10 Doctrina acerca de las últimas cosas – William Evans

doctrina hombre

    Grandes Doctrinas de La Biblia

DOCTRINA ACERCA DE LAS

ULTIMAS COSAS

En este acápite se tratan asuntos tales como la Segunda Venida de Cristo, la Resurrección, tanto de los justos como de los pecadores, los Juicios, los Premios Finales y el Destino Eterno.

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

I. SU IMPORTANCIA.

1. SU PROMINENCIA EN LAS ESCRITURAS.

Se ha dicho que de cada treinta versículos de la Biblia uno menciona esta doctrina. Por cada vez que se menciona la primera venida se menciona ocho veces la segunda. En 216 capítulos  se hace referencia a ella 318 veces. A ella se le dedican libros íntegros, (como 1 y 2 Tesa.), y capítulos completos (Mat. 14 Marcos 13; Lucas 21, por ejemplo).

Es el tema de los profetas del Antiguo Testamento. A veces, naturalmente, mezclan las dos venidas y no se echa de ver a primera vista, pero la doctrina está allí (1 Ped. 1:11).

Jesucristo dio testimonio continuamente de su segunda venida (Juan 14:3; Mat. 24 y 25; Marc. 13; Luc. 21; Juan 21:22).

Los ángeles, que dieron tan fiel testimonio de la primera venida de Cristo, dan también testimonio de la segunda (Hechos 1 11; cf. Heb. 2:2, acerca de la fidelidad de su testimonio).

Los apóstoles proclamaron fielmente esta verdad (Hechos 19, 20; 1 Tesa. 4:16, 17; Heb. 9:28; 1 Juan 2:28; Judas 14, 15).

2. A LA IGLESIA DE CRISTO SE LE ORDENA QUE ESPERE CON ANSIEDAD LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

Tito 2:13: “Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.” 2 Ped. 3:12. La segunda venida de Cristo es el gran acontecimiento que ha de eclipsar todos los demás, al que la Iglesia debe esperar y anhelar ardientemente.

3. SE NOS PRESENTA COMO LA DOCTRINA QUE HA DE SER EL MAS GRANDE INCENTIVO PARA UNA VIDA CONSECUENTE.

Mat. 24:44-46; Lucas 21:34-36: “Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. . . . Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir y de estar en pie delante del Hijo del hombre.” 1 Juan 2:28; 3:3. La regla que la Iglesia debería aplicar a todas las cosas de la vida práctica es: ¿Me gustaría que Cristo me encontrase haciendo esto cuando venga?

4. ES UNA DOCTRINA DE GRAN CONSUELO PARA EL CRISTIANO.

1 Tes. 4:14-18. Después de haber declarado que nos encontraremos con nuestros seres queridos que han muerto en el Señor, al tiempo de su venida, el apóstol concluye diciendo: “Consolaos los unos a los otros en estas palabras.”

¿Por qué, pues, se habla contra una doctrina tan consoladora y llena de estímulo? Se podrán alegar muchas razones: la falta de preparación de parte de la iglesia; los prejuicios (2 Ped. 3:4); las predicciones ridículas acerca del tiempo; la falta de conocimiento de las Escrituras. Tal vez nuestra culpa al rechazar la segunda venida de Cristo sea mayor que la de los judíos al rechazar la primera venida.

II. LO QUE SIGNIFICA LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

1. UNA VENIDA PERSONAL Y VISIBLE.

Hechos 1:11: “Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” 1 Tes. 4:18, 1″: “Porque el mismo Señor . . . descenderá del cielo.” Apoc. 1 «, En todos estos pasajes se nos enseña la venida corporal, personal y visible de nuestro Señor Jesucristo a esta tierra con sus santos para reinar.

2 OPINIONES ERRONEAS ACERCA DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

a) Que la Segunda Venida de Cristo significa la Venida de Cristo al Tiempo de la Muerte.

No puede ser éste su significado, porque:

– A la muerte no la acompañan los acontecimientos narrados en 1 Tesalonicenses 4:16, 17. La verdad es que la segunda venida se presenta aquí como lo opuesto a la muerte, porque “los muertos en Cristo resucitarán” de entre los muertos cuando Cristo venga otra vez.

– Según Juan 14:3 no somos nosotros los que vamos a Cristo, sino que Cristo viene por nosotros: “Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo.”

Juan 21:21-23: “Así que Pedro vió a éste (Juan), dice a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Dícele Jesús: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. Salió entonces este dicho entre los hermanos, que aquel discípulo no había de morir. Mas Jesús no le dijo, No morirá; sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”

– 1 Cor. 15:50-57 declara que en la segunda venida de Cristo nosotros venceremos a la muerte, no sucumbiremos a ella. Véanse Juan 8:51; Mat. 16:28.

La necedad de esta interpretación se echa de ver si sustituimos la palabra «muerte” por la segunda venida de Cristo en los lugares en que ésta se menciona: por ejemplo, Fil. 3:20; Mat. 16:28: “De cierto os digo: hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.”

b) Que la Segunda Venida de Cristo Significa la Venida del Espíritu Santo.

No cabe duda de que la venida del Espíritu Santo es una venida (Juan 14:21-23), pero de ninguna manera la segunda venida, y por las siguientes razones:

– Muchas de las promesas y de los testimonios de la segunda venida fueron dados después de Pentecostés: por ejemplo, Fil. 3:21; 2 Tim. 4:8; 1 Tes. 4:16, 17; 1 Cor. 15:51, 52.

– Cristo no nos recibe a sí mismo en Pentecostés, sino que viene a nosotros. En la segunda venida nos toma, no viene a nosotros.

– Los acontecimientos narrados en 1 Tesalonicenses 4:16, 17 no tuvieron lugar el día de Pentecostés, ni ocurren cuando el creyente recibe al Espíritu Santo.

c) Que la Segunda Venida de Cristo se Refiere a la Destrucción de Jerusalem.

Respuesta: Los acontecimientos de 1 Tesalonicenses 4:16, 17 no ocurrieron entonces.

Juan 21:21-23, y Apoc. 22:20 fueron escritos después de la destrucción de Jerusalem.

De todo lo dicho se deduce, por consiguiente, que la segunda venida de Cristo es un acontecimiento del futuro.

3. NECESIDAD DE DISTINGUIR ENTRE LA VENIDA DE CRISTO POR SUS SANTOS Y CON SUS SANTOS.

Existe una diferencia entre la presencia y la aparición de Cristo. La primera se refiere a su venida por, y la segunda con, sus santos. Debemos recordar también que la segunda venida abarca un período de tiempo, no acontece en un solo momento. Aun la misma primera venida abarcó más de treinta años, y en ella se incluyeron el nacimiento, circuncisión, bautismo, ministerio, crucifixión, resurrección de Cristo, etc. La segunda venida incluirá también una serie de acontecimientos como el arrebatamiento, la gran tribulación, el milenio, la resurrección, los juicios, etc.

III. PROPOSITO DE LA SEGUNDA VENIDA.

1. EN LO QUE ATAÑE A LA IGLESIA.

1 Tes. 4:13-17; 1 Cor. 15:50-52; Fil. 3:20, 21; 1 Juan 3:2. Cuando Cristo venga otra vez resucitará primero a los justos muertos, y trasformará a los justos vivos; y todos juntos serán arrebatados a encontrar al Señor en el aire para estar con El para siempre.

Efe, 5:23, 32; 2 Cor. 11:2; Apoc. 19:6-9; Mat. 25:1-10. La Iglesia, la esposa de Cristo, se desposará entonces con el Señor. 

Mat. 25:19; 2 Tim. 4:8; 1 Ped. 5:4; 1 Cor. 3:12-15; 2 Cor. 5:10. Los creyentes serán recompensados por su fidelidad al tiempo de su venida. (Véase Recompensa Final de los Justos, Pág. 250.)

2 EN LO QUE ATAÑE A LAS NACIONES E INDIVIDUOS INCONVERSOS.

Mat. 24:30; Apoc. 1:7; Mat. 25:31; Apoc. 20:11, 12; Isaías26:21; 2 Tes. 1:7-9. Hay que distinguir entre el juicio de las naciones vivientes y el juicio del Gran Trono Blanco. No son mismo, porque ninguna resurrección acompaña al juicio de las naciones vivientes, como acontece en el caso del juicio del trono. Además, entre estos dos acontecimientos han de pasar 1.000 años (Apoc. 20:7-11). El uno tiene lugar al principio del milenio y el otro al fin.

