24 El endemoniado gadareno

El endemoniado Gadareno

(Mr 5:1-20)

No sabemos cómo este pobre infeliz llegó a esta condición, pero lo cierto es que Dios mismo, desde la antigüedad, advierte que el “ocultismo” no es un juego inocente y no tiene que ser practicado. Aparte de que hay muchos charlatanes que pueden vaciar tu bolsillo, este tipo de prácticas crean adicción, esclavizan, pueden trastornar el buen juicio, y en casos extremos es una invitación abierta al control directo del maligno.

 

 

 

Después de enfrentar las fuerzas de la naturaleza mostrándose como el Señor de la creación (Mr 4:35-41), ahora lo hará con las huestes de maldad dando libertad a un pobre hombre esclavizado por Satanás. Estos encuentros son relevantes porque son un anticipo de su victoria final sobre Satanás y el pecado. 

Pero este caso tiene además un elemento especial. Sucede en territorio gentil, y posiblemente muchos de los implicados no eran judíos. Esto es importante porque anticipaba que el Evangelio no es solo para una clase de personas, sino para todos sin distinción.

Un desembarco accidentado (Mr 5:1-2).

(Mr 5:1) “Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.”

Tenemos que suponer que cuando llegan a la otra orilla, después de la tormenta, ya era de día. El territorio es Decápolis (las diez ciudades), Marcos la llama “región de los gadaneros” quizás a causa de la ciudad de Gadara, que estaba como a 10 km.

(Mr 5:2) “Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, un hombre con un espíritu inmundo.”

Si los discípulos esperaban una mañana tranquila para descansar junto a Jesús, se equivocaron. Enseguida un pobre hombre, una persona envuelta en un sufrimiento espantoso, sale a su encuentro.  

Creo que tienen razón los que dicen que aquel hombre era un enfermo mental, alguien tremendamente desequilibrado. Quizás incluso se pueda dar nombre a su enfermedad, un trastorno grave de la personalidad, un tipo de paranoia, esquizofrenia. Pero también es cierto, que en este caso la enfermedad tenía una característica diferenciadora: Estaba provocada por la acción del maligno en su vida. Estaba poseído por demonios.

La posesión es una forma extrema de sometimiento por parte del diablo y que se hizo muy evidente en aquellos tiempos, quizás como una respuesta de Satanás ante la inminente aparición de Jesús en el mundo, como una autoafirmación de su poder, para intentar obstaculizar Su Obra.

No sabemos cómo este pobre infeliz llegó a esta condición, qué sucedió, pero lo cierto es que Dios mismo, desde la antigüedad, advierte que el “ocultismo” no es un juego inocente, y no tiene que ser practicado. Aparte de que hay muchos charlatanes que pueden vaciar tu bolsillo, este tipo de prácticas crean adicción, esclavizan, pueden trastornar el buen juicio, y en casos extremos es una invitación abierta al control directo del maligno.

(Dt 18:10-11) “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.”

Esto incluye “juegos” como “echar las cartas”, la “escritura automática”, la guija, y otras prácticas… que por momentos se hacen populares incluso entre los más jóvenes. 

Una personalidad destruida (Mr 5:3-5).

Ahora Marcos hace un paréntesis para describir la terrible condición en la que vivía este hombre. Hay algunos que toman el satanismo como un juego, incluso que se confiesan entusiastas del mismo, pero Satanás siempre ha sido un mal pagador con los que se confían a él:

“tenía su morada en los sepulcros” (Mr 5:3). Ni llevaba ropa, ni vivía en una casa, dice Lucas, sino en los sepulcros. Los sepulcros eran cuevas naturales o excavadas en la ladera de las montañas con este fin (Lc 8:27).

Se está describiendo el final de un proceso que le llevó a su desintegración y al embrutecimiento. Su comportamiento era más propio de un perro salvaje que de un ser humano. Había hecho de la oscuridad y la muerte su compañera. Era como un muerto en vida. El Diablo le había robado su dignidad y lo había desdibujado como persona.

