Los años no perdonan


LOS AÑOS NO PERDONAN

Mi Reflexión, Pensando en los Veteranos cuyas manos siguen en el arado

En alusión a los achaques y otras tantas secuelas que conlleva el deterioro físico del transcurrir de la vida, se suele decir: “los años no perdonan” ¡¡Y tanto que no!! No obstante, y como dijera Pablo:

2Co.4:16-17 «Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria».

Ciertamente hay trabajos físicos duros como el de albañil, agricultor, o pescador en alta mar, que comportan grandes esfuerzos físicos, realizados a la intemperie y sujeto a las inclemencias del tiempo; pero los dos últimos, (agricultor y pescador), conllevan un plus añadido de frustración, y es que, en ocasiones, suele darse el caso de pérdida de cosecha o de redes vacías.

Sin quitar hierro a lo antes dicho hay que reconocer que nada “quema” más, (desgasta), que las tensiones, las cargas emocionales, la sordidez de algunas críticas, los temores, las deslealtades, burlas, ingratitudes e incomprensiones; y si tales van sumados en un mismo paquete, la loza, y la presión que tal puede ejercer sobre la persona, es “mortal”, al punto de que cualquiera puede ser abocado al límite de querer “tirar la toalla”.

Bueno será en este punto considerar las palabras que a través de Hageo Dios hizo conocer a sus siervos Zorobabel y Josué:

Hg.2:4a «Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué…»

He aquí un mensaje preciso y personal. Sin duda en la palabra, ‘esfuérzate’, va implícita la idea de que la tarea encomendada no era fácil. Implica, además, que Dios, conocedor de las dificultades, quería que sus siervos estuvieran mentalizados respecto a los sacrificios que implicaría la obra.

v.4b «…porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos».

Dios sabía que sus siervos no eran titanes; sabía que eran frágiles vasos de arcilla, (2Co.4:7), sabía que aquella clase de trabajo era más de Dios que de hombres. Dios sabía cuál era su parte, y la tenía bien presente, no tiene necesidad de que nadie se la recuerde; su socorro siempre será oportuno y pertinente. (Hb.4:16)

Pero nosotros sí que necesitamos que se nos recuerde que, como siervos, no somos más que meros instrumentos en sus manos; que será la pericia divina, su fuerza y su autoridad, la que prospere y culmine en nosotros todo proyecto suyo. (Sa.138:7-8).

El consuelo que de aquí se deriva es que el éxito está garantizado, y no solo eso, sino que además su realización superará toda expectativa humana. Hg.2:5-8. Pero hay más…

En el mismo pasaje, (v.23b) leemos: «…dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos».

Evidentemente Dios escoge a sus siervos a sabiendas de lo que son y de cómo son. Los conoce. Sabe de sus limitaciones y de las circunstancias por las que atraviesan, y las que aún le han de sobrevenir; incluso Él ha contemplado de antemano todos los elementos injustos que militan en su contra y que le han de presionar (abrumar sobremanera), para que se rindan. ¡Ah! pero con todo y a pesar de, el Señor los escogió, (nos escogió).

De sus siervos, Dios, solo pide esfuerzo cuando toque, no pide más de lo que puedan dar, como tampoco permitirá que se ponga sobre ellos más de lo que puedan soportar, (1Co.10:13); mientras que, por otro lado, todo aquello que les pueda faltar corre de su cuenta, (Fil.4:19, Sal.36:8; 104:24; 58:11).

Cuando se piensa que en la consecución de sus propósitos en nosotros está implicado todo su poder, ciencia y fidelidad, el ánimo se levanta.

Sa.138:7-8 «Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.»

Pero como ya se ha apuntado, hay más, a cambio del esfuerzo, y para que este sea efectivo, el Señor promete a sus siervos revestirles de su autoridad, ‘te pondré como anillo de sellar’, lo que significa que además de Sus fuerzas cooperantes, sus siervos y siervas al fin serán vindicados, reconocidos y tendrán el respeto de todos.

Ahora, a estas alturas de la carrera, y con tantas muestras de su gracia en nuestro haber, afirmamos:No hay razón para desfallecer, ni para soltar el arado.

(Gn.48:15) «Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal…»

¡¡Esforcémonos!!  ¿Sí? Amén.

M. León