15 Jesús sana en día de reposo


Jesús sana en día de reposo.

 

¿Qué hará Jesús? ¿Se atreverá a llevar sus enseñanzas sobre el día de reposo hasta las últimas consecuencias?

 

 

¡Es verdad! una cosa es hablar y otra distinta actuar en consecuencia. Sucede que en muchas ocasiones los hechos terminan desmintiendo las palabras. De ahí que las Escrituras digan: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;…” (Stg 1:19). De ahí que las Escrituras insistan en la necesidad de ser examinados y transformados de forma continua por la Palabra y el Espíritu (Ef 4:22-24) (Sal 139:23-24). 

El hombre de la mano seca.

(Mr 3:1-6).

¿Por qué esta introducción? Observemos la situación. En esta ocasión nuestro Señor Jesucristo no está predicando a orillas del mar de Galilea donde una multitud entregada le escucha, sino en “territorio hostil”. Es decir, ha entrado en la sinagoga, el lugar donde los fariseos y los escribas se sentían “como en casa”. 

¿Qué haría Jesús? ¿Se atrevería a llevar sus enseñanzas sobre el día de reposo hasta sus últimas consecuencias o actuará de manera diferente? 

Un hombre que tenía la mano seca.

(Mr 3:1) “Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.”

No se trata del mismo día de reposo en que los discípulos cogieron las espigas sino de una ocasión posterior. Mateo nos dice que esto sucedió después que el Señor marchó de aquel lugar “Pasando de allí” (Mt 12:9) y Lucas que fue “en otro día de reposo” (Lc 6:6).

Este último añade además un detalle interesante, “entró en la sinagoga y enseñaba” (Lc 6:6). Es decir, después de la lectura bíblica fue invitado a exponer su mensaje. Que hermoso privilegio para los que estaban allí, escuchar al Verbo encarnado enseñar la Palabra.

A continuación Marcos hace notar que entre los presentes había alguien peculiar: “y había allí un hombre que tenía seca una mano.” Lucas, que era médico, dice además que esa mano era la derecha (Lc 6:6). Por alguna razón (bien por accidente o enfermedad) aquel hombre había perdido la movilidad de su mano. Una situación que sin duda afectaba a su situación laboral y a la condición de su familia.

Una ilustración de la incapacidad humana.

Este hombre, limitado por su enfermedad, incapaz de solucionar su problema, es una ilustración de la condición humana. Incapaces de obrar para nuestra salvación, incapaces de hacer lo que a Dios le agrada. De la misma forma que para aquel hombre la respuesta fue Jesús, también Él es el único que puede poner remedio a nuestra condición.

Al acecho de Jesús.

(Mr 3:2) “Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.”

“Y le acechaban” Pero no solo había un hombre enfermo, también una especie de “comité policial” formado por fariseos, escribas y un grupo conocido como los herodianos, dispuestos a acusar y juzgar a Jesús a la menor oportunidad.

Que triste cuando en una congregación la adoración y la Palabra dejan de ser el propósito principal de la reunión y los creyentes están más pendientes los unos de los otros a fin de encontrar motivos para señalarse mutuamente. 

Y ahora llegamos al por qué de este comportamiento le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría,…” Como ya sabemos, en sábado no se podía trabajar. Y entre las prohibiciones, la tradición judía había establecido que no se podía sanar. Salvo peligro de muerte, no se podía actuar para curar o aliviar el sufrimiento de un enfermo. 

Pero Jesús había discrepado públicamente de este tipo de interpretaciones. Su postura era clara: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.” (Mr 2:27). Dios nunca quiso que el sábado impidiese actuar con misericordia, ni hacer el bien, o les privase de una relación gozosa con Su persona. ¿Se atrevería Jesús a desafiar una norma que tenía el respaldo de las principales escuelas teologías judías? Eso no tendría perdón.

“Levántate y ponte en medio”

(Mr 3:3) “Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.”

Marcos omite algunos detalles de esta escena. Pero si vamos a Mateo leemos que fueron los fariseos quienes tomaron la iniciativa con una pregunta insidiosa “¿Es lícito sanar en sábado?” y como el Señor los confronta con argumentos tomados de sus propias costumbres para concluir que sí es lícito (Mt 12:10-12).

Y es aquí, después de esta respuesta, donde Marcos inicia el relato. El Señor pide a aquel hombre que se levante y se coloque delante de todos ¿Por qué le ordenó tal cosa?

