PODER DE LA MIRADA

PODER DE LA MIRADA,

Lc.11:21-22; 19:1-10.

Fue Cicerón quien dijo que: «El rostro es el espejo del alma y los ojos sus delatores».

Quizá alguno haya podido anticipar “por donde van a ir los tiros”. Sí, efectivamente, deseo reflexionar sobre “el poder penetrante que puede ejercer una mirada”, de cómo el estado anímico/emocional de una persona se refleja en el semblante y de cómo se trasluce en su mirada, ya sea de ternura, de odio, inquietante, apacible, de horror, serenidad, de alegría, tristeza, etc.

Una ilustración que he disfrutado, es la vivida por Nehemías, copero de Artajerjes, rey de los persas.

Nehemías había recibido a una delegación venida de Jerusalén y liderada por uno de sus hermanos, que le informaron de la afrentosa calamidad en que se encontraba el remanente judío que habitaba en Jerusalén y aledaños, lo que inundó de tristeza su alma, tanto que no podía disimularla, y que dio lugar a un hermoso diálogo con el rey.

Neh,2:1-3 «Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, v.2me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. [Nehemías no pudo disimular el dolor que le oprimía el alma, sus ojos delataban su tristeza, y el rey la vio.]

v.3Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego

Algunos ejemplos más:

1ºSm.18:9 «Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David»

Lc.22:61-62 «Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; […] Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente».

Mt.5:28 «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró [virtualmente] con ella en el corazón

ZAQUEO, UN RELATO EN TORNO A LA MIRADA.

Al parecer, Lucas, quiso articular la historia de Zaqueo con varias conjugaciones del verbo «ver», con las que se indican consecuencias diversas.

También parece que Lucas tuvo la intención de vincular la historia de Zaqueo, con la del ciego Bartimeo, (final del cap.18)

Lc.18:41-43b «¿Qué quieres que te haga? Y él le dijo: Señor, que reciba la vista. Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado. Y luego vio». Es muy significativo la repercusión que tuvo en las multitudes: «… y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios».

Aunque los ojos de Zaqueo gozaban de buena salud, él no “podía” ver. Para superar el obstáculo, (su baja estatura), decide subir a un árbol, y, desde su “atalaya”, poder ver y oír a Jesús sin dificultad, al tiempo que, camuflado entre sus hojas, evitaría las burlas y ultrajes del gentío. (Cf. Lc.19:2-4).

Permítaseme una breve reflexión: Pienso que, si usáramos nuestro ingenio para salvar los escollos que nos impiden ver y oír a Jesús, o para realizar cualquier otra cosa en beneficio del “cuerpo”, con el mismo ahínco que lo hizo Zaqueo, “otro gallo nos cantaría”.

Pero, v.5 «Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo…»

La historia termina refiriendo la forma en que reaccionaron los espectadores. Ellos no tenían deficiencia visual, pero sus prejuicios, les impedía ver la realidad de aquel corazón gimiente.

v.7 «Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador».

a. Los que vieron lo que Jesús hizo al ciego «dieron alabanza a Dios»

b. Los que vieron la obra de Jesús en Zaqueo, «murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.»

 

 I. CUANDO LA VISIÓN ESTA DISTORCIONADA:

Los convecinos de Zaqueo estuvieron atentos, yo diría, espiando lupa en mano y escopeta cargada, para ver cómo discurrían las cosas, y a la más mínima pegar el escopetazo. Es evidente que estaban prejuiciados, y que su visión carecía de objetividad, no coincidía con la realidad.

Lc.11: 34-35 «La lámpara del cuerpo es el ojo; [es decir, el corazón con que se mira] cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz, pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas», es decir, que el corazón con que juzga, esté entenebrecido, prejuiciado, lleno de odio, malignidad, envidia, capaz de falsear la realidad. Un corazón que mira con lentes distorsionadas es incapaz de amar.

Zaqueo era un hombre ya etiquetado y condenado socialmente, a llevar de por vida el estigma con que le habían marcado a hierro y fuego.

A la vista de ellos Zaqueo era un caso perdido, del que nada bueno podía sacarse, y, además de tenerle sometido a tan dura marginación, le odiaban y le deseaban lo peor. Así de malos somos. De hecho, los lugareños le habían cerrado sus corazones a cal y canto.

 

II. OTRA MANERA DE VER Y DE APRECIAR:

Mientras Zaqueo gestionaba sus sentimientos, valoraba sus opciones y sopesaba qué estrategia aplicar, nuestro Señor, compasivo, hizo un alto debajo del árbol en el que Zaqueo se había encaramado.

