59 LA ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALEN


El ministerio de Jesús en Jerusalén

(Mr 11-16)

Introducción.

Con este capítulo se inicia el relato de lo que será la última semana del ministerio de Jesús, incluyendo su muerte y su resurrección. Todo lo anterior es importante, pero ahora estamos en el clímax del relato, la parte culminante, de hecho Marcos dedica seis capítulos para resumir ocho días.

¿Cómo vamos a dividir estos últimos capítulos? En este caso les invito a hacer un viaje. Un viaje en el sentido de acompañar a Jesús por cada uno de estos días, viendo las cosas que hizo y enseñó según Marcos. Empezamos por el llamado “domingo de ramos” (Jn 12:13) o “entrada triunfal” en Jerusalén, y terminamos en el domingo de resurrección. En este desarrollo seguimos el calendario tradicional.

La entrada triunfal en Jerusalén 

(Mr 11:1-11)

Los preparativos para entrar en Jerusalén (11:1-6).

La importancia que tiene la entrada en Jerusalén se ve en que los cuatro evangelistas la narran. (Mt 21:1-11) (Mr 11:1-11) (Lc 19:28-40) (Jn. 12:12-19). Jesús se presenta de manera oficial, ante el pueblo y las autoridades, como el Mesías prometido, el Rey de Israel. Una presentación que exigía una respuesta.

(Mr 11:1) “Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos,”

El capítulo anterior termina con Jesús en Jericó, antes de iniciar el camino de ascenso por el desierto de Judá que le llevaría a Jerusalén. Este capítulo empieza con Jesús camino a Jerusalén pasando por el monte de los olivos, ha salido de Betania, está cerca de Betfagé (casa de higos), y de Jerusalén. 

Si atendemos a la cronología de Juan, Jesús llegó a Betania desde Jericó un viernes, pasó allí el día de reposo y cenó en casa de Lázaro junto a Marta y María (Jn 12:1-2,12). Según nuestro calendario ahora es en el domingo por la tarde.

El verso termina diciendo que Jesús envió a dos de sus discípulos, es decir les encomendó una tarea. ¿En qué consistía? ¿Cuál era el propósito?  

(Mr 11:2-3) “y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis esto? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.”

Mateo nos dice que la aldea es Betfagé (Mt 21:1). ¿El propósito? Traer un pollino a Jesús. Un pollino es un animal joven de carga, un borriquillo. En este caso un animal que hasta ahora no se ha usado para ningún servicio. Mateo añade que este pollino está junto a su madre y que Jesús dio instrucciones sobre los dos, posiblemente sería más fácil para el animalito si camina junto a su madre (Mt 21:2). La instrucción incluye palabras sobre lo que deberían responder si alguien preguntaba.

(Mr 11:4-6) “Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron. Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.”

Todo transcurre según la instrucción del Señor y los discípulos cumplen sin problemas con la misión. Pero paremos ahora en algunos detalles:

  • ¿Por qué esta instrucción del Señor? ¿Un capricho?
  • ¿Por qué la gente de Betfagé dejan a los discípulos que se lleven al animal?
  • ¿Por qué el pollino? ¿No servía la madre? ¿No sería más seguro?

“Desatadlo y traedlo.”

¿Estaba Jesús cansado de tanto caminar, quizás no durmió lo suficiente la noche anterior, y decidió darse “capricho”? Evidentemente es un planteamiento absurdo. Y más cuando sabemos que Jesús nunca actúa por capricho, todas las cosas que hace responden a un propósito. 

Como enseña el evangelista Mateo, detrás de este gesto hay una profecía que era necesario cumplir (Mt 21:4-6). La referencia es Zacarías 9:9 que a su vez los judíos relacionaban con Gn 49:10-11. 

“Alégrate mucho, hija de Sión: da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”

En esos momentos la profecía de Zacarías tenía unos 500 años de antigüedad. Y los judíos la interpretaban como una referencia al Mesías o Enviado de Dios. El descendiente de David que había de venir como futuro Rey de Israel, que traería libertad, paz y prosperidad al pueblo. Un Rey cuyo reinado no tendría fin (2º Sam 7:12,16) (Sal 72) (Is 2:2-4).

En consecuencia, el Señor, de forma deliberada y abierta, para disgusto de los dirigentes religiosos judíos y para gozo de los miles de peregrinos que confluían en Jerusalén, se presenta como el Mesías prometido, el Rey de Israel. (1º R. 1:33-34; 39-40). Incluso entrar en Jerusalén descendiendo del monte de los Olivos tenía un alto valor simbólico para los judíos.

