Vuestro adversario el diablo: El cristiano y Satanás (Efesios 6:10-12).

¿Cuál es la perspectiva bíblica sobre Satanás y los demonios? ¿Son ellos los causantes de todos nuestros males? ¿Qué métodos usa contra los cristianos? ¿Cómo podemos vencerle? Estas son algunas de las cuestiones que trataremos en este estudio.

Sobre estas notas.

El presente estudio surge de la exposición sistemática del profeta Zacarías en el ámbito de la iglesia local, y concretamente del verso 2 del capítulo 13. Allí leemos:

(Zac. 13:2) «Y en aquel día, dice Jehová de los ejércitos, quitaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más serán recordados; y también haré cortar de la tierra a los profetas y al espíritu de inmundicia.»

Después de desarrollar el verso dentro de su contexto, la segunda venida de Cristo, la conversión de Israel y los preludios de lo que será el Reino Milenial, pareció necesario hablar de la necesidad que tiene el cristiano de guardarse de los males que aquí se mencionan:

Con respecto a las imágenes o los ídolos, dice el Apóstol Juan: (1ª Jn. 5:21) «Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.» Es decir, de aquellas cosas o personas que pugnan por ocupar en nuestra vida el lugar que solo debería ocupar Dios.

Respecto a los falsos profetas, recordábamos la instrucción de Jesús en Mateo: (Mt. 7:15) “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” Para terminar con las palabras de Pablo (2ª Tm. 3:5)  “…a estos evita”.

Y para concluir, y tomando como base la referencia al espíritu de inmundicia, recordamos el conflicto, muchas veces olvidado, que el cristiano tiene con Satanás y sus servidores (Ef. 6:10-12). De esta última exposición, que se extendió a tres sesiones, surgen estas notas que ahora compartimos.

Las páginas que vamos a compartir no pretenden ser un estudio detallado, ni contestar a las muchas preguntas que sin duda este tema pueda plantear. Sin embargo nos gozaremos grandemente si en alguna medida, en la gracia del Señor, pudiese ser de ayuda o dar respuesta a alguna de las inquietudes de los lectores. Al final hay una lista de libros para aquel que desee profundizar un poco más. Al respecto, A. W. Tozer nos recuerda que “el mundo no es un parque de atracciones para el cristiano sino un campo de batalla”.

Acerca de su existencia.

La Biblia, al igual que con otros temas, no se ocupa de demostrar la existencia de Satanás y los demás ángeles caídos. Sencillamente da testimonio de su realidad y aunque no provee toda la información que nos gustaría, sí tiene la que necesitamos y además de forma coherente, lejos de la fantasía o los delirios de las películas y las creencias populares. Respecto a su existencia vamos a mencionar la actitud de al menos tres grupos de personas:

1º. Hay una parte de nuestra sociedad que, influenciada por una visión naturalista de la vida, es decir, que solo aceptan la realidad de lo que pueden ver, tocar u oír, niega la existencia de Satanás y los demonios. Pasan por alto la enseñanza bíblica sobre este tema. Toda conversación sobre estos asuntos pertenece, según ellos, a la categoría de superstición. Esta negativa a considerar aún la perspectiva bíblica, no es más que la consecuencia de la ceguera y oscuridad espiritual que el mismo Satanás obra en el mundo.

(2ª Co. 4:3-4) “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.

2º. Pero además de estos, tenemos tambien una gran cantidad de teólogos, maestros y movimientos dentro del cristianismo que, queriendo hacer el evangelio más aceptable, más acorde con una sociedad moderna y científica, terminan negando la existencia de Satanás y los demonios. Se refieren a ellos como mitología, una forma de explicar las cosas que los antiguos no podían entender. Personificación del mal es el término que se suele utilizar para el diablo y los demonios, nunca hay que entenderlos como seres reales.  

3º. A partir de aquí podríamos mencionar varios grupos más, sin embargo solo vamos a nombrar uno, a aquellos que sí creen, que no se atreven a cuestionar lo que la Biblia enseña, pero viven como si no existiera. Como si Satanás y sus demonios fuesen una realidad controlada y por la que no hay que preocuparse.

Una actitud que en la práctica, y al igual que las anteriores, coloca al cristiano en una situación de peligro frente a nuestro Adversario. Y es la preocupación por estos últimos, entre los cuales muchas veces tiene que incluirse un servidor, que me motiva a profundizar en este tema.

La perspectiva bíblica.

Antes de continuar, una breve referencia a lo que ya hemos llamado la perspectiva bíblica del tema. Vamos a destacar, a modo de ejemplo, algunas de las diferencias entre lo que la gente cree, incluso en círculos evangélicos, y lo que en verdad enseña la Escritura.

Estamos especialmente preocupados por aquellos cristianos que de buena fe, pues así han sido instruidos, todo lo malo que les sucede, incluyendo enfermedades, problemas económicos, dificultades laborales o familiares, fracasos personales, desánimo, miedos o la caída en pecado, lo atribuyen a la actividad diabólica.