3. CON REFERENCIA A LOS JUDIOS.

E«:s judíos regresarán a su tierra (Isaías 11:11; 60) como inconversos; reedificarán el templo, y restaurarán el culto (Eze. 40-48); harán un pacto con el Anticristo por una semana (siete años), en medio de la cual romperán dicho pacto (Dan. 9:27; 2 Tes. 2); pasarán entonces por la gran tribulación (Mat. 24:21, 22, 29; Apoc. 3:10; 7:14); se convierten (como nación) al tiempo de la venida de Cristo (Zac. 12:10; Apoc. 1:7); serán grandes misioneros (Zac. 8:13-23); nunca volverán a ser arrojados de su tierra (Amós 9:15; Eze. 34:28).

4. CON REFERENCIA AL ANTICRISTO Y LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO DE DIOS.

2 Tes. 1:7, 9; Apoc. 19:20; 20:10. Estos serán destruidos p el resplandor de su venida, y finalmente arrojados al pozo del abismo.

5. A ESTABLECER EL REINO MILENIAL SOBRE LA TIERRA.

El Milenio quiere decir el reinado de Cristo en la tierra por mil años (Apoc. 20:1-4). Algunos piensan que es la continuación de la Edad del Reino interrumpida por la incredulidad de los judíos en el tiempo de los apóstoles.

El Milenio comienza con la venida de Cristo con sus santos, con la manifestación de Cristo después de la gran tribulación (Mat. 24:29, 30); al terminar la septuagésima semana de Daniel Como ilustración, véanse Apoc. 19:11-14; Dan. 7:21, 22; Zac. 14:3-9.

Después será destruido el Anticristo, Satanás será atado y destruidos los enemigos del pueblo de Dios (Apoc. 19:20 20:1-3, 10).

El juicio de las naciones vivientes (Mat. 25).

La conversión y actividad misionera de los judíos (Zac. 8:13- 23; cf. Hechos 15:14-17). Entonces tal vez se convierta el mundo, pero no ahora, ni en esta época. Israel será el que entonces estará en juego, no la iglesia.

La naturaleza del Milenio:

Es una teocracia; el mismo Jesucristo será el rey (Jer. 23:5; Luc. 1:30-33). Los apóstoles han de reinar, sin duda, con Jesucristo sobre los judíos (Isaías 66; Mat. 19:28); y la Iglesia, sobre las naciones gentiles (Luc. 19:11-19; Heb. 2:6, 7).

Jerusalem será la ciudad capital (Isaías 2:1-4). Se harán peregrinaciones a la ciudad Santa (Zac. 14:16).

Cristo reinará con justicia y equidad (Isaías 11:4; Sal. 98.9). Habrá una tierra renovada (Rom. 8:19-21; Isaías 65:17; c. 35).

Los acontecimientos al fin del Milenio son la apostasía y la rebelión (Apoc. 20:7-9); la destrucción de Satanás (Apoc. 10:10); el Juicio del Gran Trono Blanco (Apoc. 20:11-15); un nuevo cielo y una nueva tierra (Apoc. 21 y 22).

IV. EL TIEMPO DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

Debemos distinguir con cuidado entre la venida de Cristo por sus santos, que se llama el “arrebatamiento” o “parousía,” su venida con sus santos, que se llama la “revelación” o “epifanía”.

Al considerar el asunto de las “señales” de la venida de Cristo, hay que distinguir entre las señales que han sido características y peculiares a muchas generaciones, y que, por congruente, se han repetido, y las que son específicamente características de la proximidad de la venida de Cristo. Los cristianos no están a oscuras acerca de estos hechos: Luc. 21:29-33: “Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, entended que está cerca el reino de Dios” (v. 31). 1 Tes. 5:1-8: «Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón” (v. 4).

1. NADIE CONOCE EL DIA NI LA HORA.

Mat. 24:36-42: “Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo” (v. 36). Mar. 13:32, c£. Hechos 1:7.

Las Escrituras nos dicen acerca del tiempo de la venida de Cristo lo suficiente para satisfacer nuestra fe, pero no nuestra curiosidad. Estas palabras del Maestro deberían ser suficientes para hacer callar el fanatismo de los que están ansiosos de decirnos el año, mes y aun el día exactos, en que Cristo ha de venir. Este día está oculto en los designios de Dios. El mismo Jesús, que voluntariamente no quiso saberlo en su estado de humillación, no demostró curiosidad para penetrar en la cronología de este acontecimiento. Nosotros no deberíamos querer saber más de lo que Cristo conoció sobre este particular. Puede ser que “aquel día” no había sido fijado aún en los consejos del Padre, y que la fecha dependía, por lo menos hasta cierto punto, de la fidelidad de la iglesia en la evangelización del mundo. Nada sabemos con certidumbre. La Revelación que Jesús hizo a Juan parece enseñar que “aquel día,” que por un tiempo Jesús había ignorado, es ahora conocido de El en su estado de exaltación.

2. SIN EMBARGO, NO DEBEMOS OLVIDAR QUE SI NO PODEMOS SABER CON EXACTITUD EL DIA Y LA HORA DE LA VENIDA DE CRISTO, PODEMOS SABER CUANDO ESTA CERCANO ESE DIA (Mat. 24:36-42; 1 Tes. 5:1-5).

Existen ciertas señales que indican su proximidad:

– La apostasía general y abandono de la fe (1 Tim. 4:1; 2 Tim. 3:1-5; Luc. 18:8).

– Un tiempo de acumulación de grandes riquezas (Sant. 5:1-9).

– Un tiempo de gran actividad misionera (Mat. 24:14). Considérese la actividad misionera del último siglo. ¿No es esto maravilloso? ¿Será una “señal” de su venida?

La moderna historia de los judíos arroja mucha luz sobre el asunto de la proximidad de la venida de Cristo. A este respecto son significativos los siguientes hechos: el gran número de judíos que están volviendo a Palestina; el decaimiento del poder del gobierno turco, que ha gobernado a Palestina con mano de hierro, y ha excluido de ella al Judío; los planes de las naciones para devolver la Tierra Santa a los judíos con el consentimiento de los grandes poderes*; la lluvia temprana y tardía en Palestina; los ferrocarriles, la luz eléctrica, etc., en una tierra que ha estado desolada por largo tiempo. La higuera comienza a florecer, y se acerca la hora de la venida.

En relación con esto no se debe olvidar que muchas de las señales que se mencionan se refieren primariamente a la venida fe Cristo con sus santos. Pero si esta etapa de su venida está cerca, seguramente está más cerca la primera etapa. Otras señales hacen referencia a la primera etapa del gran acontecimiento de su venida, que se conoce con el nombre de “arrebatamiento,” o venida de Cristo por sus santos.

*Estas palabras fueron escritas antes de la primera guerra mundial.

3. LAS ESCRITURAS PARECEN ENSEÑAR CLARAMENTE QUE NO EXISTE NADA EN LA ACTUALIDAD QUE IMPIDA LA VENIDA DE CRISTO POR SUS SANTOS EN CUALQUIER MOMENTO.

Queremos decir que no hay nada, según se colige de las enseñanzas de las Escrituras y las señales de los tiempos, que impida la inauguración del día del Señor, o la segunda venida fe Cristo considerada en su conjunto (una serie de acontecimientos), con la venida de Cristo a tomar a su propio pueblo a sí mismo. En otras palabras, no existe nada que pueda impedir el “arrebatamiento” o “parousía”; la “epifanía,” “manifestación, o «revelación” tendrá lugar en otra fecha más lejana.

Convendrá examinar y contestar, aunque no sea más que brevemente, algunas objeciones que se presentan, a este modo de ver.

Primera: Que el Evangelio no ha sido predicado en todo el mundo (Mat. 24:14), por consiguiente la venida de Cristo no es inminente.

Respuesta: Entendamos bien las significativas palabras del texto. La palabra “fin” aquí significa el fin del siglo, mientras que el arrebatamiento, o venida de Cristo por sus santos, la que aquí decimos que es inminente, no es el fin del siglo. La palabra “mundo” significa la tierra habitada; “evangelio,” buenas nuevas; “testimonio” no quiere decir conversión. Concediendo que todos estos acontecimientos tienen que preceder al “arrebatamiento,” ¿no se han cumplido ya? En respuesta, véanse Hechos 2:5, 8:4; Rom. 10:18; Col. 1:6, 23, y se encontrará que es afirmativa. Debemos dar a la palabra “mundo” en Romanos y Colosenses el mismo significado que en Mat. 24:14. Además, debemos saber si la iglesia es el único testigo. Véase Apoc. 14:6. Si el arrebatamiento no es el fin del siglo, y si un ángel puede anunciar el evangelio, ¿por qué no ha de poder realizarse parte de la obra del testimonio después del arrebatamiento?

