YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

Yo soy la luz del mundo ¹

(Juan 8:12)

“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

Una afirmación, un requisito, dos resultados.

La ocasión y el trasfondo inmediato.

Para situar la escena, lo primero es establecer el contexto de estas palabras. Posiblemente estamos al final de la conocida como fiesta de los tabernáculos o de las cabañas. Era una ocasión anual donde Israel retrocedía como 1.400 años en su historia y recordaba el tiempo que vivieron en el desierto, en tiendas, tras salir de Egipto bajo la guía de Moisés. Como Dios les cuidó, les guió y acompañó en el camino hasta llegar a Canaán.

Durante siete días los israelitas hacían su vida bajo las enramadas construidas en las azoteas, los patios de las casas y en espacios públicos.

Al comienzo de la fiesta, y esto era algo que se introdujo con el tiempo, se encendían cuatro grandes candelabros en el interior del templo (patio de las mujeres). Al estar el templo en lo más alto de Jerusalén, esto significaba que su luz era visible en toda Jerusalén y alrededores. ¿Qué se quería significar con esto?

En primer lugar recordar la columna de nube y fuego que acompañó a los israelitas durante la peregrinación en el desierto.  Aquella columna además de darles protección y dirección, simbolizaba la presencia de Dios mismo con su pueblo (Éxodo 13:21,22).

Pero con el paso del tiempo esta luz también se convirtió en un testimonio de la esperanza en la promesa de un Salvador, un Enviado de Dios que sacaría a Israel de la oscuridad del yugo romano y les devolvería la gloria perdida (Isaías: 9:2; 42:6; 49:6).

La gran afirmación de Jesús: Yo soy la luz del mundo.

Con esta gloriosa declaración Jesús se identifica con el Mesías o Salvador del cual hablaban los profetas bíblicos desde la antigüedad. No con un líder nacionalista, ni con una esperanza solo para unos pocos. Jesús se presenta como la Luz del mundo, esperanza para todas las naciones, para todos los hombres y mujeres sin excepción.

Dijo Dios por medio de Isaías, en referencia a este Salvador: “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (Is 49:6). Tenían razón los samaritanos cuando dijeron de Jesús: “Y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” (Jn 4:42).

Estas palabras implican que el mundo necesita Su Luz, es decir todas las personas sin excepción, necesitan Su Luz, y esto es así porque están en un estado de tinieblas. ¿De qué hablamos? Hablamos de la condición moral y espiritual de los hombres.

A pesar de todos los avances en ciencia, en tecnología, de todo el conocimiento que se expone en colegios y universidades, del desarrollo del arte, de la cultura, de todas las ofertas para el ocio o para el desarrollo personal, la realidad es que el hombre vive sin entender el sentido de la vida, el valor eterno de su alma, en un estado de desasosiego, y en un cada vez mayor desconocimiento de Dios y de la realidad del mundo venidero.

Y este desconocimiento de Dios y de nuestra condición nos hunde cada vez más en la oscuridad del pecado. Cada vez más desintegración y destrucción de las personas y las familias. Cada vez más lejos del Dios que es la Luz, que es la Esperanza y que es la Vida (2ª Cor 4:4) (Efesios 4: 18-19).

Estas palabras nos enseñan que Jesús es el único remedio para este estado de cosas. En Juan 12:46 Jesús dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.” Y el Apóstol Juan testificó de Él: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (Jn 1:9).

– Una advertencia antes de continuar: Cuidado, porque en este mundo hay muchas luces falsas que invitan a los hombres, está lleno de falsos mesías. A veces del mundo de la política, otras de la ciencia, de la cultura, del ocio e incluso de la religión y la moral. Todas claman por mostrarnos “la luz”.

Que no te engañen, escribía el viejo predicador: “Solo Él (Jesús) es la Luz Verdadera que vino al mundo a salvar a los pecadores, que murió como nuestro sustituto en la cruz y está sentado a la diestra de Dios como nuestro amigo.”

Una afirmación, un requisito: “El que me sigue”.

A continuación, después de esta afirmación “Yo soy la Luz del mundo” Jesús expresa cual es la condición para que el hombre pueda beneficiarse de la Luz que es Su Persona. Esta es quizás la parte que menos gusta y que solemos pasar por alto: “el que me sigue,…”

Lo primero que llama la atención es que el llamamiento es abierto a todos, en consonancia con la misión de Jesús “Yo soy la Luz del mundo”. Por tanto no hay ninguna persona que esté excluida del mismo. La cuestión no es ¿Es para mí? sino ¿Quieres seguirle?

