Maldición de la Higuera – CL. Fillion

higuera

“Maldición de la Higuera”

(Mt.21:18-19; Mr.11:12-14)

Vida de Nuestro Señor Jesucristo

Tomo II, Apéndice XXIV, pág. 753, por L. – CL. Fillion, Editado por: Ediciones FAX, año 1950

 

 

higuera

La escuela llamada “crítica”, con rarísimas excepciones no entendiendo este milagro, niega su historicidad y aún finge escandalizarse de él. “La historia de la higuera, escribía Eduardo Reus,i es un enigma indescifrable… ¿Qué fin podría tener tal milagro? No entendemos el enojo de Jesús contra una criatura inanimada y, por tanto, irresponsable.”

Otros han querido ver en este milagro un acto de cólera y de venganza de Jesús, o por lo menos, un “acto falto de razones”ii.

Otros se esfuerzan en sacar de este hecho consecuencias favorables a sus opiniones: “Todo el episodio, dicen, nos muestra el aspecto humano de Jesús: tiene hambre, se engaña, maldice un árbol.” Y buscando el motivo secreto de tal proceder, añaden: “Posible es que Jesús no estuviera nada satisfecho del exiguo resultado de su entrada del día anterior” (en Jerusalén)iii.

De esta manera han relegado la maldición de la higuera al dominio de la leyendaiv, o por lo menos, miran este incidente como “error de la tradición”, que habría convertido en milagro alguna parábola de Jesús, por ejemplo, la de la higuera, que ofrece gran semejanza en el episodio que nos ocupa. Pero no hay huellas alguna de esta supuesta conversión de una parábola en milagro. Al contrario, entre las parábolas y un milagro hay una diferencia esencial. En efecto, “lo más saliente de la parábola es que se concede un plazo a la higuera estéril; lo más saliente de este otro episodio es que el árbol es herido sin plazo ninguno por el juicio divino”v.

Pero no han sido los neocríticos los primeros en extrañarse de este prodigio, único en su género, en la vida de Nuestro Señor. “¿Qué había hecho el árbol? ¿Cuál era su falta?”, se pregunta ya san Agustínvi.

Para entender debidamente este hecho es menester, conforme a la interpretación general de los exégetas creyentes, mirar más allá del árbol y ver en el acto de Jesús el simbolismo que en su lugar dejamos explicado.

Añadiremos aquí que la higuera fue maldecida, no solo por estéril, sino principalmente, como emblema de la hipocresía y de la falsedad, pues prometiendo, por su follaje y sus condiciones ordinarias de fructificación, frutos abundantes, solo tenía aparienciasvii.

En cuanto al símbolo de la conducta moral y religiosa del pueblo judío, aquel árbol era un engañador, y como tal, fue condenado, como aquellos cuya figura y tipo era. Y siendo esto así, a las claras se ve que es gratuito e injusto acusar a nuestro Señor de haberse dejado llevar de la cólera y de la venganza.

Su sentencia fue pronunciada con toda aquella serenidad y dignidad que a juez imparcial conviene. Como ha notado un escritor muy exacta y delicadamente, “este golpe de muerte fue el único que descargó la mano del Salvador; pero esperó hasta el último día; quería inculcar el temor de Dios en corazones obstinados, y aun entonces se revela su misericordia, por cuanto perdona al hombre y no hiere sino a una criatura insensible.” viii

En fin, hace al caso notar que Jesús, durante los días que inmediatamente precedieron a la pasión, tenía de continuo en el pensamiento, y más aún en el corazón, el juicio divino que amenazaba a los judíos. ¡Con qué anhelo deseaba traerlos a mejores sentimientos! De ello son prueba manifiesta, las parábolas de los dos hijos y de los viñadores homicidas, y otras gravísimas amenazas pronunciadas aquellos días.

La higuera pomposa, pero estéril, le ofreció ocasión propicia de predecir, con un acto extraordinario, el castigo que aguardaba a la nación culpable.

(“Vida de Nuestro Señor Jesucristo” Tomo II, Apéndice XXIV, pág. 753, por L. – CL. Fillion, Editado por: Ediciones FAX, año 1950.)

 

iHistorie évangelique, Syopse, pág. 557-558

iiLoisy, Les Evangelie synoptiques, T. II, pág. 268

iiiHoltzmann, Leven Jesu, pág. 234. Bien exigente ha de ser quien califique de “exiguo resultado” la entrada Triunfal en Jerusalén.

ivPara explicar el origen de la supuesta leyenda se ha recurrido gravemente a esta hipótesis: “Quizá había (en el camino de Betania)” una higuera seca, que ocupaba la imaginación popular (en la iglesia primitiva) y de la que se decía: este es el árbol que Cristo maldijo.” J. Weiss, Die Schriften des N.T., T. I, pág. 165. El Dr. Schwart se ha tomado la inverosímil tarea de probar tan extraña conjetura (Zeitschrift für neutestam. Wissenschaft, Tomo V, 1904, págs. 80-85).

vWeiss, Leven Jesu, 1882, t. II, pág. 458. La opinión que así B. Weiss se refuta es hoy corriente entre los racionalistas y protestantes liberales.

 viDe verbis Domini in Joann, 44

 viiPlummer, An exegetical Commentary en the Gospel according te S. Mathew, 1909 pág. 291

 viiiFouard, Vie de N.-Seigneur Jésus-Christ, segunda edic. t. II, pág. 213