Segunda: A Pedro, Santiago y Juan se les dijo que no gustarían la muerte hasta que hubieran visto la venida del reino de Cristo (Mat. 16:28; Mar. 9:1; Luc. 9:27).

Respuesta: Es cierto, pero ¿no se cumplió esto cuando vieron a Cristo en el monte de la transfiguración? Pedro, que estuvo allí presente, dice con claridad que sí se cumplió (2 Ped. 1:16- 18).

Tercera: Cristo dijo a sus discípulos que no acabarían de andar todas las ciudades de Israel hasta que viniera el Hijo del hombre (Mat. 10:23).

Respuesta: Mar. 6:30 y Luc. 9:10 demuestran que ellos no anduvieron todas las ciudades, ni existe evidencia alguna de que lo hicieron nunca, porque Israel rechazó el mensaje del reino. ¿No será posible que esto se realice después de la restauración de los judíos y la predicación de los “dos testigos”? (Apoc. 11)

Cuarta: Cristo dijo: “No pasará esta generación, que todas estas cosas no acontezcan.” Véanse Mat. 24:34; Luc. 21:32; Mar. 13:30.

Respuesta: ¿Qué quiere decir “generación”? Algunos dicen “cuarenta años,” de consiguiente el Maestro se refirió a la destrucción de Jerusalem, que fué su segunda venida. Pero este no se sigue necesariamente. La palabra “generación” puede referirse a la raza judía; véase el uso de esta misma palabra en Mat. 11:16; 16:4; Mar. 8:38; Luc. 7:31; 16:8; 17:25; Fil. 2:15 Sal. 22:30; 24:6. En este mismo respecto téngase muy presente la admirable preservación de la raza judía. Otras naciones han pasado, perdiendo su identidad; el judío permanence, su generación (raza) no ha pasado, ni pasará “hasta que todas estas cosas acontezcan.”*

*Recomendamos muy encarecidamente Jesús Viene, de W.E.B., que sirve de mucha ayuda sobre este asunto. El autor le está sumamente agradecido a esta obra.

LA RESURRECCION DE LOS MUERTOS.

En este acápite se incluye la resurrección, tanto de los justos como de los impíos, aunque, como se verá más tarde, ambas no ocurrirán al mismo tiempo.

I. LA DOCTRINA DE LA RESURRECCION CLARAMENTE ENSEÑADA EN LAS ESCRITURAS.

1. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

Se presenta de diferentes maneras:

De Palabra: Job 19:25-27: “Yo sé que mi Redentor vive, y u ¿a se levantará sobre el polvo: y después de deshecha esta mi e aun he de ver en mi carne a Dios; al cual yo tengo de ver por mí, y mis ojos le verán, y no otro, aunque mis riñones se consuman dentro de mí.” También Salmo 16:9; 17:15; Dan. 12:1-3.

En Sentido Figurado: Gén. 22:5 con Heb. 11:19: “Pensando que aún de los muertos es Dios poderoso para levantar; de donde también le volvió a recibir por figura.”

En Profecía: Isaías 26:19: “Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores polvo!” Estas son palabras de Jehová en respuesta a la lamentación de Israel en los w. 17, 18. Aunque se refirieran a la resurrección de Israel como nación, aun así encierran la enseñanza de una resurrección corporal. Véase también Oseas 13:14.

En la Realidad: 1 Reyes 17 (Elías); 2 Reyes 4:32-35 (Elíseo y el hijo de la Sunamita); 13:21 (resurrección al contacto con huesos muertos de Elíseo).

El Antiguo Testamento enseña, pues, la resurrección del cuerpo. La razón de Mar. 9:10, que parece indicar que los apóstoles no tenían conocimiento de una resurrección corporal, se encuentra en la renuencia de los apóstoles para creer en un Cristo crucificado.

2. EN EL NUEVO TESTAMENTO.

De Palabra: Nótese la enseñanza de Jesús en Juan 5:28, 29; todo el cap. 6, especialmente los w. 39, 40, 44, 54; Luc. 14:13, 14; 20:35, 36. La enseñanza de los apóstoles: Pablo en Hechos 24:15; 1 Cor. 15; 1 Tes. 4:14-16; Fil. 3:11; Juan en Apoc. 20:4-6; 13.

En la Realidad: La resurrección de los santos (Mat. 27:52, 53; de Lázaro (Juan 11); de Jesucristo (Mat. 28). La resurrección de nuestro Señor les dió la seguridad de lo que hasta entonces había sido una esperanza apoyada por la autoridad de la Escritura de una manera imperfecta, y puesta en tela de juicio por los saduceos. Amplió esa esperanza (1 Ped. 1:3), y dió lugar prominente a la doctrina de la resurrección (1 Cor. 15).

II. NATURALEZA DE LA RESURRECCION.

1. UNA RESURRECCION LITERAL DE LOS CUERPOS DE TODOS LOS HOMBRES: UNA RESURRECCION UNIVERSAL.

Juan 5:28: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y . . . saldrán a resurrección de vida.” 1 Cor. 15:22: “Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.” El apóstol habla aquí de la muerte física en Adam, y de la resurrección física en Cristo.

Apocalipsis 20:12 y 2 Corintios 5:10 hacen ver la necesidad de la resurrección del cuerpo para que pueda realizarse el juicio según las obras hechas en el cuerpo. Véase también la esperanza de Job (19:25-27), y la de David (Salmo 16:9).

A veces se objeta que nosotros materializamos estas escrituras, cuyo sentido es espiritual y metafórico. A lo que contestamos: Aunque la frase misma, “resurrección del cuerpo,” no se encuentra en la Biblia, estos pasajes se refieren claramente a una resurrección física antes que a una espiritual. De hecho Juan 5: 25-29 hace una distinción bien marcada entre una resurrección : espiritual (v. 25) y una resurrección literal (v. 28). Véanse también Fil̈. 3:21; 1 Tes. 4:13-17; 2 Tim. 2:18: “Que se han descaminado de la verdad, diciendo que la resurrección es ya hecha.” lo que indica que la primitiva iglesia creía en la resurrección literal. No se puede creer que haga aquí una referencia a una resurrección espiritual como la de que se habla en Efesios 5:14. Hechos 24:15 habla de una resurrección de los justos y de los injustos, lo que con toda seguridad no puede referirse a una resurrección espiritual. Si se refiriera a una resurrección espiritual, en la otra vida todos tendríamos dos espíritus: el que se tiene aquí, y el que se recibirá al tiempo de la resurrección. Las palabras “cuerpo espiritual” describen, no tanto el mismo cuerpo, como su naturaleza. El “cuerpo espiritual” es cuerpo, no espíritu, por consiguiente no se ha de pensar que está definiendo un cuerpo. Las palabras “cuerpo espiritual” significan el cuerpo espiritualizado. De modo que hay un cuerpo natural, adaptado y destinado al uso del alma; y hay un cuerpo espiritual, adaptado al uso del espíritu en el día de su resurrección.

2. NUESTRA REDENCION COMPLETA INCLUYE LA REDENCION DEL CUERPO.

Rom. 8:11-23: “Y no sólo ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es a saber, la redención de nuestro cuerpo.” Véase también 1 Cor. 6:13-20. En Juan 6:39 y Job 19:25-27 se nos dice que el polvo en que se disolverán nuestros cuerpos, será vivificado, lo que indica una resurrección física.

Este concepto del valor del cuerpo es lo que hace que los cristianos cuiden tanto de sus seres queridos desaparecidos y de sus sepulturas. El presente cuerpo del creyente, que se llama “el cuerpo de nuestra bajeza” (Fil. 3:21), no está aún preparado para entrar en el reino (1 Cor. 15:50). La esperanza de Pablo no descansaba en la liberación del cuerpo, sino en la redención del mismo (2 Cor. 5:4).

3. NATURALEZA DEL CUERPO RESUCITADO.

a) En General.

Aunque las Escrituras enseñan la resurrección literal del cuerpo, no es preciso insistir en la resurrección literal del cuerpo idéntico, con su pelo, dientes y uñas, que fué depositado en el sepulcro. La idea de que al tiempo de la resurrección vamos a ver manos volando a través del océano para unirse con el cuerpo, no se halla corroborada en las Escrituras. Tal idea no es necesaria para ser fiel a la enseñanza de la Biblia. La simple analogía humana nos debería enseñar esto, (1 Cor. 15:36, 37) “no siembras el cuerpo que ha de salir.” Lo único en que tenemos que insistir es en que se conserva la identidad, aunque no sepamos aún en qué consiste ese lazo de la identidad. Después de todo, no es tan importante la identidad material cuanto la individualidad glorificada. El crecimiento de la semilla demuestra que puede haber identidad personal, aunque cambien por completo las condiciones físicas.