Seguir es un verbo que describe la relación del soldado con su oficial, del discípulo con su maestro, el siervo con su amo. Implica lealtad, obediencia, renuncia.

El llamado no es a apuntarte a una religión, “ahora soy de los cristianos”, “me hice evangélico” o adoptar una serie de creencias y reglas. No va de eso.

“Seguir a Jesús” se trata primeramente de entrar en una relación personal, en una relación de vida, con Jesús. Es sinónimo de creer en Él (Juan 12:46).

Como explica W Macdonald:². “Seguir a Jesús significa acudir a Él con arrepentimiento, confiar en Él como Señor y Salvador, y luego consagrar la propia vida a Él.”

Es en este momento, cuando la persona reconoce su necesidad e incapacidad, y por la fe se identifica con el Salvador Jesucristo, que pasamos “de muerte a vida”, “del reino de las tinieblas al reino de su amado Hijo” (Jn 5:24) (Col 1:13). Y será ahora, en esa relación vital, caminando a su lado, que podremos experimentar todos los beneficios de Su Luz en nuestras vidas.

Los resultados de esta identificación.

Hablando de beneficios, a continuación Jesús habla del resultado que tiene identificarse con Él. Merece la pena, es maravilloso: “el que me sigue, 1. no andará en tinieblas, sino que 2. tendrá la luz de la vida.” En realidad dos caras de la misma moneda.

1º. El que me sigue: no andará en tinieblas.

“No andará en tinieblas.” Esto tiene varias aplicaciones, todas muy interesantes:

No andará en ignorancia a causa de la mente entenebrecida. Son muchas las personas que viven, y que llegan al final de la vida, inmersos en la más absoluta de las incertidumbres sobre sí mismas y la eternidad. Pero quién ha encontrado a Cristo ya no andará más en ignorancia con respecto a Dios, a su propio origen, el propósito de la vida y destino eterno.

No andará en las obras infructuosas de las tinieblas. Nos habla de ser liberado del poder del pecado, sus vicios, sus ataduras. Hablamos entre otras obras de las tinieblas del espiritismo, del ocultismo, magia, horóscopos, supersticiones, idolatría, adulterio, fornicación, y todo tipo de perversiones. ¿Acaso no quieres poner fin a esta esclavitud?

No andará errante. Al caminar por esta vida estamos expuestos a andar a tientas y tropezar, porque muchos de los problemas de la vida están por encima de nuestra capacidad. Corremos el peligro de caminar por la senda equivocada. Pero de la misma manera que la columna de nube y fuego caminó junto al pueblo de Israel en el desierto, trayendo protección y dirección, también Jesús vendrá a caminar a nuestro lado dándonos su provisión y dirección.

2º. El que me sigue: tendrá la luz de la vida.

Pero aún hay más, no solo que no andará en tinieblas sino que “tendrá la luz de la vida”. Si Jesús es la luz, tener la luz de la vida es tener a Cristo en nuestros corazones. La Luz no puede separarse de su persona. Él ilumina nuestra mente y corazón por el Espíritu y la Palabra. Es la vida misma comunicada por Jesús.

Las luces que este mundo ofrece y que muchos toman como para sus vidas, pueden servir por un poco de tiempo, pero cuando llega “el valle de sombra de muerte” terminan por apagarse y no les servirán de nada.

– Sin embargo, la luz de la vida no depende del momento, ni está condicionada por el lugar, escribía alguien, no le afecta la enfermedad o la muerte; arde para siempre y no se puede apagar.

– Este mundo puede convertirse en una fuente de luchas y sufrimientos para el cristiano. Pero tener la luz de la vida es tener certeza y esperanza aún en medio de las tribulaciones.

– Tendrá la Luz de la Vida también nos recuerda el final de nuestro camino: La casa del Padre, las moradas eternas.

Palabras finales.

Para terminar, lo que queda es un llamado a la reflexión y tomar decisiones. Cristo, la Luz del mundo, está a nuestra disposición al igual que a la de todo el mundo. Solo pide que le sigamos. ¿Estarás dispuesto a entregarle tu vida, que sea tu Salvador, y vivir una relación de discipulado junto a Él? Deja que la Luz de Cristo disipe tus temores, tus dudas y sea la guía de tu vida.

Una declaración: Yo soy la luz del mundo. Un requisito: el que me sigue. El resultado: No andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida.

 

 

 

Notas.

¹ Las principales ideas y parte del desarrollo están adaptados de la obra de J.C. Ryle: Meditaciones en Juan. Editorial Peregrino.

² Comentario al Nuevo Testamento, por William Macdonald. 1995 Clie. Pág 394.