22 La parábola de la semilla de mostaza

parabola

La parábola de la semilla de mostaza,

Jesús y las parábolas

parabola 

La parábola de la semilla de mostaza 

(Mr 4:30-32).

(Mr. 4:30) “Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?”

“Decía también” Marcos continua con las parábolas que Jesús contó en aquella ocasión junto al mar de Galilea. No se trata de un relato de todas las parábolas dichas en aquel día, sino de una pequeña selección (Mr 4:33). Las que Marcos, guiado por el Espíritu, creyó más oportunas para el propósito de este evangelio. No olvidemos el carácter eminentemente dinámico que quiso imprimir al relato, y esto en atención a los primeros lectores que tenía en mente. Creyentes de origen romano principalmente. En contraste, Mateo es más extenso. Recoge siete parábolas (Mt 13). 

Una pregunta inquietante.

“¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?” Inquietante la pregunta con la que el Señor introduce la siguiente enseñanza sobre el reino. Inquietante al menos para los discípulos. Recordemos la situación de aparente fracaso en la que el ministerio de Jesús. Las cosas no parecían pintar bien.

Ya sabemos que los hombres son responsables de lo que oyen y que no todos iban a oír; ya sabemos que la Palabra tiene vida en si misma y transforma los corazones, pero, ¿Y qué de todo esto si resulta que los receptores de Su ministerio, el pueblo judío, rechazaba mayoritariamente el mensaje? (Jn 1:11) ¿Qué futuro esperaba a todo aquel esfuerzo de Jesús y los suyos? El Señor tiene la ilustración adecuada para continuar con la enseñanza del “misterio del reino”, para revelar otra verdad.

(Mr 4:31) “Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra”.

La mostaza, posiblemente la mostaza negra, era quizás la mas pequeña de todas las semillas del huerto. Se la compara con la cabeza de un alfiler. De ahí que se usara como dicho popular cuando se quería hablar de algo verdaderamente pequeño. 

Mirando un diccionario aprendemos que se la considera una clase de hortaliza, una planta herbácea, de rápido crecimiento, originaria de la cuenca del Mediterráneo, conocida y cultivada en Israel para extraer aceite de sus semillas. 

(Mr 4:32) “Pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.”

Sin embargo, y en contraste con el resto de plantas, esta crecía hasta alcanzar una altura de entre dos y tres metros. No es un árbol propiamente dicho, no tiene tallo leñoso, pero a causa de su altura y abundancia de ramas es lo mas parecido a un arbusto. Tampoco es extraño ver los pájaros a su alrededor, descansando y comiendo estas pequeñas semillas.

Y ahora viene la cuestión más difícil ¿Qué faceta del reino quiso ilustrar el Señor con esta parábola? En este caso el Señor no nos dejó su interpretación, de ahí que debamos ser respetuosos si aún haciendo una buena exégesis no coindicidimos en todos los detalles.

La parábola en relación con el reino.

Si comparamos esta con la parábola anterior, la del crecimiento de la semilla, nos damos cuenta que la similitud es evidente, ambas tratan del crecimiento. Pero el énfasis difiere:

En la primera, se hacía notar como la Palabra crece en los corazones sin que el labrador sepa cómo, y como produce una gran cosecha de almas para el reino de Dios.

En esta, la semilla de mostaza, el énfasis estará en el desarrollo o crecimiento exterior del mismo. En otras palabras, que el rechazo de los judíos no condicionaría ni el futuro ni el crecimiento del reino de Dios.  

A veces el desprecio o indiferencia con que se recibe la Palabra a nuestro alrededor, en nuestro querido país y aún en la vieja Europa, nos asusta y nos desanima. Pensar en el futuro del Evangelio nos entristece. Pero el futuro del Evangelio no está comprometido por esta actitud. Allí donde nosotros menos lo imaginamos, la Palabra germina, y Dios levanta hombres y mujeres comprometidos y extiende el Evangelio.