Sobre la resurrección del cuerpo se pueden decir cuatro cosas primera, no es necesariamente idéntico al que bajó al sepulcro; segunda, tendrá alguna conexión orgánica con el que bajó al sepulcro; tercera, será un cuerpo que Dios concederá según su beneplácito; cuarta, será un cuerpo mucho mejor que el anterior.

b) El Cuerpo del Creyente.

Fil. 3:21: “El cual trasformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a sí todas las cosas.” Véanse también 1 Juan 3:2; 1 Cor. 15:49.

¿Quién podrá decir cuál fué la naturaleza y el parecer del cuerpo resucitado de Cristo, al que se ha de asemejar nuestro cuerpo resucitado? Fué un cuerpo real (Luc. 24:39); reconocible Lc. 24:31; Juan 20:16); poderoso (Juan 20:19).

Resumiendo estos pasajes, podemos decir que el cuerpo resucitado del creyente será como el cuerpo glorificado de Cristo.

Las características del cuerpo resucitado del creyente se nos dan en 1 Cor. 15:

No es carne y sangre (w. 50, 51; cf. Heb. 2:14; 2 Cor. 5:1-6; Luc. 24:39): «carne y huesos,” de modo que no es puro espíritu, sino un cuerpo real.

Es incorruptible (v. 42), no sujeto a descomposición, enfermedad o dolor.

Es glorioso (v. 43), cf. la trasfiguración (Mat. 17); Apoc. 1:13-17. Se ha dicho que Adam y Eva, antes de su caída, tenían un cuerpo glorioso. El rostro de Esteban fué glorioso en su muerte (Hechos 6:15). 2 Cor. 3:18.

Es fuerte (v. 43); no está sujeto al cansancio, fatiga o debilidad; cf. ahora «el espíritu está presto, mas la carne enferma”; no sucederá así entonces.

Es un cuerpo espiritual (v. 44). Ahora el alma es la vida del cuerpo; entonces el espíritu será la vida del cuerpo.

Es celestial (v. 47-49).

El Cuerpo Resucitado del Incrédulo.

Las Escrituras guardan un silencio extraño sobre este asunto. Es digno de notarse que en las genealogías de Génesis 5 no se agrega la edad a los nombres de aquellos que no se hallaban en la línea escogida. ¿Habrá en ello la intención de pasar por alto a los impíos? En la historia del rico y Lázaro, no se da el nombre del rico impío; ¿por qué?

III TIEMPO DE LA RESURRECCION.

1. LA RESURRECCION DE LOS JUSTOS.

Juan 6:39, 40, 44: «El día postrero.” Esto no quiere decir un día de veinticuatro horas, sino un período indefinido de tiempo. Conviene limitar, de ordinario, la palabra «día” a un período veinticuatro horas solamente cuando se la agrega un numeral, ordinal o cardinal, como «el día cuarto,” etc. Cuando se mencionan el «día de la gracia,” «día del juicio,” «este tu día,” etc., se refieren a períodos de tiempo más o menos largos, según sea el caso.

1 Cor. 15:23: «Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” 1 Tes. 4:14-17. En ambos pasajes la resurrección del creyente se relaciona con la venida de Cristo. Este hecho introduce el último día, y es tratado como una cosa separada y distinta.

2. LA RESURRECCION DE LOS IMPIOS.

Así como es diferente el resultado (Juan 5:28, 29; Dan. 12:2), así serán también el tiempo de la resurrección de los justos y el de los impíos.

Fil. 3:11: «Si en alguna manera llegase a la resurrección de (literalmente, de entre) los muertos.” Para Pablo no tenía ningún aliciente estar seguro de que había de resucitar de entre los muertos, porque él sabía que todos los muertos habían de resucitar. Por lo que Pablo se esforzaba era por ser contado digno de la primera resurrección, es decir, la resurrección de los justos de entre los impíos. La resurrección «de entre” los muertos es la resurrección a la vida y la gloria; la resurrección «de” los muertos es la resurrección a vergüenza y desprecio eternos.

1 Cor. 15:21-24. Nótense las expresiones que se usan y su significado: «luego” significa lo que sigue en orden, el griego indicando secuencia, no simultaneidad; cada uno en su propia cohorte, batallón, brigada (cf. Marcos 4:28: «Primero hierba, luego, espiga, después grano lleno en la espiga”). Ya han pasado mil novecientos años entre «Cristo las primicias” y «los que son de Cristo.” No podremos afirmar definitivamente cuántos años pasarán entre la resurrección de «los que son de Cristo” y la de los impíos («el fin”); pero podemos estar seguros que pasará el tiempo suficiente para que Cristo «ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies” (v. 25). Aquí se mencionan tres grupos o rangos: «Cristo,” «los que son de Cristo,” «el fin” (la resurrección de los impíos). (Cf. w. 5, 6, 7: “Apareció a Cefas, y después a los doce. Después . . . después . . . después … y el postrero de todos . . . me apareció a mí.”) Primero Cristo, después más tarde) “los que son de Cristo,” luego (significando más tarde, una era nueva que tendrá lugar después de un intervalo) “viene el fin.”

Dan. 12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos (lit. los que se despiertan entonces) para vida eterna, y otros (lit. los que no se despiertan entonces) para vergüenza y confusión perpetua.” Algunos de los más eminentes peritos en el hebreo traducen este pasaje de la siguiente manera: “Y (en aquel tiempo) muchos (de tu pueblo) despertarán (o serán separados) de entre los que duermen en el polvo de la tierra. Estos (los que despiertan) serán para la vida eterna, pero aquellos (los que entonces no despiertan) serán para vergüenza y confusión perpetua.” Parece evidente, según este pasaje, que no todos despertarán al mismo tiempo (este), sino solamente los que están escritos en el libro (12:1).

Apoc. 20:4-6 da a entender que entre la resurrección de los justos y de los impíos pasarán por lo menos mil años, sea cual sea el período de tiempo que así se designa.

Juan 5:28, 29; Dan. 12:2; Apoc. 20:12 hacen ver que la resurrección de los impíos va siempre relacionada con el juicio, y que éste tiene lugar al fin y no al principio del día del Señor.

Cualesquiera que sean las dificultades que se presenten en relación con la resurrección, cualesquiera que sean los obstáculos de índole milagrosa o sobrenatural que se presenten en relación con ella, deben resolverse teniendo presente la verdad enunciada por Cristo al referirse a la misma materia: Mat. 22:29: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.” (Cf. v. 23: “Aquel día llegaron a él los saduceos, que dicen no haber resurrección,” etc., y los versículos siguientes para entender el v. 29).

EL JUICIO

I. EL HECHO DEL JUICIO.

1. ENSEÑADO CLARAMENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

Sal. 96:13: «Delante de Jehová que vino: porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad.” A pesar de que en el pasaje anterior se hace referencia particularmente a la recompensa de los justos, en él se halla contenida también la idea del juicio. Tanto el premio como el castigo se hallan encerrados en la idea del juicio.

2. EL NUEVO TESTAMENTO.

Hechos 17:31: «Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” Heb. 9:27. Así como está «establecido a los hombres que mueran una vez,” así también está establecido a los hombres que comparezcan en el juicio. No hay escape ni del uno ni del otro.

El hecho de que el mundo ha de ser juzgado forma parte del mensaje tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. El reino de Dios se ha de extender por todo el universo, pero es necesario que haya un juicio en el que sean juzgados los malos y premiados los justos, a fin de que sea establecido sobre la tierra el reinado de la justicia eterna.

3. LA CONCIENCIA DE TODA LA HUMANIDAD CORROBORA LA ENSEÑANZA DE LAS ESCRITURAS ACERCA DE LA SEGURIDAD DE UN JUICIO VENIDERO.

Esto es cierto tanto de la conciencia individual como de la conciencia universal. Los descubrimientos arqueológicos, así como la historia de todos los pueblos confirman este hecho. Se halla corroborado por Ecle. 11:9; 12:14, libro que es en realidad un libro de filosofía mundana, pues en él se narran las experiencias y observaciones de un hombre que juzgaba todas las cosas desde ¿de el punto de vista de “debajo del sol,” es decir, sin referencia especial a una revelación de lo alto.