Entienden la guerra espiritual como una confrontación directa y constante contra espíritus residentes, espíritus territoriales e incluso con el mismo Satanás. De alguna manera recuerdan a aquellos paganos o neopaganos que viven pendiente de las fuerzas que nos rodean e intentan atraerlas o alejarlas según las circunstancias.

La relevancia de los demonios en el Antiguo Testamento.

En primer lugar llamamos la atención hacia el mundo del Antiguo Testamento y en especial las tres culturas en medio de las cuales tuvo que vivir el pueblo de Israel: La cananea, la egipcia y la babilónica.

¿Cuál era la cosmovisión, la forma de entender la vida, que ellos tenían? A continuación destacamos tres características:

1ª.Todas las cosas, buenas o malas, eran explicadas por la intervención de los demonios: una vasija rota, una enfermedad fatal, una decepción amorosa, una derrota en la guerra. Bien si querían recibir algo bueno o evitar un mal debían esforzarse en ganar el favor o apaciguarlos según fuera el caso.

2ª. La idolatría y las prácticas ocultistas eran la norma. Aquel mundo estaba lleno de astrólogos, médiums, hechiceros, pitonisas. Las prácticas más grotescas o denigrantes como los sacrificios de niños o la prostitución con fines sagrados tenían su lugar. Desde pequeños, se introducía a los niños en este mundo de adoración espiritista y abominación.

3ª. Las adicciones del corazón humano como la glotonería, la borrachera, distintas formas de inmoralidad, la codicia, sed de sangre y poder formaban parte de la experiencia diaria.

En pocas palabras, un hervidero de creencias demoníacas, de adoración a los espíritus, de prácticas ocultistas y degradantes, de tinieblas, de pecado y de muerte. Un mundo donde Satanás y sus demonios campaban a sus anchas.

Cuando el pueblo de Israel entró en Canaán recibió instrucciones precisas al respecto, ellos debían ser luz en medio de tanta oscuridad (Dt. 18:9-11) (Lv. 19:26-29). Sin embargo sucedió que el pueblo se corrompió con estas costumbres en numerosas ocasiones y terminó participando de toda esta oscuridad de carácter demoníaco (2º Cr. 33:2-7).

¿A dónde queremos llegar con estas observaciones? El Antiguo Testamento reconoce el papel activo de Satanás y sus demonios, y de hecho hay varias ocasiones donde, por un momento y de alguna manera, levanta la cortina para dejarnos ver las realidades espirituales que operan detrás del escenario. Pensamos en escenas como:

(Gn. 3:1-15) donde se narra la entrada del pecado a este mundo y algo importante, donde vemos a Satanás como criatura y bajo el juicio de Dios.

(1º S. 16:13-23) donde Dios utiliza un espíritu malo para juzgar la rebelión de Saúl;

(1º S. 28:3-25) donde Dios utiliza a la médium de Endor para confirmar y aumentar el juicio sobre Saúl (1º Cr.10:13-14);

(1º R. 22:6-28) donde nuevamente Dios utiliza un espíritu malo para traer juicio sobre el rey Acab;

(Job 1:6-2:10) donde Satanás mismo, con permiso de Dios, se ensaña con Job. Una escena donde finalmente el propio Satanás es usado para probar y fortalecer la fe de este siervo de Dios.

(Zac. 3) donde aparece Satanás actuando como fiscal en contra del Sumo Sacerdote Josué.

El énfasis en la responsabilidad humana.

Sin embargo, y para sorpresa de muchos, no es difícil darse cuenta de que en vez de resaltar el papel de Satanás y sus demonios, mencionar espíritus malos por acá y por allá, justificar con ellos todo lo malo, el Antiguo Testamento lo que hace es:

Minimizar el papel de los espíritus. De hecho, en todas las escenas mencionadas, una de las cosas que resalta es la Soberanía de Dios sobre toda la creación, incluyendo a Satanás y los demonios.

Resaltar la responsabilidad humana. No ignora el papel de las fuerzas del mal, pero deja claro que toda esta corrupción y degradación tienen su origen en el corazón malo de los hombres:

(Gn. 6:5) «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.»

(Jue. 21:25) «En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.»

(Ecl. 9:3) “…y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos.»

(Jer. 17:9) «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?»

Cuando Dios envía sus profetas al pueblo, porque se habían desviado practicando todas las abominaciones anteriormente descritas, estos no actúan enfrentando demonios en las personas por ser causantes de los males, ni expulsando espíritus por acá y por allá, sino con un mensaje de arrepentimiento y conversión a Dios.

Cuando Jonás fue a predicar a Nínive, tierra que hervía en creencias y en prácticas ocultistas, tampoco lo hizo identificando y confrontando demonios, sino predicando palabras de juicio de parte de Dios. Y lo que salvó a los ninivitas no fue un ministerio de exorcismo sino el arrepentimiento y la confesión de sus pecados (Jonás 3:5-10).

La relevancia de los demonios en el Nuevo Testamento.

