39 LOS FARISEOS PIDEN UNA SEÑAL


Los fariseos piden una señal 

(Mr 8:11-13).

En contraste con lo último que vimos de Jesús en Capernaum, la disputa con los fariseos y escribas sobre el valor de las tradiciones (Mr 7:1-23), estos últimos relatos han sido una delicia: La mujer sirofenicia (7:24-30), el sordomudo y la multitud que decía de Él: “Bien lo ha hecho todo” (7:31-37); la multitud que acompañó a Jesús tres días y que el Señor alimenta (8:1-10). Es verdad que el entendimiento que tenían de Su persona era limitado, pero había entusiasmo y devoción. 

Ahora el Señor decide abandonar Decápolis, cruzar el lago, y regresar al territorio de Galilea donde estaban “los suyos”, es decir a la parte con mayor influencia judía (Mr 8:10).  ¿Y qué sucedió entonces? El relato es breve, apenas tres versos, pero es intenso. Marcos narra un nuevo encuentro que, al contrario de los anteriores, provocará un profundo dolor al Señor. Para completar el relato ver Mateo 16:1-4.

“Y comenzaron a discutir con Él.”

(Mr 8:11) “Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle.”

Cuando los fariseos, este grupo de personas tan celosas de la religión y sus tradiciones, se enteran de que Jesús ha regresado preparan lo que podríamos llamar “un comité de bienvenida.” Quizás tienen noticias de lo que ha sucedido en Decápolis, el tiempo que ha compartido con las multitudes y las sanidades que ha hecho en tierra de gentiles. Desde luego eso no se correspondía con un verdadero profeta de Israel, y parece que pensaban que era momento de aclarar las cosas definitivamente.

“Y comenzaron a discutir con él,” El verbo traducido por discutir, suzeteo, significa primeramente “buscar o examinar juntos”. Incluso reflexionar. Y esto es interesante porque nos recuerda que el Evangelio no es una fe ciega ni irracional, los hechos sobre los que se sustenta permiten la investigación, son susceptible de verificación, invitan a la reflexión, al razonamiento, e incluso al debate. 

Pero esa actitud, que es buena cuando el ánimo es constructivo, no era el espíritu que movía a estos fariseos. Ellos lo que querían era desacreditarle. Por eso el verbo tiene aquí el sentido negativo de “confrontación”, de una disputa acalorada.    

Al parecer, ellos querían poner fin a toda discusión mediante una prueba o desafío, querían tentarle. El verbo es peirazo, “poner a prueba”. Cuando este someter a prueba en realidad busca el daño, tiene un mal propósito, se traduce por tentar. Querían que demostrara su condición de Mesías con una “señal del cielo”, que tuviese como escenario, como origen, el cielo mismo, algo a la altura de los grandes profetas de la antigüedad. 

El argumento bien podría ser el siguiente. El Mesías es mayor que todos los profetas, por tanto si Moisés hizo bajar pan del cielo (Ex 16); si Josué hizo que el sol y la luna se pararan (Josue 10:12-14); si Samuel provocó tal estruendo en el cielo que aterrorizó al enemigo (1º Sam 7:9-12); si Elías hizo descender fuego del cielo (1º Rey 18:30-40); ¿Qué puedes hacer para que creamos en ti? 

Si no aceptaba, le acusarían de impostor. Y si aceptaba, estaban tan seguros de que Dios no lo escucharía que quedaría en evidencia. La opción de que Jesús resultara ser el Mesías no entraba en sus posibilidades. 

El dolor de Jesús: “y gimiendo en espíritu”.

(Mr 8:12) “Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.”

En la escena anterior, con la alimentación de los cuatro mil, Marcos nos abrió el corazón de Jesús al decir que “sus entrañas se conmovieron”. Aquí sucederá algo parecido. Marcos habla de Jesús “gimiendo en su espíritu”

Este gemir, anastenazo, significa “emitir un profundo suspiro”. Se puede suspirar por muchos motivos, entre ellos por enamoramiento, o de alivio, pero no es el caso. Este gemido indica  un dolor intenso. Y la expresión “en espíritu” no significa que fuera silencioso, por dentro, sino que nació en lo profundo de su ser. Expresa el dolor de Jesús ante este despliegue de incredulidad y endurecimiento.

Esto es sin duda un detalle muy importante. El Señor se duele al ver al condición caída del hombre, por las consecuencias del pecado (Mr 7:34) y se duele a causa de la incredulidad y el desprecio. Por eso es tan difícil entender que haya quienes hablen de un Dios que escoge a unos para salvación y mira para otro lado frente al resto. O que decreta salvación para unos y condenación para otros. Ese no es el Dios que se nos ha revelado por medio del Hijo (Jn 1:18) (Heb 1:1-2).

“¿Por qué pide señal esta generación?” Esta es una pregunta retórica, no expresa una inquietud sino lo improcedente que es la petición. Tienen señales más que suficiente para decidir sobre su persona: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no hay tropiezo en mí.” (Mt 11:4-6). Ver (Is 35:5-6) (Is 61:1). En realidad no quieren creer, están buscando argumentos para la incredulidad. 

De ahí que el Señor se niegue tajantemente a darles ninguna señal “De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.” Jesús está tan dolorido como disgustado. Comparar con Marcos 3:5. El Señor está dispuesto para buscar al hombre perdido, para mostrarse al corazón contrito y humillado, incluso es paciente y misericordioso con el incrédulo obrando a su favor, pero no se presta a manipulación ni premia el endurecimiento voluntario, la incredulidad y el desprecio obstinado.

“Dejándolos… se fue” 

(Mr 8:13) “Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.”  

Ante tanto despliegue de cinismo e incredulidad, el Señor decide apartarse de ellos y viajar otra vez al otro lado del lago: “dejándolos… se fue.” ¿Puede haber una escena más triste? Este rechazo y su consecuencia puede ser aplicado a dos niveles:

1º. Representa o anticipa la consecuencia que para Israel tendría el rechazo final  del Mesías. Jesús habla “de esta generación”. Y aunque algunos finalmente se convirtieron al Señor, pasaron a formar parte de la Iglesia y escaparon del juicio sobre aquella generación perversa, lo cierto es que la inmensa mayoría del pueblo siguió apegada a su tradición y a sus líderes religiosos (Mr 12:9).

2º. Las consecuencias de este rechazo también sirven como un “aviso a navegantes”. Es decir, para toda persona que a lo largo de su vida pueda encontrarse ante una situación semejante. Frente a Jesús, frente a Dios, frente a la Palabra, la indiferencia, el rechazo, la obstinación pueden tener consecuencias terribles: “Jesús se fue.” No sabemos hasta cuando la puerta de la Salvación estará abierta, no sabemos hasta cuando el Señor estará trabajando en nosotros en una determinada dirección o propósito, … entonces lo sabio es: No dejar que se vaya: «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (He 4:7).