27 La hija de Jairo

La hija de Jairo:

El fracaso de la religión (II).

 

(Mr 5:35-42)

 

(Mr 5:35) “Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”

La noticia más temida.

Marcos retoma la primera narración con las siguientes palabras: “Mientras Él aún hablaba,…”. Es decir, a unos metros de Jesús y mientras todavía atendía a la mujer, surge una nueva conversación. Llegan unos mensajeros con la noticia que todos temían: “Tú hija ha muerto;”. Estas personas además concluyeron que ya todo estaba perdido y que no había por qué seguir molestando a Jesús “¿para qué molestas más al Maestro?”. Para ellos se hacía verdadero el refrán “Todo tiene solución menos la muerte.” Lo que no habían aprendido aún es que Jesús no solo era un “Maestro”, sino también la resurrección y la vida (Jn 11:25-26).

Estas palabras “tu hija ha muerto” ilustran lo que hemos llamado “el fracaso de la religión”. La religión, no importa que nombre tenga, es incapaz de satisfacer las necesidades del alma. No puede traer perdón y vida al ser humano. Solo Cristo salva. 

“No temas, cree solamente.”

(Mr 5:36) “Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.”

Aquella conversación no pasó desapercibida al Señor, en seguida se dirigió a Jairo y le dijo unas palabras cuya verdad transciende el tiempo: “No temas, cree solamente.” Este testimonio lo recogen tanto Marcos como Lucas.

¿Cuál es nuestro temor? ¿Cuál la circunstancia que nos crea ansiedad y destruye la paz? Jesús dice: “Cree solamente. La exhortación no es a “tener fe” en abstracto, como si esta fuese un poder cósmico, sino a descansar solo en Él. La paz vendrá en la medida nos arrojemos en sus brazos. Estas palabras son oportunas tanto para los amigos que aún no han conocido al Señor Jesucristo como único y suficiente Salvador, y que están llenos de dudas o temores, como para el creyente que se debate en algún conflicto imposible.

Como escribe Evis L. Carballosa en el comentario a Mateo, “esta es la base bíblica para la recepción del evangelio.” “No hay que añadir ninguna obra ni esfuerzo humano. Ni liturgia ni sacramento sino: “Solo creer” (Sola Fide).

Este creer contiene tres elementos que por nada son misteriosos ni imposibles para el alma necesitada. Así definieron los reformadores la naturaleza de la fe salvadora:

notitia (conocimiento): Conocimiento de la verdad del evangelio.

assensus (aprobación): Convicción de que el contenido del evangelio es verdadero.

fiducia (confianza): Confiar, o descansar, en esa verdad para recibir la vida que solo el Mesías puede dar.

(Mr 5:37) “Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.”

Por dos veces el Señor va a impedir que la multitud le siga o participe de este milagro. Primero aquí, el Señor se aleja acompañado tan solo de tres de sus discípulos y del afligido padre. Estos tres, Pedro, Jacobo y Juan, formaban lo que era el circulo más intimo del Señor, y tres eran según la ley el número de testigos necesarios para testificar de un hecho (Dt 17:6) (Dt 19:15). La segunda vez será en casa de Jairo. Solo entraron con Jesús a la habitación donde estaba la niña, los tres discípulos, y los padres (Mr 5:40). 

Los incrédulos se burlan de Jesús.

(Mr 5:38) “Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.”

“Vino… y vio el alboroto,…” Por un lado estaría el desasosiego de familiares y amigos, sus llantos espontáneos, los gritos de angustia, ante aquella muerte prematura. Todos conocemos este tipo de escenas, pueden ser muy desgarradoras. Pero además no olvidemos que estamos ante un duelo oriental, conforme a las costumbres de la época. La casa estaba llena de personas que se dedicaban gritar y llorar públicamente. Eran profesionales del fingimiento. Y esto a cambio de una recompensa económica. Cuanta más dignidad tenía el difunto o su familia, mayor cantidad de plañideras y de música para la ocasión (Mt 9:23).

