25 La hija de Jairo y la mujer que tocó el manto de Jesús

La hija de Jairo, 

y la mujer que tocó el manto de Jesús.

Después de relatar el rechazo de los líderes religiosos y la incomprensión del pueblo respecto a Jesús, Marcos recoge diferentes relatos que hablan de la grandeza de nuestro Señor Jesús. 

En esta ocasión el relato es doble, “un dos por uno”. Es también “lo más parecido a un sándwich”. Hay un relato principal, la hija de Jairo, y en medio, dividiendo el primero en dos, aparece otra historia, la mujer que toca el manto de Jesús

Estos testimonios de la grandeza y del poder de Jesús, no son historias para entretener, tienen un propósito. Buscan respuesta del lector (Jn 4:42). No podemos permanecer indiferentes frente a Jesús:

El primer relato, la historia de una mujer enferma (Mr 5:25-34). Primeramente, muestra el poder de Jesús frente a la enfermedad, en este caso una enfermedad incurable. Después, y como aplicación, la historia nos habla del fracaso del mundo como sistema en dar verdadera satisfacción espiritual al hombre. La conclusión es Solo en Cristo hay Salvación. 

El segundo relato, es la historia de un hombre que tiene una hija moribunda (Mr 5:21-24) (Mr 5:35-43). Por un lado muestra el poder de Jesús ante la muerte misma. Por otro, y como enseñanza, evidencia el fracaso de los sistemas religiosos para traer vida y esperanza al hombre. Solo en Cristo hay Salvación. 

La hija de Jairo: 

El fracaso de la religión (I).

(Mr. 5:21-24)

 

(Mr 5:21) “Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.”

Después que Jesús abandona la tierra de los gadarenos regresa en la barca al lugar donde comenzó el viaje, los alrededores de Capernaum. Mientras que allí la multitud le pidió que se marchara, aquí pronto vuelve a juntarse a su alrededor (Lc 8:40). ¿Y qué hace con la multitud? Enseguida lo encontramos enseñando (Mt 9:14-18), Pero de repente el Señor es interrumpido. 

“Uno de los principales de la sinagoga”.

(Mr 5:22) “Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,”

Que alguien aparezca de repente y se coloque rostro en tierra delante de Jesús es algo sin duda llamativo. Aunque ocurrió en diferentes ocasiones. Pero lo realmente sorprendente es darnos cuenta de quién era este hombre:

Se llama Jairo. El nombre es de origen griego, y significa gozo, alegría. Esto contrasta con el drama que estaba viviendo.

Y es “uno de los principales de la sinagoga”. Es decir, formaba parte del consejo que organizaba y cuidaba los asuntos de la sinagoga. Posiblemente en Capernaum. Un hombre conocido y respetado por el pueblo.

“Mi hija está agonizando”.

(Mr 5:23) “y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.”

“Y le rogaba mucho,…”  La intensidad de su petición indica que era un hombre roto interiormente, desesperado. ¿Cuál era su problema? Que tenía una hija a punto de morir, “agonizando”. En los últimos suspiros que preceden a la muerte. Por Lucas sabemos que era hija única con apenas 12 años. ¿Podemos imaginar el dolor de aquellos padres? “Mi hijita”, dice  literalmente el verso. “Mi niñita se muere”.

Un hombre profundamente quebrantado.

Para valorar el gesto de este hombre y entender su quebrantamiento, es necesario recordar algunas de las cosas que habían sucedido recientemente en Capernaum y alrededores. Nos referimos a la visita de los escribas que llegaron desde Jerusalén para poner orden en Galilea y desacreditar al Señor (Mr 3:22). No sabemos que grado de complicidad o acuerdo tuvo Jairo con ellos, pero posiblemente esta circunstancia y la presión institucional debido a su cargo, retrasó hasta el último momento cualquier posibilidad de encuentro con Jesús. No fue hasta que todos los medios que le proporcionaba la sinagoga fracasaron que fue a Jesús.

Como señalamos al comienzo, esta historia es un cuadro de la incapacidad de la religión para dar salvacion, para responder a las necesidades más intimas del alma. 

“…ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.” El grado de convencimiento que tiene sobre el poder de Jesús es asombroso. Jairo estaba plenamente convencido de que si lo había hecho con otros, podía hacerlo con su hija, y más aún (aunque en realidad, al Señor no le hacía falta ir, Su Palabra hubiese bastado). De ahí que estemos tentados a pensar que podía ser un “seguidor secreto de Jesús”. Una especie de Nicodemo pero de Galilea. La tragedia le hizo posicionarse frente a Jesús. 

A ninguno nos gusta el sufrimiento, nadie quisiera para sí algo semejante, pero una cosa es cierta: Nos ayuda a tomar conciencia de nuestra fragilidad, a posicionarnos frente a Jesús, y es una oportunidad de ver como actúa en nuestras vidas. 

Estas palabras de Jairo “ven… y vivirá me llamaron especialmente la atención. No solo por al confianza que tiene en el Señor, aunque no sea perfecta, sino porque anticipan lo que es nuestra predicación del Evangelio: “Ven a Jesús y vivirás”, “Ven, deja que el Señor ponga sus manos sobre ti, que aplique el valor de su sangre a tu corazón perdonando todos tus pecados, y vivirás”. 

“Se postró a sus pies”: ¿respeto o adoración?

“Y luego que le vio, se postró a sus pies,” Mucho se ha discutido si este gesto de postrarse responde a un profundo sentido de respeto, al modo oriental, o fue un acto de adoración. El verbo postrarse tiene también el significado de adorar. Teniendo presente la fe de este hombre en Jesús, y que según Mateo incluso llega a confesar su poder aún para resucitarla, creo que este postrarse es más un acto de adoración que un gesto de respeto o profunda reverencia.

La respuesta de Jesús.

Volviendo al texto ¿Cómo respondería el Señor al ruego de Jairo? En última instancia, bien por acción o por omisión, había consentido en las difamaciones de los escribas en torno a Jesús. El texto dice que “le rogaba mucho”. Posiblemente no era solo la urgencia del momento sino que reconocía lo profundo de su indignidad. La respuesta de Jesús está en el verso siguiente.

(Mr 5:24) “Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.”

“Fue, pues, con él;” ¡Que hermoso! ¡Que admirable es nuestro Señor! No hay reproches, no hay acusaciones sobre su pasado, no hay un mal gesto, sino que interrumpe su enseñanza y va tras él. Unas palabras que hablan de la misericordia y generosidad de Jesús. Es la respuesta de Dios ante el corazón contrito.

“y le seguía una gran multitud, y le apretaban.” Estas son palabras de transición. Marcos deja por un momento el primer relato y nos introduce en lo que hemos llamado el centro del sándwich, en el suceso intermedio. Nos prepara llamando nuestra atención sobre la gran multitud que rodeaba al Señor. Eran tantos, que en algún punto del camino, o en las calles de la ciudad, la gente apretaba al Señor. Podemos imaginar a los discípulos abriendo paso como podían entre la gente. 

El por qué este detalle de la multitud es importante, se desvela en los siguientes versículos.

La mujer que tocó el manto de Jesús: 

El fracaso del sistema.

 (Mr 5:25-34)