63 LA AUTORIDAD DE JESÚS


La Autoridad de Jesús

(Mar 11:27-32)

“Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.”

 

Introducción.

Como señalamos en el estudio anterior, la enseñanza en torno a la higuera que se secó ocurrió el martes por la mañana, camino de Jerusalén. Esta escena y las palabras de Jesús resultaron ser el preludio de lo que sería un día muy intenso. Recordemos esto, será la última ocasión que enseñe abiertamente al pueblo.

(Mr 11:27) “Volvieron entonces a Jerusalén; y andando Él por el templo, vinieron a Él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,”

Tanto Mateo (Mt 21:23) como Lucas (Lc 20:1) dicen que cuando Jesús entra al templo comienza a enseñar al pueblo. El lugar, ese gran patio que era el atrio de los gentiles, entre las hileras de columnas que lo rodeaban. La enseñanza no se limita a un solo lugar, sino que sucede en diferentes espacios (Mr 12:41), y aún mientras camina sigue enseñando a los que le acompañan. Se trataba de alcanzar a muchas personas con el evangelio.

Y en uno de estos intervalos, cuando camina, aparecen las autoridades judías para pedir explicaciones por lo sucedido el día anterior. Hemos de suponer que todavía los mercaderes no habían vuelto. Marcos ya nos dijo que si no lo hicieron el mismo día fue por miedo a la gente. Pero ahora que la cosa estaba más calmada, vieron una buena oportunidad para enfrentarlo y dejarlo en evidencia ante el pueblo.

Los principales sacerdotes, la mayoría de ellos saduceos y apegados al sumo sacerdote, los escribas, la mayoría de ellos fariseos, y los ancianos o senadores, representantes de las principales familias judías, formaban el Sanedrín, el máximo órgano de gobierno judio permitido por Roma y que se ocupaba principalmente de asuntos religiosos.

Una cuestión de credenciales.

(Mr 11:28) “y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?”

  1. E. Vine define autoridad, exousia, como “La capacidad o poder con el que uno ha sido investido”¹. Lenski dice “la palabra exousia significa tanto el derecho como el poder que acompaña a ese derecho.”².

Quieren saber qué clase de autoridad ostenta Jesús, es decir, en calidad de qué se atreve a hacer lo que hace, y lo principal, quien se la dio. Están preguntando por sus credenciales. Dos cosas respecto a las intenciones que traían:

1º. El interrogatorio es mal intencionado, no hay deseo de saber la verdad. De hecho no hay un trato de cortesía con Jesús y la forma de plantear las preguntas conlleva un grado desprecio.³

2º. Lo que pretenden es hacerle confesar que no tiene ni respaldo de un rabino reconocido, con lo cual desacreditan su enseñanza, ni respaldo del Sanedrín para echar a los mercaderes autorizados del templo, con lo que quedaría como un alborotador que interfiere en los asuntos del Templo. Y desde luego su entrada en Jerusalén en medio del alborozo del pueblo, fue un hecho presuntuoso.

Y sí se atreviera a decir que su Autoridad es de Dios, y le llama Su Padre, la jugada está bordada, la acusación de blasfemo es lo mínimo que le esperaría.

En realidad, la cuestión de Su Autoridad es algo que a estas alturas debería estar fuera de dudas. Nicodemo, uno de ellos, lo tuvo claro desde el principio (Jn 3:2).

“¿Con qué autoridad haces estas cosas?” Entre los autores consultados hay uno⁴. que llegado a este punto reflexiona en la pérdida y el daño que ha supuesto para la iglesia del Señor que a lo largo de la historia se haya negado el ministerio de la Palabra, incluso otros servicios en la congregación, a creyentes conocedores de la Palabra, capacitados por el Señor, pero que carecían de estudios o de un título eclesiástico dado por hombres. Y sin embargo se haya entregado estos ministerios a personas con títulos pero sin llamado ni cualificación divina. Esta obsesión por los títulos ha sido en muchas ocasiones el arma usada por Satanás para intentar frenar avivamientos, reformas espirituales y otras iniciativas en la Obra del Señor.

Evidentemente no estamos hablando de premiar la ignorancia y despreciar el esfuerzo. Tenemos que ser hombres y mujeres que además de aprovechar las diferentes oportunidades para formarse en este mundo, aman la Palabra, la conocen y la estudian.

“¿Quién te dio autoridad?” Otro autor, invita ahora a aquellos que realizamos algún ministerio en la iglesia a reflexionar acerca de nuestra vocación o llamado, en consecuencia qué te mueve. Un ejercicio de humildad que nos ayudaría a evitar motivaciones espurias y un servicio interesado al Señor y los hermanos. Escribe, “Es necesario que la pregunta formulada a Jesús sobre la autoridad para actuar en la Obra de Dios sea hecha personalmente por cada ministro en la iglesia, por cada diácono en su servicio, por cada creyente en el ejercicio de su don… Cualquier servicio en la iglesia debe llevarse a cabo con la autoridad de Jesús en el poder del Espíritu. No es la iglesia quien llama al ministerio, sino el Señor que señala y el Espíritu que separa para la misión (Hch 1:1-3)”⁵.