No quería dejar ninguna duda respecto a Su identidad, a quién rechazarían los pastores de Israel y quien moriría en la cruz cumpliendo así las profecías. 

Hasta ahora Jesús evitó este tipo de aclamaciones y midió las consecuencias de sus enfrentamientos con los líderes religiosos, pero ahora… ¿Qué ha cambiado? Sencillamente que el momento había llegado. Jesús se disponía a cumplir con la misión encomendada por el Padre. 

“El Señor lo necesita.”

Otra cosa que llama la atención es la facilidad con que los discípulos se llevan el animalito. Mucho se ha discutido si todo estaba hablado, si eran discípulos en secreto de Jesús, si pertenecían a ese grupo de personas convencidas de que Jesús era el Mesías por causa de la resurrección de Lázaro (casi eran vecinos), si conocían por la gente que iba y venía que Jesús estaba de vuelta a Jerusalén y se prestaron espontáneamente, etc. Pero de esta escena podemos sacar una gran lección y varias aplicaciones para nuestras vidas:

1º. Todo sucede según lo previsto por el Señor: Lo cual nos recuerda que por muy extrañas o desconcertantes que nos parezcan las circunstancias, Jesús tiene el control. Y finalmente todo converge según Su propósito. 

2º. ¿Te sientes indigno para que el Señor se fije en ti,? ¿Pequeño, insuficiente, incapaz? En este caso el Señor utilizó un burro, un animal que para nosotros tiene connotaciones de torpe, de tozudo. Que además no tenía experiencia de nada. Y en las manos del Señor fue un instrumento útil. ¿Será diferente con nosotros? Claro que no.

3º. Cuando los dueños preguntaron ¿Por qué hacéis esto? Los discípulos respondieron “el Señor lo necesita”. Y aquí Señor no es un título de cortesía, Jesús se identifica con el Rey, el Dueño, el Soberano. Ellos podían haber rechazado a ese Señor y negarle los animales. Pero no lo hicieron, respondieron positivamente. Como creyentes en Cristo esta es una situación y una respuesta que nos desafía. ¿Cuál será nuestra respuesta ante una petición así? Y todavía queda otro punto… 

4º. ¿De verdad? ¿El Señor, el Dueño de todas las cosas, necesita algo nuestro? ¿Nos necesita? No, y sin embargo quiere usarnos. Quiere hacernos parte de su Obra. Desde el principio el usó la casa de sus discípulos y amigos para descansar o para enseñar, usaba la barca de Pedro para desplazarse y predicar, los panes y los peces de un muchacho que le seguía y el trabajo de los discípulos para dar de comer a la multitud. Ahora un burro prestado y en Jerusalén usará un aposento alto que alguien le cedió para comer la pascua. Por tanto la respuesta es un no, pero sí.

Un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado.

¿Por qué el animal nuevo y no la madre que ofrecía más experiencia y seguridad? Al margen de las aplicaciones que hemos hecho, lo cierto es que esto también tenía un simbolismo importante. Por un lado, por razón de dignidad, la montura del Rey no podía ser usada por otra persona salvo que este lo autorizara, por otro, todos los animales que por alguna razón se usaban en el servicio a Dios debían ser nuevos (Números 19:2) (Deut. 21:3) (1º Sam 6:7). En nuestro caso, era una señal de la honra que le correspondía por ser quien era, el Rey, y por otro una indicación de que el Señor estaba en misión sagrada. Cumpliendo el plan de Dios: Como Siervo, para dar su vida en sacrificio por nuestros pecados.

Jesús entra en Jerusalén (Mr 11:7-10).

(Mr 11:7-8) “Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.”

Lo mas probable es que el animal no tuviera montura, así que sobre la marcha improvisaron una utilizando sus mantos. Algo parecido a lo que hicieron los amigos de Jehú cuando le proclamaron rey en Israel (2º R. 9:13). Esa prenda que utilizaban sobre la túnica y que podía usarse de diferentes formas, la misma que Bartimeo echó a un lado para correr a Jesús. 

Hasta cinco prendas se distinguen en el vestuario de un judío normal. La túnica ceñida al cuerpo, el cinturón, las sandalias, un manto o capa que se llevaba sobre la túnica, y finalmente una prenda más corta para cubrirse la cabeza durante la oración (LBLA. Mateo 27:35. Nota a pié de página.)