4. LA RESURRECCION DE JESUCRISTO ES PRUEBA SEGURA Y CIERTA QUE DIOS HA DADO A LOS HOMBRES DE UN JUICIO VENIDERO.

Hechos 17:31 (citado antes). Aquí encontramos la “seguridad” en el sentido de prueba o fundamento de evidencia. El contexto es muy sugerente: Dios había sufrido por mucho tiempo los pecados de los hombres, y en cierto sentido los había pasado por alto. De ahí que los hombres han pensado que Dios continuaría haciendo lo mismo. Pero no será así, sino que hay un juicio que ha de venir, cuya evidencia se halla en la resurrección de Jesucristo.

II. EL JUEZ, CRISTO.

Juan 5:22, 23, 27; 2 Tim. 4:1; 2 Cor. 5:10; Hechos 10:42; 17:31. El Hombre que pendió de la cruz es el mismo que se sentará en el trono. Nótese la expresión, “en cuanto es el del hombre.” Esto indica que es apto para juzgar, pues puede compadecerse de los hombres. Pero El es también igual al Padre. Esto indica su competencia para juzgar, pues es omnisciente. Los textos que hablan de Dios juzgando al mundo, se han de entender como refiriéndose a Dios el Hijo. No puede haber apelación del Hijo al Padre.

III. NATURALEZA DEL JUICIO.

Hemos de estar prevenidos contra la idea errónea de que ha de haber un gran juicio general, que tendrá lugar al fin del mundo, en el que toda la humanidad estará presente ante el gran trono blanco. Los juicios de la Biblia difieren en cuanto al campo, lugar, personas y resultados.

1. UN JUICIO YA HA PASADO: EL JUICIO EN LA CRUZ.

Juan 5:24; 12:31; 2 Cor. 5:21; Gál. 3:13; 1 Ped. 2:24. En este juicio fué juzgado Satanás y deshecho su poder sobre el creyente. Aquí fueron también juzgados y borrados los pecados del creyente.

2. HAY UN JUICIO PRESENTE QUE SE ESTA REALIZANDO TODOS LOS DIAS EN LA VIDA DEL CREYENTE.

1 Cor. 11:31; 32; 5:5; 1 Tim. 1:20; cf., por vía de ilustración, 2 Sam. 7:14, 15; 12:13, 14. Este juicio continuo de la vida del creyente debe realizarse para que no tenga lugar el juicio de Dios a causa de la falta consecuente de crecimiento en la gracia. Tiene que haber un juicio constante y continuo del pecado a medida que éste se presente en la vida del creyente (1 Juan 1:5-7).

3. HAY UN JUICIO VENIDERO.

a) De los Santos.

1 Cor. 3:8-16; 2 Cor. 5:10; 1 Cor. 4:5. Este ha de ser el juicio de las obras del creyente, no de su salvación. Se llama “el tribunal de Cristo.” Se deduce que se refiere a los santos de 2 Cor. 5:1, 5, 7, 9; y también de 1 Cor. 4:5, donde se nos dice que “cada uno tendrá de Dios la alabanza.” Esto no se puede decir de los impíos. En este juicio no se resolverá el destino final, sino que se hará el ajuste del premio o pérdida de él, según nuestras obras, y del puesto que cada uno ocupará en el reino, lo que será según la obra de cada cual.

b) De las Naciones Vivientes.

Mat. 25:31-46. Este juicio tendrá lugar al tiempo de la venida de Cristo con sus santos. En este capítulo deben notarse tres cosas: primera, el banquete de las bodas del Cordero (w. 1-13); segunda, el juicio de los santos (w. 14-30); tercera, el juicio de las naciones vivientes (w. 31-46). Este no es un juicio general de buenos y malos, pues en él hay tres clases de personas.

“Mis hermanos” no puede referirse a los santos, porque en este caso diría “en cuanto lo hicisteis a vosotros mismos, a mí lo hicisteis.” La Iglesia tampoco se encuentra en este juicio, porque ya ha sido trasladada y recompensada, como ya hemos visto. La Iglesia no pertenece ya a las naciones, como tampoco Israel. Las naciones son las que tratan con Israel durante la gran tribulación. Los “hermanos” son probablemente el remanente judío que se ha vuelto a Cristo durante la gran tribulación, y que ha sido cruelmente perseguido por el Anticristo, así como por muchas naciones inicuas, como Rusia lo está haciendo hoy día. Este es un juicio de las naciones que viven; de las muertas no se hace mención.

c) Del Gran Trono Blanco.

Apoc. 20:11-15. Este juicio se llama el juicio final y tiene lugar al terminar el milenio, después que han sido juzgadas las naciones vivientes (Mat. 25). Es un juicio de “los muertos”; no se hace mención alguna de los vivos en relación con él.

Nótese la diferencia entre los juicios de las naciones vivientes y el del gran trono blanco: el primero tiene lugar al principio, y el segundo al fin del milenio; el uno tiene que ver con los vivos, el otro con los muertos; el uno trata de la conducta con «los hermanos”, el otro con los pecados en general que se hallan en los libros.

d) De Israel.

Ezeq. 20:33-44; Sal. 50:16-22. Tiene lugar probablemente al fin de la gran tribulación.

e) De los Angeles Caídos.

Judas 6; 2 Ped. 2:4. En este juicio a los creyentes se los asocia con Cristo (1 Cor. 6:3). 

DESTINO FINAL DE LOS IMPIOS.

“Cualquier opinión que se tenga de este mundo tiene su escatología. No puede menos de preguntarse adónde, y también qué y de dónde. ‘Señor mío, ¿qué será el cumplimiento de las cosas?’, preguntó Daniel al ángel (12:8). ¿Cuál es el fin, el destino final del individuo? ¿Se acaba con la muerte, o comienza un nuevo modo de ser; y en qué condiciones de felicidad o dolor vive allí? ¿Cuál es el propósito final del gran todo, ese lejano acontecimiento divino hacia el que se mueve toda la creación? En vano se pide al hombre que no se haga estas preguntas. El continuará haciéndoselas, y debe hacérselas. El escudriñará los más mínimos detalles de cualquier hecho, o vestigio de alguna ley, que le pueda dar alguna indicación sobre la respuesta. Tratará de deducir cuál será el futuro de la experiencia del pasado y del conocimiento del presente. Penetrará cuanto le sea posible en lo invisible; y cuando le falte el conocimiento, hará conjeturas y pintará cuadros sacados de sus propias esperanzas y anhelos.

“El punto de vista cristiano acerca del mundo tiene también su escatología. Pero el punto de vista cristiano es positivo, al paso que el de la ciencia es negativo; el primero ético, éste material; aquél humano, el otro cosmogónico; el primero termina en la inmortalidad personal, el segundo en la extinción y la muerte. La escatología del Cristianismo brota de su propio carácter como religión teológica; procura comprender la unidad del mundo a través de la idea de un fin o propósito.” (James Orr)

Esta es probablemente la doctrina más difícil de aceptar en el Cristianismo. Si preguntamos por qué, recibiremos varias respuestas. Unos dirán que muchos no aceptan esta doctrina, porque se sienten culpables, y la conciencia les dice que si no se arrepienten y vuelven a Dios, les espera una suerte horrible. Otros piensan que es porque la idea de un castigo futuro produce terror en el corazón del pueblo, y por consiguiente la doctrina los repugna. A otros les parece que el pensamiento de una angustia futura es incompatible con el amor paternal de Dios. A pesar de todo, tenemos que admitir que es un hecho muy significativo que Jesús y Juan, que representan más que ninguno otro en el Nuevo Testamento el elemento del amor en sus vidas y enseñanzas, son los que más hablan del futuro sufrimiento de los malvados.

No puede haber duda razonable de que el futuro castigo de los malos ocupa un lugar prominente en las Escrituras. El mensaje del predicador es lo que se contiene entre las dos tapas de la Biblia. Se debe tener, sin embargo, gran cuidado al enseñar o exponer esta doctrina. Después de todo, no es el hablar de cosas duras lo que penetra la conciencia de la gente; es la voz del amor divino, dejándose oír en medio de la tormenta.

Sin embargo, no se debe dejar de proclamar sin cobardía la doctrina de la retribución futura, aunque resulte terrible su presentación. Podemos apelar al temor como motivo legítimo de acción, y aunque pueda clasificarse entre los motivos bajos, es muy cierto que es el único motivo que mueve a muchos a obrar.

I. ALGUNOS HECHOS RECONOCIDOS.

Hay algunos hechos preliminares que deben ser reconocidos en la discusión de este asunto:

1. Que a los justos les irá bien, y a los impíos mal (Isa. 3:10, 11). Ha de reconocerse como fuera de toda duda y de ley incontestable, que existe una retribución para el pecado y una recompensa para el justo. No se puede jugar con esta verdad sin correr un peligro muy grave. El hombre debe sufrir por su pecado, si persiste en él con voluntad y deliberadamente. A este sufrimiento la Biblia lo llama muerte eterna.