Y ahora damos un salto de entre 1.000 y 500 años en el tiempo hasta llegar al Nuevo Testamento, con su la cultura grecorromana. Un mundo donde también abundaba la superstición, la idolatría, los ritos ocultistas, y miramos a aquellas primeras iglesias establecidas por los Apóstoles a lo largo del imperio. Hombres y mujeres convertidos desde el paganismo más profundo a Cristo.  

Y nos preguntamos ¿Cómo trató Pablo, por ejemplo, los problemas que surgían en las iglesias? ¿Enseñó que había demonios detrás de cada conflicto los cuales causaban los problemas? El transfondo pagano del que venían estos creyentes bien podría justificarlo.

1º. Qué ocurre cuando aparece un problema de división entre los hermanos y la unidad de la iglesia se ve amenazada.

Al contrario de lo que algunos esperarían, Pablo no exhorta a reprender o atar un espíritu de división o sectarismo, sino que apela a la responsabilidad que tenían de vivir en armonía, a mantenerse unidos en un mismo pensamiento y un mismo propósito (1ª Co.1:10).

(1ª Co.1:10) «Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.»

2º. Cuando sucede un problema de enfado o discordia entre dos hermanos dentro de la congregación, Pablo no ordenó reprender a ningún espíritu de discordia sino que los exhortó a arreglar sus diferencias en el amor del Señor (Fil. 4:2) (Fil. 2:2-4).

(Fil. 4:2) «Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor.»

(Fil. 2:2-4) “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.

3º. Cuando hay una cuestión de inmoralidad sexual tampoco se les dice a los cristianos que reprendan al tal espíritu de inmoralidad sino que los exhorta a lamentar el pecado y ejercer la disciplina en la asamblea hasta que el culpable se arrepienta  (1 Co. 5:1-6).

4º. Cuando hay un desorden relacionado con los ágapes y la Cena del Señor, Pablo no les manda expulsar un demonio de glotonería, desorden o egoísmo, sino a ejercer el dominio propio “esperaos unos a otros” y examinarnos delante del Señor antes de comer el pan y beber la copa (1ª Co. 11:33,28).

En otras palabras, aunque la Escritura (el Antiguo y también Nuevo Testamento) reconoce la influencia de la actividad demoníaca en el mundo (1ª Jn 5:19), incluso contra los creyentes y la obra de Dios (Ef. 6:12), el énfasis no está en culpar a Satanás por nuestros fracasos, los problemas en la iglesia o en desafiar demonios; sino en el pecado que aún permanece en la vida del creyente y aceptar nuestra responsabilidad, en la necesidad de obedecer al Señor, crecer en santidad y dependencia del Señor (Ro. 6:12-13) (Gá. 5:16) (Ef. 4:1) (Col. 3:1-3).

(Ro. 6:12-13) “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”.

(Ef. 4:1) «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,»

(Col. 3:1-3) “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

Otro punto donde vemos el equilibrio bíblico es el tema de la enfermedad. Aunque el Nuevo Testamento reconoce que hay enfermedades que pueden ser causadas directamente por los demonios, sin embargo se tiene mucho cuidado para no atribuírselas como cosa normativa (Mr. 1:32) (Mt. 8:16). Incluso distingue entre endemoniados y personas con enfermedades mentales (Mt. 4:24) (lunáticos, el término moderno sería epilepsia).

Satanás: Origen, caída y juicio.

Antes de ocuparnos de este ser como el enemigo de nuestras almas, de ver algunas notas sobre los métodos que utiliza y como enfrentarlo en el Señor, será bueno tener una visión panorámica sobre estos tres temas: su Origen, caída y juicio.

Su origen.

Satanás no ha existido siempre. Es un ser creado por Dios. Por tanto en nada es igual o superior al Creador. Dos veces se menciona el día de su creación en el profeta Ezequiel (Ez. 28:13,15).

Evidentemente no fue creado como un ser malvado sino hermoso, perfecto y lleno de sabiduría (Ez. 28:12), ocupando un lugar de preeminencia ante de Dios (Ez. 28:14). De ahí que se le llame querubín protector o lucero de la mañana (Ez. 28:14) (Is. 14:12).

Su caída.

El problema apareció cuando quiso ser igual a Dios. Algunas de las frases con que se describe este suceso son: Se enalteció tu corazón, se halló en ti maldad, fuiste lleno de iniquidad, y pecaste” (Ez. 28:15-18). Subiré a los cielos… y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:13-14).

En esta rebelión la Escritura enseña que arrastró a una parte de los ángeles. Este es el origen de los demonios. No son pues espíritus de personas malvados que han muerto, ni espíritus de una raza pre-adámica existente, son ángeles caídos que participaron de la rebelión de Satanás. Ezequiel, por dos veces, menciona “la multitud e iniquidad de tus contrataciones” (Ez. 28:16, 18) y en Apocalipsis que arrastra a una tercera parte de las estrellas (Ap.12:4).

El juicio de Satanás.