Pero volviendo a la parábola, el punto esencial, y donde debe buscarse la enseñanza, está en el contraste entre la pequeñez inicial de la semilla y el enorme desarrollo que puede tener la planta. Aplicado al reino de los cielos, entre lo que fue un comienzo pequeño, ridículo, casi irrisorio, del reino, y la grandeza del resultado final, el futuro glorioso del mismo. 

¿A qué comienzo insignificante se refería el Señor Jesucristo?

Seguramente tenía que ver con su propio ministerio público: un rabí desconocido, un rincón perdido de Palestina, un puñado de discípulos apenas preparación, abandonado finalmente por las multitudes, sin reconocimiento de los líderes religiosos y sin influencia política. ¿Qué podía surgir de ahí? ¡Un “líder” que finalmente es detenido y muerto de manera ignominiosa, en una cruz, rechazado por su pueblo y abandonado incluso por sus discípulos! Ese fue el comienzo ¿No es decepcionante? Como resume Pablo «nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura» (1 Co 1:23).

¿Y cuál el final glorioso al que se refiere?

La respuesta a dividimos en dos, qué ha sucedido en estos dos mil años de historia, y cual será su final.

En cuanto a su crecimiento presente: Es muy interesante reflexionar en como ese pequeño grupo de discípulos asustados, pronto se convirtieron en los precursores de un gran movimiento que empezando desde Jerusalén, Judea y Samaria, han extendido el evangelio del reino de Dios por todo el mundo. Y todo ello aún en medio de feroz persecución. En los cinco continentes, de una u otra manera, el Evangelio ha sido anunciado. Son muchos los que han encontrado respuesta y Salvación verdadera en Jesús. Y es inmenso el beneficio que el Evangelio ha traído a la humanidad.

En cuanto a su crecimiento final: En Daniel hay una visión donde se compara a Nabucodosor y su reinado con un gran árbol que se extiende descomunalmente, y cuyas ramas y frutos sirven de alimento y protección tanto a los animales como a las aves (Dn 4:10-22). Pero esta semilla diminuta, enseña Jesús, crecerá hasta convertirse en un árbol mucho más grande y más majestuoso que cualquier gran reino de este mundo.

Las ramas de este árbol, y apuntamos ahora al momento en que el Mesías se manifieste en su Segunda Venida, se extenderán majestuosamente no solo hasta los confines de la tierra, sino del universo. Sus beneficios no se extenderán solo a todas las naciones, trayendo verdadera paz, seguridad, satisfacción y deleite a todos los hombres que habiten bajo su sombra, sino también a toda la creación, liberando la misma de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro 8:21).

¿Y qué de las aves que vienen a morar bajo su sombra? 

La cuestión es interesante porque existe mucha controversia al respecto. Mencionamos cuatro puntos de vista:

Para algunos la mención es anecdótica, es decir las aves forman parte del escenario, son necesarios para dar fuerza a la imagen del crecimiento de la semilla.

Hay comentaristas que, siguiendo la explicación del la parábola del sembrador, las identifican con la influencia del maligno. Es decir, personas sin regenerar que se introducen entre el pueblo de Dios para hacer daño y tratan de pervertir el Evangelio. 

Hay otra interpretación paralela a la anterior pero diferente. Efectivamente se trata incrédulos, pero en este caso se trata de los beneficios que el Evangelio ha tenido en las personas o sociedades que de alguna manera han sido influenciadas por el cristianismo (ver Lenski)1. Estamos en un momento donde el hombre, en su locura, señala a la influencia “judeo cristiana” como la causante de los grandes males de nuestra sociedad, una herencia que hay que superar, pero eso es falso. Les aseguro que el mundo anterior a la irrupción del Evangelio, ese si que era un mundo de oscurantismo, opresión y denigrante a la condición humana. 