(Mr 5:39-40) “Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él… ”

“¿Por qué alborotáis y lloráis?” El Señor hace notar que aquellos endechadotes y plañideras estaban fuera de lugar, y esto por dos razones:

Por que su dolor no era verdadero, todo era fingimiento. Un espectáculo a costa del dolor ajeno, y todo para congraciarse con la familia y tener un beneficio económico.

Porque Jesús había llegado. No llega tarde sino en el momento oportuno. Él era la respuesta de Dios al dolor de la familia. No había venido para celebrar la muerte sino la vida. De ahí la afirmación de Jesús que causó tanto revuelo “La niña no está muerta, sino duerme. “

“Y se burlaban de Él.” Se refiere principalmente a las plañideras y endechadores. Se podría entender que estas palabras crearan desconcierto, pero que llegaran a despreciar de esta manera al Señor no tiene justificación. Conociendo a Jesús, y conociendo sus milagros, lo mínimo que sus palabras debían producir era un momento de reflexión. Pero los prejuicios podían más.

Algunos han querido sugerir que la niña había entrado en un coma profundo, y que su muerte era tan solo aparente. Que no hubo tal cosa como una resurrección, al menos literal. Cuando se defiende una idea como esta se está ignorando:

Que todos los presentes coincidían en la certeza de la muerte, Lucas el médico, insiste en ello (Lc 8:53).

Que el espíritu volvió a la niña. Esa separación que implica la muerte del cuerpo se había producido (Lc 8:55) (Stg 2:26).

Que no será la única vez que Jesús use la expresión “dormir” para referirse a la muerte física. Está la historia de Lázaro (Jn 11:11-15). De ahí que esta forma de referirse a la muerte como “un sueño” sea la manera que los cristianos tenemos de expresar nuestra confianza en la resurrección (1ª Tes. 4:14-17).

Jesús resucita a la hija de Jairo.

(Mr 5:40) “… Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.”

No sabemos si el lugar donde estaba la niña era pequeño o grande, ni cuanta gente hubiese entrado. Eso no importa. Los burladores, los curiosos e incrédulos quedan fuera. Solo entran los padres y los tres discípulos. Con este gesto, el Señor por un lado busca intimidad con los que sufren, muestra respeto ante su dolor, y por otro propicia el momento adecuado para actuar.  

De este momento aprendemos al menos dos cosas: primero que el Señor no era un “hacedor de milagros”, no buscaba poder ni popularidad, y no quería hacer del dolor un espectáculo. Segundo, este milagro estaba destinado a fortalecer la fe de los suyos y de Jairo. Hay tratos de Dios de los cuales solamente se benefician aquellos que le buscan y confían en Él (Jn 11:40) (1 Co 2:14).

(Mr 5:41) “Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.”

“Talita cumi” no es una formula mágica. Es una frase en arameo, el idioma que se hablaba habitualmente en Israel en aquel tiempo. Y como explica Marcos, ya que sus lectores no conocían el arameo y tampoco nosotros, eso significa: “niña, levántate”. Fue un mandato directo del Señor. De esta manera el Señor muestra Su Autoridad aún también sobre la muerte misma. ¿Qué sucedió entonces? 

(Mr 5:42-43) “Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.”

¿Qué sucedió? Que a la voz del Señor la niña se levantó. Como relata Lucas “entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó.” (Lc 8:55). 

“Y se espantaron grandemente.” Los discípulos ya habían sido testigos de otra ocasión cuando Jesús resucitó a un joven en Naín (Lc 7:11-17). Los padres posiblemente habían oído el relato. Pero aún así lo que ocurrió en aquella habitación fue asombroso. Momentos antes el cuerpo esta inerte, pálido, frío, era un cadáver. Inmediatamente después está caminado, está lleno de vida y de salud,  de ahí que estén espantados. Esto fue increíble. 

Teniendo en cuenta que esta es la primera resurrección que narra Marcos, podemos preguntarnos: ¿Habrá alguna una obra mayor que Jesús pueda hacer? En realidad sí, y el Señor les estaba preparando para ello. Después de poner su vida por nuestros pecados, el Señor mismo resucitaría de la muerte, y más aún, los beneficios de su victoria sería compartida con todos aquellos que crean en Él (vida nueva en Cristo, esperanza de resurrección para Vida en Cristo). 

