16 Multitudes son sanadas junto al mar


Multitudes son sanadas junto al mar.

 

(Mr 3:7-12).

De entrada decir que esta porción es como un bálsamo en el ministerio de Jesús. Por un momento Marcos deja el conflicto con los líderes religiosos, las preguntas y miradas malintencionadas, para mostrarnos como la popularidad del Señor crecía entre el pueblo y como este le seguía. Esto es de entrada, como primera impresión. Después veremos el pero, la objeción, que había en este comportamiento.

Jesús se retira al Mar.

(Mr 3:7) “Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea…”

Este mar es una referencia al gran lago de Galilea. Recordamos el contexto. Jesús acaba de sanar a un hombre paralítico de una mano en día de reposo, en la sinagoga, y en claro desafío a las tradiciones que representaban los fariseos y escribas. Lo último que nos dice el texto es que estos se pusieron de acuerdo con los herodianos, el poder político, para destruirle. Y ahora dice:

“Más Jesús se retiró… ,” Mateo, que es el único de los evangelistas que recoge el suceso escribe:  «Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí;…» (Mt 12:15)

¿Tuvo Jesús miedo de los fariseos y herodianos? ¡Eran gente muy poderosa! Es verdad que el Señor evita el conflicto, pero no está huyendo. Lo que se trata es de no precipitar acontecimientos o forzar un conflicto innecesario. Era demasiado pronto. Además, aún faltaba tiempo para formar a los discípulos en cuanto al conocimiento de Su persona y Obra. Cuando llegue el momento, nuestro Señor va a avanzar con paso firme a Jerusalén y hacia la cruz. 

Mateo dice que con esta actitud Jesús cumple una de las profecías de Isaías (Is 42:1-4) «No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz.» (Mt 12:19)  El Mesías no sería un provocador, ni un agitador, ni un manipulador de multitudes. Todo lo contrario a lo que hacen algunos en el día de hoy apelando incluso al nombre de Jesús.

Hay un detalle importante, este comportamiento de los fariseos de desprecio y rechazo a Su Persona, tuvo consecuencias. El Señor dejó de asistir habitualmente a las sinagogas de ellos para enseñar la Palabra. Se retiró y buscó principalmente espacios abiertos para su ministerio. A partir de ahora este lago y sus orillas ocupan mucha importancia en la narración.

La variedad de las multitudes.

(Mr 3:7-8) “… Y de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.”

En este caso, y para valorar la popularidad del Señor, es necesario que tengamos un mapa de tierras bíblicas a mano. (Suele haber uno con el ministerio de Jesús al final de nuestras biblias).

Hacia el sur de Galilea, su fama se extiende más allá de Judea y Jerusalén hasta llegar a Idumea, la tierra natal de la dinastía de los Herodes. Por el norte, traspasa el territorio de Galilea para llegar a Fenicia (alrededores de Tiro y Sidón). Y por último, dice que también vienen gentes del otro lado del Jordán, de Perea y Decápolis. Es decir, su fama llegó también a territorio gentil, entre los que no eran judíos, y desde allí también vinieron muchos  buscando sanidad en Jesús. 

Este hecho no pasa desapercibido a Mateo y nos dice que esto es un anticipo de (Is 42:1-4). Aunque en un primer momento su ministerio estaba centrado en Israel, sin embargo los beneficios de su Obra iban a alcanzar todos los rincones de la tierra, sin ningún tipo de distinciones:

“He aquí mi siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se agrada mi alma; Pondré mi Espíritu sobre él, Y a los gentiles anunciará juicio.” (Mt 12:18) “Y en su nombre esperarán los gentiles.” (Mt 12:21) 

Es hermosa la frase con la que Mateo describe la relación del Señor con esta multitud: «… y le siguió mucha gente, y sanaba a todos,» (Mt 12:15).

De la misma forma que en aquel tiempo el Señor dio evidencias de que era el Mesías sanando a todos, hoy da evidencias de que es el Salvador del mundo perdonando y salvando a todos los que por la fe se acercan a Él: “La caña cascada no quebrará, Y el pabilo que humea no apagará, Hasta que saque a victoria el juicio.” (Mt 12:20).

Una cuestión de prudencia.

(Mr 3:9)  «Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.»

