21 El crecimiento de la semilla


El crecimiento de la semilla

(Mr 4:26-29)

¿Desanimado con la predicación?

Predicas el Evangelio, enseñas la Palabra, exhortas a tomar decisiones firmes, vuelves a hacerlo, pasa el tiempo y no ves resultados. Entonces te desalientas y te preguntas ¿Qué estaré haciendo mal? ¿Quizás la enseñanza no es adecuada? ¿Habrá que modificar el mensaje, darle otra forma, hacer que resulte más agradable?

 

Si hubiésemos acompañado a Jesús en aquellos días, con tantas personas rodeándole, escuchando y tan pocas respuestas positivas, posiblemente hubiésemos llegado a esta conclusión: “Hay que cambiar el mensaje.”

Pero Jesús no pensaba igual. Ante la sugerencia “quizás falla el comunicador”, el Señor enseñó acerca de la responsabilidad humana ante la Palabra (Parábola del sembrador). Ante este nuevo desafío, “quizás falla el mensaje”, Jesús deja otra parábola maravillosa: “el crecimiento de la semilla”. Una enseñanza de como la Palabra crece en el corazón de los hombres (Mr 4:26-29). Todo un alegato contra la impaciencia y el desaliento que muchas veces se apodera de los creyentes cuando no ven el fruto. 

Una comparación necesaria.

Un ejercicio interesante es hacer contraste entre esta parábola y la del sembrador. Si quitamos el paréntesis, vemos que fueron enseñadas posiblemente la una después de la otra. También que esta segunda viene a ser un contrapunto o complemento de la primera. Los elementos son comunes, un sembrador, la semilla, la tierra, pero los énfasis son diferentes:

Si bien en la primera el mismo estaba en la tierra, es decir en la respuesta del hombre ante la predicación de la Palabra, ahora el énfasis está en la semilla, en la propia Palabra del Evangelio. Es como un contrapeso a la anterior. El Señor previene contra la tentación de pensar que la Salvación es el resultado de nuestro obrar. Que de alguna manera la he merecido “con mi respuesta”. Pero no, la Salvación, dirá el Señor, es resultado de la Palabra obrando en el corazón por medio del Espíritu. Es ella la que tiene vida. Es una Obra sobrenatural de Dios.

De la parábola anterior aprendíamos que no debemos esperar que toda semilla plantada caiga en buena tierra y de fruto. Ahora se añade un punto más. Nos advierte que aún cayendo en buena tierra, no debemos esperar fruto inmediato. Como en todos los procesos de la vida hay un crecimiento gradual, a veces muy lento.

El crecimiento de la semilla (Mr 4:26-29).

(Mr 4:26) “Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra,”

Por cierto, esta parábola es material inédito de Marcos. Es decir no está ni en Mateo ni en Lucas, y no debe confundirse con la parábola del trigo y la cizaña. Comencemos la exposición:

“Decía además:…” Evidentemente, quien “dice” es Jesús. Esto indica que Marcos terminó con el paréntesis que abrió justo después de la parábola del sembrador para introducir/explicar su significado, (4:10-25), y retoma la narración principal. Jesús está en la barca, a orillas del mar de Galilea, y continua enseñando por parábolas a las multitudes.

El misterio del reino de Dios.

“Así es el reino de Dios,” Estamos ante otra de las conocidas como “Parábolas del reino”. En Mateo están ampliamente desarrolladas. ¿Qué propósito tienen? Instruir a los discípulos en lo que Jesús llamó “el misterio del reino de Dios” (Mr 4:11).

Recordemos que el Señor Jesús comenzó su ministerio en Galilea predicando “el Evangelio del reino de Dios” (Mr 1:14-15). Es decir, Dios, finalmente, interviniendo en la historia de los hombres para reconciliarlos consigo mismo e instaurar un reino de verdadera justicia, de paz, prosperidad y hermandad por medio de su Ungido, nuestro Señor Jesucristo. 

Pero el rechazo de los líderes judíos y la indiferencia de las multitudes respecto a la verdad de Su Persona y su mensaje (Mr 3:20-35), provocó un cambió en la actitud de Jesús respecto a ellos y también en la enseñanza: Dejó de visitar frecuentemente las sinagogas de ellos, comenzó a enseñar por parábolas y a reunir un nuevo pueblo alrededor de su persona.

Lejos de desanimarle o de frustrar los planes de Dios, este rechazo lo que indicaba es que el momento de desvelar nuevos aspectos del reino, inéditos incluso en el Antiguo Testamento, había llegado (Mt 13:35):

Ese reinado literal de Mesías sobre Israel, anticipado por los profetas tendría que esperar. Pero eso no significaba que el Reino de Dios no iba a hacerse presente en medio de este mundo rebelde, o que los hombres no iban a ser reconciliados con Dios por medio de Su Ungido. 

