Ajenos a la vida de Dios

Ajenos

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Ajenos de la vida de Dios

Ef.4:17-19 «Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza

Dos clases de gentiles.

Por aquel entonces la mentalidad y cultura judía tenía catalogada la humanidad en dos clases de personas; por un lado, estaban ellos, los judíos, quienes, por ser descendientes de Abraham se tenían por una raza privilegiada. Al otro lado ponen los demás pueblos que conforman la Humanidad, a estos, peyorativamente, llamaban “gentiles”.

Cierto, la idólatra predominaba en el mundo. La degradación moral y religiosa en la que habían caído la gente, les tenía sumidas en una serie de conductas nefandas, enganchados a perversiones horrendas y aborrecibles, por esa razón los judíos creían ser una raza superior.

Pablo fue comisionado por el Señor para que anunciara el Evangelio al mundo gentil, y fueron muchos los gentiles se convirtieron de los ídolos a Dios, abandonando la vida perversa que llevaban, gracias al poder transformador del Evangelio.

Pues bien, lo primero a destacar es que, al escribir a los cristianos procedentes de la gentilidad, Pablo hace una distinción entre dos clases de gentiles, concretamente habla de, “los otros gentiles”, es decir, personas que por una u otra razón no se habían convertidos al Evangelio. Quizá nunca lo oyeron y si que lo oyeron, lo rechazaron.

Pues bien, de los gentiles no convertidos, y en contraste con los que sí se convirtieron, Pablo dice siete cosas:

 

1.- Que andan en la vanidad de su mente.

2.- Que tienen el entendimiento entenebrecido.

3.- Que están ajenos de la vida de Dios.

4.- Que viven en la ignorancia.

5.- Que tienen el corazón endurecido.

6.- Que están insensibilizados.

7.-Que se entregaron a toda clase de perversiones.

Aquí toca a cada cual saber a qué clase de gentiles pertenece, si a los «otros gentiles» que viven sin «Dios y sin esperanza en el mundo» y viviendo perdidamente, o si pertenece a los gentiles que ya gozan la vida nueva que procede de Dios.

Los “otros gentiles”.

Reflexionando sobre algunas de las cosas que caracterizan a «los otros gentiles»; los que siguen desprovistos de la vida de Dios.

1. “Que andan en la vanidad de su mente”.

Terrible cuadro el pintado por Pablo. Nótese que el Apóstol no habla de bestias del campo, ni de fieras salvajes, sino de personas racionales, criaturas inteligentes, seres con voluntad propia, que van por la vida según el dictado de una mente descompuesta, y que están abocados al más triste y monumental de los fracasos.

Es a causa del entenebrecimiento en que viven, que el corazón se les ha encallecido. En su obstinación, han apagado su entendimiento, y logrado ahogar la voz de sus conciencias. Creen que siguen la mejor opción que les ofrece el mundo, convencidos, además, que es la mejor filosofía que pueden aplicar a sus vidas.

Is.59:7- 8 «Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz

Pr.14:12 «Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte

O según el diagnóstico de Dios en palabras de Pablo:

Rm.1:22 «Profesando ser sabios, se hicieron necios»

Ef.4:18b «Por  la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón»

Resulta penoso ver que, a pesar de la claridad con que la Palabra da su diagnóstico, y a pesar de su solemne advertencia, tales personas no ven la necedad a la que se han aferrado, y aún son capaces de mofarse de Dios. Así es que Pablo nos dice:

2ªCo.4:3-4 «Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios

Pero también hay que decir que esto mismo lo anticipó el Señor Jesús:

Jn.3:19-20 «Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas

Ajenos de Dios 2. Que tienen el entendimiento entenebrecido. [Desestructurado]

Notemos una vez más la ceguera y la insensibilidad que causa la ignorancia que atrapa la mente de «los otros gentiles» según se dice al comenzar nuestro texto:

Ef.4:18 «teniendo el entendimiento entenebrecido…»

El entendimiento equivale aquí a los ojos internos, a la capacidad de raciocinio que todos tenemos, cuya capacidad, a causa de rechazar vez tras vez los avisos de Dios, y de ahogar tantas veces la voz de la conciencia, los individuos van perdiendo lucidez; se les va embotando su capacidad de raciocinio, y terminan afectados de una ceguera total. Tal entenebrecimiento llega a ser peor que la ceguera física. Veamos si es cierto lo dicho:

Un ciego que lo sea físicamente, reconoce su ceguera, de hecho, no la puede negar, pero aquel cuyo entendimiento ha sido entenebrecido, es ciego, aún para reconocer su propia ceguera, por eso es que cree que ve y sabe más que los demás, lo que le impide ser consciente que se va a precipitar en el abismo.

Mt.15:14 «Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo

Jn.9:40-41 «Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece

Pero por insistir en que “veían”, es decir, al creerse tan sabios y pensar que en materia de religión eran los mejores, creían que no había nadie que les pudiera enseñar.

Es por eso que Pablo dice que el orgullo generó en ellos tal ceguera que estaban enajenados, y carentes de la vida de Dios:

Ef.4:18 «teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza

Ajenos3. Que están “ajenos de la vida de Dios”.

Es sabido por todos que la vida y la libertad son los valores más preciado que el ser humano puede poseer.

Las pólizas que las aseguradoras venden como seguro de vida, no significa que garanticen la vida de nadie por una cierta cantidad de años, lo que garantizan, en caso de que el asegurado fallezca, es una suma importante de dinero con la que indemnizan a sus familiares.