Pero existe también otra forma de enfocar esta presencia: Una referencia a la incorporación de los gentiles al programa del reino de Dios (ver John D. Grassmick)2

En este caso, de nuevo acudimos a una revelación del A. T. y nuevamente con árboles (Ez 17:22-24). Este árbol magnífico, plantado en medio de Israel, es una referencia al Mesías. Y estas “aves de toda especie” a las naciones que serán atraídas y bendecidas por Él. El cumplimiento total apunta al reinado final de Jesús, pero es una realidad anticipada a través de la predicación del Evangelio. 

Personalmente creo que esta última interpretación, la incorporación de los gentiles, está más en línea con el propósito de Marcos en estas tres parábolas del reino. Mateo hace todo un programa del desarrollo del reino durante el periodo intermedio, entre el rechazo de los judíos y la manifestación gloriosa del Mesías. Insiste además en la oposición del maligno y sus intentos por desvirtuarlo. Pero Marcos parece que quiere ser más “positivo”. Enseña como, a pesar del rechazo de Israel, el Evangelio del reino de Dios se extiende hasta alcanzar a sus lectores gentiles. 

Jesús y las parábolas 

(Mr 4:33-34).

Pero aún no hemos terminado con este apartado dedicado a las parábolas de Jesús, queda una palabra final, el comentario que Marcos añade al discurso. Dos cosas destacan aquí: 1. El uso que hace de las parábolas 2. Su sabiduría como Maestro.

El uso que Jesús hace de las parábolas.

(Mr 4:33-34) “Con muchas parábolas como esas les hablaba la Palabra… Y sin parábolas no les hablaba, aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.”

“Con muchas parábolas como esas les hablaba la Palabra…” Es decir, Marcos recuerda que la enseñanza de Jesús no se limitó a tres parábolas sino que hubo mucho más. Está en Mateo 13. El solo ha hecho una pequeña selección según su propósito, introducir a sus lectores en “el misterio del reino de Dios” y enseñar como el mismo se extiende a pesar de la indiferencia del pueblo judío y la oposición de sus dirigentes.  

“Y sin parábolas no les hablaba,…” Esto no significa que desde entonces el Señor renunció a la enseñanza directa, o a contestar las preguntas de ellos, enseñando así a todos los presentes. Lo que significa es que a partir de ese momento las parábolas se multiplican, que toman un lugar relevante en su enseñanza, que cualquier ocasión era buena para que estas aparecieran.

“…aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.” Dicho así, sin más explicación, pareciera que Jesús discriminaba de manera caprichosa a la gente, “estos sí, que me caen bien, le digo todo, a estos no, que no los soporto”. Es necesario recordar al menos dos de los propósitos que tenían las parábolas: 

Efectivamente, un propósito era separar al auditorio pero no de forma caprichosa sino según la actitud frente a la Palabra y la persona de Jesús. Así están los simples oyentes, los que se conformaban con la historia y gustaban de sacar sus propias conclusiones y que no querían más de Jesús, y los que están cerca, aquellos que en verdad estaban dispuestos a oír y obedecer el Evangelio.

Y por otro lado había un propósito judicial. Que aquellos que previamente, y además de manera obcecada y maliciosa, habían endurecido sus corazones contra Jesús quedaran en ignorancia.

Su sabiduría como maestro.

Todavía queda una frase que hasta ahora hemos omitido:  “…les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.” (Mr 4:33)

¿Qué significa esto? El Señor sabía adaptar la enseñanza, tanto en cantidad como en profundidad, a las posibilidades del auditorio. Todo un ejemplo para los que de una u otra manera enseñan la Palabra (en la clase bíblica, con los jóvenes, en una reunión familiar, cuando se testifica personalmente). Tomando como fondo el ministerio del Señor, alguien hacía las siguientes recomendaciones:

1. Adaptar la enseñanza a la capacidad de la audiencia.

Primera y gran lección que podemos aprender. El Señor sabía cuando usar una ilustración, cuando hablar de forma directa o indirecta, cuando parar o cuando alargar la enseñanza. Evidentemente esto no siempre es fácil. Pero el ejemplo del Señor nos invita a ejercitarnos también en este aspecto de la predicación. Observemos la sensibilidad de Jesús (Jn 16:12). 