Durante este nuevo periodo de tiempo, la extensión del reino se realizaría mediante la predicación de la Palabra a todos los hombres, y se haría realidad en los corazones de aquellos que, en vez de rechazar al Mesías, lo reciban como Salvador y Señor.

Esta parábola del crecimiento de la semilla sirve para ilustrar esto. Como la Palabra del Evangelio obra en los corazones produciendo una gran cosecha de hombres y mujeres para el reino de los cielos.

El labrador.

(Mr 4:26) “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra,”

Es interesante preguntarnos por el labrador. ¿Quién es? ¿Es Jesús durante su ministerio en la tierra? ¿Son aquellos que predican la Palabra alrededor del mundo continuando la siembra de Jesús? La cuestión no deja de ser interesante, y quizás ambos planteamientos sean correctos, de hecho hay una gran enseñanza para aquellos que aman la Palabra y quisieran verla crecer; pero como veremos a continuación, el énfasis estará en la semilla y como obra transformando corazones para el Reino de Dios.

Y para ilustrar este actuar, el Señor recurre a uno de los milagros más hermosos de la naturaleza, “el desarrollo de una semilla”.

La semilla.

(Mr 4:27) “y duerme y se levante, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.”

Esta referencia al dormir y levantarse, a la noche y el día, no indican que el labrador, de repente, se hace perezoso. Lo normal es que esté ocupado en las tareas propias. Regar si le es posible, limpiar, preparar y sembrar nuevos campos, etc. Con esta secuencia  de palabras lo que se quiere ilustrar es su incapacidad para producir el fruto deseado o para controlar los tiempos: “la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.”

Importante lección para nosotros que somos sembradores de la Palabra en el tiempo presente, y que desesperamos ante la falta de resultados: El crecimiento de la Palabra en el corazón no se puede forzar. Es Dios, y no nosotros, quien controla el proceso y sabe los tiempos (1ª Co 3:6-7). 

(Mr 4:28-29) “Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”

La palabra griega que traducimos “porque de suyo” es autómatos, “que se mueve por sí mismo”. De ahí nuestra palabra “automático”. Algunos han querido ver aquí al hombre (la tierra) cooperando para su propia salvación. Pero en realidad el verso es una referencia a lo que la semilla/palabra hace en contacto con la tierra, o como explica Hendriksen, se trata de una metonimia. Es la Palabra la que tiene en sí misma el secreto de la vida y del crecimiento: 

Tiene el poder para hacer nacer de nuevo  (1 P 1:23) (Stg 1:18). 

Tiene poder para ayudarnos a crecer (1 P 2:1-2). 

Tiene poder para salvar nuestras almas (Stg 1:21). 

Todo esto es posible porque la palabra de Dios es viva y poderosa, está llena del Espíritu Santo (He 4:12) (Jn 6:63).

De nuevo nos damos cuenta que el énfasis está en el proceso de crecimiento: “Primero hierba”, “luego espiga”, “después grano” y “cuando el fruto está maduro” entonces viene la cosecha. Todos queremos resultados inmediatos, respuestas rápidas, soluciones urgentes, conocimiento express, pero toda obra lleva su tiempo y cada cosa un curso natural. El énfasis es aprender de la paciencia del labrador “…y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.” (Stg 5:7). 

Algunos relacionan estas palabras con la Segunda Venida, o con el tiempo del juicio, al final de los tiempos, etc. Pero siguiendo con la “línea de exposición”, y sin desmerecer otras opiniones, creo que el énfasis está en saber esperar a que la Palabra complete la Obra de los corazones para poder cosechar almas (Jn 4:35). La hoz debe usarse cuando el fruto está maduro según el tiempo de Dios y no según la impaciencia de los hombres.

Lecciones para el sembrador/labrador.

“Muchos han perdido la fe en esta divina simiente, y siembran otra clase de híbrida simiente humana. Nunca sacarán de su siembra sino hierbajo, tal vez hierbajo floreciente, pero sólo hierbajo, después de todo.

Algunos se desesperan cuando predican la Palabra y temen que ésta no hará su obra a menos que ellos sigan ayudándola de algún modo. Pero todos sus esfuerzos adicionales no hacen otra cosa sino estorbar a La Palabra en su obra normal. Una confianza completa en la Palabra es la única reacción que le hace justicia.” (R. C. H. Lenski).

 

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