Y lo mismo que se improvisó la montura para Jesús, la multitud improvisó una alfombra sobre la cual entrara en Jerusalén utilizando los mantos, hojas y ramas verdes de los árboles, cualquier rama no servía, no se trataba de que el animal tropezara. Esto último, la alfombra, solo se hace con personajes ilustres. Cuando se quiere resaltar la grandeza de una persona, en este caso Su Realeza. Un detalle:

Los mantos. Esta prenda tan útil e importante, sirvió de asiento al Señor y también como alfombra para sus pies. Si en el caso de Bartimeo nos enseña que ninguna cosa, por apreciada que sea, se convierta en obstáculo para venir a Jesús, ahora el mismo manto sirve para ilustrar lo que debemos hacer con nuestras personas y recursos. Entregarlos de manera consciente al Señor, colocarnos voluntariamente a sus pies (Ro 12:1)  (Pr 23:26).

De qué hablamos, hablamos de mis talentos, mis dones, mi tiempo, mis estudios, mi trabajo, mi dinero, mi casa, mi familia, pero sobre todo del corazón. ¿Cuál es el llamado? Ofrécelo desinteresadamente al Señor, y después vive como un administrador sabio que busca la excelencia y la gloria de Dios.

Luces y sombras.

(Mr 11:9-10) “Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!”

La noticia de que Jesús había regresado para la Pascua y que su entrada en la ciudad era inminente, desató el entusiasmo de los peregrinos que habían en Jerusalén. En seguida mucha gente se unió a esta procesión. Unos como curiosos, otros vitoreando a los lados del camino, y otros delante de él actuando como voceros. Por eso habla “de los que iban delante y los que venían detrás” de Jesús (Jn 12:1; 9; 12,13). 

De esta manera la profecía de Zacarías 9:9 tuvo un cumplimiento completo. La profecía no solo hablaba del Mesías entrando manso y humilde en un burrito, sino de dar la bienvenida al Rey con gran alegría. Y así sucedió aquel día. Pero también hay que decirlo, la envidia y la falta de sensibilidad espiritual también tuvieron su parte en este acontecimiento festivo. Lucas relata la presencia de fariseos que con mal ánimo vigilaban a las multitudes y a Jesús (Lc 19:39-40). A estos les faltó tiempo para entregarse a la crítica.

Esta escena recuerda algo que tristemente sucede en muchas iglesias locales. Personas que no participan del mismo sentir en el Señor que el resto de los hermanos, con falta de sensibilidad, presentes como uno más pero su corazón e intereses están a otra cosa, predispuestos a la crítica o al desaliento. Cuando esto ocurra, no nos desalentemos ni pensemos en tirar la toalla. Tampoco existe la congregación perfecta. En estos casos lo que debe primar es la perseverancia, el examinarnos continuamente delante del Señor y servirle con sinceridad y sencillez de corazón.

Volviendo al texto, ¿Qué podemos decir de las palabras que gritaba la multitud mientras Jesús entraba en la ciudad?

Que forman parte de los salmos 113-118 “Salmos Hallel” o Cantos de alabanza, que se cantaban en diferentes fiestas judías, entre ellas la propia Pascua. 

Jesús mismo y los discípulos los cantaron durante la cena de la Pascua (Mt 26:30; Mr 14:26).1.2. 

Estos vítores de la multitud están tomados concretamente del Salmo 118:25-26.

Había un canto de bienvenida a los peregrinos basado en estos versos: Para empezar los versos 25 al 28 se cantaban antifonalmente, es decir con dos coros.  Uno cantaba la primera parte de cada verso y el otro lo iba completando. Cuando llegaban al verso 29 todos cantaban al unísono, y se añadía el verso 17 del salmo 103 a modo de conclusión.3. En nuestro caso es probable que los dos coros estuviesen formados por los que iban delante y los que iban tras Jesús.

¿Qué podemos decir de las palabras que gritaba la multitud mientras Jesús entraba en la ciudad? Que son un reconocimiento por parte de la multitud de que Jesús era el Mesías. Observemos:

“¡Hosanna!” una expresión de alabanza que procede del hebreo y significa literalmente “Salva ahora”, “Sálvanos”. Además de alabanza y confianza en Dios, esta palabra expresaba la esperanza que tenían en el Mesías (Sal 118:25). Que el Rey viniera y salvara.

“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Sal 118:26). Con estas palabras, se bendecía a los peregrinos que venían al templo para alabar y celebrar la bondad de Dios. Pero también expresaban la esperanza mesiánica. “El que viene”, era también una forma de referirse al Mesías. La multitud está reconociendo a Jesús como Aquel que tiene la aprobación de Dios como Mesías y Salvador.