Por otro lado, también es sabido que la vida no tiene precio, que en el mundo no hay dinero suficiente para compensar el valor de una vida, y esta es una verdad que confirma la Biblia.

 

 

Sal.49:6-9 «Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate (Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás), Para que viva en adelante para siempre, Y nunca vea corrupción.»

Los padres que pierden una hijita a manos de un violador, o por ser atropellada por un conductor borracho, no les consuela el hecho de que el asesino se pudra en la cárcel; tampoco es consuelo para ellos que le indemnicen con millones de €. Bien saben que ni los millones, ni los años de cárcel les va a devolver la vida a su hijita.

¡¡Que gran tesoro es la vida!! Aun sabiendo que la vida es corta, cien años que vivamos nos parecerán poco. Y si la vida que es tan corta la valoramos tanto, ¿Qué valor no ha de tener la vida de Dios? También la Biblia nos habla del valor de la Vida Eterna, esa vida que dice el Salmo, que jamás verá corrupción:

1Pe.1:18«sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación»

Recuerdo la letra de uno de esos cánticos antiguos que dice: “Perder los bienes es mucho, perder la salud, es más, perder el alma es pérdida tal, que no se recobra jamás.”

Los gentiles que recibieron la carta eran personas que gozaban la vida de Dios. Habían abandonado su anterior forma de vivir y aceptado la vida nueva que Dios ofrece a todo pecador arrepentido. Se entiende que poco más adelante se les exhorte en los términos que siguen:

Ef.4:22 «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos»

Y respecto de los «otros gentiles», Pablo sigue diciendo viven «Ajenos de la vida de Dios». Desconectados de la fuente de vida eterna; viven sin la esperanza bienaventurada que aguarda a todos los redimidos.

¿Y cuál es la Razón? ¿dónde está la causa? ¿Hay forma de revertir tan desgraciada situación? Notemos las dos veces que el texto hace uso la preposición, “por”, y sabremos la razón del por qué:

Ef.4:18 «teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ingorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza

4. «Por la ignorancia que en ellos hay» 

Ignorancia propia, voluntaria; de grado y por conveniencia. Nunca porque les faltara información, o que no se les hubiera avisado, pues que jamás faltó a los hombres un testimonio vivo y claro de Dios.

Son ellos mismo, quienes se muerden la lengua para no confesar su pecado, quienes no quieren ver la Verdad del Evangelio y quienes hacen oídos sordos al llamado reconciliador de Dios. Como bien dice el refrán, “no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni mayor sordo que el que no quiere oír, ni mudo que el que no quiere hablar”; por propia voluntad han cerrado los ojos, los oídos y la boca…

2Co.4:4 «en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.»

Si bien Dios quiso que… «En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes [gentiles] andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones Hch.14:16-17

Hch.17:27-28 «para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos» Cf. Sal.19:1-4

Rm.1:19-22 «porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios»

5. «Por la dureza de su corazón» 

Tenemos que el endurecimiento voluntario genera la ignorancia en la persona y le impide arrepentirse:

Rm.2:5 «Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios»

¿Por la dureza de quién? El texto dice: «tú dureza», es decir, la dureza propia con la que se endurece de cada cual. No una dureza que le vino impuesta desde fuera.

Y… por tú corazón no arrepentido ¿el corazón de quién? De quienes orgullosamente se resisten a reconocer su rebelión, y cierran los ojos para no ver evidencias naturales que testifica fehacientemente de Dios.

Cuando obstinadamente la persona se cierra “a cal y canto” y dice como no hace mucho dijo un político empecinado, que “No es no”, aparte de su falta de sabiduría, le toca cargar con las consecuencias.

Semejante negativa es una actitud necia que incapacita al individuo a ver que está en rebeldía, lo que a su vez le impide arrepentirse, y se agrava su situación, pues como dice la Escritura:

Ro.2:5 «Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios»

Una puerta de esperanza.

Puede que en alguna mediada y te hayas visto reflejado en la descripción que la Palabra hace de las personas que se resisten a creer en el Señor Jesús, y un atisbo de conciencia se haya despertado en ti. Si es así, no desespere, pues que Dios aún no ha retirado su mano para salvarte.

Is.59:1 «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír» Cf. Is.50:2

Esta, queridos amigos, es una verdadera puerta de esperanza. Si la Palabra de Dios dice que no se ha acortado su mano para salvar, es porque Dios piensa en ti, y está, no solo dispuesto a salvarte, sino que además dispone de todos los medios para realizar en ti una salvación efectiva. El verbo acortar, aquí, es muy significativo. Significa que:

No ha disminuido su alcance. Llega donde quiera estés, allí alcanza su mano. No importa la profundidad del abismo en el que hayas caído, ni cual sea tu ruina moral y espiritual. Sigues al alcance de su mano. 

No solo que el tiempo del juicio no ha disminuido, sino que alargó el plazo para que te puedas arrepentir dentro del plazo. Ciertamente mañana pudiera ser tarde, pero al día de hoy, su mano aún alcanza para salvarte. 2Pd.3:9.

No ha mermado su capacidad ni su potencial. Su voluntad y deseo de salvarte sigue vivo.

Sal.118:15-16 «Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; La diestra de Jehová hace proezas. La diestra de Jehová es sublime; La diestra de Jehová hace valentías.»

Sirva de ejemplo el clamor de Pedro cuando estuvo a punto de perecer:

Mt.14:30-31 «Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!  Al instante Jesús, extendiendo la mano, asió de él…»

 

Manuel Leon