Dominado por una violencia extrema (Mr 5:3-4). “nadie podía atarle, ni aún con cadenas.” (Mr 5:3). No es solo que tenía fuerza sobrehumana sino que era destructivo. Agredía a todo el que encontraba en su camino (Mt 8:28).

Abandonado por los suyos (Mr 5:4) (Lc 8:29) “Muchas veces había sido atado… y nadie le podía dominar.” (Mr 5:4). Marcos y Lucas recuerdan que bien por miedo o por compasión, en más de una ocasión intentaron retenerlo. Y aunque el texto no lo diga, lo propio es que intentaran ayudarle, según las costumbres del lugar y la época. Pero todo sin éxito. Rompía los grilletes, rompía las cadenas y escapaba a los lugares desiertos.

Por dos veces Lucas dice que estaba así “desde hacía mucho tiempo” (Lc 8:27,29). Es decir, se le consideraba un caso perdido.

Tenía tendencias suicidas. “dando voces… e hiriéndose con piedras” (Mr 5:5). Parece ser que aquella posesión le producía tal desesperación, tal angustia, tal dolor que no paraba de gritar e incluso de hacerse daño, curiosamente una forma de mitigar ese tormento (ver 5:15 “atormentado del demonio.”).

¡Que contrates entre la obra del Diablo y la Obra de Dios! Mientras que el primero, como ilustra este ejemplo extremo, anula la personalidad, el dominio propio, el respeto por sí mismo y esclaviza, el Espíritu Santo libera, nos hace nuevas criaturas, restituye la dignidad y trae dominio propio. 

Pablo, en su carta a los cristianos de Efeso, llama a Satanás “el príncipe de este mundo”, y recuerda que de una u otra manera el controla este presente sistema de cosas. Sin necesidad de “poseer” como hizo con ese hombre, él hace sentir su influencia sobre este mundo y marca su dirección (Ef 2:1-3). No es de extrañar que cada vez más la imagen del ser humano esté más desdibujada, y vivamos en un periodo de desintegración personal, familiar y social. 

La pregunta es ¿bajo qué influencia quieres vivir? Creer en el Señor Jesucristo como único y suficiente Salvador, someternos a Él, es pasar de este reino de oscuridad al reino de Jesús (Col 1:13). Jesús es la respuesta para el mundo hoy.

La confrontación entre Jesús y los demonios (Mr 5:6-12).

(Mr 5:6) “Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.”

Posiblemente, estando en una de las laderas de las colinas vio una barca que se acercaba y fue corriendo hacia ellos en actitud violenta. Era lo que siempre hacía. Pero al llegar a la orilla la sorpresa es mayúscula. Quien ha descendido de la barca no son unos viajeros despistados que no saben donde están, es Jesús, el Hijo del Dios Altísimo. Ante su presencia, como no podía ser de otra manera, aquel endemoniado se siente impelido a ponerse de rodillas delante Él (Stg 2:19). 

Pero estar de rodillas ante Jesús no significa que sea un acto de sincera adoración, un reconocimiento voluntario de su señorío. Esto se ve en la forma brusca, incluso descarada con la que habla a Jesús: 

(Mr 5:7) “Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes”.

También llama la atención la “buena teología” que los demonios pueden llegar a tener: Reconoce la divinidad de Jesús, le llaman “Hijo del Dios Altísimo”. Y saben del final que les espera.

Recordemos, que una persona tenga buenas formas religiosas, que tenga apariencia de piedad, incluso conocimientos de Biblia, no significa que sea un verdadero cristiano, alguien que ha vivido un verdadero quebrantamiento. Sus actitudes frente a la vida y frente a su prójimo, la obediencia a la Palabra, son las cosas que mostrarán la realidad del corazón.

