La blasfemia contra el Espíritu Santo.
(Mateo 12:20-32) (Marcos 3:22-30)*
¿Qué es el pecado contra el Espíritu Santo? ¿Qué lo hace tan horrendo, al punto de que no puede ser perdonado? ¿He cometido ese pecado, me puede suceder?
¿Por qué tratar un tema conflictivo como este?
¿Por qué esta breve exposición? ¿Es necesario? Sencillamente porque hay muchos creyentes que sufren con este tema. Leer estas solemnes palabras de Jesús los turba, les quita la paz del corazón. Una situación que, como escribe el profesor Carballosa, “ha llevado a muchos a la ansiedad, la derrota, la turbación, y a veces hasta el suicidio.”1.
En unos casos, estamos hablando de creyentes que desean una relación de mayor intimidad con Dios, y una y otra vez examinan sus conciencias para estar seguros de que no han cometido este pecado. Pero también están aquellos que han tenido una mala experiencia espiritual, han cedido al pecado, se han apartado de la fe, y ahora les consume la idea de que hayan podido cometer este pecado que Jesús llamó imperdonable. Se preguntan ¿Habrá perdón para mí?
Antes de continuar, y en atención a estas personas que sufren, unas palabras de consuelo. Como escribe otro expositor bíblico: “podemos estar razonablemente seguros que los que temen haberlo cometido y se preocupan por ello, y buscan las oraciones de otros, no lo han cometido”2. El mismo hecho de tener esta inquietud, de luchar con esta duda, es señal de que no han cometido este pecado.
No deja de ser curioso, y esto debe hacernos reflexionar, que precisamente los que mas se preocupan por este pecado sean creyentes. Mientras que precisamente aquellos a los que van dirigidas las palabras de Jesús, es decir los incrédulos, y dentro de esta categoría aquellos que de forma maliciosa resisten obstinadamente la Verdad, ni siquiera se inmutan.
Otra razón para detenernos en este concepto es el mal uso de esta enseñanza de Jesús. Hay sectas que lo utilizan para engañar y manipular a las personas en beneficio propio. Usan el miedo. Pero también los hay los que para evitar cualquier cuestionamiento de sus “ministerios” o para acallar voces críticas, amenazan a los creyentes con este pecado. “Ante tal chantaje espiritual hay que recordar lo que leemos en (1 Jn 4:1), donde dice que debemos probar los espíritus para ver si son de Dios. Por lo tanto, probar los espíritus no es sinónimo de blasfemar contra el Espíritu Santo«.
Qué no es este pecado imperdonable.
Antes de ver en qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo, la cual, dice el texto bíblico “no tendrá perdón jamás”, veamos algunos conceptos que aunque sean populares, no son la blasfemia contra el Espíritu. Recordemos que blasfemia son tanto palabras injuriosas contra Dios, como acciones de desprecio contra la divinidad o aquello que le pertenece:
–Una vida tremendamente depravada e inmoral. Es cierto que aquel que rechaza una y otra vez la luz del Evangelio, perseverando desafiantemente en su pecado y regocijándose en su depravación, corre el peligro de endurecer su corazón al extremo que Dios lo abandone a su destino, como sucedió con faraón en Egipto. Pero este no es el pecado del que el Señor habla aquí. Precisamente los escribas y fariseos no eran personas depravadas en sus costumbres sino mas bien todo lo contrario.
– Blasfemias u ofensas graves al nombre de Dios. Muchas veces consecuencia de una vida depravada e inmoral. Pero en este caso, el mismo Señor aseguró que podrían ser perdonados (Mr 3:28).
– El suicidio. Es un tema controvertido que enciende pasiones. Sin embargo tampoco es el caso aquí. Ni está en la mente del Señor, ni está en la mente de los escribas.
– La apostasía personal. Esta apostasía requiere que primero, antes de rebelarse contra Dios, la persona tenga una relación muy estrecha con el Evangelio, al punto que parecía uno más con los verdaderos creyentes (1 Ti 4:1-3) (Heb 3:12). Pero de nuevo concluimos que ese no es el caso. Estos escribas, aunque tuvieron un testimonio indiscutible, de primera mano, respecto a Jesucristo como el Hijo de Dios, siempre se mantuvieron distantes de Jesús. No simpatizaban con Él.
– El pecado de muerte (1ª Jn 5:16) En ese caso Juan habla de un verdadero creyente que sufre una corrección severa del Señor, en este caso la muerte física no la condenación (1 Co 11:30). Sin embargo, en nuestro texto el Señor se refiere a incrédulos, personas que rechazan creer.
En qué consiste este pecado contra el Espíritu Santo.
Recordemos el contexto. Según Mateo Jesús acaba de sanar a un endemoniado ciego y mudo (Mt 12:22). Y la gente, que estaba atónita, se preguntaba si no sería este el Hijo de David, es decir el Mesías (Mt 12:23). Ante la necesidad de cortar por lo sano aquella situación y desautorizar a Jesús, los escribas esparcen la voz de que Jesús estaba endemoniado, que Satanás era su poder (Mt 12:24) (Mr 3:22).
