictó el Espíritu Santo las palabras, o tuvieron libertad los escritores para elegir sus propias palabras? Estas son las cuestiones difíciles de nuestros días con relación a la inspiración de la Biblia.

Podemos afirmar con certeza que

a) A lo menos algunas de las Palabras de la Escritura son las Mismas Palabras Escritas o Habladas por el Mismo Dios.

Nótese Exodo 32:16: “La escritura era escritura de Dios.” Exodo 31:18: “Escritas con el dedo de Dios.” Compárense también Deuteronomio 10:2, 4; 9:10; Exodo 24:12. Véase también 1 Crónicas 28:19: “Todas estas cosas, dijo David, se me han representado por la mano de Jehová.” Daniel 5:5: “Salieron unos dedos de mano de hombre, y escribían . . . .”

En el Nuevo Testamento Dios se deja oir en el bautismo y en la transfiguración de Jesús, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en el cual tomo contentamiento: a él oíd.”

De estos pasajes se colige con evidencia que algunas partes del relato inspirado afirman que son el relato exacto de las mismas palabras de Dios.

b) La Escritura afirma también definitivamente que Dios puso en las Bocas de Algunos Hombres las Mismas Palabras que Debían Hablar, y les Dijo lo que Debían Escribir.

Exodo 4:10-15: “Entonces dijo Moisés a Jehová: jAy Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿no soy yo Jehová? Ahora pues, ve, que yo seré en tu boca, te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay Señor!  envía por mano del que has de enviar. Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, Levita, y que él hablará? Y aun he aquí que él te saldrá a recibir, y en viéndote, se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo seré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer.”

Exodo 34:27: “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho la alianza contigo y con Israel.”

Num. 17:2, 3: “Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su vara. Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví; porque cada cabeza de familia de sus padres tendrá una vara.”

Isaías 8:1, 11, 12: “Y díjome Jehová: Tómate un gran volumen, y escribe en él en estilo de hombre tocante a Mahersalal-hash-baz. Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y enseñóme que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No digáis, Conjuración, a todas las cosas que este pueblo dice, Conjuración, ni temáis lo que temen, ni tengáis miedo.”

Jer. 1:7: “Y díjome Jehová: No digas, soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré.”

Jer. 7:27: «Tú pues les dirás todas estas palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán.”

Jer. 13:12: «Les dirás pues esta palabra: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Henchiráse de vino todo odre. Y ellos te dirán: ¿No sabemos que todo odre se henchirá de vino?”

Jer. 30:1, 2: «Palabra que fué a Jeremías de Jehová, diciendo: Así habló Jehová Dios de Israel, diciendo: Escríbete en un libro todas las palabras que te he hablado.”

Jer. 36:1, 2, 4, 11, 27-32: «Y aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que fué esta palabra a Jeremías, de Jehová, diciendo: Tómate un rollo de libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las gentes, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy. Y llamó Jeremías a Baruch hijo de Nerías, y escribió Baruch de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las palabras que Jehová le había hablado. Y Micheas hijo de Gemarías, hijo de Saphán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehová. … Y fué palabra de Jehová a Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruch había escrito de boca de Jeremías, diciendo: Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras primeras, que estaban en el primer rollo que quemó Joacim, rey de Judá. Y dirás a Joacim rey de Judá: Así ha dicho Jehová: Tú quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué escribiste en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá esta tierra, y hará que no queden en ella hombres ni animales? Por tanto, así ha dicho Jehová, en orden a Joacim rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche. Y visitaré sobre él, y sobre su simiente, y sobre sus siervos, su maldad; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalem, y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he dicho y no escucharon. Y tomó Jeremías otro rollo, y diólo a Baruch hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes.” También Ezeq. 2:7; 3:10, 11; 24:2; 37:16; Habac. 2:2; Zac. 7:8-12.

1 Cor. 14:37: «Si alguno, a su parecer, es profeta, o espiritual, reconozca lo que os escribo, porque son mandamientos del Señor.”

Apoc. 2:1, 8, 12, 18: «Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el cual anda en medio de los siete candeleros de oro, dice estas cosas. … Y escribe al ángel de la iglesia en Smima: El primero y postrero, que fué muerto, y vivió, dice estas cosas. … Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos, dice estas cosas. … Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego, y sus pies semejantes al latón fino, dice estas cosas.” También 3:1; 7:14.

Apoc. 10:4: «Y cuando los siete truenos hubieron hablado sus voces, yo iba a escribir, y oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas.”

Digamos, resumiendo estos dos argumentos sobre la naturaleza de la inspiración de los escritos sagrados, que una parte de ellos afirma que son las mismas palabras y escritos del mismo Dios; que otra parte afirma que son el relato de las palabras habladas a ciertos hombres, que las escribieron precisamente como les habían sido habladas.