Pero ¿Por qué la actitud de desafío? “¿Qué tienes conmigo…?” , como diciendo “¿Y yo que te he hecho? ¿Por qué me molestas?” y esto gritando. ¿Por qué este clamor, donde incluso se invoca a Dios? “Te conjuro por Dios que no me atormentes”

Este “tormento” hace referencia al ser recluido en el abismo (Lc 8:31). Al parecer un lugar de retención antes del juicio y destino final. Es el lugar reservado para Satanás y sus ángeles durante el milenio (Ap 20:10), y posiblemente las prisiones de oscuridad que menciona Judas 6. 

La respuesta a este por qué de su resistencia, pese a que nada podía hacer, está en el verso siguiente:

(Mr 5:8) “Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.”

Mientras sus conciudadanos veían un desecho de la sociedad, Jesús sigue viendo a una persona que está sometida a un terrible sufrimiento y necesitaba ayuda. En consecuencia ordena al demonio que salga. 

A los demonios no se les llama “inmundos” por simple capricho. Al contrario del lavado de cara que se le quiere hacer al espiritismo, Jesús insiste en que su condición es inmunda, sucia, impura, nada bueno sale de ahí, solo destrucción y muerte.

El propósito de Satanás y sus demonios.

(Mr 5:9) “Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.”

¿Qué importancia podía tener saber el nombre de este desdichado? Algunos sugieren que esto formaba parte del exorcismo, saber el nombre da autoridad sobre él. Pero esto no tiene fundamento. Su Autoridad, en esta como en las otras ocasiones donde enfrenta a los demonios, está fuera de toda duda. 

Quizás la clave esté en la respuesta que Jesús recibe. Aquel infeliz no contesta dando el nombre que sus padres le pusieron al nacer, sino con uno que describía su estado espiritual: “Legión me llamo, porque somos muchos”. “Legión” era  la unidad básica de la infantería romana,  que podía llegar a los 6.000 legionarios. Esto no significa que fueran tantos, sino simplemente que eran muchos. Al preguntar por su nombre el Señor pone de manifiesto:

Por un lado, el grado de esclavitud en que vivía. Había renunciado a su nombre, a ser él mismo. También la terrible condición de tormento que padecía, era como menos que un juguete.

Por otro, la Autoridad de Jesús. No había legión de tinieblas, por numeroso que fuese, que pudiera resistir ante su presencia. Y podemos añadir, a modo de aplicación, no hay condición humana que sobrepase el poder de Jesús, ni pecado, por grande que sea, que no tenga perdón por la sangre de Jesús.

El propósito del diablo para con el ser humano no es producir mayores cotas de libertad, de conocimiento y felicidad. “Pobre humanidad, es que Dios les quiere amargar la vida”. Es de tipo militar: es conquistar y dominar y destruir.

(Mr 5:10) “Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.”

Más que un interés particular por quedar en la provincia, lo que estas palabras muestran es la preocupación por evitar a toda cosa ser echados al abismo, al lugar de juicio que les corresponde. Los espíritus sabían que toda resistencia era inútil, y que inevitablemente debían abandonar a aquella persona. 

La liberación del endemoniado 

(Mr 5:11-12) “Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.”

A una cierta distancia, en la ladera de la montaña, había una gran piara de cerdos comiendo. Es de suponer que los cerdos tenían diferentes propietarios, de ahí la gran cantidad de animales, y que un grupo de asalariados, los pastores, cuidaban de los mismos. Esta presencia de cerdos, que en la ley de Moisés eran considerados animales sucios (Lv 11:7-8), señala a la importante presencia e influencia gentil que había en aquel territorio.

¿Por qué a los cerdos? No lo sabemos. Quizás porque eran los únicos seres vivos que habían en la zona sin ser las personas. Quizás porque creían que al ser animales inmundos el Señor no se negaría. Hay quienes incluso suponen la intención de provocar un conflicto con los habitantes del lugar. Ellos sabían que de aquella “combinación” no saldría nada bueno.

(Mr 5:13) “Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.”