Si nos atenemos al texto bíblico nos damos cuenta que blasfemar contra el Espíritu consiste en: “Atribuir a Satanás las obras que hizo Jesús en el poder del Espíritu Santo (Mr 3:22,30), pero además hacerlo de manera maliciosa y perseverante.” No se trata tan solo de expresar una opinión, cuestionar una situación o hacer un juicio de valor. Es un acto de oposición al Espíritu malicioso y perseverante:
– Esta malicia se ve en el hecho de que ellos actuaron de forma premeditada, negando lo evidente, que venía de Dios (Jn 3:2), y con ánimo de destruirle (Mr 3:6).
– Esta perseverancia, esa actitud firme y decidida, se ve en la expresión “ellos habían dicho” (Mr 3:30), una acción continua que puede leerse “ellos constantemente decían”.
Por qué esta blasfemia fue imperdonable.
El Señor Jesucristo fue claro en esto, cualquier pecado, por atroz u horrendo que sea, aún siendo contra la divinidad, tiene perdón si hay arrepentimiento (Mr 3:28). Entonces, ¿Por qué este no? ¿Qué lo hace diferente? ¿Acaso es el Espíritu mayor que el Padre o el Hijo? (Mt 12:31-32). La respuesta no debemos buscarla en la dignidad que tienen las personas de la Trinidad, pues estas son coiguales, tienen la misma dignidad, sino en la Obra que el Espíritu Santo realiza. Según las Escrituras el Espíritu Santo tiene dos funciones principales:
– Revelar la verdad de Dios a las personas: Es el Espíritu Santo quien ilumina la mente de las personas y aplica el mensaje del Evangelio a los corazones.
(Jn 16:8-11) “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.”
–Capacitar a las personas para hacer la obra de Dios: Es el Espíritu Santo quien fortalece al creyente tanto para la vida cristiana como para la Obra Dios.
(Hch 1:8) “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Nuestro caso tiene que ver con el primero de estos ministerios. Iluminar la mente y aplicar el mensaje del evangelio. Aquellos escribas estaban resistiendo la revelación de Dios dada por medio del Espíritu acerca de Jesús. Y además lo hacían blasfemando, atribuyendo a Satanás las obras que le identificaban como el Mesías.
¿A dónde conduce el resistir la Obra de convicción del Espíritu? Dicho de otra manera ¿Qué opción queda a la persona que se niega a recibir una y otra vez el testimonio del Espíritu Santo? La condenación eterna. Esto es interesante, no es que en la sangre de Jesús no haya perdón para todos los pecados, sino que con su actitud, han convertido su pecado en imperdonable. Si pasas a la eternidad sin Cristo no hay marcha atrás.
¿Se puede cometer en la actualidad?
Esta es una pregunta interesante. Hay expositores bíblicos que afirman que este pecado concreto, a la forma que lo cometieron los escribas, no se puede repetir. Se llama la atención a los siguientes puntos:
– Las circunstancias: El contexto o las circunstancias que confluyeron en aquella ocasión son irrepetibles. Se necesitaría la presencia literal de Jesús, la confluencia extraordinaria de señales que testificaran de que es el Hijo de Dios, y una actitud perseverantemente maliciosa como la de los escribas.
– El testimonio posterior: El hecho de que este tema fuese mencionado solamente una vez por el Señor y que los Doce, a pesar de su gravedad, no lo retomasen -ni aún Pablo, a pesar de sus numerosos enfrentamientos con los judíos, mencionó esta blasfemia- hace pensar que es un pecado relacionado con la presencia del Mesías. Solo entonces puede cometerse.
El pecado imperdonable que permanece.
Sin embargo, aunque este pecado no pudiera repetirse tal cual lo hicieron aquellos escribas, existe una forma en que sí permanece. Como antes dijimos, el Espíritu tiene la tarea de convencer de pecado, de justicia y de juicio, a aquellos que no son salvos (Jn 16:8). Resistir esa obra y permanecer voluntariamente sin arrepentirse es «blasfemar» al Espíritu.
Lejos de ser algo “crema”, o un motivo para la jactancia, esta actitud puede tener terribles consecuencias:
– La persona que rechaza el llamado del Espíritu para confiar en Jesucristo y muere en incredulidad no tendrá perdón, ni en este siglo ni en el venidero.
– La persona que desprecia una y otra vez el Evangelio, perseverando desafiantemente en su pecado y regocijándose en su depravación, corre el peligro de endurecer su corazón al extremo que Dios lo abandone a su destino como sucedió con faraón en Egipto. Una advertencia al respecto: “Al tratarse de una actitud interna del corazón, que sólo Dios conoce en última instancia, ningún hombre se debe aventurar a hacer juicios sobre otros en el sentido de que tal persona ha blasfemado contra el Espíritu Santo.”
A los creyentes, esta realidad nos recuerda la solemnidad del mensaje que predicamos, no hablamos de cosas irrelevantes sino trascendentales:
– (2 Co 5:20) «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.»
Por otro lado, estas palabras debería a los amigos servir como la más solemne de las advertencias:
– (Heb 3:7-8) “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones,”
– (Jn 3:18) «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
– (Jn 3:36) «El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rechaza al Hijo no verá la vida, porque la ira de Dios permanece sobre él».
1. Ver cita en su comentario a Mateo, Editorial Portavoz.
2. Berkhof, citado por Grudem en su Teología Sistemática, Editorial Vida.