Como consecuencia de su rebelión fue arrojado del cielo, en el sentido de que perdió su lugar de privilegio delante de Dios (Is. 14:12)(Ez. 28:16).

Su derrota o sentencia se pronunció en el Edén. De la simiente de la mujer, una referencia al Cristo, se dice que te herirá en la cabeza (Gn. 3:15).

Fue despojado de su poder por Cristo en la Cruz (Jn 12:31) (Col. 2:15) (Heb. 2:14).

Puesto que nuestra deuda por el pecado fue cancelada en la Cruz, Satanás quedó en impotencia, en el sentido de que ha perdido su poder, frente a los que ahora son de Cristo.

Alguien describió lo sucedido en la Cruz con las siguientes palabras: “Una brecha, que jamás podrá ser reparada, ha sido abierta en su fortaleza. Desde el momento de su muerte en la Cruz, todo aquel que quiera puede escapar de las garras del diablo sin que él pueda impedirlo”.

Durante la Tribulación, será definitivamente expulsado del cielo y echado a la tierra (Ap. 12:9,12,13). Es decir, arrojado de las regiones celestes a la tierra.

Surge la pregunta, si la expulsión definitiva sucede en algún momento de la Tribulación, qué diremos de (Jn 12:31) y (Lc. 10:17-18) ¿No indican que ya ocurrió?

(Jn 12:31) «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.»

Este ahora es una referencia al momento de la cruz y este echar fuera a la derrota y quebrantamiento en su poder que Satanás iba a experimentar como príncipe de este mundo. Ahora los hombres serán atraídos a Jesús por el poder del evangelio sin que este pueda impedirlo (12:32).

(Lc. 10:17-18) “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”.

Las palabras de Cristo en Lucas (Lc. 10:17-18) podrían entenderse como un anticipo o visión profética del evento citado, aunque parece mejor verlas como una ilustración del poder del Evangelio frente a Satanás y aquellos que están en cautividad.

Será atado en el abismo por mil años (Ap. 20:2-3). Cuando Cristo regrese en gloria, Satanás será atado y arrojado al abismo por mil años; ya no será capaz de engañar a nadie en la tierra durante el milenio.

Su derrota total se consumará cuando finalmente sea arrojado al lago de fuego por toda la eternidad.

Al final del milenio será liberado por un breve periodo de tiempo. Liderará una nueva rebelión contra Dios pero será derrotado y definitivamente arrojado al lago de fuego por toda la eternidad (Ap. 20:7-10).

Satanás, el enemigo de nuestras almas.

Como bien nos enseña Pablo y también el autor a los Hebreos, el Señor en la Cruz no solo resolvió definitivamente el problema del pecado, el cual nos separaba de Dios, sino que también selló la condena de Satanás y de los otros ángeles caídos. En consecuencia es un enemigo derrotado  

(Col. 2:15) “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.

(Hb. 2:14) «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,»

Sin embargo esto no significa que haya dejado de ser un problema para nosotros, que se ha vuelto fácil de controlar o algo semejante, mas bien al contrario. Es como un animal salvaje herido que se revuelve con gran violencia. Pedro nos advierte:

(1ª Pedro 5:8) “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;”

Tres cosas podemos destacar de este texto:

1ª.Que tenemos un adversario: Y no precisamente un adversario de carácter deportivo, alguien contra quien competimos bajo unas reglas. Se trata de un enemigo cruel e implacable que busca nuestra destrucción.

No olvidemos lo que el nombre Satanás, que viene del hebreo Satán, significa: adversario, enemigo. Ni tampoco lo que diablo significa: acusador, calumniador, detractor. Son nombres que manifiestan tanto la naturaleza como la obra malvada de este ser.

2ª. Que es peligroso: “como león rugiente” dice el texto. Una expresión que recuerda al Salmo 22:13.

(Sal. 22:13) «Abrieron sobre mí su boca como león rapaz y rugiente.»

Esta referencia al león y su rugido, una manera muy gráfica de ilustrar su ansia por aterrorizar y devorar, nos advierte que no estamos ante “un lindo gatito” al que podemos acariciar y jugar, aunque a veces tome esa apariencia, o ante un león de circo domesticado que ha perdido su fiereza. Al contrario, no debemos tomar ninguna confianza con él ni darle oportunidades en nuestras vidas.

3ª. Busca nuestra destrucción: “anda alrededor buscando a quien devorar”.

El está siempre activo en la búsqueda de nuestro mal,  siempre atento a cualquier fallo en nuestras defensas. Sabe aprovechar tanto nuestros defectos como nuestras virtudes para causar mal entre el pueblo de Dios.

Su propósito es “devorar” dice Pedro. Mas literalmente sería tragar o engullir, como el gran pez hizo con el profeta Jonás (Jonás 1: 17). ¿Qué significa esto? Sencillamente “hacer fracasar al creyente”, “arruinar su vida y testimonio”, incluso si le fuese posible “provocar su apostasía” (que de marcha atrás en su fe y vuelva a su antiguo estilo de vida).