La pregunta de Jesús.

(Mr 11:29-30) “Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme; y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿Era del cielo, o de los hombres? Respondedme.”

La primera impresión es que “Jesús está escurriendo el bulto”. Pero no es cierto. Aquí hay varias cosas a valorar:

– Que el Señor conoce la malicia de ellos, y no está dispuesto a hacerles el juego  precipitando los acontecimientos. Él tenía que ser sacrificado como cordero de la Pascua y no antes.

– La pregunta que el Señor plantea en realidad contiene la respuesta a su pregunta. Respondiendo con sinceridad la misma se haría evidente. De esta manera el Señor no solo muestra su conocimiento del corazón humano sino su gran sabiduría. Es necio para el hombre pleitear con Dios.

– Esta forma de responder con otra pregunta era algo frecuente. Nadie se estaba escondiendo. No hay más que ver situaciones como Mr 2:18-19, 2:24-26.

Que la respuesta está implícita en la pregunta de Jesús y que ellos lo saben, se ve en los razonamientos que hacen antes de contestar. Prestemos atención.

El dilema de los judíos.

(Mr 11:31-32) “Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? ¿Y si decimos, de los hombres…? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.”

¿De qué bautismo habla Jesús y por qué este desasosiego? Jesús se está refiriendo al ministerio de Juan el bautista, brevemente descrito en Marcos 1:1-11.

Juan anunciaba la inminente llegada del Mesías y la necesidad de estar preparados de corazón para recibirle, por eso predicaba arrepentimiento y perdón de pecados. Aquellos que se identificaban con su mensaje expresaban esta disposición por medio del bautismo (Marcos 1:4-5). En cierta ocasión estos gobernantes se interesaron por Juan y su mensaje (Jn 1:19-28), pero a la hora de la verdad se mantuvieron al margen y lo desecharon (Lc 7:29,30).

¿Cuál era el dilema? Responder que su bautismo, es decir su ministerio, era de Dios no solo les ponía en el aprieto de tener que justificar por qué no le creyeron, sino de admitir que Jesús era ¡el Mesías anunciado por Juan! (Jn 1:27, 29, 32-34) ¿Vemos cómo en la pregunta está la respuesta que ellos querían? Tiene autoridad porque es el Mesías, y esta le viene de Dios mismo. Y por supuesto no estaban dispuestos a admitirlo.

Lo siguiente era decir que su bautismo era de los hombres, un movimiento humano sin respaldo divino. Pero eso les enfrentaría directamente con el pueblo “pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.”

Y así estos genios de conspiración se vieron atrapados en su propio lazo. Entonces, ¿Cómo resolvieron la situación?

El agnosticismo como excusa.

(Mr 11:33) “Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.”

En honor a la verdad bien podrían haber dicho “no te queremos responder” pero entonces la negativa de Jesús a contestarles también estaría justificada. Prefieren este “no sabemos” que, aun siendo mentira, de alguna forma devolvía la pelota a Jesús y dejaba una puerta abierta a una posible respuesta. Pero Jesús no juega a este juego, interpreta su “no sabemos” como lo que es, un “no queremos,” y responde: “tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.”

Esta actitud de los religiosos es común en nuestros días, ante el dilema de tener que enfrentar la existencia de Dios o la verdad del Evangelio muchos prefieren el camino fácil, “no sé”. En algunos casos este “no se” se convierte en una opción intelectual, hablamos del agnosticismo que apela a la “imposibilidad de saber” en estos temas. Aquí se refugian muchos científicos, filósofos e intelectuales. Piensan que de esta manera eluden la responsabilidad delante Dios (Ro 1:19-22).

Pero que el Señor no responda a la pregunta no significa que haya terminado con ellos. A continuación, y antes que abandonen el templo, Jesús contará tres parábolas donde además de responder a la cuestión de la autoridad, pone de manifiesto la crisis espiritual de la nación, la incredulidad de sus gobernantes, y el juicio divino al que se verán abocados: La parábola de los dos hijos, los labradores malvados (Mateo 21:28-46) y de la fiesta de bodas (Mt 22:1-14). Marcos solo refiere una de ellas, los labradores malvados, la que más conviene a su propósito (Mr 12:1-12). Pero esto es materia para nuestro próximo estudio.

 

 

Notas.

¹ W. E. Vine. Diccionario expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Pág 102,103. Editorial Caribe.

² R. C. H. Lenski. La interpretación del Evangelio Según San Marcos. Pág. 432. Publicaciones el escudo. México.

³ Juan Mateos y Fernando Camacho. El Evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético. Volumen III. Pág 160. Nota 380/381 a pié de página. Ediciones el Almendro y Fundación Épsilon.

⁴ J.c. Ryle, Meditaciones sobre los Evangelios. Marcos. Pág 251-254, y notas páginas 255-256. Editorial Peregrino. Meditaciones sobre los Evangelios. Mateo. Pág 297-298. Editorial Peregrino.

Samuel Pérez Millos. Mateo: Análisis Textual Griego-Castellano Tomo II. Pág 262. Editorial Clie.