Si el hombre, buscando alivio a su tormento se hería con piedras ¿Cómo se comportarían aquellos pobres animales ante tan repentino dolor? Los animales enloquecieron y se precipitaron al mar. Esta frase “Y luego Jesús les dio permiso” plantea al menos una reflexión y varias preguntas: 

Lo primero, que ellos no pueden hacer nada sin el permiso de Jesús. En consecuencia, el hijo de Dios, el creyente, puede estar tranquilo frente a cualquier temor o amenaza de este tipo. ¿Qué nos sentimos acosados u oprimidos de manera especial por el maligno, que nos amenazan con maldiciones intentando infundir miedos en nosotros? Fuera temor. Dice la Escritura, “Mayor es el que está con nosotros”. Jesús tiene la Palabra final.

Ahora las preguntas: ¿Por qué les dio permiso? ¿Acaso no sabía el triste final de los animales? ¿Acaso no sabía del enfrentamiento con los habitantes que iba a provocar? ¿Por qué les siguió el juego?

Realmente no hay una respuesta definitiva, pero desde luego ni el Señor es insensible ni tampoco se dejó engañar. Detrás de este suceso, y entrelazado con la liberación de aquel hombre, había un propósito. Y esto nos lleva a lo que sería la segunda parte de este relato (Mr 5:14-20).

Jesús y los habitantes de Gadara (Mr 5:14-20).

(Mr 5:14) “Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.” Para completar el cuadro, añadimos el verso 16. (Mr 5:16) “Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.”

Desde la distancia, aquellos cuidadores habían sido testigos del encuentro del endemoniado con Jesús. Seguramente desde la  ladera de la montaña vieron la barca acercarse, al endemoniado correr hacia los forasteros. Pero entonces algo extraordinario sucedió. En vez de ver el acostumbrado episodio de violencia, se quedaron atónitos cuando lo vieron ponerse de rodillas ante uno de los visitantes. No escucharon la conversación, pero no era necesario para entender que la repentina estampida de los animales tenía que ver con lo que estaba sucediendo en la orilla.

Mientras algunos se quedaron, y después explicaron con más detalle lo sucedido, otros corrieron a la ciudad, posiblemente Gadara, y a las aldeas cercanas, a sus patronos y vecinos, y contaron todo. La gente, alarmada, pues se habían quedado sin sus animales, sin sus ganancias, enseguida acudió al lugar para ver que pasaba.

“Y tuvieron miedo.”

(Mr 5:15) “Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.” 

Dos escenas llaman aquí la atención: 

Por un lado, está la de un hombre plenamente restaurado: sentado, vestido y vuelto en sí. Jesús no solo le ha devuelto la dignidad que una vez le fue arrebatada sino que también ha encontrado junto a Jesús la paz que nunca, incluso antes de su desgracia, había conocido. De hecho, lo veremos después, se quiere ir con Jesús.

Por otro, a un grupo de personas, ciudadanos respetables, que aún cuando han visto que la causa de sus miedos, aquel endemoniado, ya no existe, están asustados. Ahora es la presencia de Jesús la que les incomoda, le tienen miedo. ¡Esto no tiene lógica! 

No tiene lógica, salvo que la condición de sus corazones fuera peor que la de aquel pobre hombre, y esto sin necesidad de presencia maligna. Es decir, el egoísmo, solo yo y mi bienestar importan, y la codicia, la acumulación y disfrute de lo material sobre todo lo demas, era lo importante para ellos. También estaban deshumanizados.

Jesús confronta a los buenos ciudadanos.

Y aquí encontramos una posible explicación al por qué Jesús accedió al ruego de los demonios y permitió el trágico fin de aquellos animales: Confrontar a aquellas personas con su triste condición espiritual. Tan ciegos estaban que no eran capaces de alegrarse por la liberación y bienestar de aquel compatriota. Lo material pesaba más que la preocupación por el otro.

Muchas veces somos duros a la hora de juzgar al prójimo en su condición caída, al drogadicto, a la prostituta, al alcohólico, al que practica la promiscuidad, y no vemos la realidad de nuestro corazón. La Escritura contiene las mismas palabras para todos: “No hay justo ni aún uno” “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3:23).