Al parecer la sombra del árbol invitaba a hacer un alto en el camino. Justo en ese punto leemos que Jesús: alzando sus ojos, hizo coincidir su mirada con los ojos de Zaqueo, que también le miraban.

Cada cual vio los ojos del otro, y en los ojos del uno, se veía el dolor y gemir de su alma, y en el otro, se veía un corazón proyectando amor.

Cabe que, en el instante en que las miradas se encontraron, quedó todo dicho por ambas partes; el uno, -te necesito; el otro, -aquí me tienes a la disposición. Ese fue el instante en el que todo el ser de Zaqueo quedó inundado de luz. Al menos, cómo vamos a ver, tuvo una reacción linda.

v.6 «Entonces él descendió a prisa, y le recibió gozoso» v.8 «puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado». 

El hombre supuestamente amargado y al que odiaban sin piedad, se nos presenta gozoso y compadeciéndose de los pobres. Más aún, decide repartir la mitad de su inmensa riqueza entre los indigentes, y devolver con creces, cuanto hubiera podido defraudar.

1ºSm.16:7 «porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón>. Precisamente en lo recóndito del alma, donde los ojos de los malévolos jamás pudieron explorar. Jesús sí que vio que en Zaqueo había margen para hacer su obra. ¿Qué obra? La que él dijo que vino a realizar… v.10 «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido»

Sepas mi amigo que, con el poder con que mira Jesús, puede obrar en ti igual que obró en Pedro, e inducirte al arrepentimiento:

Lc.22:61-62 «Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; […] Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente»

La mirada de Jesucristo, no solo quebranta el duro corazón, también puede llamar a la existencia a un nuevo ser, o sea, su poder y buena voluntad puede conseguir que, de un corazón quebrantado y en verdad arrepentido, nazca un hombre nuevo, como bien sucedió a Zaqueo.

De manera que, mediante su mirada de amor, Jesús, cual el hombre más fuerte, sobre el fuerte, desalojó al canalla que habitaba en el corazón de Zaqueo, y echó de su interior al bribón que regía sus actos y al perverso que alimentaba su insaciable avaricia, e hizo de él una nueva creación.

Recordemos que, valientemente, y sin temor al qué dirán, Zaqueo batalló para que Jesús le bendijera. Lo hermoso es que Jesús no le rechazó, como tampoco a ti te rechazará, porque «todo aquel que a mí viene no le echo fuera» 

 

III. MIRANDO COMO JESÚS

Con su forma de mirar, Jesús nos muestra cuán importante es aplicar una mirada limpia, sin lentes prejuiciadas que inducen a distorsionar los hechos. La mirada del Señor bendecía y comunicaba amor, aun si la persona rechazaba su oferta:

Mr.10:21 «Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz

Los que padecen la enfermedad de ser malpensados, al punto de que no se fían de nadie y que tienen a todos bajo sospecha, convierten en víctimas inocentes, (creyentes o no) a todos cuantos tienen la desgracia de caer dentro del círculo en que se mueven. Esa clase de personas que padecen el síndrome de ser malpensados, viven sometidas a la tiranía de un no sé qué, que solo existe en su imaginación, y, porque desconfían de todo y de todos, siempre están nerviosos, tensos, en guardia, con la escopeta cargada. Así convierten sus vidas en un sin vivir.

Digamos que se repite el caso del Quijote, de quien sabemos que, en su mente enfermiza, confundió los “molinos, con temibles gigantes”. 

Mirando como Jesús, se producirá el milagro que nos predispone a ser honestos con nosotros mismos, juzgarnos y desaprobarnos a nosotros mismo con ánimo y propósito de cambiar, y deseo que Jesús nos sane.

Mirando como Jesús, y una vez libres de las reservas y precauciones habituales, estaremos en disposición de abrirnos y sincerarnos con los hermanos.

Dado el caso de ser defraudarnos, aún nos quedaría fondo suficiente para volver a perdonar, y dar una nueva oportunidad. Es que, tras haber adquirido con el Señor el compromiso de amar, perdonar y de hacer el bien a nuestro prójimo, el deseo insano de satisfacer nuestro orgullo, quedó desterrado de nuestro corazón. 

Bien vista y entendida la actitud de Jesús hacia los marginados, se diluyen de por sí las ojerizas contra nuestro prójimo. Nuestra mirada deja de ser huidiza, y para detenerse, fijarse, tomar conciencia de la realidad, y como Jesús, nuestra forma de mirar será de lo más acogedora.

 

A partir de aquí, nuestra oración podría ser: Señor, concédenos la gracia de poder ver al otro, como yo deseo ser visto, comprendido y atendido por los demás. Es la misma regla de oro, (hacer a los demás lo que nosotros queremos recibir) pero aplicada al “ojo” de nuestro corazón. Amén.