Sin embargo, si lo que encierra la inspiración no es más que esto, nos veremos privados de un hecho muy hermoso y consolador, a saber, que el Espíritu Santo creyó oportuno preservar las características de los escritores. ¿No nos producen la impresión de que son cosa muy peculiar de cada uno de ellos las palabras de Santiago, la fe de Pablo y el amor de Juan? Esto nos lleva a la afirmación de que

c) En Cierto Sentido, y con Respecto a Algunas Partes de la Escritura, se Dejó a los Autores en Libertad (Humanamente Hablando) para Escoger sus Propias Palabras al Relatar la Verdad Divina.

No se puede decir que esto es cierto tratándose de todos los escritos sagrados. Se dan casos de hombres que hablaron sin saber lo que hablaban, y de hombres y animales que hablaron sin conocer la sustancia de su mensaje:

Juan 11:49-52: “Y Caifás, uno de ellos, sumo pontífice de aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda. Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación: y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados.”

Dan. 12:8, 9: “Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿qué será el cumplimiento de estas cosas? Y dijo: Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del cumplimiento.”

Sin embargo, el don de la inspiración admitía la investigación personal, diligente y fiel de los hechos relatados (Luc. 1:1-4).

Este hecho permitía la expresión de un mismo pensamiento con diferentes palabras, tales diferencias (no discrepancias) entre los relatos de los hombres inspirados como era posible que surgieran del diferente punto de vista de cada uno. Ejemplos:

Mat. 26:26, 27: “Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dió a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Y tomando el vaso, y hechas las gracias, les dió, diciendo: Bebed de él todos.”

Luc. 22:19, 20: “Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dió, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de mí. Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”

1 Cor. 11:24, 25: «Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí.”

Mat. 3:17: “Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento.”

Marc. 1:11: “Y hubo una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento.”

Luc. 3:22: “Y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y fué hecha una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.”

El Espíritu utilizó la atención, la investigación, la memoria, la fantasía, la lógica, en una palabra, todas las facultades del escritor, y actuó por medio de ellas. El guió al escritor a escoger las narraciones y materiales, los discursos de otros, los decretos imperiales, las genealogías, las cartas oficiales, los papeles de estado y asuntos históricos que podía encontrar necesarios para el relato del mensaje divino de salvación. El obró en, con y por medio de sus espíritus, haciendo que conservasen su personalidad ante los demás. Usó a los hombres mismos, y habló a través de sus individualidades. “El oro era de El; el molde era de ellos.”

¿ AFECTO LA INSPIRACION LAS PALABRAS USADAS?

A la pregunta de si la inspiración afectó o no las palabras, contestamos afirmativamente. Sería difícil que la inspiración pediera asegurar la trasmisión correcta del pensamiento sin afectar en forma alguna las palabras. Sin embargo, afectó las palabras no de una manera directa e inmediata, como si las dictara a los oídos de los escritores, sino de una manera mediata e indirecta, obrando en sus mentes y produciendo en ellas unos conceptos tan vivos y claros de los hechos y pensamientos que los escritores pudieron encontrar palabras adecuadas a su propósito.

Tenemos que concluir, por consiguiente, que mientras por el Lado divino el Espíritu Santo dió a través de hombres lo que deseaba comunicar de una manera clara y fiel, por el lado humano esa comunicación brotó en un lenguaje que los mismos hombres escogieron con toda naturalidad.

A algunos esto les parecerá imposible y alegarán que si la inspiración afectó las palabras en forma alguna, debió haber dictado. Pero esto no sigue necesariamente. Se admite generalmente que Dios realiza sus propósitos en el mundo por medio de las acciones ordinarias de los hombres, pero sin violentar su libertad. Se admite también que Dios, por la benévola acción de su Santo Espíritu, obra en los corazones de los suyos de manera que hace que surja en ellos un nuevo hombre, conservando cada uno de ellos su propia personalidad. Y el tipo de piedad en cada cristiano es tan distinto como el estilo de cada uno de los escritores sagrados. Estos casos son tan paralelos que sugieren que están faltas de lógica y sin base alguna las negaciones de la posibilidad de la inspiración sin la destrucción de las características individuales.

Podemos decir con toda seguridad que en sentido muy real tanto las palabras como los pensamientos fueron dados, mediata o inmediatamente, bajo la influencia del Espíritu divino. Nosotros afirmamos que la Biblia es de hecho y en verdad la misma Palabra de Dios; que es la Palabra de Dios en lenguaje humano; verdaderamente divina, y al mismo tiempo verdaderamente humana; que es la revelación de Dios a sus criaturas; que los que la escribieron fueron guiados divinamente, para preservarles del error en el relato de los hechos; que lo que dicen o escriben los escritores bíblicos, guiados por Dios, es dicho o escrito por Dios con tanta veracidad como si no hubiera usado la instrumentalidad de los hombres; que las ideas expresadas en ella son las mismas ideas que el Espíritu Santo quiso expresar; que Dios es, en el sentido más real, responsable por cada una de sus palabras. Esto es lo que la Biblia afirma de sí misma.