No es fácil saberlo, pero al tenerle delante, con toda su desgracia y necesidad, era como si el Señor quisiese reconducir la situación a su justo lugar. No se trataba de avergonzarle sino de poner en evidencia que más allá de reglas y tradiciones, de lo hablaban era de seres humanos y sus necesidades, no de números, animales o  cosas. Era como decirles “El día de reposo tambien fue hecho por causa de ellos”.

A veces ocurre hermanos, que nos enzarzamos en nuestras disputas y no tenemos en cuenta como afectan a las personas que nos rodean, o el dolor que podemos estar causando. 

La pregunta de Jesús.

A continuación, y teniendo al hombre delante, el Señor les hace una pregunta. Es una invitación a reconsiderar su actitud.

(Mr 3:4) “Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.”

Como trasfondo de la pregunta, puede que estén estos dos versos del Antiguo Testamento:

(Dt 30:15,19) El argumento sería el siguiente: ¿Cuántos días de la semana se ha de escoger hacer el bien? ¿Solo seis o el sábado también? Evidentemente también en sábado se ha de escoger hacer el bien.

(Is. 56:2) Hacer el bien y guardar el día de reposo son dos realidades que no se pueden separar. 

En verdad el Señor no da muchas opciones. A la vez que pregunta da la respuesta, y a la vez que pregunta afirma algo parecido a lo siguiente: “aquel que puede hacer un bien, no importa la ocasión, y se niega, está ofendiendo a Dios”.

Llama la atención la frase “¿Salvar la vida o quitarla?” Qué quiso decir. Hay dos consideraciones:

Parece una alusión velada a la intención que había en sus corazones de hacerle daño. En día de reposo no se podía sanar, sin embargo era lícito conspirar para matar.

Por otro lado, para el Señor, negar a un hombre la posibilidad de lograr el sustento por sus propios medios, y aquel hombre estaba impedido a causa de la enfermedad, era como matarlo.

“Pero ellos callaban”. Este silencio de los fariseos no era ignorancia. ¡Hasta un niño hubiese podido responder! Era un silencio revelador tanto del rechazo a la persona de Jesús como de la ausencia de misericordia en sus corazones. 

Jesús: enojo y tristeza.

(Mr 3:5) “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.”

“Mirándolos con enojo, entristecido…” Me llama la atención esta descripción del Señor: con enojo, es decir, poseído de un intenso sentimiento de rechazo, indignado, y a la vez entristecido, una palabra que implica no solo dolor sino simpatía, dolerse juntamente con el otro. 

Qué extraño suena esto. Pero no podía ser de otra manera. Indignado frente al pecado y el endurecimiento que produce, pero profundamente entristecido al considerar la condición de aquellos hombres. Aborrece el pecado, pero ama al pecador. 

“Extiende tu mano.” ¿Cuántas veces lo intentó sin éxito hasta que se dio por vencido?  ¿Por qué ahora sería diferente? Porque quien se lo decía era Jesús, el Hijo de Dios. Y Él si podía restaurar su mano y su vida. Y efectivamente, aquel hombre no dudó “él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”.

¿Y qué de nuestra vida? Mientras sigamos empeñados en actuar con nuestras fuerzas al margen de Jesús seguiremos cosechando fracasos. Es necesario que descansemos en Él, tanto para nuestro perdón y salvación como para una vida cristiana fructífera.

Jesús es rechazado.

(Mr 3:6) «Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.»

¿Quiénes eran los herodianos? Eran los partidarios de los Herodes. Una dinastía establecida por Herodes el grande, aquel que mandó matar a los niños de Belén, y que con la protección de Roma gobernaba en amplios territorios de Israel.

¿Que llama la atención? Pues que los herodianos eran justo lo contrario de los fariseos, por eso los fariseos los despreciaban. Personas que favorecían la cultura griega en Israel, interesadas en el poder y que usaban la religión como excusa para sus fines. Y aún así fueron en su busca para conspirar contra Jesús. 

La religión y la política, los moralistas y los liberales, aparcando sus diferencias y unidos para destruir a un enemigo común, alguien que les era tremendamente incómodo. Hermanos ¿Qué podemos esperar del mundo? No nos dejemos engañar por los momentos de quietud. No será simpatía ni comprensión. Recordemos que el verdadero Evangelio incomoda, que la persona de Jesús incomoda al mundo.

¿Qué haremos con Jesús?.

A modo de conclusión, podemos decir que en estas palabras finales se nos presentan dos opciones: 

Extender la mano necesitada, como hizo aquel hombre, para recibir de Jesús Salvación y vivir en el poder del Señor.

Rechazar a Jesús como hicieron aquellos fariseos y herodianos, conspirando para mantenerle lejos de nuestras vidas.

 

Natanael Leon