Los métodos que utiliza.

Conociendo su propósito, “destruir o estropear lo que Dios ha creado, impedir que lleve a cabo sus planes de salvación para el hombre”, y hacer fracasar la vida del cristiano; será interesante una rápida referencia a las diferentes artimañas y medios que utiliza para lograrlo.

De entrada, la Escritura los califica de manera poco agradable. Habla de “maquinaciones”, es decir, planes perversos, conspiraciones, un término que insiste en que el fin último es la búsqueda del mal (2ª Co. 2:11); también los llama “asechanzas”, en el sentido de astucia, engaño, malas artes (Ef. 6:11); y por último , con independencia de la forma que tomen o el objetivo que tengan, sus ataques se describen como “dardos de fuego” o flechas encendidas (Ef. 6:16).

Todos estos medios o malas artes pueden resumirse en tres: La tentación, la oposición y la opresión.

La tentación o incitación a pecar: No olvidemos esto hermanos, lo primero que el diablo quiere es que el cristiano caiga en situaciones de pecado, dañar su relación de comunión con Dios y neutralizarle en el servicio.

La oposición: Pero el diablo no se contentará con tentarnos, sino que también empleará toda clase de oposición para impedir la obra de Dios, estorbar nuestra relación con Dios e incluso llevarnos al abandono.

La opresión: En este caso nos referimos a un estado de fuerte angustia anímica y espiritual, a una intensa sensación de oscuridad que oprime al creyente, incluso llegando a experimentar la presencia de algo sumamente maligno a nuestro alrededor.

Una situación extrema por la que no todos los cristianos necesariamente han de pasar, pero donde es necesario, de manera muy especial, fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. De lo contrario corremos el riesgo, no de perder nuestra Salvación, pero si paralizarnos espiritualmente. Una especie de escuela, escribe David Burt, donde él mismo aprendió a descansar “firmemente sobre las promesas de la Palabra y a descubrir el poder de la oración y de la alabanza. Doy fe de que aquellas horribles experiencias acaban casi siempre en momentos sublimen de comunión con el Señor” (La guerra espiritual. Andamio. 1996).

Ahora bien, aún reconociendo el interés que despierta este último medio, la opresión, y sin querer disminuir su importancia, lo cierto es que hay creyentes que pasan mucho tiempo obsesionados por estos niveles de nuestra lucha, desmenuzando los por qué y los cómo, que olvidan que la mayor parte de las victorias que Satanás está logrando entre el pueblo de Dios se deben principalmente a las dos primeras, a la tentación y la oposición.

¡Es ahí donde el maligno está haciendo verdaderos estragos entre los creyentes, tanto jóvenes como adultos, y arruinando el testimonio de las iglesias! Es por ello que vamos a dedicarle unas líneas a algunos aspectos de estas dos formas que tiene de actuar.

Sobre la tentación.

Recordemos, “la tentación siempre buscará la caída del ser humano para su mal, con el propósito de anularle o destruirle”. Si lo intentó con nuestro Señor (Mt. 4:1-10) ¿Qué nos hace pensar que con nosotros será diferente? Evidentemente esta invitación al mal no va a tomar una forma grosera para que provoque rechazo, sino mas bien todo lo contrario. Además siempre será adaptada a nuestras necesidades y circunstancias.

Entre las diferentes áreas en las que Satanás tienta al creyente destacamos dos:

1ª. Conformarse a las presiones y estructuras de la sociedad.

Un estilo de vida mundano (1ª Tes. 3:5): El temor de Pablo no era tanto por que hubiesen dejado de congregarse sino que hubiesen adoptado un estilo de vida semejante al anterior a la conversión, que la posición social pesara más en ellos que la santificación en el Señor.

En este sentido, recordemos también las instrucciones bíblicas a este respecto (Ro. 12:2) (1 P. 1:14-15).

Las metas mundanas (1ª Tim. 6:6-10) “queriendo enriquecerse caen en tentación y lazo,” … se busca una vida fácil, cómoda y llena de placeres según el mundo.

2ª.La inmoralidad (1ª Cor. 7:5). Esta es sin duda una de las grandes batallas que el joven cristiano, y los no tan jóvenes, deben librar constantemente.

Sobre la oposición.

Si así actuó continuamente con nuestro Señor, si así está sucediendo con nuestros hermanos en todo el mundo (1ª P. 5:9) (1 P. 4:12) ¿Qué nos hace pensar que con nosotros será diferente? ¿Por qué nuestra vida habría de estar libre de obstáculos? Algunas de las formas en que realiza esta actividad de oposición:

a) Poniendo estorbos o impedimentos en la Obra de Dios (1ª Ts. 2:17-18). Nuestro temor debiera ser no convertirnos en instrumentos de Satanás para este fin (Mt. 16:23).

b) Fomentando la persecución (Ap. 2:10); Es decir, la eliminación física de los creyentes.

c) La acusación por los pecados perdonados. Es decir, resaltándolos y esgrimiéndolos contra nosotros (Ap. 12:10) (1ª Jn.2:1-2).