Tanto los buenos ciudadanos como aquellos que han tocado fondo en la vida, todos necesitamos de Jesús, de su poder perdonador y restaurador. De la nueva condición y la nueva vida que produce cuando finalmente nos rendimos a Él y le reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Mi querido amigo, frente a Jesús ¿Cuál será tu respuesta?

Dice un comentarista que el siguiente verso es quizás una de las escenas más tristes de los evangelios: 

(Mr 5:17) “Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos”.

Ante el conflicto, escoger entre los negocios y el bienestar espiritual, ellos prefieren lo primero. Con esto dieron la espalda no solo a todo el bien que Jesús podía hacer entre ellos, sanando enfermos y atendiendo sus necesidades, sino la oportunidad de escuchar palabras de Vida Eterna y ser transformados en sus corazones (Jn 3:19-20).

¿Lo triste? Que la historia sigue repitiéndose día a día. Son incontables las personas que por temor a sufrir pérdida material, rechazo social, económico o en lo personal, siguen prefiriendo mantenerse lejos de Jesús. Le rechazan. Y así, tratando de mantener sus bienes, o sus planes, o su visión, pierden su alma:

(Mr 8:35) “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.”

(Lc 12:20) “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.

El amor de Jesús por los hombres.

(Mr 5:18-20) “Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.”

Para terminar, varios son los detalles que vamos a destacar aquí:

Dios es un “caballero”.

“Al entrar él en la barca,…” Alguien decía, “Dios es un caballero, el no se queda donde no le invitan.” Él no se queda donde no es bienvenido. No obliga a nadie a tener fe en Él, o a amarle, nunca se impone por la fuerza. La religión si se impone, pero la verdadera fe necesita de un quebrantamiento personal.

Así que el Señor, junto con los suyos, se dispuso para hacer el camino de vuelta. Que triste condición la de aquellas personas, quedaron sin Dios y sin esperanza. 

Un hermoso contraste.

“el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.” El contraste entre un corazón que ha conocido a Jesús y aquellos que le rechazan. Aquel hombre quiere más, quiere convertirse en uno más de aquellos que acompañaban a Jesús a todas partes, aprender más y más de Él.

Jesús y las peticiones.

“Mas Jesús no se lo permitió,…” Desconcertante, ¿Verdad? Casi está empezando su vida cristiana, y ya se lleva el primer palo. En este caso de Jesús. ¿Qué está haciendo mal? ¿Se enfadó Jesús? ¿Hay acaso mejor deseo que el de aquel hombre?

No se trataba de fastidiar, ni de que Jesús esté enfadado con él, de que haya algo malo en su petición. Sencillamente, el Señor tiene un plan para su vida. 

Atentos hermanos, porque no siempre las cosas van a salir como nosotros queremos, aunque pensemos que es lo mejor. El Señor, lo mismo que unas veces nos dice “adelante”, y otras “espera, no es el momento”, también dice “no”. Y no siempre su “no” es porque lo que queríamos era malo, también es porque tiene algo mejor.

Jesús les envía un misionero.

“…sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.”

A pesar del rechazo, de que le habían dejado fuera de sus vidas, el Señor es paciente, sigue amando a aquellas gentes que están en tinieblas, y les muestra misericordia enviando un misionero. Alguien a quienes ellos conocían bien y cuya transformación no podían negar. El mensaje era claro: “De la misma forma que el Señor tuvo misericordia de mí, también puede tenerla de ti”.

La respuesta de aquel hombre.

¿Se sintió decepcionado? ¿Quizás contrariado? “Vaya palo, con la ilusión que yo tenía”. Mira lo que dice a continuación el verso:

“Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.” Aceptó gozoso la misión y fue en busca de los suyos para hablarles de Jesús. Pero su gozo le llevó a extenderse aún más allá, por toda la región. Muchos escucharon hablar de Jesús por la boca de aquel hombre, “y todos se maravillaban.”