Recuerda: “No hay ninguna virtud en hablar por encima de las cabezas de la audiencia.” “Tirar por encima del blanco solo demuestra que se es mal tirador”.  “Jesús no dijo apacienta mis jirafas”, estas comen de la parte alta de los árboles, sino “apacienta mis ovejas”, estas generalmente deben agacharse para comer.

2. Evitar el exhibicionismo. 

Hay “púlpitos” que tienen una gran proyección, es decir llegan a cientos e incluso miles de personas. De ahí que muchos hayan convertido esas plataformas en el modo de autopromocionarse exhibiendo su locuacidad o su carisma. En nuestros círculos generalmente este alcance no existe, es todo más modesto, pero esto no implica que no luchemos con la misma tentación. 

Tengamos presente el ejemplo de Jesús (Jn 5:41) (Jn 8:50). Él no buscaba su propia fama ni la admiración de los hombres. Su propósito era agradar al Padre y alcanzar a las personas con el mensaje de Dios (Mr 6:34). De la misma forma, el que predica o enseña no tiene como objetivo deslumbrar a los presentes con su conocimiento, sino agradar a Dios y alumbrar con la Palabra.

3. Evitar el sentimiento de superioridad. 

Este es un punto delicado, un peligro que acecha al predicador y en el que caemos casi sin darnos cuenta. Situarnos en un plano de superioridad frente a la congregación. 

En este sentido, dicen los más entendidos, que esto puede manifestarse de dos formas extremas: 

Cuando el predicador trata a sus oyentes como si fuesen niños, personas inmaduras o con pocas capacidades. Lo cual no implica que no se deba ilustrar la predicación de manera adecuada.

Cuando el predicador usa un lenguaje excesivamente teológico, con constantes alusiones al griego, al hebreo. Lo cual no implica, sabiendo explicar, usar estos apoyos cuando haga falta.

Recordar que los oyentes, aun siendo más o menos instruidos, son personas inteligentes y terminan por darse cuenta de estos excesos. Este tipo de actitud, si no se corrige, termina creando rechazo y desvirtuando la Palabra. En este sentido, el Señor nos ayude:

A saber identificarnos con el auditorio, sabiendo utilizar las palabras adecuadas y desechando cualquier actitud que pueda parecer prepotente. Recordemos el ejemplo de Jesús (Fil 2:5-7).

Como escribió Pablo, a ser conscientes de nuestros límites y posibilidades, y siempre, a depender del Señor (Ro 12:3). 

4. El maestro debe siempre animar, nunca desanimar. 

Y esto último, sin querer, es lo que muchas veces conseguimos. Cuando llenamos nuestra exposición de palabras excesivas sin un mensaje definido, terminamos aburriendo a los oyentes. Cuando el expositor no es paciente y se deja dominar por la ira, termina apartando de sí  los creyentes. Cuando continuamente usa el látigo en su predicación, termina desanimando a los oyentes. 

Recordemos que el propósito último de la enseñanza es edificar la iglesia. Incluso remover conciencias, y a veces con palabras duras, pero no para buscar el abandono sino para corregir y restaurar (2 Co 7:9-10). 

En este sentido me gusta las palabras de Jesús en (Mt 11:29) cuando Jesús dijo “aprended de mí, que soy manso y humilde corazón”. En contraste con los fariseos y los escribas, Jesús se presenta como el verdadero, el mejor Maestro que puedes tener, alguien que vive lo que enseña, que no pierde los nervios, que no usa su posición para dejar a nadie en evidencia, que es paciente, y que sabe ponerse a la altura del que está aprendiendo. 

A modo de conclusión.