“Jóvenes caballeros” – solía decir H. A. Ironside a sus alumnos- “Satanás es el acusador de los hermanos. Dejémosle esta obra fea a él”.

d) Siembra difamación (Job 1:9-11) (1ª Ti. 5:14); la calumnia, la murmuración y toda clase de maledicencia.

e) Las divisiones, Él sabe como aprovecharse de nuestra naturaleza caída para sembrar discordias y disputas entre los hermanos.

f) La confusión. Esta es una de las “obras maestras” de Satanás y frente a la que debemos prestar especial atención:

En primer lugar recordamos la ilustración del Señor donde el maligno siembra cizaña entre el trigo, una hierba de aspecto muy parecido pero que no es trigo y cuyo fruto es dañino, con el fin de estropear el trabajo del padre de familia, es decir la Obra de Dios (Mt. 13:38-39).

Esto nos recuerda que a cada Obra de Dios el diablo intenta crear un sucedáneo, una imitación, que produzca confusión y tropiezos: Falsos evangelios, falsas doctrinas, falsos pastores, falsos maestros, falsos milagros, falsos apóstoles, falsos cristos… (2ª Co. 11:13-15).

Otra de las formas en que maneja la confusión es sembrándola en el creyente. Cada vez que pasamos por alguna dificultad, que hay contratiempo en nuestras vidas, él intenta introducir un elemento de perplejidad, de confusión y duda (Lc. 22:31).

Sin embargo, y por muy terribles que puedan parecer estas cosas, el Señor nos ha provisto todo lo que necesitamos para salir victoriosos.

Venciendo al enemigo.

En vez de examinar una lista más o menos amplia de diferentes medios a los que echar mano, lo que haremos es meditar en dos puntos, que a mi entender resumen la estrategia a seguir en este conflicto. Pero primero recordemos cual es nuestro punto de partida en esta lucha, es decir, nuestra posición actual.

Nuestra posición: En Cristo.

La enseñanza es clara. Todos los que hemos creído en Cristo estamos indisolublemente unidos a Cristo. Ahora estamos en Cristo (Jn. 10:28-29) (Ro. 8:1) (1 Co. 1:30) (2 Co. 5:17) (Ga. 3:27).

Esta realidad no es simplemente un hecho teológico, sino que tiene grandes implicaciones para el cristiano en este conflicto permanente contra Satanás y sus huestes de maldad:

1ª. Lejos del alcance de Satanás:

¿Dónde está el cristiano? ¿Cuál es su posición? (Ef. 1:3) (Ef. 2:6).

“…en los lugares celestiales en Cristo Jesús(Ef. 1:3) “…nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Ef. 2:6).

Pero ¿dónde están esos lugares celestiales donde está sentado el Señor? Hablando del poder de Dios, que resucitó a Jesús, escribe también el Apostol (Ef. 1:20-21)

“la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra,…”

Es decir, en un lugar mas alto que cualquiera de los poderes del mal. Y nosotros, lo cual no deja de maravillarnos, estamos sentados con Él, fuera del alcance de Satanás y compartiendo su victoria.

(Ro. 8:39) “… ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Dependiendo de nuestra actitud y del cómo utilicemos los recursos de Dios frente al maligno, podremos permanecer firmes en la lucha o quedar mal parados. Pero aún así, nunca, nunca, nos podrán “separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús”.

(1ª Jn. 5:18) “…y el maligno no le toca”. Este verso no niega el conflicto, ni aún el dolor que pueda significar. Pero sí nos recuerda que su poder está limitado y que no puede ir más allá de lo que Dios permita.

2ª. En una posición de victoria (Ro. 8:37) (1ª Jn. 4:4).

“más que vencedores por medio de Aquel que nos amó (Ro. 8:37), “y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros,…” (1 Jn 4:4).

Sin embargo, aunque la victoria pertenece a Cristo, Satanás es un enemigo derrotado, y nosotros participamos en ella; para que esta sea una experiencia real en nuestra vida diaria es necesario que vivamos en el poder del Espíritu, en dependencia del Señor y no en la carne (Stg. 4:7). Satanás y sus ángeles ocupan un rango superior en la creación. Son más inteligentes, sutiles y fuertes que nosotros.

Nuestra estrategia en este conflicto (1 P. 5:8).

Dicho esto ¿cuáles son esos puntos que resumen la estrategia a seguir? Atendiendo a las instrucciones de Pedro, Pablo, Santiago, y a sabiendas de la decepción que pueda ocasionar, estas acciones se resumen en dos verbos: prevenir y resistir.

1º. Prevenir: La actitud descuidada.

Una acción que no debemos despreciar. Dice el diccionario: “Prevenir: Tomar precauciones o medidas por adelantado para evitar un daño, un riesgo o un peligro”.