2. Debemos reconocer que gran parte del lenguaje usado en la Biblia al tratar de esta condición se expresa en términos figurados. Pero el estado no es menos real a causa de ello, porque, hablando en general, la realidad es más dura que el lenguaje figurado en que se presenta. Pero también aquí debemos andar con mucho cuidado, y distinguir entre lo que se afirma con lenguaje claro e inconfundible y lo que se presenta con palabras simbólicas y figuradas.

3. La disparidad entre el número de los salvados y de los perdidos. Existe el peligro de que nos olvidemos de los problemas relacionados con esta doctrina, tales como el aparente escaso número de los salvados, la suerte de los paganos que no han tenido la oportunidad de oír el Evangelio, y la diferencia de privilegio y oportunidad entre los que viven en países así llamados cristianos.

Profecía vs. Historia. Es preciso admitir que es más difícil tratar de hechos futuros que con los del pasado. Es más difícil ocuparse de profecía que de historia. Podemos describir el pasado con todos sus detalles; del futuro no se pueden dar más que bosquejos generales.

“Nuestro modo de tratar los asuntos que se ocupan del futuro debe, por su misma naturaleza, ser muy diferente del modo con que trataríamos asuntos del pasado. La historia y la profecía deben ser tratadas de diferente manera. Al ocupamos con la historia de las revelaciones hechas por Dios, nos ocupamos de lo que ya ha acontecido: las edades antes de la venida de Cristo, la vida terrena y la revelación de Jesucristo, y el subsiguiente curso de la providencia de Dios en la Iglesia. Es una realidad concreta ante nosotros, y podemos argumentar basados en ello como cosa conocida en su totalidad y en los detalles. Pero la cosa cambia por completo cuando el asunto de la revelación es lo que ha de acontecer, especialmente lo que ha de suceder bajo formas y condiciones de las que nosotros no hemos tenido experiencia directa. Es aquí donde no podemos esperar más que bosquejos, y éstos mismos habrán de estar envueltos mayormente en símbolos y figuras; el meollo espiritual buscará una envoltura material para manifestarse; las condiciones del futuro necesitarán ser presentadas en formas tomadas de las relaciones que conocemos. Los pensamientos salientes se dejarán ver con suficiente claridad; pero los pensamientos en que estos pensamientos están envueltos, tendrán que participar de la naturaleza de la metáfora y la imagen.” (James Orr)

II. SE DICE QUE LOS IMPIOS «MUEREN EN SUS PECADOS.”

Juan 8:21, 24: “Y díjoles otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, mas en vuestro pecado moriréis: a donde yo voy, vosotros no podéis venir. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creyereis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” Rom. 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte.” Véase Apoc. 20:14, 15; 21:8.

La “muerte” de que aquí se habla no significa cesación de la existencia, como vida eterna tampoco quiere decir principio de existencia. Vida eterna no significa únicamente vivir para siempre, sino vivir para siempre en un estado de bienaventuranza. Vida eterna no se refiere tanto a la cantidad cuanto a la calidad de la existencia. Lo mismo puede decirse de muerte eterna. Es una calidad de la existencia, no cesación de ser. Aun en esta vida la muerte puede coexistir con la vida: “Pero la que vive en delicias, viviendo está muerta” (1 Tim. 5:6); Efe. 2:1. Dios llama muerte a lo que los hombres llaman vida. El creyente recibe dos cosas: en la regeneración, vida eterna; en la resurrección, inmortalidad; pero en ambos casos ya tiene vida y existencia. Así sucede con el impío: la segunda muerte no significa para él cesación de la existencia, porque ya está muerto, aun en esta vida (1 Tim. 5:6; Efe. 2:1; Juan 5:24, 25). Apoc. 21:8 describe lo que significa “muerte” en el sentido en que aquí se usa: “Mas a los temerosos e incrédulos … su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”

III. LOS IMPIOS NO SON ANIQUILADOS.

Si se interpretan correctamente los textos que con más tesón se aducen para probar la teoría de la aniquilación, se verá que se refieren más a la separación de la tierra que a una retribución futura. Los principales pasajes son los siguientes:

Sal. 37:20: “Mas los impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros serán consumidos: se disiparán como humo.” Este salmo se escribió para comunicar animo a Israel contra sus enemigos y su poder en la tierra. Este poder terrestre será completamente deshecho, y no valdrá más que el humo de un sacrificio quemado. La gran verdad que aquí se enseña es que la tierra es heredad de los santos, y que los impíos no tendrán parte en ella.

Abdías 16: «… y serán como si no hubieran sido.” Estas palabras están tomadas de la visión acerca de Edom, y se refieren a la destrucción de los edomitas y su tierra, pero no al porvenir de los impíos en la vida futura.

Hablando del “castigo eterno” que caerá sobre los impíos, según se relata en 2 Tes. 1:9, el aniquilacionista diría que se refiere a los “resultados o consecuencias” de tal castigo, pero no al castigo mismo. Las Escrituras, sin embargo, afirman que el “castigo” mismo es eterno, y no las consecuencias.

Una exégesis sana no puede sostener la interpretación que los partidarios de la teoría de la aniquilación dan a estos pasajes. ¿Qué necesidad hay de una resurrección, si los impíos son aniquilados al tiempo de su muerte, o para qué han de resucitar de entre los muertos, si han de ser aniquilados inmediatamente para siempre? Además, no existe lo que llaman castigo “inconsciente.” A una cosa inconsciente no se la puede castigar. ¿Se podría castigar a una piedra o una casa? Sólo puede haber castigo donde hay conciencia por parte del que sufre.

IV. LOS IMPIOS SERAN CASTIGADOS.

Rom. 2:8,9: “Mas a los que son contenciosos, y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia, enojo e ira; tribulación y angustia sobre toda persona humana, que obra lo malo, el judío primeramente, y también el griego.” “Ira” indica la determinación de Dios para con los que persisten en la maldad ( Juan 3:36); “enojo,” la exteriorización de esa ira en el día del juicio; “tribulación,” una aflicción severa (Mat. 13:21; 24:9; Apoc. 7:14): “angustia,” un confinamiento torturador en un lugar estrecho sin alivio, como en una cárcel o en el cepo. Quiera Dios que nosotros no sepamos nunca lo que estas palabras realmente significan.

Mat. 25:41, 46: “Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles. E irán éstos al tormento eterno.”

2 Tes. 1:7-9: “Cuando se manifestará el Señor Jesús del cielo con los ángeles de su potencia, en llama de fuego, para dar el pago a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia.” Véase también Marcos 9:43-50, que dice que los impíos serán arrojados “en la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado; donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.”

En estos pasajes hay ciertas palabras que requieren nuestra atención, y que debemos entender para tener un concepto correcto de la doctrina que estamos considerando:

1. “ETERNO.”

Leemos de un castigo “eterno” y de un fuego “eterno,” y se objeta que la palabra “eterno” no quiere decir “para siempre.” Tal vez sea esto cierto. Pero todos estamos listos a admitir que cuando esta palabra se aplica a la condición de los justos, significa para siempre, sin fin; por ejemplo, los justos irán “a la vida eterna.” Sin embargo la misma palabra se aplica al castigo de los impíos; por ejemplo, “e irán éstos al tormento eterno.” La equidad exige que demos la misma duración al gozo de los justos que al castigo de los impíos, ya que ambos están calificados con la misma palabra griega. Si el premio de los justos tiene un término, también lo debe tener el castigo de los impíos. Tanto dura el uno como el otro. Si “destrucción” significa aniquilación, no se necesita la palabra “eterna” para calificarla. Además, las Escrituras presentan el castigo de los impíos no sólo como “eterno” (por las edades), sino como duradero “para siempre jamás,” o “por los siglos de los siglos” (Apoc. 19:3; 20:10; 14:11). Aquí se nos presenta un cuadro de siglos amontonándose sobre siglos en una sucesión eterna.

2. “CASTIGO”

El significado de esta palabra se puede encontrar en la división anterior (III), que trata del tema de la aniquilación.

3. “FUEGO.”

Este es uno de los símiles más frecuentes para representar el tormento y miseria de los impíos. El fuego es un símbolo de la ira del juicio divino (Mat. 5:22). En Mat. 3:10 se representa a los impíos como un árbol cortado y echado al fuego; en Mat. 3:12, como la paja quemada en un fuego que nunca se apaga; en 13:42 se nos dice que los impíos son arrojados a un homo de fuego.