Esto de la barca donde subirse y desde allí enseñar a la multitud nada tiene que ver con querer marcar distancia con el pueblo. Como veremos en el verso siguiente el problema era que la gente literalmente se echaba encima, se abalanzaba atropelladamente sobre Jesús para tocarle y ser sanos. Era una cuestión de seguridad para Él, sus discípulos, y para aquellas personas que actuaban con desesperación.

¿Nos resulta chocante? ¿El Hijo de Dios tomando medidas de seguridad? ¿Dónde está la fe? Pero la cuestión aquí no es si Jesús tenía fe o poder para evitar cualquier situación dramática. El Señor posiblemente nos está dando una lección práctica. La confianza en Dios no debe estar reñida con la prudencia. El cristiano debe aprender a cultivar tanto lo uno como lo otro.  

Un cambio de estrategia.

(Mr 3:10) “Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre Él.”

El verso es interesante porque pone en evidencia no solo la desesperación de las personas por obtener un milagro de Jesús, sino también la razón que movía a las multitudes a ir tras Él. Y aquí está el “pero” del que hablamos al principio.

Para la mayoría Jesús se había convertido en un “taumaturgo”, un obrador de milagros. Y para eso iban a su encuentro, para ver qué milagro obtendrían hoy. El hambre espiritual, la necesidad de profundizar en la relación con Dios, había pasado a un segundo plano.

Mucho me temo que este es el sentir de multitudes que llenan muchas de las llamadas iglesias evangélicas. La necesidad de un milagro, solucionar un problema, una fe superficial que no está arraigada en Cristo. De ahí que cuando obtienen lo que quieren, o cuando se desengañan por no tenerlo, cuando vienen la dificultad, dan la espalda al Señor.

Es por eso que Jesús, de la misma manera que cambió la estrategia con los líderes religiosos alejándose de las sinagogas, también cambia su forma de actuar con las multitudes. 

El Señor no les va a abandonar, seguirá atendiendo sus necesidades, no le falta misericordia, pero sí que empezará a hacer una clara distinción entre dos grupos, los que buscan lo exterior, su beneficio, que por otro lado puede ser legítimo, y los que en verdad tienen hambre de Dios. Esto se verá ilustrado más adelante cuando su madre y sus hermanos enviaron a llamarle. El Señor distingue entre los que “están afuera” y “los que están con Él” (Mr 3:31-35).

A partir de ahora el Señor se relacionará con ellos por parábolas. Pequeñas narraciones de la vida diaria con una enseñanza espiritual, y que servirán para distinguir a los unos de los otros:

(Mr 4:10-12) “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban; oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.” (Mr 4:34) “Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.”

Los espíritus inmundos y Jesús

(Mr 3:11-12) “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.”

Esto no es nuevo. Desde un primer momento los demonios mostraron un gran interés en asociarse con Jesús; y nuestro Señor, de manera constante, rechazó este testimonio (Mr 1:25) (Mr 1:34) ¿Por qué? Recordamos tres cosas.

Desde el principio, el Señor quiso evitar cualquier relación y confusión entre su persona y los demonios. Es un principio de nuestra ética que no debemos olvidar.

(2ª Co 6:14) “…¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”

Tengamos presente que el contraataque de los fariseos y escribas consistió en decir que Jesús y los demonios eran aliados (Mr 3:22). Permitirlo, ¿No sería como darles la razón? (Mr 3:22) «Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.»

El no negaba que era el Hijo de Dios, pero quería controlar el tiempo y la forma de ser revelado como tal. Lo que los demonios pretendían no era un reconocimiento del Mesías bíblico, que vino a dar su vida en rescate por muchos, sino del que enseñaba la tradición, el guerrero antiimperialista, y evitar así la Obra de la cruz.

Reflexión final.

Dos clases de personas entre los que siguieron a Jesús, los que buscaban un interés personal y los que en verdad tenían hambre de Dios. Dos clases de personas entre los que siguieron a Jesús, los que en realidad “estaban fuera” y “los que están dentro”. 

 

La pregunta final sería ¿Con qué grupo nos identificamos? ¿Dónde estás tú? ¿Está tu relación con Jesús basada en el interés, en el beneficio (entonces tarde o temprano te sentirás decepcionado), o en verdad hemos entrado en una relación de amor con su persona?

Natanael Leon