“Mas vale prevenir que curar” dice el refrán. Y en cierta medida hay muchas áreas en nuestra vida donde lo hemos asumido, en especial cuando vemos que nuestra salud está amenazada: comida sana, practicar deportes, evitar excesos… Pero cuando hablamos de salud espiritual y de evitar situaciones que la puedan dañar, las cosas cambian y parece que ahí todos los riesgos son asumibles, que jugar con fuego no tiene consecuencias.

Sin embargo estamos equivocados, la prevención es uno de los primeros consejos que da la Escritura para enfrentar con éxito este conflicto y crecer en el Señor. De qué si no están hablando textos como (Mt. 26:41) (2 Co. 2:11) (Ef. 4:27).

“Y orad, para que no entréis en tentación” (Mt. 26:41) ¿Qué lugar ocupa la oración en nuestras vidas?

“Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre vosotros” (2 Co. 2:11); “ni deis lugar al diablo” (Ef. 4:27). Cualquier situación de riesgo o de conflicto, dice el apóstol tiene que ser evitada o solucionada lo antes posible. Lo contrario es dar una oportunidad Satanás.

Pero las palabras en las que me gustaría parar están en (1 P. 5:8) Sed sobrios y velad porque vuestro adversario…” Dos verbos, que solemos pasar por alto en el verso, y que forman parte muy importante de nuestra estrategia:

Sed sobrios” (“νηφω”) literalmente significa “no estar borracho”.

Evidentemente se trata de un símil que debemos aplicar a la vida espiritual. De la misma manera que el alcohol embota (debilita, entorpece) la mente y priva de juicio, así también hay muchas situaciones y cosas alrededor que tienen el mismo efecto sobre la mente y la conciencia del creyente (la adormecen y disminuyen la sensibilidad espiritual).

El mensaje de Pedro es claro, el cristiano debe guardarse de ellas y cultivar una mente limpia y equilibrada. Lo contrario significará incapacidad para distinguir los ataques y artimañas del enemigo y nos convertirá en presa fácil (Fil. 4:8).

“Velad” (del verbo “γρηγορεω”) significa estar despierto, no dormir. Aquí tiene el sentido de vigilar, estar alerta.

La imagen podría ser la de un pastor que durante la noche permanece despierto para cuidar de su rebaño, pero la mejor ilustración es la que nos proporciona el soldado que permanece alerta, sin ceder ante el sueño, a fin de no ser sorprendido por el enemigo.

Recordemos que el ataque puede venir en cualquier momento, del lugar más insospechado y en la forma que menos esperamos. No olvidemos tampoco las exhortaciones a no dormirnos en la corriente de este mundo, a no conformarnos a sus principios y valores (Ro. 12:2) (1 P. 1:14-15).

2º. Resistir: La clave de la victoria.

¿A qué llama Pedro después de decir “sed sobrios y velad” (1 P. 5:8)? ¿A desafiar al enemigo en combate? ¿Abalanzarnos valientemente sobre él? Sorprendentemente no, las palabras que continúan son: “al cual resistid firmes en la fe,” literalmente (ανθιστημι,) “ponerse en pié contra… -en este caso- …el diablo”. Es decir “soportar, estar firme contra la arremetida de otro”.

Y aunque el verbo no pertenezca al lenguaje propiamente militar, podemos ilustrarlo con la imagen del soldado de infantería que, con su escudo y su lanza o espada, afirma sus pies sobre el suelo y se dispone a resistir la carga del enemigo. También con la del luchador que se coloca sobre la arena del combate preparándose para soportar la embestida del contrincante.

Es cierto que cada vez que la iglesia predica el Evangelio, que un alma es arrebatada de la condenación, que retenemos nuestra integridad siendo sal y luz del mundo, la Iglesia está atacando “las puertas del hades” (Mt. 16:18). Estamos entrando en conflicto con Satanás.

Y sin embargo, y aunque sea chocante, la actitud que debe desarrollar el cristiano no es desafiarlo aprovechando cualquier ocasión, vivir en plan “cazador de demonios” o semejante, sino resistir. Predicar el evangelio, vivir para el Señor, avanzar Su causa, y cada vez que Satanás se revuelva o ataque resistir (Efesios 6:13) (1 P. 5:8) (Stg. 4:7).

“Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo;” (Efesios 6:13) “…al cual resistid firmes” (1 P. 5:8) resistid al Diablo y huirá de vosotros” (Stg. 4:7).

Pero Pedro no solo exhorta a “resistir”, sino que además indica el cómo hacerlo. “Al cual resistid firmes en la fe. Es decir:

Confiando, dependiendo y descansando plenamente en el Señor. “Someteos, pues, a Dios” (Stg. 4:7) “…fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 5: 10).

Con una fe constante que no sea llevada de acá para allá por los vientos de la adversidad o la persecución (Col. 1: 23; Col 2:5). Con una fe constante, más allá de las circunstancias o adversidades (Col. 1: 23; Col 2:5).

Y si a alguno le parece esto poca cosa, en el sentido de pobre o insuficiente, entonces debería meditar en lo que añade Santiago.  Haciendo esto, escribe Santiago, la victoria está asegurada.