“Bendito el reino de nuestro padre David que viene!”. La frase no está en el Salmo 118, pero recoge la esperanza que tenían en un Mesías, descendiente de David, que vendría a restaurar el reino a Israel. Así llamaba Bartimeo a Jesús cuando quería que le atendiera “Hijo de David” (Mr 10:47-48). 

“¡Hosanna en las alturas”. Marcos termina este resumen de las cosas que se decían de Jesús de la misma manera que empezó, con Hosanna. Puesto que “en las alturas” se refiere a la morada de Dios, esta alabanza significa algo así como “Sálvanos, oh Dios, que vives en el cielo.”4.  También pueden ser una invitación a los ángeles a que se unan a esta petición de salvación. 5.

No sabemos con que grado de convicción gritaban estas cosas, habría de todo. Pero no se equivocaban al recibir a Jesús como el Mesías prometido. 

 

¿Dónde estaba el problema?

Que ellos vitoreaban a un rey guerrero, libertador de los romanos, a un Mesías victorioso que estableciera en Jerusalén  el trono de David, que trajera grandeza a la nación. Pero el Mesías no venía ahora a proclamar el Día de la venganza de Jehová, sino el año de la buena voluntad de Jehová. (Lc 4:17-21) (Is 61:1-2). 

Jesús no entró sobre un caballo (en son de guerra) blanco (símbolo de victoria) (Ap 19:11)), sino sobre un pollino, un animal de servicio, de carga, indicando que vino a servir y cargar con nuestros pecados6. (1ª Pedro 2:24).

Lo que las multitudes no entendían, y los discípulos tampoco, es que antes de sentarse en el Trono, Jesús debía pasar por la cruz. Antes de presentarse como Rey Victorioso le era necesario morir por nuestros pecados y redimir un pueblo propio que se sometiese de corazón al Rey (Mr 10:45) . 

A veces tratamos con personas así, que viven en esta confusión. Tienen buena actitud respecto Jesús, pero solo le ven como el que soluciona problemas, el que saca de apuros, alguien grande a mi servicio. Y no quieren ir más allá. No le dejan tratar con la realidad de su condición ante Dios y las miserias del corazón. Tienen religión, pero no a Cristo. En este sentido, son como estas multitudes que vitoreaban a Jesús.

El cristianismo, al contrario de lo que muchos piensan, no es “un programa de autoayuda”, donde la pregunta es “si pongo mi fe en Jesús, ¿qué hará Él por mí? “Ser cristiano está bien si cubre mis necesidades.”7. En verdad se trata de un encuentro personal con Jesús bajo la sombra de la cruz, se trata de una Nueva Vida en y con Jesús.

Jesús entra en el Templo.

(Mr 11:11) “Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo, y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.”

Atento, porque este no es un verso intrascendente. Es un verso que prepara al lector para lo que ocurrirá al día siguiente el Lunes por la mañana. El Mesías no solo entró en Jerusalén como Rey sino que también inspeccionó los patios del Templo, una breve visita que le sirvió para constatar la decadencia del culto a Dios y justificar la limpieza que hizo al día siguiente. De esta forma se cumple otra profecía, nos referimos a Malaquías 3:1 “…y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis,”. Que triste, el Deseado estaba allí y ellos no le reconocieron. 

Estaba oscureciendo, las puertas de la ciudad estaban a punto de cerrar, y Jesús regresa a Betania para pasar la noche.

 

  1. Mark L. Strauss. Comentario exegético-práctico del Nuevo Testamento. Pág 511. Editorial Andamio.
  2. Alfred Edersheim. El templo y su ministerio y servicios en tiempo de Cristo. Pág. 243, Pág 265-266. Editorial Clie.
  3. Alfred Edersheim. La vida y los tiempos de Jesús el Mesías. Tomo II. Pág. 316. Editorial Clie.
  4. El conocimiento bíblico. Un comentario expositivo. Tomo I. Pág. 202. Editorial ELA.
  5. William Barclay. Comentario al Nuevo Testamento. 17 tomos en 1. Pág 159. Editorial Clie.
  6. Ver Francisco Lacueva en Comentario bíblico de Matthew Henry (13 tomos en 1). Editorial Clie. Pág 1164.

7. Mark L. Strauss. Comentario exegético-práctico del Nuevo Testamento. Pág 514. Editorial Andamio.