“y andaba, pues tenía doce años.” Nosotros sabemos que la niña tenía doce años, lo anticipamos desde el principio. Pero los lectores no. Si repasan la historia verán que hasta ahora no se ha mencionado la edad. Solo se ha utilizado el término “hijita” para referirse a ella. De ahí que Marcos añada ahora este detalle para disipar cualquier confusión. 

“él les mandó mucho que nadie lo supiese,” Saber lo ocurrido se iba a saber, la gente pronto vería a la jovencita que estaba viva. Aún así lo que había sucedido en aquella habitación debía quedar en la intimidad de los padres para con el Señor. Como dijimos antes el dolor no es un espectáculo, y además el Señor no quería alentar falsas expectativas mesiánicas entre el pueblo con respecto a su persona.

“y dijo que se le diese de comer.” Con estas palabras el Señor devuelve a sus padres “a la realidad”, no están soñado, tampoco ven un fantasma, es hora de asumir sus responsabilidades. Por otro lado el Señor expresa su interés y cuidado por aquella jovencita. Las personas somos importantes para Él.

Lo que Jesús hizo con la hija de Jairo, darle vida aún cuando estaba muerta, es un cuadro de lo que Dios puede hacer con las personas que, viendo su condición y reconociendo su necesidad, deciden acudir a Él por medio de Jesucristo: 

(Ef 2:1) “Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,”.

Concluyendo el sándwich.

A modo de conclusión respecto a estas dos historias. El objetivo de Marcos está cumplido. Nos ha mostrado el poder de Jesús no solo ante una enfermedad incurable, sino también sobre la muerte misma. La naturaleza divina del Mesías ha sido de nuevo reivindicada. Pero además de esto, hay dos enseñanzas que podemos aprender en estas historias:

1. La insuficiencia de los recursos humanos: 

El mundo como sistema, y esto lo veíamos en el relato de la mujer enferma, aún a pesar de su sofisticación y sus luces, no puede satisfacer las necesidades del ser humano. Solo Cristo puede. ¡Pregunten a esta mujer!

Los sistemas religiosos, no importa el nombre que lleven, ni su boato, ni sus ritos, esto lo vimos con el relato de Jairo y su hija, no pueden traer perdón y vida al corazón del hombre. El perdón y la vida están solamente en Cristo.

2. El Señor no hace acepción de personas: (Hch 10:34-35) “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.” 

Jairo era un líder religioso, una persona respetable y querida. Pero Jesús no lo atendió por eso. El Señor miró su corazón quebrantado y en su necesidad.

La mujer por el contrario, era considerada una “paria”, una miserable. De nuevo, Jesús no miró su condición social sino la necesidad y la confianza que tenía en Su persona.

Grandes obras de poder y misericordia: Conclusión. 

No solo toca concluir el doble relato de la mujer enferma y la hija de Jairo, también esta sección de Marcos que hemos llamado “Grandes obras de poder y misericordia” (Mr 4:35 – 5:43). A través de cuatro relatos se ha mostrado:

1.– Su Autoridad sobre la naturaleza, Jesús calma la tempestad (Mr 4:35-41).

2.– Su Autoridad aún sobre las fuerzas del mal, Jesús libera a un endemoniado (Mr 5:1-20).

3.– Su Autoridad sobre la enfermedad, allí donde los hombres fracasan el Señor muestra su poder, Jesús sana a una mujer enferma (Mr 5: 21-34).

4.- Su Autoridad sobre la misma muerte, Jesús resucita a la hija de Jairo (Mr 5:35-43). 

Cuatro escenas que nos muestran tanto su humanidad, Jesús era uno más como nosotros pero sin pecado, como su divinidad. Era Dios hecho hombre.  

Cuatro milagros que nos muestran su poder, su grandeza, pero también su corazón de compasión y su cercanía para con los que sufren. No en vano él es “el Salvador del mundo”. La pregunta es: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” (Mt 7:22).