 

(Stg. 4:7) «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.»

Conclusión: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros.

Aunque son muchas las cosas que quedan por decir, añadimos solo una cuestión más, que a su vez nos sirve de conclusión: La necesidad de la Palabra de Dios more en abundancia en nosotros (Col. 3:16).

Su importancia la vemos en el uso que le dio el mismo Señor cuando fue tentado (Mt. 4:1-11). En las tres ocasiones citó las Escrituras, pero no como un arma arrojadiza, una fórmula mágica o un exorcismo, sino como la norma que informaba su vida y la gobernaba:

Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4) (Dt. 8:3).

Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:7) (Dt. 6:16).

“Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt. 4:10) (Dt. 6:13).

Pablo, en (Ef. 6:17), la llama “la espada del Espíritu”. Satanás lo sabe y le teme, pero y nosotros ¿La conocemos? ¿Cuánto nos importa?

La Palabra de Dios es poder para vencer en este conflicto:

1º. Por eso Satanás hará todo lo posible para que dejemos de prestarle la atención debida.

Los afanes de la vida y sus preocupaciones, incluso el trabajo, los hijos y otras cosas legítimas son usados por el enemigo para alejarnos de la Palabra.

2º. Por ello Satanás procurará que los hogares cristianos no estén gobernados por la Escritura:

Las telenovelas, las series, los videojuegos, las redes sociales, los chismes y los vecinos, ocupan el lugar central en muchos hogares.

3º. Por eso el Diablo intentará:

Que la doctrina bíblica no se predique en la iglesia.

Que los creyentes no tengan bases firmes.

Que se piense que las reuniones de la congregación son algo de poca importancia, que con una vez a la semana es suficiente.

Que no se predique sobre la santificación del creyente, que no se enfatice la necesidad del compromiso cristiano y una escala de valores informada por la Biblia.

Él sabe, por experiencia, la importancia decisiva de la Palabra en la vida del creyente, por eso procura desacreditarla, introducir falsos maestros y falsas doctrinas que causen confusión entre otras cosas. Pero ¿Lo sabemos nosotros?

Material usado en estas notas:

“No todo mal y pecado procede de Satanás y de los demonios, pero algo sí”. Epígrafe del estudio “Satanás y los demonios” desarrollado por Wayne Grudem en su Teología Sistemática. Editorial Vida. Ha sido muy útil a la hora de desarrollar el título “Una perspectiva bíblica”.

“Las actividades satánicas con relación a los creyentes”. Capítulo 24, punto 5. del libro: “Teología Básica” de Charles C. Ryrie. Editado por Unilit.  Hemos utilizado el mismo en el desarrollo del epígrafe “los métodos que utiliza”.

“Encuentros de poder” por David Powlison. Publicado por la editorial peregrino. El autor trabajó durante cuatro años en un centro psiquiátrico, momento en que conoció el Evangelio, y como misionero en Uganda, lo cual, y cito textualmente “me puso cara a cara con la brujería, el animismo y las formas de semicristianismo que se inclinaban hacia el ocultismo y el éxtasis”. Indispensable para desarrollar una visión bíblica sobre este conflicto.

“La Guerra espiritual” por David Burt. Editado por Andamio, I-1996. Un monográfico breve, fácil de leer e imprescindible para una comprensión equilibrada de esta guerra espiritual. Como escribe el autor “La iglesia, y concretamente, cada creyente, necesita conocer y entender las implicaciones de la guerra espiritual en la que inevitablemente está involucrado. Necesitamos dejar a un lado toda una serie de especulaciones y planteamientos más propios del género novelesco y de ficción que bíblicos, y a la vez posturas que ignoran la calidad del conflicto inaugural.”

“La Tentación de Satanás y sus tácticas”, por Miguel Palomares. Editado por el autor. Otro librito de lectura recomendada para una visión equilibrada de nuestro conflicto con Satanás. El autor aborda temas como las diferencias entre prueba y tentación, la tentación de Jesús ¿Pudo pecar el Señor? y diferentes formas en que el cristiano y las iglesias son tentadas. “Nada mejor para un ejercito que saber los movimientos y tácticas de ataque del enemigo, y eso es lo que pretendo con este estudio, que conozcamos sus tácticas de actuación, para estar prevenidos cuando intente tentarnos y así impedirle que tenga éxito con nosotros, o con la Iglesia local a la que pertenecemos” escribe el autor.

“Amigos y enemigos de la Iglesia”, apéndice II de la colección “Curso de exégesis bíblica y bosquejos para predicadores” por Samuel Pérez Millos. Editado por Clie. En forma de bosquejo, y con abundantes citas bíblicas, el autor hace referencia a Satanás, sus demonios y su actividad contra el cristiano y la iglesia. Especialmente útil ha sido el epígrafe “La actuación de Satanás en relación con la Escritura” que sirve de base al último apartado del presente estudio: “Conclusión: La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”.