¿Es literal el “fuego” de que aquí se habla? Es norma aceptada como regla de lenguaje que una figura de locución no expresa las cosas con tanta viveza como la realidad misma. Si “fuego” es simplemente una expresión figurada, debe representar una gran realidad; y si la realidad es más viva que la figura, el castigo representado aquí por el fuego debe ser una cosa terrible.

Se dice que el fuego debe consumir necesariamente, que en el fuego nada puede continuar existiendo. ¿No es significativo que, al hablar de este fuego, el Bautista usa la palabra inextinguible, (asbestos, en griego)? Tal vez arroje alguna luz sobre este asunto el incidente de los tres muchachos hebreos en el homo de fuego. ¿Fueron consumidos, o resistieron al fuego? (Dan. 3:27). En la parábola de la cizaña (Mat. 13:36-43) nuestro Señor dice que la cizaña fué quemada. Al retirarse Cristo a la casa, después de haber pronunciado la parábola, sus discípulos le preguntaron qué significaban las figuras de lenguaje que había usado en la parábola. El accedió a lo que le pedían y les explicó el lenguaje figurado de la parábola y todas las palabras de sentido figurado menos la palabra “fuego.” Les dijo: “El campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo; y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del mundo; y los segadores son los ángeles. De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será el fin de este siglo. … Y los echarán en el homo de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.” ¿Por qué no explicó el Maestro qué significaba la palabra figurada “fuego”? El explicó todas las otras palabras, ¿por qué no ésta? ¿Se olvidó? ¿O quiso que sus discípulos recibieran la impresión de que estaba hablando de un fuego literal? El tuvo la oportunidad de explicar el uso que hacía de las palabras, porque esto era precisamente lo que sus discípulos le habían preguntado. ¿Tuvo algún significado el hecho de que Jesús no les explicara la palabra “fuego”? Creamos o no en un fuego literal, tenemos motivos para buscar una razón por qué el Maestro no dio un sentido literal a la palabra figurada “fuego.”

4. “TINIEBLAS.”

Esta palabra se usa para describir la condición de los perdidos: “Serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.” Estas palabras se hallan juntas siete veces: Mat. 8:12; 13:42, 50; 22:13; 24:51; 25:30; Luc. 13:28. El cuadro es el de un banquete, que de ordinario se celebraba de noche. Los impíos son echados fuera de la luz, del gozo y de la festividad a las tinieblas y tristeza exterior, como si se tratara de la angustia y tristeza de una prisión en la que reina la agonía, la ira, la desesperación. ¿Es ésta una descripción del infierno: ausencia de luz espiritual; separación de la compañía de los salvados; lamentos; furia impotente?

RECOMPENSA FINAL DE LOS JUSTOS

El Apóstol Pablo dice que si tenemos en esta vida una esperanza que descansa en Cristo, pero nada más, somos los más miserables de todos los hombres (1 Cor. 15:19). La idea es que, si esta esperanza que el creyente tiene en Cristo es una esperanza ilusoria, sin una perspectiva de realización en el futuro, el cristiano se encuentra en un estado lamentable. Ha escogido una vida de sacrificio, privándose de los placeres de este mundo, y si no hay placeres en las tinieblas en que ha de entrar, se ha equivocado, pues ha escogido una vida que va a terminar en la propia destrucción. Si no tiene un hogar adonde ir, un Dios que le dé la bienvenida, un Rey que le diga: “Bien hecho, cambia la mortalidad por la vida,” se encuentra en una situación verdaderamente deplorable. Pero la realidad no es así. La esperanza del cristiano atraviesa el velo hasta la misma presencia de Dios, y perdura por toda la eternidad.

I. EL CRISTIANO NUNCA MUERE.

Juan 8:51: «De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre.” 11:25, 26: «Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”

Lo que Cristo quiere dar a entender aquí no es que el creyente no haya de pasar por la experiencia que llamamos muerte, sino que en realidad eso no es muerte, por lo menos en el sentido en que es muerte para el no creyente. Jesús ha quitado a la muerte su aguijón. El agudo contraste entre la muerte y la experiencia por la que pasa el creyente se nos presenta en 1 Tes. 4:13, 14: «Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús.” Jesús «murió,” gustó la amargura de la muerte; el creyente en El «duerme.” Cf. Juan 11:11: «Nuestro amigo Lázaro duerme.” En estas palabras no hay base para la moderna doctrina del sueño del alma. Cristo no quiso decir que el alma está inconsciente entre el tiempo de la muerte y de la resurrección. Porque cuando los discípulos no entendieron este lenguaje figurado, Cristo les dijo llanamente: «Lázaro es muerto” (11:11, 15). Lo que Cristo quiso decir fué que la muerte es algo así como lo que sucede cuando dormimos. ¿Qué es lo que sucede cuando dormimos? No es, por cierto, que cesa la corriente de vida, sino que continúa, y cuando despertamos nos sentimos mejor y más fuertes que antes. Pero se excluyen todas las escenas del mundo y del tiempo. Lo mismo acontece en el caso de la muerte del creyente. En la palabra «sueño” se encierran tres ideas: existencia continuada, porque, aunque el cuerpo está inactivo, el alma sigue activa; reposo, perdemos el contacto y nos olvidamos de las cosas del mundo; despertamiento, siempre pensamos que al sueño le sigue el despertamiento.

La palabra “verá” en Juan 8:51 quiere decir que el creyente no contemplará la muerte de una manera detenida, fija, absoluta.

La muerte no es el objeto de su mirada. La mira del creyente es a la vida, no a la muerte. La muerte del cuerpo no se ha de considerar más muerte que la vida del cuerpo, vida (1 Tim. 5:6). El creyente vuelve la espalda a la muerte, y mira y contempla la vida. La separación temporal del alma y el cuerpo ni siquiera interrumpe, mucho menos priva de la vida que nos da Jesús.

II. EL CREYENTE VA A ESTAR CON CRISTO.

2 Cor. 5:6: “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo, que entre tanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor.” Fil. 1:23: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor.”

La experiencia (muerte-sueño) por la que pasa el creyente, le presenta inmediatamente a la presencia de Cristo. Le lleva instantáneamente a su hogar con Cristo. En estas palabras no puede haber la menor insinuación de inconsciencia o sueño del alma. Parece deducirse de las palabras de Pablo en 2 Cor. 5:1-5 que el creyente recibe una especia de cuerpo espiritual durante el tiempo que está esperando la resurrección del cuerpo. Lo que Pablo desea no es estar en un estado incorpóreo, sino tener otro cuerpo que no está sujeto a la muerte. ‘Estar con Cristo,” eso es lo que significa «muerte” para el creyente.

III. EL CUERPO DEL CREYENTE RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS.

Para la completa discusión del cuerpo resucitado del creyente, sus características, etc., véase Doctrina de la Resurrección, pág. 229.

IV. EL CREYENTE RECIBIRA SU RECOMPENSA FINAL EN EL FUTURO.

Mat. 25:20-23: «Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor. Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.”

Luc. 19:12-19: «Dijo pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. Mas llamados diez siervos suyos, les dió diez minas, y díjoles: Negociad entre tanto que vengo. Empero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades. Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.”

Mateo 24 nos exhorta a esperar y velar por la venida de Cristo; y el capítulo 25 nos muestra cómo debemos obedecer esta exhortación. El capítulo 25 nos ilustra, en la parábola de las vírgenes (w. 1-13), la necesidad de tener cuidado de nuestra vida espiritual íntima; mientras que en la parábola de los talentos (w. 14-30), pone énfasis en la necesidad de trabajar por Cristo, mientras estamos esperando su regreso.

Aunque ambas parábolas tratan del mismo asunto de la recompensa de los santos, presentan el tema desde diferente punto de vista. La parábola de las minas fué pronunciada antes de la entrada en Jerusalem; la de los talentos, tres días después; la de las minas, a las multitudes; la de los talentos, a los discípulos. La de las minas fué dicha porque la gente pensaba que el reino iba a aparecer inmediatamente, de ahí la idea de un largo camino. En la de las minas hay oposición a Cristo; en la de los talentos, no. En la de los talentos se dividen sumas desiguales en la misma proporción; en la de las minas, sumas iguales se dividen en proporciones diferentes. La parábola de las minas fué pronunciada para reprimir la impaciencia; la de los talentos, para estimular la actividad hasta que Cristo regresara.