Marcos no es muy dado a detenerse en los discursos del Señor, sin embargo es interesante que en este caso hace una excepción. Es tan importante lo que se dijo junto al mar de Galilea, en aquella ocasión, que de ninguna forma quiere pasarlo por alto. 

Ese era el momento elegido por el Señor para hablar de lo que Él mismo llamó “el misterio del reino de Dios” (Lc 4:11) (Mt 13:35), es decir, para desvelar aspectos del mismo que hasta ahora eran desconocidos, y que alcanzaban también a sus lectores gentiles. 

El misterio del reino “en tres parábolas”.

Marcos escoge solo tres parábolas, pero suficiente para cumplir su propósito de enseñar a sus lectores. No olvidemos que detrás de estas decisiones está la guía del Espíritu Santo:

La parábola del sembrador (Mr 4:1-20). El reino de los cielos no se iba a extender mediante la violencia o con una revolución, sino mediante la predicación de la Palabra a toda criatura.

La parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:26-29). Se trata de una obra trasformadora que Dios hace, por Su Palabra, en el corazón de los hombres.

Parábola de la semilla de mostaza (Mr 4:30-32). A pesar de su comienzo humilde, incluso de rechazo, esta predicación estaba llamada a extenderse no solo por Judea y Samaria, sino hasta los extremos del mundo conocido, y llevar los beneficios del Evangelio a todas las personas sin excepción.

Algunas enseñanzas prácticas.

Para terminar, recordamos algunas aplicaciones prácticas de estas parábolas para nuestra vida y servicio cristiano:

Parábola del sembrador (Mr 4:1-20):

Que la labor del sembrador es sembrar la Palabra, sin hacer distinciones con las personas. Nosotros no conocemos la realidad del corazón y por tanto tampoco la clase de tierra donde estamos plantando. Tampoco el momento en cambiará de dura a buena tierra. Quien único lo conoce es Dios.

Parábola del crecimiento de la semilla (Mr 4:26-29).

A tener paciencia. Que no veamos fruto inmediato no significa que la Palabra no esté obrando. A su tiempo germinará. Todos los esfuerzos adicionales que podamos hacer lo único que harán será estorbar a La Palabra en su obra normal. En vez de intentar forzar el fruto lo que corresponde es orar, mantener el buen testimonio; preparar nuevas tierras y plantar nuevas semillas.

Confiar en la Palabra. “Muchos han perdido la fe en esta divina simiente, y siembran otra clase de híbrida simiente humana. Nunca sacarán de su siembra sino hierbajo, tal ver hierbajo floreciente, pero sólo hierbajo, después de todo.” “Una confianza completa en la Palabra es la única reacción que le hace justicia.” 

Parábola de la semilla de mostaza (Mr 4:30-32):

La importancia de las cosas pequeñas. ¿Desanimado porque mi clase bíblica apenas tiene uno o dos niños? ¿Por qué mi don o mi talento no es llamativo? ¿Por qué mi palabra es torpe? “El grupo que se reúne es muy pequeño ¿merece la pena predicar allí?” 

La tendencia general es a despreciar lo pequeño, bien por número, bien por oportunidades, bien por trascendencia, a favor de los multitudinario, de lo llamativo o de lo mediático. Es el resultado de querer aplicar los principios humanos a la Obra de Dios. Pero el Evangelio no funciona así. 

Es verdad que el Señor sabía buscar las oportunidades, y aprovechar los grandes momentos. Pero también es cierto que lo pequeño es importante muy para Dios, también lo pequeño es usado por Dios para hacer cosas grandes (Mr 6:38, 42-44) (1ª Co 1:26-29) (Zac 4:10,7).

1. R.C.H. Lenski. “La interpretación de el Evangelio según San Marcos.” Publicaciones El escudo. México. 1962.

2. John D. Grassmick (Marcos). Mateo, Marcos, Lucas. El conocimiento Bíblico. Un comentario expositivo. Editorial ELA. Pág. 153.

 

Natanael Leon