Los talentos no son distribuidos al antojo, sino conforme a la habilidad de cada uno para negociarlos. El que tenía cinco talentos pudo usar los cinco, y por consiguiente se le hizo responsable del uso de los cinco. Lo mismo sucedió con el de dos, y con el de uno. La cuestión no está en el cuánto: «Cuántos talentos he recibido,” sino en «qué uso he hecho de ellos.” El premio a la fidelidad es el mismo en cada caso: «Sé sobre muchas ciudades.” En la parábola de las minas es diferente. Todos comienzan con el mismo número de minas. Según difieran en el uso que hacen de ellas, en su fidelidad, celo y actividad, así será también la diferencia en las ganancias y recompensa (diez ciudades, cinco ciudades). La recompensa del creyente será conforme a la fidelidad de su servicio a Dios en emplear los talentos con que Dios le ha dotado. La recompensa variará, por consiguiente, según nuestra fidelidad, o falta de ella, en nuestro servicio y en nuestra vida.

La fe en Jesucristo salva al creyente, pero su lugar en la vida venidera, así como la medida de la recompensa, dependerá de su fidelidad en el uso de los dones que ha recibido de Dios. De esta manera sucede que un hombre se puede salvar «así como por fuego,” es decir, salvado por su fe en Cristo, pero sin premio. Véase 1 Cor. 3:10-15: «Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: empero cada uno vea cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será salvo, mas así como por fuego.” Aunque este pasaje probablemente se refiere, en primer lugar, a los maestros y predicadores cristianos, y toca el asunto de las doctrinas que se enseñan, tiene, sin embargo, una aplicación muy apta y verdadera a la vida y obra de cada creyente.

V. NATURALEZA DE LA RECOMPENSA DEL CREYENTE.

1. RECIBIRA UNA CORONA.

Las Escrituras hablan de varias coronas: La corona de la Vida (Santiago 1:12; Apoc. 2:10, compárese el contexto que habla de la muerte); de Gloria (1 Ped. 5:4; cf. Juan 17:22; Heb. 2:9); de Justicia (2 Tim. 4:8), la plena realización de la justicia de Cristo imputada y obrada adentro; de Gozo (1 Tes. 2:19), al ver a los convertidos que el ministerio de uno ha ganado para Cristo; de Oro (Apoc. 4:4); Incorruptible (1 Cor. 9:25), comparada con las coronas corruptibles de los juegos griegos; Tu corona (Apoc. 3:11), que es la que se guarda para ti, y que no debe perderse con la infidelidad; resumen de todas las expresiones anteriores, pues todas son características de «tu” corona.

2. LOS SIETE «EL QUE VENCIERE” DEL APOCALIPSIS (cc. 2, 3).

a) 2:7: «Daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

El árbol de la vida, que apenas ha sido mencionado desde el Génesis 3, donde fué perdido por el pecado, es ahora restaurado, en conformidad con la restauración de todas las cosas en Cristo. Esta figura expresa la participación en la vida eterna: el creyente no morirá ya más.

b) 2:11: «No recibirá Daño de la Muerte Segunda.”

El que no ha nacido más que una vez, «según la carne,” muere dos veces: física y eternamente. El que nace dos veces (el creyente), «según la carne” y «según el espíritu,” no muere más que una vez; es decir, pasa por la separación física del alma y del cuerpo, que es lo que se llama muerte. La «muerte segunda,” lo menos que puede significar es la separación completa de la presencia de Dios. Decir que el creyente no recibirá daño de la muerte segunda equivale a decir que contemplará eternamente el rostro del Padre, que está en el cielo.

e) 2:17 Recibirá una «piedrecita con un nuevo nombre escrito” en ella; al Creyente se le dará también a comer el «Maná Escondido.”

Esta figura probablemente significa que al creyente se le da la piedra blanca de la absolución. En aquel tiempo se daba una piedra negra a los condenados en las cortes de justicia. Tal vez se haga alusión aquí a la piedra blanca (diamante?), que no se encontraba entre las piedras del ephod del sumo sacerdote, y que algunos piensan que eran el Urim y Thummim. La participación del maná escondida tal vez se refiera al hecho de que a los que se negaron a comer de la carne ofrecida en sacrificio a los ídolos, se les permitiría en premio deleitarse con el pan de Dios, el alimento divino. El nuevo nombre que se menciona tal vez simbolice una nueva naturaleza y nuevo carácter que poseerá el creyente en aquel nuevo país.

d) 2:26, 27. Autoridad sobre las Naciones.

No cabe duda de que esto se refiere al remado de los santos con el Señor Jesucristo en el reino milenial. Los que han sufrido con El, también reinarán con El.

e) 3:4, 5. Será «Vestido con Vestiduras ^Blancas,” y su Nombre jamás será Borrado del Libro de la Vida.

Las ‘Vestiduras blancas” se refieren, sin duda, a la justicia de los santos. En los tiempos del Antiguo Testamento el ser borrado del libro de la vida significaba perder todos los privilegios de la teocracia, estar separado para siempre del favor de Dios. Aquí se da la seguridad de la salvación eterna del creyente. Cristo se gozará con él, y confesará con gozo que le reconoce como uno que le pertenece y le ha servido y confesado en la tierra.

f) 3:12. El Creyente será una Columna en el Templo de Dios, del que no Saldrá ya más; Dios Escribirá sobre El un Nuevo Nombre.

Filadelfia, el lugar donde se encontraba la iglesia a la que fueron dirigidas estas palabras, estaba expuesta a temblores de tierra, que con frecuencia sacudían las macizas columnas del templo. Esto no le acontecerá al creyente, nunca será sacudido.

No entrará ni saldrá ya más, de modo que no habrá posibilidad de caer. Tendrá el nombre de Dios escrito sobre sí, y no habrá ya peligro de que nadie le pueda reclamar. Ya habrá pasado el tiempo de prueba del creyente; él tendrá un lugar permanente y eterno en el reino del Padre.

g) 3:21: «Yo le Daré que se Siente Conmigo en mi Trono.”

Cristo nos exaltará consigo mismo. Santiago y Juan quisieron sentarse al lado de Cristo en el reino venidero. Pero esto es algo infinitamente mejor: sentarse con El en su trono.

VI. EL CREYENTE ENTRARA EN UNA NUEVA HABITACION Y NUEVO GENERO DE VIDA.

1. UNA NUEVA ESFERA DE VIDA PARA LOS SANTOS.

Nuevos cielos y nueva tierra: el paraíso reconquistado; nuevo ambiente espiritual; nuevas condiciones físicas; no rodeados de las tentaciones y defectos de esta vida mortal. “No más mar,” que para el judío era símbolo de peligros seguros, dificultades e intranquilidad.

2. UN NUEVO HOGAR PARA LOS SANTOS.

Apoc. 21-22:5. Una descripción de la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalem, que ha de ser la morada final y eterna del pueblo de Dios.

La Ciudad Santa se halla dentro de los nuevos cielos y la nueva tierra. Nótense algunas características de la Ciudad Santa: Su Nombre: Nueva Jerusalem. ¡Qué música más agradable al oído del judío, que por tanto tiempo ha estado sin una ciudad* propia! Sus Muros (21:17): altos, seguros, defendidos contra todos los asaltos. Sus Puertas (21:15, 21): guardadas por los ángeles, con nombres sobre ellas, por las que sólo entran las santos. Sus Fundamentos (v. 14): los Apóstoles del Cordero; lustrosos (18). Sus Habitantes: los salvados de todas las naciones (las características de los habitantes 21:6, 7; 22:14; contraste con 21:8, 27). Sus Dimensiones: 4800 estadios (la Jerusalem terrestre no mide más que 33 estadios). Su Gloria (11-23): ¡qué suntuosidad!

3. NUEVAS CONDICIONES DE VIDA PARA LOS REDIMIDOS.

Allí está el hogar de Dios, de modo que el creyente tiene comunión continua con Dios. Algunas cosas que antes eran, ya han pasado: la muerte, el dolor, la maldición, las lágrimas, la tristeza, la noche; todo pasó. Aparecen ahora cosas nuevas: el río de la vida, el árbol de la vida, nuevo servicio, nuevas relaciones, nueva luz (22:4).

“Después de estas cosas oí una gran voz de gran compañía en el cielo, que decía: Aleluya: Salvación y honra y gloria y potencia al Señor Dios nuestro. “Y los veinticuatro ancianos y los cuatro animales se postraron en tierra, y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: Amén: Aleluya. “Y salió una voz del trono, que decía: Load a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.

“Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso.

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado.

“Y le fué dado que se vista de lino fino, limpio y brillante : porque el lino fino son las justificaciones de los santos.”